TRUE DETECTIVE – TEMPORADA 2

HBO | 2015
Suspense, policíaco, drama | 8 ep. de 55-86 min.
Productores ejecutivos: Nic Pizzolatto, varios.
Intérpretes: Vince Vaughn, Colin Farrell, Rachel McAdams, Taylor Kitsch, Kelly Reilly, Ritchie Coster, David Morse, Christopher James Baker, W. Earl Brown, James Frain, Michael Hyatt.
Valoración:

Que fascinara la primera temporada y decepcione la segunda es perfectamente entendible. Pero de ahí a perder la cabeza como la han perdido millones de espectadores y críticos hay un trecho muy largo. Las modas llevan a la sobreexplotación, y esta a desequilibrar la balanza alejándola de la realidad, de la objetividad. La primera sufrió el efecto positivo: se recibió con un entusiasmo contagioso, hasta el punto de que llegó a considerarse la última revolución en el séptimo arte. El escrutinio que soportó fue también a su favor: se le sacaban teorías, referencias y detalles a puñados, y no importaba si al final no daban el blanco alguno, tal era el fanatismo que arrastraba. Una visión objetiva rebaja bastante esas valoraciones, y el paso del tiempo la va poniendo en su lugar.

La segunda ha sufrido el efecto negativo, fruto en gran parte de otro efecto, el del rebote: si a la primera la ponían muy por encima de su calidad real, difícilmente nuevas entregas pudieran llegar a ese listón de expectativas imposibles. Ahora todo lo que se analiza es para sacarle algún fallo, y en cada nuevo fallo hay que recordar que es un fracaso de serie, casi la peor del año. La decepción ha llevado a muchos a tirarse de los pelos y a escupir bilis incansablemente, se ha convertido en una desgracia e incluso en una traición de sus autores. Pero de nuevo, un análisis frío y objetivo pone las cosas en su lugar. Dista muchísimo de ser una producción mediocre, y si no te obsesionas con sus fallos puedes encontrar una serie con muchos buenos valores.

Empiezo por sus aciertos, si bien, como comentaré luego, algunos terminan limitados por los fallos. Lo primero que salta a la vista es la diferencia en argumento y en menor medida de estilo respecto a la anterior etapa, para muchos una traición a la seña de identidad de la serie… para mí el primer atractivo de la misma. Las obras que abusan de la fórmula, del esquema, generalmente están abocadas a repetirse y perder interés… aunque eso no impide que el público facilón se resienta, no hay más que ver lo que aguantan producciones como House… Pero aquí estamos hablando de la primera división de las series, así que, «que se joda el espectador medio», esto es para gente exigente. Con las libertades creativas que tenemos hoy día en el rico panorama televisivo, ¿vamos a pedir el retorno a la vieja televisión? No, yo quiero riesgo, valentía y originalidad. True Detective nació como miniserie, si la iban a extender, qué menos que ofrecer una nueva historia, nuevas perspectivas, nuevos personajes… y todo a ser posible sin perder las características y la atmósfera general. Y sus realizadores lo consiguen muy bien. Cambia el subgénero, dejando atrás el thriller de asesinos en serie estrafalarios a lo Seven para inclinarse por el cine negro. Los personajes son muy diferentes pero en una onda semejante: lúgubres, con muchos pesares y secretos. El subtexto filosófico difiere también, inclinándose un poco más por los asuntos paterno filiales que por la metafísica rebuscada, pero sin alejarse del existencialismo, los problemas que tienen todos para encontrar su identidad y su lugar en el mundo; en otras palabras, resulta más terrenal y verosímil. Estas diferencias partiendo desde un mismo concepto llegan incluso al caso del año. Su desarrollo y el viaje de los personajes no se parece prácticamente en nada (quizá solo en que rematan la investigación desde fuera de la ley), pero el contenido tiene nexos en común muy claros: versa sobre gente con poder que se cree superior a los demás e intocable, y tenemos detectives de dudosa moral intentando desentrañar el tinglado mientras tiran con sus penosas vidas.

