Archivo mensual: octubre 2021

Z NATION – TEMPORADA 2

Syfy | 2015
Comedia, acción, drama, suspense | 15 ep. de 43 min.
Productores ejecutivos: Karl Schaefer, Craig Engler, Paul Bales, David Michael Latt, David Rimawi.
Intérpretes: Keith Allan, Kellita Smith, Russell Hodgkinson, DJ Qualls, Anastasia Baranova, Nat Zang, Pisay Pao, Emilio Rivera, Gina Gershon, Donald Corren, Lisa Coronado.
Valoración:

Alerta de spoilers: Sólo presento algunas de las tramas principales.–

La segunda temporada de Z Nation continúa explorando la fórmula de abordar una aventura distinta en prácticamente cada episodio, aportando más y más novedades y giros que enriquecen un género muy inmovilista. Unas historias llevan el humor absurdo a límites hilarantes (el coleccionista), otras juegan con un cruel humor negro (el retiro corporativo), otras hacen parodias de temas clásicos (los western) o películas de culto (Mad Max), otras son más serias y dramáticas (los zombis plantas, las disputas culturales y familiares de los indios)… Y como en el primer año, todas mantienen un trasfondo de análisis social, antropológico y ético a través de escenarios bastante variados de supervivencia en el apocalipsis, conflictos sociales, dilemas morales, etc.

Pero los guionistas también han empezado a explorar tramas de largo recorrido alrededor del tema de la vacuna, de forma que el periplo hacia California para encontrar el CDC (Centro de control de enfermedades) no quede como un simple macguffin o excusa para justificar el viaje cruzando todo Estados Unidos. Tenemos la búsqueda de la doctora Merch (Lisa Coronado), pues Murphy quiere vengarse porque experimentó con él por la fuerza; conocemos a un villano recurrente, el doctor Kurian (Donald Corren); los indicios de que hay un proyecto de civilización en marcha, llamada la Zona, son muy sugerentes; una de las facciones que va tras la recompensa por encontrar a «El Murphy» y llevarlo sano y salvo a destino está bien organizada y no ceja en su empeño de perseguir a los protagonistas: el cartel de Los Zeros liderado por La Reina (Gina Gershon) y con su lugarteniente Escorpión (Emilio Rivera) dará mucha guerra.

El grupo protagonista está bien asentado y seguirá madurando conforme los nuevos acontecimientos hagan mella en ellos. El que mejor parado sale es Murphy, un rol muy rico en matices y posibilidades, que con el buen papel de Keith Allan resulta tan odioso como enternecedor; la relación con el grupo y los nuevos acontecimientos van sacando poco a poco un lado más humano, pero a la vez la infección zombi lo lleva hacia los muertos vivientes (destacando la asombrosa e inquietante habilidad de controlarlos telepáticamente), dejándonos siempre en suspense con qué hará si las circunstancias lo obligan a elegir. También enfrentaremos alguna baja y nuevos integrantes se unirán a la odisea de la banda: Vásquez (Matt Cedeño) puede ser un recurso muy valioso, pero su lealtad no está nada clara. Por otro lado, Ciudadano Z queda bastante descolgado; lo meten en varias peleas con zombis para rellenar, pero no terminan de resultar interesantes, tanto porque son repetitivas como porque no aportan nada al personaje, así que deberían haberlo sacado de la base a mitad de la temporada y embarcarlo en otra subtramas.

Lo único malo de ir tan rápido, pasando por una historia distinta en cada episodio, salvo excepciones, es que no da tiempo a desarrollar secundarios que dejen huella, algo donde The Walking Dead (David Alpert, Scott M. Gimple, 2010) ha funcionado bastante bien, desde el memorable Gobernador a muchos personajes menores que pululaban en cada asentamiento. Lo único que cabe destacar es que vuelve a aparecer la simpática pareja de vendedores ambulantes.

La mayor parte de los capítulos son trepidantes, combinan muy bien el humor, el drama y la odisea de supervivencia, y esta frescura y variedad de historias se remata con los numerosos giros imprevisibles, de forma que el interés está siempre en un nivel muy alto y hay tramos con gran tensión. Así, gana de nuevo la partida a la prometedora pero continuamente decepcionante The Walking Dead, no ya porque en su segunda temporada fue un desastre muy sonado, sino porque ni siquiera en sus mejores momentos ha resultado tan completa y apasionante, sino más bien torpe y dispersa.

