MISA DE MEDIANOCHE – MINISERIE

Midnight Mass
Netflix | 2021
Drama, suspense | 7 ep. de 60-70 min.
Productores ejecutivos: Mike Flanagan.
Intérpretes: Hamish Linklater, Kate Siegel, Zach Gilford, Samantha Sloyan, Kristin Lehman, Henry Thomas, Annabeth Gish, Rahul Kohli, Rahul Abburi, Annarah Cymone, Alex Essoe, Crystal Balint, Michael Trucco, Matt Biedel, Robert Longstreet, Igby Rigney.
Valoración:

Alerta de spoilers: No hay datos reveladores hasta el próximo aviso.–

Después de ver Oculus (2013) y las críticas a sus otras películas del estilo pensé que Mike Flanagan era otro de esos autores de terror sin virtudes llamativas pero que tienen la suerte de que sea un género que con cuatro tonterías vende bien entre su público. Sin embargo, con las entusiasta recepción de la miniserie La maldición de Hill House (2018) le di otra oportunidad, y quedé muy asombrado ante el despliegue de talento en el suspense y terror y de sensibilidad en el drama, tanto en guion como en puesta en escena. Fue una de las mejores series de su año, sin duda. Con el éxito, las productoras encargaron una secuela. Y La maldición de Bly Manor (2020) fue un desastre enorme. Sin embargo, lo achaco a las prisas por tener un estreno lo antes posible. Potencial había, pero evidentemente no estaba terminada, conforme avanzaba se iba deshilachando y acababa siendo un desastre colosal.

Al empezar el visionado de Misa de medianoche parece que Flanagan recupera su energía e inspiración al no estar atado a continuaciones ni repetición temática… pero conforme entramos en materia también se presenta inacabada, y no porque haga pensar que necesita un último repaso, sino porque se hace evidente que al realizador y sus colaboradores se les acabó el tiempo, la inspiración o ambas cosas y remataron todo de mala manera. Así, una corta miniserie (siete episodios) que empieza en el notable alto apenas raspa el aprobado en su final, resultando tan chocante y decepcionante que cabe preguntarse cómo no vieron el problema, y más después de haber vivido la misma situación en La maldición de Bly Manor.

Los primeros episodios definen unos personajes y un entorno embelesadores. La aislada isla y sus habitantes cobran vida ante nuestros ojos con gran realismo. Los diálogos son verosímiles, las relaciones se van materializando con sutileza, los misterios, secretos y traumas se entretejen delicadamente. Y Flanagan se atreve también a desarrollar largos discursos morales, intelectuales, religiosos. Se habla sobre la redención, el cómo enfrentamos la muerte y la tragedia, tanto las propias como las causadas sobre otros. Se aborda el fanatismo religioso, el poder de la masa para doblegar voluntades y cercenar libertades, pero también se recuerda que la fe es conciliadora en los conflictos y reconfortante ante las dificultades y misterios que este confuso mundo pone sobre nosotros. En resumen, Flanagan construye un drama muy complejo y profundo pero que fluye con elegancia y naturalidad.

En la puesta en escena también deslumbra con un trabajo muy ambicioso. La fotografía e iluminación son sublimes, y el realizador muestra infinidad de recursos que agilizan las largas conversaciones, sea marcándose espectaculares trávelings y planos secuencia o con unos juegos de planos muy elaborados que lejos de parecer artificiales resultan muy inmersivos. Cabe citar también la sencilla pero certera música de los hermanos Newton, que acompañan a Flanagan desde que este inició su carrera. Y los actores están todos fantásticos, destacando que Zach Gilford sorprende con una interpretación muy contenida y conmovedora de un joven perdido en la vida, Samantha Sloyan está espeluznante como la fanática religiosa, y Hamish Linklater está inmenso como el padre misterioso lleno de tribulaciones y secretos.

No es la primera obra que trata sobre un pueblo aislado, deprimido, lleno de heridas sin cerrar y donde un misterio se gesta de fondo (Twin Peaks -1990- sería un gran referente), tampoco es nueva la idea de combinar dilemas éticos y religión en un escenario apocalíptico (he pensado algunas veces en La niebla -2007- de Frank Darabont). Pero no importa, porque el ambiente se siente vívido, la intriga atrapa, los personajes son enternecedores. Hay escenas muy clásicas, como la aparición de animales muertos o las miradas a la oscuridad donde algo se mueve, pero siempre son un medio para llegar a algo más. Por ejemplo, la escena de la playa infestada de cadáveres de animales no se queda en ese golpe de efecto de manual, sino que sirve para explorar la reacción de numerosos personajes a través de un largo plano secuencia que te sumerge de lleno en los acontecimientos.