La atmósfera lograda es magnífica. El tono sombrío y sórdido transmite la decadencia moral de una sociedad maltrecha y sucia, de gentes sin rumbo en sus vidas ni un futuro claro. Esto se logra tanto desde el guion como mediante la puesta en escena (dirección, fotogafía, música). Son cruciales esas fantásticas panorámicas de autovías enormes e infinitas que, combinadas con la oscura historia y los afligidos personajes, señalan la fealdad de la urbe, la soledad y miserias de la población, y por su puesto la corrupción. Así, la narrativa, en lo visual, está otra vez en un nivel excelente: tempo pausado pero intrigante, gran dirección de actores (era esencial saber qué sacar de ellos en las largas conversaciones) y buenas dosis de espectacularidad en las escasas secuencias de acción, que llegan a resultar impresionantes (el tiroteo, la orgía). Y por todo ello es gracioso ver que bastante gente le echa la culpa de los errores de la serie a la ausencia de un director único, cuando son problemas de guion. La realidad es que no hay desequilibrio formal ni cualitativo entre un capítulo u otro, como ocurre en cualquier buena serie los directores siguen el estilo marcado por sus ideólogos; vamos, que estos listillos, si no fuera porque lo pone en los créditos, no se hubieran dado cuenta de que hay varias personas tras las cámaras.

Este ambiente sirve para edificar un relato noir con sabor a clásico. La trama enrevesada, los personajes ambiguos dando tumbos desentrañando el caso lentamente, mil y un secretos y tragedias saliendo a la luz poco a poco… Los protagonistas se presentan muy prometedores, en especial porque los actores ofrecen papeles magníficos. De hecho, el primer capítulo me ha parecido el mejor, pues logra una introducción de personajes modélica y te sumerge muy bien en la atmósfera lóbrega y llena de suspense.

El detective Ray Velcoro (Colin Farrell) arrastra la sospecha de la corrupción, y no en vano vemos que tiene tratos con un mafiosillo local, Frank Semyon. Además, lidia con la ruptura de su matrimonio, y su temperamento hostil podría alejarlo de su hijo. El oficial Paul Woodrugh (Taylor Kitsch) sufre estrés postraumático de su último destino como militar, lo que se suma a que no es capaz de aceptar otro aspecto esencial de su personalidad: su homosexualidad reprimida. La detective Ani Bezzerides (Rachel McAdams) también tiene sus líos familiares (fue criada en una comuna hippie) y demonios internos que la inducen a llevar una vida un tanto descentrada. Los tres son puestos al frente de la investigación de un asesinato que precisamente toca los tejemanejes de Semyon (Vince Vaughn). Este intenta que su imperio no se derrumbe justo cuando abrazaba su salida a lo grande del peligroso mundo del crimen, y estas tensiones las sufre también su esposa Jordan (Kelly Reilly). El entramado de corrupción alrededor del que todos giran salpica a figuras políticas y de la ley relevantes, y deben andar con pies de plomo.

Si tengo que elegir un personaje como favorito sería Semyon, pero no a mucha distancia del resto. En parte es por la fantástica interpretación de Vaughn, sobre el que nadie daba un duro por venir de comedias chorras pero quien clava magistralmente un rol en tensión constante y con un estilo de expresarse peculiar. Velcoro sería mi siguiente elección, tanto por mi predilección por Farrell, un gran actor bastante infravalorado (glorioso papelón el de Escondidos en Brujas, por ejemplo) en un personaje muy clásico pero que transmite verosimilitud: se entiende perfectamente su forma de ser, sus limitaciones y fallos. Kitsch también está muy eficaz y es otro al que le cuesta quitarse de encima sus flojos papeles iniciales. La tormenta de emociones y el sufrimiento interno se reflejan en su mirada, en su gesto compungido. McAdams es la única que solamente está correcta, sin deslumbrar. Su expresión de tipa dura es siempre la misma, no consigue sacar mucho más a un personaje que precisamente es desde el guion quizá el más velado e inteligente en cuanto a evolución. Respecto a los secundarios, hay muchos buenos actores (James Frain -uno de mis intérpretes favoritos-, Ritchie Coster, David Morse…), pero son todos personajes de apoyo, ninguno resulta especialmente llamativo, un aspecto que se podía señalar en la etapa previa y que aquí se nota más.

Pero las principales limitaciones y también excesos que sufre la temporada son importantes, y frenan considerablemente el gran potencial que guarda. El ritmo supongo que pretendía ser contenido e intrigante como en el primer año, pero resulta lento, incluso aburrido en algunos tramos, y el tono pretencioso se intenta mantener por la fuerza, perjudicando a la trama y los personajes.

