Estrenada en cines | 2022 Drama | 1 ep. de 124 min. Guion: Julian Fellowes. Dirección: Simon Curtis. Intérpretes: Hugh Bonneville, Laura Carmichel, Brendan Coyle, Michelle Dockery, Joanne Froggatt, Robb James-Collier, Elizabeth McGovern, Maggie Smith, Allen Leech, Jim Carter, Phyllis Logan, Sophie McShera, Lesley Nicol, Penelope Wilton, Douglas Reith,. Kevin Doyle, Harry Hadden-Paton, Raquel Cassidy, Michael Fox, Imelda Staunton, Tuppence Middleton, Dominic West, Laura Haddock, Hugh Dancy, Nathalie Baye, Jonathan Zaccaï. Valoración: |
—Alerta de spoilers: Presento las historias principales pero no revelo nada importante.–
Con el rotundo éxito de la primera película estrenada en cines de la popular serie Downton Abbey estaba claro que veríamos más entregas. Eso sí, esta tiene mucho sabor a final definitivo, así que no sé si harán más.
Una nueva era es un título que parece anunciar por fin grandes cambios sociopolíticos, algo que se tenía mucho en cuenta en las historias en las primeras temporadas pero luego se fue dejando de lado, según la visión conservadora de su autor, Julian Fellowes, y su enamoramiento con los personajes se iban imponiendo. Pero la realidad es que pocos cambios hay, y la mayor parte resultan anecdóticos o ajenos a la mansión y sus habitantes.
El motor o macguffin en esta ocasión es bastante más apasionante y fluye mejor en verosimilitud (con algunos peros pequeños) y conexión con los personajes que la exagerada visita de los reyes del anterior capítulo. Un equipo de rodaje de Hollywood con actores famosos solicita utilizar Downton Abbey como localización en algunas escenas, y la familia acepta porque pagan bien y cada vez les cuesta más hacer dinero sin dar el callo.
Hugh Dancy (Hannibal, 2013) como el director, y Laura Haddock (Transformers: El último caballero, 2017) y Dominic West (The Wire, 2002) como los intérpretes, llegan para revolucionar la dinámica de la hacienda, mostrando tanto a nobles como al servicio visos de los nuevos tiempos, de otras formas de vida, y de la realidad del cine y los famosos. La producción choca con el repentino e inesperado nacimiento del cine sonoro, que deja a quien no se adapte en la estacada, pero en un par de requiebros bastante rebuscados pero graciosos algunos habitantes de la mansión terminan colaborando e incluso logrando que la producción salga adelante.
En el proceso han aprendido mucho sobre sí mismos y otros valores. La entrega de Lady Mary por abrir frentes y probar cosas para sacar adelante la hacienda sigue asentando su posición como relevo al frente de la familia, y su entereza y responsabilidad también se ven cuando enfrenta las dudas sobre su matrimonio. Daisy y Andy por un lado y Mrs. Patmore con el granjero por otro afianzan sus situaciones amorosas con intrigas tragicómicas sencillas pero entrañables. Mr. Molesley pone a prueba su educación y talento al meter las narices en el rodaje, lo que le abre puertas inesperadas.
Vuelve a haber algunos personajes esenciales muy dejados de lado. Si bien acepto que no hay tiempo para todo, se echa de menos a Mrs. Hughes y los Bates. Pero el único punto débil destacable es Thomas Barrow de nuevo. El mayordomo estirado y homosexual reprimido ve nuevas posibilidades de abrirse y tener más libertad gracias a la conexión que establece con el actor y la promesa de una nueva vida; sin embargo, como viene siendo habitual, Fellowes no se atreve a entrar de lleno en el asunto, apenas ofrece unas sutilezas que quedan lejos de ser suficientes para dar un cierre como merece el personaje: ¿dónde está la pasión y el romance que sí le permite a las relaciones de otros? Así que de nuevo cabe preguntarse por qué le dio por navegar por senderos que luego ha querido evitar.
