SILICON VALLEY – TEMPORADA 6 Y FINAL

HBO | 2019
Comedia | 7 ep. de 30-45 min.
Productores ejecutivos: Mike Judge, Alec Berg, Tom Lassally, Michael Rotenberg.
Intérpretes: Thomas Middleditch, Martin Starr, Kumail Nanjiani, Zach Woods, Matt Ross, Amanda Crew, Suzanne Cryer, Josh Brener, Chris Williams, Jimmy O. Yang, Chris Aquilino, Rachel Rosenbloom, Krishna Smitha, Chris Diamantopoulos, Aristotle Athiras, Helen Hong.
Valoración:

Alerta de spoilers: Entro a fondo, incluido el final.–

La quinta temporada de Silicon Valley mostró un importante desgaste, pero como es habitual esperábamos que en el final de la serie se pusieran las pilas y acabaran por todo lo alto. Pero me temo que el agotamiento de los guionistas se hace más patente. Han recortado otro episodio, acabando sólo con siete (aunque el último es de 45 minutos), y aun así no logran plantear un buen arco final y ejecutarlo con determinación.

Después de seis años desarrollando el proyecto soñado por Richard Hendricks de usar su genial algoritmo de compresión para conseguir una internet descentralizada y neutral, libre de la interferencia de empresas y gobiernos, no encaramos una última etapa de su trabajo y su lucha que atrape con la intensidad de los cuatro primeros años, ni tan siquiera transmite la sensación de que nos acercamos por fin a un destino concreto.

La pena es que en el primer capítulo apuntaba buenas maneras. Parece que Richard y su equipo tienen al alcance de la mano su ansiada meta. Las últimas campañas de financiación y el avance en su labor les ha permitido dar el salto a un edificio propio con cientos de empleados. El discurso en la vista ante el senado, genial parodia de cuando Mark Zuckerberg tuvo que responder por Facebook, deja clara las ideas y determinación de Richard en su utopía. Y el primer tropiezo es llamativo: el principal socio se inclina por romper sus líneas rojas, monitorizando la actividad de los usuarios y venderla para incluir publicidad personalizada.

Pero ahí se queda la cosa. Tendríamos que estar todo el año expectantes ante el inminente lanzamiento de la nueva internet, con problemas de última hora no previstos, como se espera de una serie otrora tan inspirada e impredecible. E incluso podrían haber abordado los primeros pasos en la implantación, y haber dejado la puerta abierta a los nuevos retos. Ese sería un final muy acorde con la dinámica de la serie.

Pero los problemas que van apareciendo son repetición de cosas ya vistas, nos desviamos en mundanos líos de oficinas, los protagonistas pierden fuerza en aventuras secundarias sin savia ni gracia, el sempiterno conflicto con Gavin tampoco trae novedades llamativas… Y en el tramo final intentan impactar y emocionar con una mala mezcla de fuegos artificiales y añoranza.

La historia más relevante es el dilema de aceptar dinero sucio (de un hijo de dictadores sudamericanos), y resulta muy artificial, no tiene relación directa con la integridad de la red, y a estas alturas no aporta nada repetir con líos de financiación. También se extiende la guerra con Laurie Bream y Gavin Belson sin ofrecer nada nuevo, mientras que lo único que llamaba la atención, Jian Yang y su versión clónica de PiperNet que auguraba diversos conflictos corporativos y legales, termina dejándose de lado sin más, Bream dice que no funciona y se olvida como si nada.

Conforme entramos en la temporada, la sensación de que no hay dirección se va haciendo cada vez más patente. Y para el desenlace se montan enrevesada premisa de ciencia-ficción más propia de Black Mirror (Charlie Brooker, 2011). Como suele pasar, a falta de ideas, tiran por sensacionalismo y malabares que intenten tapar las carencias.

