HBO | 1997 Drama | 8 ep. de 54-57 min. Productores ejecutivos: Tom Fontana, Barry Levinson. Intérpretes: Terry Kinney, Harold Perrineau, Ernie Hudson, Edie Falco, J. K. Simmons, Dean Winters, Lee Tergesen, George Morfogen, Rita Moreno, Eamonn Walker, Craig muMs Grant, Lauren Vélez, Granville Adams, Kirk Acevedo, BD Wong, Adewale Akinnouye-Adbaje. Valoración: |
La HBO (Home Box Office) siempre fue un canal un canal pionero en técnica (el primero por cable y satélite, el primero en ser únicamente para abonados, el primero en emitir en alta definición…) y de primera calidad en contenidos (deportes y películas de prestigio), pero sin duda la gran revolución llegó cuando empezó a crear contenidos propios, tanto series como películas. En 1997 la mítica Oz fue la que abrió la ola de producción televisiva que no se pone límites ni censuras en lo argumental ni en lo visual, con historias adultas e inteligentes que abordan temas sociales delicados o incluso tabúes, con todo el sexo y violencia que estimen sus creadores. En su estreno pasó algo desparecibida, de densa y sórdida no llegó a tener un éxito inmediato. Los Soprano, creada por David Chase en 1999, fue la que marcó el éxito popular para el canal, pero el mérito de Oz no debe quedar ensombrecido por aquella. Como otras creaciones de la cadena, la fama la fue ganando con el tiempo, cuando su concepto tan avanzado y complejo fue calando poco a poco en el espectador.
Oz es como se conoce a la penitenciaría de Oswald, donde un bloque experimental llamado Ciudad Esmeralda pretende recuperar el propósito de reinserción de los presos contra la ineficaz idea del castigo sin humanidad. Es un proyecto dirigido por el entusiasta Tim McManus (Terry Kinney) y apenas tolerado por el alcaide Glynn (Ernie Hudson) que supone para ambos una lucha constante contra las limitaciones de presupuesto impuestas por el estado y la degradación del sistema provocada por los políticos conservadores, siempre a favor de la justicia de mano dura, criminalizar sectores de población, políticas de empleo que fomentan la precariedad… Y por supuesto debe lidiar con los presos, que rara vez logran sobreponerse a sus problemas personales y a las conductas que la cárcel los llevan.
Oz rompe con todos los esquemas narrativos existentes hasta ese momento en televisión, su formato y estilo son totalmente revolucionarios. El episodio dura cincuenta y tantos minutos (sin límite fijo) en vez de cuarenta y dos, y carece de segmentos para las pausas publicitarias y de la estructura estándar de presentación, nudo y desenlace. Lo normal hasta este momento era hacer de cada capítulo una historia cerrada, aunque esta tuviera partes para formar una continudad global más o menos improvisada, como por ejemplo Urgencias (John Wells, 1994), pero aquí la visión es mucho más amplia, cada capítulo contiene sólo partes de un todo: una trama puede durar pocos episodios, otra una temporada, otra desaparecer y volver más tarde… Ahora estamos acostumbrados a que la televisión por cable siga este patrón, pero en su momento fue un paso muy valiente.
También se dan situaciones en las que hay saltos temporales, o se omiten los hechos (no vemos cómo termina de desarrollarse algún asunto) y se salta directamente a las consecuencias, que es lo que importa. Obviamente cuidan de que no se pisen los hilos argumentales o se creen incongruencias, pero alguna se escapa, como el pirómano apaleado que aparece en una escena posterior como si nada, o que en un episodio se diga que en las ejecuciones no está permitido por el estado que haya familiares, cuando en la anterior ejecución sí hubo.
Su estilo es experimental y atrevido incluso comparado con la televisión que vino después. Los crímenes que llevan a los delincuentes a Oz presentan mediante flashbacks. El minusválido Augustus Hill (Harold Perrineau) se dirige al espectador a través de escenas imaginativas y representaciones variadas, y con estas se enfatiza la crítica, se exponen situaciones, se buscan paralelismos con el mundo fuera de la cárcel… Hay numerosas secuencias que juegan con lo visual para resaltar momentos y descripciones de personajes (los efectos de las drogas, situaciones caóticas, etc.). Y pensando quizá en que es una serie difícil de seguir también se incluyen flashbacks que recuerdan eventos concretos que ahora están volviendo a tener importancia; lo cierto es que se agradecen mucho, pues incluso en una misma y breve temporada pasan tantas cosas que hasta viéndola de un tirón hay detalles que se olvidan.
El único aspecto criticable puede ser la credibilidad de Ciudad Esmeralda, con un entorno que veces fuerza un tanto la realidad: jaulas de cristal (que se puede romper con una silla) no parecen algo muy lógico con presos peligrosos, los despachos de personal accesibles a los reos (con fichas privadas y papeleo variado) y los propios currantes que se pasean por ahí como si nada son detalles un poco mosqueantes a veces, incluso teniendo en cuenta la idea de proyecto especial. Pero lo que no es aceptable es que haya material peligroso tan fácilmente accesible, como cuchillos de cocina, las drogas de la enfermería, etc. Este aspecto se fuerza bastante en muchas ocasiones.