La odisea de la producción cinematográfica ha sido una buena trama por sí sola y una idea muy buena para agitar Downton Abbey, para, como es habitual, ofrecer infinidad de historias cruzadas de personajes encantadores y actores muy compenetrados. Contando solamente esa parte, habría resultado un episodio más entretenido y mejor hilado que el anterior. El problema es que hay otra historia paralela que supone un lastre importante, que desequilibra bastante el conjunto.
A la condesa Violet le cae encima una inesperada herencia, una mansión en la costa francesa. Aquí entramos en uno de los momentos más culebronescos de la serie: que si la abuela tuvo una aventura, que si se pone en duda la pureza del nombre de la familia, y encima paralelamente se juega con una forzada intriga sobre una posible enfermedad de Cora. Pero tras el sensacionalismo de la premisa no hay nada que despierte mucho interés, Fellowes lo narra todo con una desgana bastante decepcionante. En la parte de la herencia, los personajes son muy, muy, muy lentos deduciendo cosas, así que todo llega con cuentagotas, con requiebros cansinos; y cuando por fin deducen el asunto no muestran ninguna emoción concreta, no se genera ninguna controversia, sólo el cabeza de familia tiene alguna tribulación, y nada llamativo. En la de la enfermedad, los indicios y secretos son muy forzados y tramposos, y la supuesta tragedia en ciernes resulta más cargante que tensa. Para el desenlace, como ha hecho el autor en otros líos semejantes, barre todo debajo de la alfombra, aquí no ha pasado nada, ni siquiera quedan lecturas, consecuencias ni cambios de ningún tipo.
Si al menos esta sección moviera a los personajes implicados, pero me temo que todos se ven embargados por la desidia. Llega a parecer una excusa para sacar a los que sobraban de la mansión a la hora del tema del rodaje. Los Branson no hacen nada de nada, él ya dejó cualquier atisbo de inquietante rojo revolucionario y es un pijo estirado más, aplaudiendo que les vaya a tocar una casa en la playa; su esposa es un florero, desperdiciando a la siempre deliciosa Tuppence Middleton; Lady Edith tiene un par de diálogos de relleno para recordarnos que es periodista, pero nada útil para aportar algo a su personalidad, y menos aporta su marido. Maud Magshaw (Imelda Staunton) no sé qué pinta aquí, es un remanente de la anterior película; apenas algunas gracias con Carson sobre el contraste entre lugares tienen algo de sustancia, pero no mucha. Es que ni siquiera se ha esforzado en dotar de vida a los franceses que protagonizan el conflicto, los Montmirail (Nathalie Baye y Jonathan Zaccaï).
Danzando por las dos tramas están Violet e Isobel, pero desde que su enemistad eterna quedó apaciguada la relación perdió mucho fuelle. Al menos, los chistes sobre el choque entre ancianos y jóvenes son divertidos. El problema es cuando nos centramos en Violet, en una historia esperada desde hace tiempo, y Fellowes arrastra esa falta de energía, ahogando un momento muy relevante del personaje, de toda la serie, en la indiferencia, en un mero trámite a cumplir, cuando tenía que emocionar y conmover con intensidad.
No falla otro de los sellos de la serie, el acabado impecable. Los productores siempre han buscado un ritmo más que ágil trepidante y a la vez una imagen preciosista, algo nada fácil dado el ingente número de personajes en acción y los cambios de escenario constante. Sus numerosos directores y directores de fotografía han salido siempre airosos con un acabado deslumbrante, y los aquí seleccionados mantienen el tipo. Difícil cansarse de los grandes angulares por las estancias de la mansión, de los planos generales de los jardines, del juego de protagonistas danzando por las habitaciones, banquetes y veladas con una precisión y a la vez sensación naturalidad hipnóticas… Lo único que acusa desgaste es la banda sonora, también deliciosa por lo general, pero John Lunn lleva tiempo acomodado, por no decir estancado, y no encandila como antes.
Ver también:
– Temporada 1 (2010)
– Temporada 2 (2011)
– Temporada 3 (2012)
– Temporada 4 (2013)
– Temporada 5 (2014)
– Temporada 6 y final (2015)
– La película (2019)
-> Una nueva era (2022)