Los protagonistas son el mejor ejemplo de los excesos. El guionista Nic Pizzolato se empeña en recalcar su drama personal, con lo que pasan de roles oscuros y afligidos muy prometedores a figuras híper caracterizadas, casi de culebrón: sufren a todas horas, se arrastran como almas en pena, nos atosiga con largas escenas de exposición de problemas que indudablemente no hacía falta señalar tanto. El más perjudicado es Velcoro, pues el lío de separación y la custodia del hijo es algo muy normal y muy tratado, con lo que además de sensacionalista resulta previsible y finalmente cansino. Y aunque los demás salgan mejor parados (el pasado de Bezzerides se expone sutilmente y con cuentagotas, la personalidad e historia de Semyon se deducen por sus diálogos), la suma de todos sufriendo tantísimo en todo momento termina resultando casi agotadora. El año pasado teníamos un acertado contraste entre los dos protagonistas, y Marty Hart ofrecía una vida más normal, evitando que la serie pareciera tan melodramática o incluso artificial. Aquí, meter tanto dramón da la sensación de forzar mucho las cosas y de poca originalidad a la hora de elegir protagonistas.

De la historia muchos se han quejado por lo complicado que resulta seguir tanto nombre. Se podría decir que el noir es así de opaco, pues lo importante suele ser la situación de incomprensión que viven los protagonistas y cómo van resolviendo el caso, más que el propio caso en sí. Pero es cierto que también el guionista se pasa un tanto de rosca. Hay muchos personajes relevantes en la investigación que sólo se presentan fugazmente, y como no te quedes con su nombre vas apañado. Y claro, con el ritmo lento y los rellenos, cabe preguntarse si no podrían haber expuesto mejor el quién es quién en el tablero de juego, que una cosa es una trama compleja y otra pasar de trabajar su exposición.

Y finalmente tenemos el tono pretencioso tan salido de madre. No hay conversación o escena que no esté inflada y saturada, sea de diálogos largos y densos o de un estilo afectado. Esas canciones melancólicas, esas miradas intensas, esas conversaciones rebuscadas impropias de detectives y gángsteres brutos… Y todo para que al final realmente digan muy poca cosa, de hecho, muchas escenas repiten lo mismo una y otra vez con distintas palabras. Es decir, Pizzolato se obsesiona con pretender que cada secuencia sea la más profunda, intensa y trascendental, pero además de pasarse de largo se olvida de cuidar el ritmo global, no consigue que la narración vaya en línea recta y con intensidad. Por no decir que cuando llegan los puntos álgidos, después de tanta verborrea, casi parecen fuera de onda. El tiroteo, por magnífico y espectacular que sea, es puro humo. ¿Te acuerdas de cómo y por qué se produce? La falsa muerte de un protagonista al final de un capítulo es un giro muy poco trabajado, con lo que sabe a trampa. El capítulo final acusa mucho esos altibajos, pero lo comento luego en spoilers, así como otros giros poco satisfactorios.

Algunas voces han señalado que, viniendo Pizzolato de la literatura, quizá su ritmo de trabajo no ha conseguido adaptarse a la obligación de preparar los guiones a toda prisa para rodar y estrenar a tiempo. Pero me temo que es pura especulación, no podemos saber, salvo que indique algo en alguna entrevista, si las prisas le impidieron redondear la escritura o es que le faltó inspiración.

Entre el tono pretencioso fallido, el fondo de policial clásico enrevesado de mala manera, los excesos con los personajes (no hacía falta realzar el drama tanto) y otros patinazos varios, queda muy lejos de la primera temporada. Ahora bien, dista de ser la serie mediocre o incluso horrible que se empeñan en ver sus detractores. La ambientación es exquisita, en especial gracias a la magnífica puesta en escena, los personajes aunque se atascan resultan bastante atractivos y las estupendas interpretaciones consiguen que no pierdan demasiada fuerza, y el caso es algo farragoso pero su estilo sórdido y denso resulta sugestivo y consigue mantener cierta intriga e interés a pesar del mejorable ritmo. Poniendo los pros y contras en la balanza, por muy marcados que sean estos, a mí me sale una serie más que aceptable, bastante atractiva si te va el género y congenias con su marcado estilo. Sí, tienes que hacer la vista gorda a algunos errores y quitar paja para encontrar unas cuantas buenas virtudes, pero es algo que ocurre en cualquier serie alejada de notas altas, como es obvio. Su mayor problema han sido las expectativas. Si fuera una producción cualquiera no habría armado tanto revuelo, no tendría tanta presión y miradas críticas encima, y seguramente los que se hayan atragantado con sus baches, o incluso simplemente en su estilo, se habrían ido a ver otra serie sin armar tanto jaleo, que muchos espectadores se comportan como si les hubieran lanzado un insulto personal.