Destacan el épico Luz blanca (202), donde nos tiramos cuarenta espectaculares y agobiantes minutos de tiroteos y carreras entre cazarrecompensas y zombis; el fascinante El coleccionista (208), que pone a Murphy en verdaderos apuros, el alocado Descendiendo el Mississippi (207), el tramo en que se juntan los conflictos con Cassandra y el bebé zombi, donde es cuando más se duda de la posición de Murphy (¡Zombibebé! -205- y El papá de la bebé zombi -206- ), el completísimo Retiro corporativo (211), que toca muchos temas interesantes con un humor negro estupendo, y Día uno (214), con los flashbacks sobre cómo cada personaje se topó con el incipiente apocalipsis zombi.

También hay momentos sueltos asombrosos en cantidad, pero destacaría la presentación de la colección de zombis, el salto suicida desde la azotea… para topar con una piscina llena de zombis que amortiguan la caída, el cameo de George R. R. Martin zombi obligado a firmar libros, el nacimiento del bebé mestizo con los tres reyes zombis, el genial discurso del timador para encandilarse a los paletos sureños, las normas absurdas del líder del retiro corporativo…

Sólo algunos tramos se quedan algo cortos, pues aunque las premisas son interesantes, pueden fallar en ritmo o el guion no está tan cuidado. La parodia de la saga Mad Max en Carretera zombi (203) no exprime bien ni el escenario ni los personajes secundarios, el de los zombis planta, Lote 47 (204), es prometedor pero se queda corto en todos los sentidos, el de los indios, No estuvimos cerca del gran cañón (210), tenía potencial para mucho más y resulta muy simplón, y Rozwell (209) se ve muy forzado tanto en el sentido del humor como a la hora de presentar la misteriosa Zona.

Las historias de largo recorrido también tienen sus achaques. El cartel mejicano, aunque interesante y con buenos momentos, hace aguas más de la cuenta. Las motivaciones no cuajan, no pega que un grupo de narcotraficantes, o sea, de anárquicos violentos, se ponga ahora a ir de salvadores del mundo, y sus episodios (Fiesta con los Zeros -212-, Adiós, muchachos -213-) adolecen de cierta falta de energía y credibilidad (¿cómo cojones sobrevive Escorpión?). Y sobre todo, el doctor Kurian es bastante prescindible, un villano que parece sacado de los peores momentos de Expediente X (Chris Carter, 1993), o sea, más molesto que atractivo.

Por suerte, estas secciones confluyen en un desenlace, El fin de los tiempos (215), que te mantiene en vilo sin saber qué puede pasar porque nuevos giros ponen todo patas arriba cada dos por tres.

Ver también:
Temporada 1 (2014)
-> Temporada 2 (2015)
Temporada 3 (2016)
Temporada 4 (2017)
Temporada 5 y final (2018)

Z NATION – TEMPORADA 1

Syfy | 2014
Comedia, acción, drama, suspense | 13 ep. de 43 min.
Productores ejecutivos: Karl Schaefer, Craig Engler, Paul Bales, David Michael Latt, David Rimawi.
Intérpretes: Keith Allan, Kellita Smith, Tom Everett Scott, Russell Hodgkinson, DJ Qualls, Michael Welch, Anastasia Baranova, Nat Zang, Pisay Pao.
Valoración:

The Asylum es una pequeña productora y distribuidora independiente nacida a mediados de los años noventa y afincada Los Ángeles, agazapada entre los grandes estudios de Hollywood. Viendo que su modelo de negocio de telefilmes baratos lanzados directos a alquiler no levantaba cabeza y con el final de los videoclubs el futuro pintaba peor, en 2005 optaron por imitar un estreno muy potente, adaptando La guerra de los mundos de H. G. Wells (1897) a la vez que Steven Spielberg. El éxito los sorprendió, y viraron hacia una línea de dudosa moral, exprimiendo los agujeros legales y la ingenuidad de la gente, o sea, se dedicaron engañar al público con películas súper cutres hechas con cuatro dólares pero con temática y sobre todo carátulas calcadas a los taquillazos del momento. Por ejemplo en 2007 su Transmorphers (Leigh Scott) era el plagio de Transformers (Michael Bay). Pero en 2013 pegaron otro pelotazo con una producción propia donde se reían de las propias limitaciones y el aspecto ridículo de sus obras, yendo a por todas con el humor loco: Sharkanado (Anthony C. Ferrante). Con sus numerosas secuelas habrán hecho mucha caja y dado algo de prestigio a su marca… Pero aun así, el negocio de los plagios no lo abandonan, porque las ventas para televisión y ahora también para los canales streaming les sale más rentable que las denuncias que se llevan.