La vasta red de personajes, relaciones e historias es espectacular. Con ello se arma un sólido drama de denuncia, realista hasta provocar repulsión en ocasiones, capaz de remover conciencias haciendo que seamos conscientes de los aspectos más oscuros de la condición y las sociedades humanas. Se atacan obviamente las miserias del sistema penitenciario estadounidense, obcecado con almacenar y castigar delincuentes olvidando que son personas y dejando de lado derechos básicos del hombre, pero se habla sobre todo del ser humano: la redención, la búsqueda personal de objetivos y esperanzas en la vida, la amistad, el poder del miedo, los grupos sociales, las exclusiones por racismo u homofobia… Todo se muestra de forma hiperrealista y directa, sin rodeos o sutilezas, analizando muchas veces varias caras de la misma situación. Por ejemplo, en un capítulo la crítica a la pena de muerte más que nítida es descarada, forzando la situación hasta destrozarte por dentro… pero en la siguiente ejecución le dan la vuelta a todo lo mostrado, poniéndote ante un monstruo que prácticamente nadie sería capaz de perdonar o intentar reconducir, dejándote claro que nada es blanco o negro, haciéndote pensar.
Como el número de protagonistas es amplísimo me centraré en presentar los que aportan las tramas más importantes esta temporada. Hay que indicar que estos caracteres van alternando protagonismo y evolucionando constantemente, con lo que siempre hay historias jugosas que contar. En ocho capítulos Oz tiene más contenido que muchas series en temporadas de veintidós. En cuanto a la perspectiva global, este año destaca el ambiente de desencanto y cabreo que poco a poco va sembrando la idea del motín en entre los reos, rebelión apoyada sobre todo por el grupo musulmán encabezado por Said (Eamonn Walker). En el desenlace de la temporada la situación explota en un episodio impresionante, aunque si debo escoger uno me quedo con el centrado en la pena de muerte, que es inmenso y sobrecogedor.
Con Said se nos muestra el poder de la religión y de la palabra, así como que la unión hace la fuerza; sus motivos, luchar contra las injusticias del sistema, son loables, pero sus métodos con raíz en el fanatismo religioso provocan escalofríos a veces, tanto a los reclusos como a los directores de la prisión, así como al espectador. Adebisi (Adewale Akinnuoye-Agbaje) y Kenny (J. D. Williams) encabezan la banda de negros, siempre beligerante y metida en asuntos de drogas; la adicción es un asunto serio en una cárcel donde en cualquier momento te puedes quedar sin suministro. Schillinger (J. K. Simmons) dirige la tropa de nazis. Su poder lo obtiene del miedo, y no duda en usar incluso gente blanca para afianzarlo. Hace de un nuevo recluso, Beecher, su putita, su juguete. Tobias Beecher (Lee Tergesen) es uno de mis roles favoritos, pues representa al desgraciado que no es delincuente pero ha cometido graves errores (conduciendo borracho atropelló a una niña) y acaba en un sistema penitenciario que ha olvidado la idea de reinserción y que destruye a todo el que entra en él. Su evolución a lo largo de la serie está siempre activa, lo que queda bien patente en esta primera temporada. Es acosado nada más entrar, acabando con sus esperanzas e incluso destrozando su personalidad entera. De la humillación y desesperanza (hay escenas terribles, como cuando le visita su madre o cuando es forzado a travestirse) se sumerge en las drogas, y de ahí va dando el paso a la desesperación.
Tenemos también al grupo de mafiosos italianos que controlan el cotarro (con Nino Schibetta –Tony Musante– a la cabeza), aunque las cosas son tan volátiles que hay una pugna constante por el dominio y cualquiera puede caer. Dean O’Reily (Dean Winters) es un irlandés experto en supervivencia; va siempre por libre, forjando alianzas con todo el que puede y traicionando siempre que estime oportuno para sus intereses. Es otro de mis favoritos, pues está metido en todos los embrollos. Miguel Álvarez (Kirk Acevedo) es uno de los latinos con más protagonismo: su abuelo y padre han pasado su vida en la cárcel y ahora le toca a él. Es otro que pasa por muchos estados de ánimo, pues la vida y esperanzas siempre penden de un hilo tras las rejas. Una amplia lista de secundarios, algunos recurrentes y otros que ofrecen historias puntuales, otorgan aún más fuerza y realismo al conjunto: el carnívoro es un puntazo, el anciano Rebadow (George Morfogen) siempre anda por ahí y siempre lo sabe todo, subtramas como la del jugador de baloncesto son muy impactantes, etc.
Diane (Edie Falco) es la más visible de los oficiales que vigilan a los reos (y la única mujer, aunque en próximas temporadas aparecerán otras). Su vida es miserable y se aferra a este odioso trabajo porque no tiene otra cosa. En ese estado de desesperación es un blanco fácil para situaciones delicadas, como presos que la exprimen para introducir contrabando. El padre Mukada (BD Wong) es el cura de la prisión, un gran apoyo para McManus porque siempre busca lo mejor de los delincuentes. La hermana Peter Marie (Rita Moreno) es una monja metida a psiquiatra que también aporta muchísimo al propósito de Ciudad Esmeralda. El director o alcaide Glynn antepone la administración (dinero, funcionamiento global) a la humanidad, con lo que entra constantemente en conflicto con McManus. Y los políticos de turno, encabezados por el despreciable Devlin (Zeljko Ivanek), con su obtusa forma de ver las cosas no se dan cuenta de que provocan más daño que soluciones.
La primera temporada de Oz es uno de los hitos más grandes de la historia de la pequeña pantalla. El sello de la HBO y de la televisión moderna se forjó aquí a lo grande. Revolucionaria, rompedora, atrevida como ninguna hasta el momento. Inteligente, crítica, explícita y comprometida. Impactante, inolvidable, con personajes fascinantes e historias que calan hondo. Una obra maestra totalmente imprescindible que se adelantó un par de años al nacimiento de la denominada edad de oro de la televisión que empezó a florecer en 1999 con Los Soprano y El Ala Oeste (Aaron Sorkin).
Ver también:
-> Temporada 1 (1997)
– Temporada 2 (1998)
– Temporada 3 (1999)
– Temporada 4 (2000)
– Temporada 5 (2002)
– Temporada 6 y final (2003)