Por cierto, en cuanto a los títulos de crédito, yo soy de los que no tragan esta versión, pues a pesar del fantástico trabajo artístico, la canción de Leonard Cohen, Nevermind, me resulta soporífera y sin garra, todo lo contrario a la escuchada el año anterior, Singing Bones de The Handsome Family.

Alerta de spoilers: Comento spoilers, incluyendo el final, con todo detalle. No se te ocurra leer si piensas verla. —

Enumero algunos ejemplos de aspectos criticables o fallos que no podía incluir arriba por ser muy reveladores:
-Que Bezzerides vomite en la fiesta no sirve para quitase el colocón, primero, porque no ha ingerido nada, segundo, porque es evidente que ya está en su sangre. Una serie que pretende tener cierta categoría debería cuidar mejor estos detalles, digo yo.
-El séptimo episodio parecía lanzarse por fin a la acción, las conclusiones y los giros finales, pero se cierra con una trampa enorme: la muerte de Woodrugh a manos del personaje de James Frain, uno de los policías corruptos, es completamente inverosímil. ¿Cómo sabía por cuál de las decenas de salidas iba a aparecer? ¿Por qué asume que el encuentro iba a ir mal?
-En la primera temporada las críticas sobre machismo me parecieron muy retorcidas. Es que está de moda buscar machismo en todas partes, joder. Pero en esta se pueden señalar un par de apuntes mosqueantes con Bezzerides. Primero, está el tópico de que fue violada y por ello se convierte en una dura policía, para no ser más una víctima, amén de que sus relaciones con los hombres carecen de afecto. Segundo, a pesar de su protagonismo, de la fuerza e independencia del personaje, al final es convertida en secundaria florero de mala manera: los hombres cuidan de las mujeres y ellas se esconden y huyen.

En cuanto al último capítulo, casi parece que iba a librarse de todos los problemas y ofrecernos un desenlace de alto nivel: va al grano dejando atrás el tono pretencioso (salvo por la cansina despedida entre Semyon y su chica, menuda espiral repitiendo lo mismo durante diez minutos), alcanza buenas cotas de suspense cuando parece que los protagonistas están al límite y no tienen salida, el ritmo se torna vibrante a pesar de los clichés (la reunión final con grabadora)… Pero el hechizo se desvanece en el desenlace, porque termina tropezando en los mismos tics, es decir, no difiere del resto de la temporada:

De verdad que es rebuscada la muerte de Semyon, con un giro salido de la nada que parece puesto ahí solamente para matarlo… Pero no contentos con eso les da por montar una agonía onírica híper cansina. Con Velcoro tiran por otro cierre sensacionalista, partiendo además de un agujero de guion enorme: pero tío, quita el localizador, o coge otro coche, y no te salgas de la vía pública hasta estar seguro de estar solo. Y anda que poner un dispositivo de rastreo con una pedazo de luz, para que entre a un parking a oscuras y lo vea, algo que es muy probable… Este absurdo cliché nunca había sido tan absurdo. Así pues, menuda forma de colar una escena supuestamente espectacular en el bosque y una muerte trágica (ooh, sin cobertura en el momento justo) que era fácilmente evitable. Y eso que el momento a lo Robert de Niro en Heat, es decir, buscar a un ser amado cuando tenía la salida al alcance de la mano, me estaba gustando bastante. Con Bezzerides ya he dicho que de repente parece desaparecer de la ecuación, algo que tampoco queda bien. Y el epílogo de ella y Jordan Semyon en Venezuela no me transmite mucho. Por cierto, ¿a la idea de meter al final bosque, desierto y mar le veis algún sentido concreto? Es que parecen remarcarlo mucho. O quizá era sólo por buscar algo de poesía. El caso que me parece un poco forzado también.

Ver también:
Temporada 1.

2 Respuestas a “TRUE DETECTIVE – TEMPORADA 2

  1. Pues ya se nos viene Netflix ^^

  2. Y hace poco empezó Movistar Series con bastante ambición. A ver si les va bien :)

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