En 2014 probaron suerte con una serie en colaboración con otra productora menor, Go2 Digital Media. Z Nation llamó la atención del canal Syfy, que se encargó de la distribución en EE.UU., y el buen boca a boca llevó a Netflix a emitirla en el resto del mundo. Sin embargo, a pesar de la creciente fama internacional las productoras no han sabido estar a la altura, hubo conflictos legales con los guionistas y actores por impagos de sueldos, Syfy no parece que luchara por ella, y acabó abruptamente en su quinta temporada. Netflix quiso aprovechar el éxito, pero encargó otra serie, seguramente para sortear los líos de renovación de contratos. Black Summer llegó en 2019 ofreciendo una visión más seria y tenebrosa. También está siendo un éxito.

Z Nation es creación de Craig Engler y Karl Schaefer. Engler sólo tenía en su haber un par de películas cutres para The Asylum, una de ellas de zombis (Apocalipsis zombi, 2011), pero Schaefer, que parece ser el que lleva más las riendas, sí ha tenido una carrera más llamativa, colaborando como productor y guionista en varias series desde principios de los noventa: Eerie, Indiana (1991), La zona muerta (2002), Eureka (2006)… También es quien se ha encargado de Black Summer. Los productores ejecutivos y directores más destacados (Dan Merchant, John Hyams, David Michael Latt y Abram Cox) tampoco cuentan con currículos muy vistosos. Se ha rodado principalmente en el estado de Washington.

Supongo no encontrarían más financiación que la que ofrecían estas pequeñas productoras, pero como suele pasar cuando hay buenas ideas, la falta de dinero apenas molesta. Se rumorea que inicialmente costaba menos de 700.000 dólares por episodio, que hoy en día es lo que pueden cobrar dos o tres actores en una serie medio famosa o uno solo en una de gran popularidad. En algunos instantes más ambiciosos, como planos generales de hordas de zombis y ciudades arrasadas, los efectos especiales dan lástima, pero no como para afectar seriamente a las atmósferas de tensión y la sensación de peligro sobre los personajes, y desde luego sirven para ayudar en el tono de comedia. La falta de nivel del reparto sería la carencia más notable, y tampoco es un gran lastre.

Los guionistas sortean las limitaciones presupuestarias con situaciones originales que aportan novedades interesantes y a veces muy sorprendentes a un género que suele estar muy limitado en rango de acción a pesar de sus posibilidades, construyendo personajes de calidad y aventuras con buen muy ritmo y un humor absurdo genial, e inesperadamente también tardan pocos capítulos en coger bien el punto al tono dramático. En el acabado, una sencilla cámara en mano basta para crear una buena sensación de inmersión en la acción, pero también hay que alabar que siempre ponen a los personajes, su interacciones, emociones y reacciones, por encima del espectáculo.

Con un apocalipsis zombi que ha dejado el mundo patas arriba, las pocas autoridades que quedan prueban vacunas a lo loco en unos pobres presos de una cárcel de Nueva York. Contra todo pronóstico, una de ellas funciona, pero el vacunado queda a su suerte en todo el caos. Parece ser que los pocos políticos, militares y científicos que pudieran sobrevivir estarían en California, en una sucursal del CDC (el Centro de control de enfermedades). Así que unos pocos supervivientes que todavía tienen esperanzas en que la humanidad vuelva a ponerse en pie acompañan y protegen en su periplo cruzando todo Estados Unidos al único hombre inmune que existe.