Los episodios tercero y cuarto muestran un ligero desgaste. En ese momento pensé que era el difícilmente evitable estancamiento entre la presentación y el desenlace, y más en una obra que quiere abarcar tantísimo. Da la sensación de que sólo hubiera bastado recortarle unos quinte minutos a cada uno para mejorar el ritmo y aligerar unos discursos que se estaban emborronando algo más de la cuenta. Pero en los tres capítulos finales la bola de nieve crece tanto que arrasa con todo.

Como adelantaba, parece que Flanagan y su equipo se encuentran con que la fecha de estreno se les echa encima o la inspiración y energía se les agota por completo, o las dos cosas se combinan fatídicamente, y no son capaces de llevar todo este fascinante y hermoso mosaico de historias dramáticas, de suspense y de reflexiones hacia el final que se merecía. Todavía queda alguna escena bastante trabajada en lo visual, destacando lo bien que rueda la noche, y los actores dan todo de sí. Pero el contenido hace aguas.

Lo sutil se cambia por la brocha gorda, todo se va tornando desdibujado unas veces, demasiado obvio otras, precipitado, torpe… Los personajes se estancan o incluso empiezan a dar tumbos. El discurso intelectual se embarra. El misterio se diluye y empiezas a cuestionarte su credibilidad. La cercanía de la conclusión no acelera el ritmo y genera más tensión, sino desinterés y desconexión. Y sumado todo, la fuerte atracción que ejercía el visionado se va tornando en una intensa sensación de aburrimiento.

Los protagonistas se van convirtiendo en una amalgama informe y corretean de un lado para otro sin rumbo o haciendo unas gilipolleces escandalosas. Cito ejemplos más abajo, baste decir que hay una serie de agujeros de guion y giros tan fallidos que la trama central termina saltando por los aires y en el desenlace sólo queda un simplón sálvese quien pueda con algunos momentos de vergüenza ajena.

Las conversaciones tan densas pasan de ser emotivas y sugerentes a patinar en diatribas torpes y machaconas. La larga cháchara en el sofá entre dos protagonistas que versa sobre la muerte me supuso el punto de no retorno: desconecté del todo y no volví a entrar en el relato. Es una burda acumulación de vaguedades, de pensamientos torpes que abandonan la inteligencia inicial (ese ateo que termina creyendo en algo), y para rematar está ejecutada con un básico y monótono juego de plano contra plano.

Donde antes había un ambiente de suspense y drama trabajado metódicamente, todo se torna muy predecible y basto. El destino de los personajes se hace demasiado evidente y no hay ademán alguno de aportar sorpresas, de forma que terminas perdiendo el interés por todos ellos; el choque entre bandos pasa por las situaciones más facilonas y además todo se narra con desgana; la criatura tan misteriosa se desinfla por completo cuando pasa a primer plano. Con este ente se roza el ridículo: lo poco que termina aportando a la trama, la típica solución cutre de tenerlo entrando y saliendo de escena a conveniencia del susto o muerte que le venga en gana al guionista…

Misa de medianoche queda por encima de La maldición de Bly Manor, está más trabajada en personajes y escenario, se arriesga más en su discurso. Pero el bajón es casi igual de acuciado, de forma que el tramo final se hace tan pesado y fallido que me cuesta darle una valoración global y no sé si recomendarla o no.

Alerta de spoilers: Comento algunos aspectos muy reveladores del final.–

De entre las situaciones más malogradas y ridículas del desenlace destacaría las siguientes.

El sheriff tan capaz y prudente se pone a preparar una trampa delante de sus enemigos, cuando esperando cinco minutos a que entraran en el edificio podía recuperar el control de la isla sin más dificultades. El giro de culebrón de hijos secretos que además acaba en muerte metida con calzador. El cura que tenía una visión y de un solo plano para otro cambia completamente de parecer sin que se explique por qué; sabía perfectamente que sus nuevos súbditos iban a comerse a los demás, es más, estaba claro que quería formar un ejército, así que, ¿por qué de repente ve maldad en el ángel y el proyecto?

Y lo peor es todo lo que rodea al vampiro que nunca dicen que es vampiro, porque nadie parece haber oído hablar nunca de vampiros. El viejo cura se pierda en su visita a los monumentos de Israel de tal forma que acaba en medio del desierto, y para rematar, en el trayecto de vuelta carga un baúl gigante que nadie ha comprobado en ninguna aduana: dice que ha soltado algún soborno para intentar tapar el agujero, pero no cuela. La basura de escena intentando explicar científicamente lo que está pasando no es la primera vez que la veo en el género y siempre sobra: es fantasía, déjate de perder el tiempo. Que amaguen con señalar que es un ente temible e inteligente, y resulte ser un animal torpe que no se entera de nada, ni de disparos y cortes. Todo el tramo final donde no hace absolutamente nada salvo aparecer y desaparecer al antojo del guionista. Y la reunión en la playa donde nadie hace nada por buscar un escondite, con la de árboles y botes y casas aunque sea en ruinas que hay.

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