Resulta que en el proceso de darle vida a la nueva internet nuestros chicos han creado sin querer una inteligencia artificial maligna que podría liarla parda en plan Terminator (James Cameron, 1984), y tienen que decidir si cobrar millones por el lanzamiento y salir por patas o si matar el proyecto en el último momento y callar, quedando como héroes anónimos. ¿De verdad pretendían los autores que esta salida por la tangente colara entre los seguidores? No puedes romper tus propias reglas en el último momento. Aunque fuera desde una perspectiva de parodia que afila los estereotipos hasta casi caer en el surrealismo, la serie siempre se ha mantenido verosímil en el fondo y dejaba lecturas muy humanas. Tras cada decisión absurda de Belson se mostraban magistralmente los desmanes de estas figuras egoístas, por citar la línea siempre más exagerada.

El demencial giro de las ratas referenciando descaradamente al flautista de Hamelín que da nombre a la compañía me hizo llorar de risa y tener que darle a pausa para recomponerme. La decisión final de si confiar en Dinesh o no es un buen momento de tensión que rompe muy acertadamente Gilfoyle, mostrando así que su peculiar amistad después de todo es inquebrantable. Pero no es suficiente para tapar la pésima elección que han tomado los autores para finalizar la serie. Y como epílogo tenemos la típica reunión nostálgica de los amigos alrededor de una mesa, con la coña de «siempre azul», pero es muy fácil y ya se ha usado mucho en infinidad de obras, aquí de hecho en más de una ocasión, así que resulta más irritante por intento de manipularme que emotiva de forma natural.

La irregular cuando no caótica y decepcionante temporada se sostiene a duras penas por el encanto de sus personajes, aunque arrastran grandes peros que limitan un potencial mucho mayor. Estos muestran una ligera maduración, de forma que enfrentan los retos de formas bastante distintas a como lo hacían en los primeros pasos de su odisea. Pero precisamente por ello es una pena que los desaprovechen en historias globales y subtramas que no están a su altura.

Richard y Gilfoyle son los que mejor parados salen. Todo este largo proyecto ha hecho de Richard alguien más seguro de si mismo, más valiente y decidido. Muestra dudas en dilemas complicados, pero llega con más rapidez y coraje a las soluciones, incluyendo algunas difíciles como rechazar grandes sumas de dinero por ética y mentir a todos sus empleados cuando lo considera necesario. Con todo eso en mente, ¿a qué viene la aventurilla en que un compañero lo acosa como a un pardillo? No encaja con el tono del resto de historias, es como un descarte de las primeras temporadas.

Gilfoyle va tomando conciencia de que es demasiado antisocial y pagado de sí mismo. La jefa de recursos humanos le toca las pelotas y empieza respondiendo de malas maneras, pero poco a poco se suaviza, formando una amistad muy interesante con Monica (algo que ya se había tanteado el año anterior) y haciendo nuevos amigos (el rarito de mantenimiento de los servidores). Pero da la impresión de que falta una trama larga que lo exprima mejor.

Jared inicialmente promete con una trayectoria también sembrada en la etapa previa. Richard ha llegado a un punto en que no lo necesita, y debe encontrar nuevas razones por las que sentirse realizado. Pero los guionistas le encasquetan un interés que resulta una cagada estrepitosa. Primero, no hay sensación de que realmente trabaje en algo, sino que parece un relleno para forzar intriga y no tardará en volver al redil. Y así ocurre, desandando lo andado como si nada, haciéndote pensar en que ha sido tiempo perdido. Pero lo peor es que su nueva meta es incómoda: el personaje, esa chica extraña llamada Gwert, es grotesco, un insulto a las personas con taras físicas. Aquí han patinado a lo grande en el difícil equilibrio entre hacer gracia y conmover partiendo de un estereotipo, y caer en la ridiculización de uno. Y entre todo ello realizan una especie de pausa donde Jared encuentra a sus padres biológicos… escena que pasa sin pena ni gloria. ¿Qué pretendían con ello, qué han intentado que aportara al personaje? No veo cambios en sus carencias de independencia e inseguridad, en su trayectoria a lo largo de la serie.