El problema es que Murphy (Keith Allan) es un inmaduro, egoísta y pasota que trae de cabeza a todos los que lo rodean, y además, la vacuna podría no ser efectiva del todo, pues muestra tendencias zombis inquietantes. El liderazgo de los soldados Roberta Warren (Kellita Smith) y Garnett (Tom Everett Scott) a duras pena vale para mantener cohesionado al equipo que han formado. El yonki Doc (Russell Hodgkinson) hace las veces de médico, la joven pareja de Mack (Michael Welch) y Addy (Anastasia Baranova) aporta sus enormes ganas por sobrevivir, el adolescente 10K (Nat Zang), apodo por los diez mil zombis que quiere matar, es tímido y poco hablador pero un francotirador experto, y Cassandra (Pisay Pao) es una joven atractiva que parece huir de algo; por otro lado tenemos al Ciudadano Z (DJ Qualls), un hacker de la CIA destinado en un puesto seguro en la Antártida, donde es el único superviviente de la base y el único contacto externo que intenta ayudar a Murphy y su banda con la tecnología que todavía queda en pie. También hay algunos personajes secundarios recurrentes muy interesantes, como los vendedores ambulantes de drogas y armas.

Allan es bastante competente, sobre todo a la hora de mostrar la bajeza de su rol, Smith tiene bastante carisma, Everett Scott cumple bien, y Hodgkinson es simpático. Ninguno hace un papel como para deslumbrar, pero ya son mejores que el grupo central de las primeras temporadas de The Walking Dead (David Alpert, Scott M. Gimple, 2010), una serie con más recursos pero con actores principales lamentables. En cambio, ahí encontraban muy buenos secundarios, y aquí se nota la falta de recursos. El resto del los principales, todos los jóvenes, son bastante malos, pero los secundarios que aparecen brevemente dan mucha vergüenza ajena, destacando el penoso líder de los caníbales. Otro aspecto cuestionable es que las mujeres parecen estar siempre demasiado arregladas, con el pelo y las cejas impecables, y en el caso de la protagonista más prominente, Kellita Smith, la peluca y las cejas postizas cantan un montón.

Aparte de la difícil convivencia, el camino trae más dilemas y problemas. Primero, porque aquí los zombis son temibles, corren infatigables, te huelen, son extremadamente violentos, no como los lentos y atontados de The Walking Dead. Además, tendremos varias clases de muertos vivientes, añadiendo sorpresas unas veces cómicas, otras muy chungas, destacando el memorable tornado de zombis. Por el lado contrario, aquella ha ido haciendo gala de un maquillaje espectacular y la presente sólo puede permitirse zombis elaborados puntualmente, eso sí, no escatiman en gore tampoco. Segundo, porque como siempre en el género, se aborda el pensamiento de que el hombre es el peor enemigo del hombre.

Al contrario que en The Walking Dead, donde han ido estirando de mala manera cada historia para llenar los ochos episodios de cada tanda, en Z Nation vamos al grano, ocupando cada nueva trama un episodio, o como mucho dos, y cuando aparecen las de largo recorrido en las siguientes temporadas, se desarrollan entre las episódicas, no se deja ninguna de lado con rellenos insulsos. En este primer año tenemos hordas gigantescas de zombis, moteros chungos, secuestradores caníbales, utopías que esconden algo, sectas religiosas, e incluso un concurso de tiro como si el fin del mundo fuera algo que tomarse a la ligera. En los dos últimos capítulos empiezan a mostrar indicios de la trama seriada en un clímax bastante emocionante y tenso. En toda vivencia cada personaje va ganando capas, sufriendo consecuencias, debilitándose o haciéndose más fuerte, y la relación del grupo también pasa por distintas fases. El tono es por lo general desenfadado, con tramos de humor absurdo muy locos, pero las partes dramáticas son duras cuando deben serlo, y nunca se pisa un estilo a otro, se combina todo muy bien.

En cuanto a los mejores episodios y momentos tenemos Full Metal Zombie (104), con el general loco por un lado y Doc teniendo una charla existencialista con un zombi por otro; Resurrección Z (106), con la base militar y la secta, es muy completo, y la escena de Murphy como profeta es fantástica; el tronchante concurso de disparar zombis, Bienvenidos al Fu-Bar (107), también se adentra muy bien en el drama personal; el Zunami (108) es agobiante y muestra el lado más oscuro de Murphy; Hermanas de la misericorida (111) es espeluznante, y deja muchas secuelas. Aunque si tengo que elegir una sola escena, me quedo con la de Murphy jugando al golf.

Sólo en algún caso se puede hablar de que el guion deja flecos, por lo general nada serio (alguna vez cabe pensar que entre un episodio y otro recuperan toda la munición y víveres de forma muy conveniente), salvo en un par de ocasiones, donde sí hay carencias llamativas. El propio Resurrección Z tiene un bajón importante: la tragedia se precipita un poco de mala manera y se olvidan de los personajes secundarios recién presentados, de forma que sientes que han desaprovechado una buena parte del episodio. El choque con los caníbales (Fiesta en familia, 103) debería haberse ejecutado mejor, hace aguas en algunos tramos. Y sobre todo, Muere zombi, muere… una vez más (109), que juega con las repetitivas visiones de Addy para abordar su pasado, es un desastre colosal y recomiendo saltárselo.

La traducción y el doblaje (a veces pongo alguna escena en castellano para ver cómo suena) son bastante malos, con fallos muy tontos, y como suele ser habitual también, hay muchas referencias que los traductores no pillan o deciden por su cuenta anular, como el brillante título del cuarto episodio, Full Metal Zombie, aludiendo a Full Metal Jacket (La chaqueta metálica, Stanley Kubrick, 1987) y su retrato de la locura de la guerra, que es convertido en un patético Armadura de zombi.

Aun con su irregularidad en guion y las carencias en el acabado, la temporada resulta trepidante, no hay tiempo de descanso, tiene muchos buenos giros y engulles los episodios queriendo saber cómo este grupo de protagonistas tan agradable enfrentará el nuevo reto que se presenta ante ellos.

A la crítica especializada la cogió un poco despistada, y no supieron muy bien cómo abordarla. Los fanáticos de The Walking Dead, que son una horda, vieron competencia y fueron a saco a por ella. Pero el tiempo la ha ido poniendo en su lugar, convirtiéndola en una serie de culto.

Ver también:
-> Temporada 1 (2014)
Temporada 2 (2015)
Temporada 3 (2016)
Temporada 4 (2017)
Temporada 5 y final (2018)

MISA DE MEDIANOCHE – MINISERIE

Midnight Mass
Netflix | 2021
Drama, suspense | 7 ep. de 60-70 min.
Productores ejecutivos: Mike Flanagan.
Intérpretes: Hamish Linklater, Kate Siegel, Zach Gilford, Samantha Sloyan, Kristin Lehman, Henry Thomas, Annabeth Gish, Rahul Kohli, Rahul Abburi, Annarah Cymone, Alex Essoe, Crystal Balint, Michael Trucco, Matt Biedel, Robert Longstreet, Igby Rigney.
Valoración:

Alerta de spoilers: No hay datos reveladores hasta el próximo aviso.–

Después de ver Oculus (2013) y las críticas a sus otras películas del estilo pensé que Mike Flanagan era otro de esos autores de terror sin virtudes llamativas pero que tienen la suerte de que sea un género que con cuatro tonterías vende bien entre su público. Sin embargo, con las entusiasta recepción de la miniserie La maldición de Hill House (2018) le di otra oportunidad, y quedé muy asombrado ante el despliegue de talento en el suspense y terror y de sensibilidad en el drama, tanto en guion como en puesta en escena. Fue una de las mejores series de su año, sin duda. Con el éxito, las productoras encargaron una secuela. Y La maldición de Bly Manor (2020) fue un desastre enorme. Sin embargo, lo achaco a las prisas por tener un estreno lo antes posible. Potencial había, pero evidentemente no estaba terminada, conforme avanzaba se iba deshilachando y acababa siendo un desastre colosal.

Al empezar el visionado de Misa de medianoche parece que Flanagan recupera su energía e inspiración al no estar atado a continuaciones ni repetición temática… pero conforme entramos en materia también se presenta inacabada, y no porque haga pensar que necesita un último repaso, sino porque se hace evidente que al realizador y sus colaboradores se les acabó el tiempo, la inspiración o ambas cosas y remataron todo de mala manera. Así, una corta miniserie (siete episodios) que empieza en el notable alto apenas raspa el aprobado en su final, resultando tan chocante y decepcionante que cabe preguntarse cómo no vieron el problema, y más después de haber vivido la misma situación en La maldición de Bly Manor.

Los primeros episodios definen unos personajes y un entorno embelesadores. La aislada isla y sus habitantes cobran vida ante nuestros ojos con gran realismo. Los diálogos son verosímiles, las relaciones se van materializando con sutileza, los misterios, secretos y traumas se entretejen delicadamente. Y Flanagan se atreve también a desarrollar largos discursos morales, intelectuales, religiosos. Se habla sobre la redención, el cómo enfrentamos la muerte y la tragedia, tanto las propias como las causadas sobre otros. Se aborda el fanatismo religioso, el poder de la masa para doblegar voluntades y cercenar libertades, pero también se recuerda que la fe es conciliadora en los conflictos y reconfortante ante las dificultades y misterios que este confuso mundo pone sobre nosotros. En resumen, Flanagan construye un drama muy complejo y profundo pero que fluye con elegancia y naturalidad.