Dinesh ya mostraba mucho desgaste en el quinto año, y sigue igual. Si eliminamos sus intervenciones hasta el final sería una mejora para el conjunto. Queda ahogado en su cliché de egoísmo y revanchismo, y la relación con un nuevo compañero, Gabe, en teoría tan peculiar como de costumbre en los personajes secundarios, canta a remedo cutre de su dinámica con Gilfoyle: sólo está ahí para sus piques. En el final entra en un buen dilema, su ego contra sus amigos, con giros efectivos, dándole así un desenlace digno que suaviza las malas impresiones. Pero no las eclipsa por completo.

Monica Hall queda en tierra de nadie. Que se uniera por fin a los chicos prometía mayor interacción laboral y personal y que abordarían la relación amorosa en tensión que fue surgiendo por sí sola con Richard. Pero no hace nada digno de mención. Está presente en cada discusión, pero de neutra llega a hacerse casi invisible. En los últimos episodios la meten en dos micro historias que no llevan a nada. En una se juega con la integración con los demás compañeros, pero en realidad es una aventura de Gilfoyle y ella está de pegote, los hechos no influyen en su personalidad. La otra es sobre feminismo, y tampoco aporta nada, es más, se queda a medio cocer y termina desapareciendo. Otra historia más que barren bajo la alfombra para forzar el arco final absurdo.

En los secundarios más relevantes estamos igual, caos y malas decisiones. Laurie Bream no tiene una aportación llamativa, cuando hubiera estado bien ver algo que la redima y humanice un poco. Gavin Belson va mejor encaminado, pero en los últimos pasos tropiezan. Sin duda su viaje lo estaba llevando hacia el hastío por su trabajo y mostraba algo de moderamiento en su desmedido ego, pero la transición hacia escritor de poca monta es precipitada, incomprensible por momentos. ¿Qué se supone que gana en lo emocional, qué consuelo y motivaciones encuentra? Es como si los guionistas hubieran elegido una opción al azar y se la tiran encima sin más. Además, el novelista al que se asocia resulta confuso: creía que era Denpok disfrazado, pero mirando la lista de actores resulta que no. ¿Qué pretendían con esto?

Por otro lado, se echa de menos una última aparición de cada uno de los secundarios míticos. Ron LaFlamme y Russ Hanneman son relevantes, el tipo críptico de los servidores da bastante juego, pero de los demás ni rastro, y podrían haber aparecido brevemente, en plan homenaje. Hasta Cabezón pierde protagonismo y coherencia: de mostrar una capacidad insólita (recordar la clave de seguridad, a la que ni se explica cómo accede) pasan a hacer un chiste sobre demencia pasadísimo de rosca, un monento dramático fuera de lugar.

Y no digamos ya lo que se añora a Elrich Bachman. Que un protagonista principal no reaparezca en la despedida de la serie es muy triste, y más cuando lo mencionan tanto. Es tristemente evidente que la escena en la cabaña paradisíaca estaba escrita para él pero no lograron convencer al actor o cuadrar su agenda, y acabó llevándosela Jian Yang.

Cuando mejor parada sale la temporada es precisamente cuando los guionistas hacen una pausa en las flojas historias globales y se meten en una chorrada secundaria donde estuvieron más inspirados. El triatlón de Gavin y la búsqueda de firmas para adquirir Hooli en el tercer episodio recuerda el tono loco e imprevisible pero con un trasfondo muy realista (las guerras de despachos, los caprichos de los directivos…) que nos ha ofrecido Silicon Valley en gran parte de su trayectoria.

Como ocurre muchas veces en el mundo de las series, el final no ha estado a la altura, pero aun contando con este bajón ha sido una de las más originales e inteligentes de los últimos años y se puede revisionar una y otra vez sin problemas.

PD: En el último episodio hacen cameos varias figuras relevantes del mundillo (Bill Gates a la cabeza) así como algunos de los productores y consultores.

Ver también:
Temporada 1 (2014)
Temporada 2 (2015)
Temporada 3 (2016)
Temporada 4 (2017)
Temporada 5 (2018)
-> Temporada 6 y final (2019)

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.