En la puesta en escena también deslumbra con un trabajo muy ambicioso. La fotografía e iluminación son sublimes, y el realizador muestra infinidad de recursos que agilizan las largas conversaciones, sea marcándose espectaculares trávelings y planos secuencia o con unos juegos de planos muy elaborados que lejos de parecer artificiales resultan muy inmersivos. Cabe citar también la sencilla pero certera música de los hermanos Newton, que acompañan a Flanagan desde que este inició su carrera. Y los actores están todos fantásticos, destacando que Zach Gilford sorprende con una interpretación muy contenida y conmovedora de un joven perdido en la vida, Samantha Sloyan está espeluznante como la fanática religiosa, y Hamish Linklater está inmenso como el padre misterioso lleno de tribulaciones y secretos.

No es la primera obra que trata sobre un pueblo aislado, deprimido, lleno de heridas sin cerrar y donde un misterio se gesta de fondo (Twin Peaks -1990- sería un gran referente), tampoco es nueva la idea de combinar dilemas éticos y religión en un escenario apocalíptico (he pensado algunas veces en La niebla -2007- de Frank Darabont). Pero no importa, porque el ambiente se siente vívido, la intriga atrapa, los personajes son enternecedores. Hay escenas muy clásicas, como la aparición de animales muertos o las miradas a la oscuridad donde algo se mueve, pero siempre son un medio para llegar a algo más. Por ejemplo, la escena de la playa infestada de cadáveres de animales no se queda en ese golpe de efecto de manual, sino que sirve para explorar la reacción de numerosos personajes a través de un largo plano secuencia que te sumerge de lleno en los acontecimientos.

Los episodios tercero y cuarto muestran un ligero desgaste. En ese momento pensé que era el difícilmente evitable estancamiento entre la presentación y el desenlace, y más en una obra que quiere abarcar tantísimo. Da la sensación de que sólo hubiera bastado recortarle unos quinte minutos a cada uno para mejorar el ritmo y aligerar unos discursos que se estaban emborronando algo más de la cuenta. Pero en los tres capítulos finales la bola de nieve crece tanto que arrasa con todo.

Como adelantaba, parece que Flanagan y su equipo se encuentran con que la fecha de estreno se les echa encima o la inspiración y energía se les agota por completo, o las dos cosas se combinan fatídicamente, y no son capaces de llevar todo este fascinante y hermoso mosaico de historias dramáticas, de suspense y de reflexiones hacia el final que se merecía. Todavía queda alguna escena bastante trabajada en lo visual, destacando lo bien que rueda la noche, y los actores dan todo de sí. Pero el contenido hace aguas.

Lo sutil se cambia por la brocha gorda, todo se va tornando desdibujado unas veces, demasiado obvio otras, precipitado, torpe… Los personajes se estancan o incluso empiezan a dar tumbos. El discurso intelectual se embarra. El misterio se diluye y empiezas a cuestionarte su credibilidad. La cercanía de la conclusión no acelera el ritmo y genera más tensión, sino desinterés y desconexión. Y sumado todo, la fuerte atracción que ejercía el visionado se va tornando en una intensa sensación de aburrimiento.

Los protagonistas se van convirtiendo en una amalgama informe y corretean de un lado para otro sin rumbo o haciendo unas gilipolleces escandalosas. Cito ejemplos más abajo, baste decir que hay una serie de agujeros de guion y giros tan fallidos que la trama central termina saltando por los aires y en el desenlace sólo queda un simplón sálvese quien pueda con algunos momentos de vergüenza ajena.

Las conversaciones tan densas pasan de ser emotivas y sugerentes a patinar en diatribas torpes y machaconas. La larga cháchara en el sofá entre dos protagonistas que versa sobre la muerte me supuso el punto de no retorno: desconecté del todo y no volví a entrar en el relato. Es una burda acumulación de vaguedades, de pensamientos torpes que abandonan la inteligencia inicial (ese ateo que termina creyendo en algo), y para rematar está ejecutada con un básico y monótono juego de plano contra plano.

Donde antes había un ambiente de suspense y drama trabajado metódicamente, todo se torna muy predecible y basto. El destino de los personajes se hace demasiado evidente y no hay ademán alguno de aportar sorpresas, de forma que terminas perdiendo el interés por todos ellos; el choque entre bandos pasa por las situaciones más facilonas y además todo se narra con desgana; la criatura tan misteriosa se desinfla por completo cuando pasa a primer plano. Con este ente se roza el ridículo: lo poco que termina aportando a la trama, la típica solución cutre de tenerlo entrando y saliendo de escena a conveniencia del susto o muerte que le venga en gana al guionista…

Misa de medianoche queda por encima de La maldición de Bly Manor, está más trabajada en personajes y escenario, se arriesga más en su discurso. Pero el bajón es casi igual de acuciado, de forma que el tramo final se hace tan pesado y fallido que me cuesta darle una valoración global y no sé si recomendarla o no.

Alerta de spoilers: Comento algunos aspectos muy reveladores del final.–

De entre las situaciones más malogradas y ridículas del desenlace destacaría las siguientes.

El sheriff tan capaz y prudente se pone a preparar una trampa delante de sus enemigos, cuando esperando cinco minutos a que entraran en el edificio podía recuperar el control de la isla sin más dificultades. El giro de culebrón de hijos secretos que además acaba en muerte metida con calzador. El cura que tenía una visión y de un solo plano para otro cambia completamente de parecer sin que se explique por qué; sabía perfectamente que sus nuevos súbditos iban a comerse a los demás, es más, estaba claro que quería formar un ejército, así que, ¿por qué de repente ve maldad en el ángel y el proyecto?

Y lo peor es todo lo que rodea al vampiro que nunca dicen que es vampiro, porque nadie parece haber oído hablar nunca de vampiros. El viejo cura se pierda en su visita a los monumentos de Israel de tal forma que acaba en medio del desierto, y para rematar, en el trayecto de vuelta carga un baúl gigante que nadie ha comprobado en ninguna aduana: dice que ha soltado algún soborno para intentar tapar el agujero, pero no cuela. La basura de escena intentando explicar científicamente lo que está pasando no es la primera vez que la veo en el género y siempre sobra: es fantasía, déjate de perder el tiempo. Que amaguen con señalar que es un ente temible e inteligente, y resulte ser un animal torpe que no se entera de nada, ni de disparos y cortes. Todo el tramo final donde no hace absolutamente nada salvo aparecer y desaparecer al antojo del guionista. Y la reunión en la playa donde nadie hace nada por buscar un escondite, con la de árboles y botes y casas aunque sea en ruinas que hay.

RATCHED – TEMPORADA 1

Netflix | 2020
Suspense, drama | 8 ep. de 45-62 min.
Productores ejecutivos: Ryan Murphy, Evan Romansky.
Intérpretes: Sarah Paulson, Jon Jon Briones, Judy Davis, Cynthia Nixon, Finn Wittrock, Charlie Carver, Amanda Plummer, Corey Stoll, Sharon Stone, Alice Englert, Sophie Okonedo.
Valoración:

Ryan Murphy se hizo un hueco entre los autores más valientes y transgresores de la televisión con Nip/Tuck (2003), Glee (2009) y The New Normal (2012), y saltó al nicho más friki con American Horror Story (2011), probablemente su obra más conocida. Con la fama adquirida se está convirtiendo en una de las figuras más poderosas e influyentes, escribiendo y produciendo numerosas series, de las cuales bastantes tienen buen tirón mediático.

Entre sus últimos trabajos encontramos Ratched. Es el nombre de un personaje de la novela Alguien voló sobre el nido del cuco de Ken Kesey de 1962 y de la película de Miloš Forman de 1975, donde está encarnada por Louise Fletcher, aunque el protagonismo recae en Jack Nicholson. Ratched es una arpía manipuladora que trabaja como enfermera un centro de enfermos mentales de los años cuarenta, donde la ciencia de la mente está todavía dando bastantes palos de ciego. La adaptación en forma de serie para Netflix parece que abordará varias temporadas inventadas antes de llegar a la historia del libro, de hecho por ahora del original tiene bien poco y bebe más del cine de Hitchcock, de las películas sobre Hannibal (El silencio de los corderosJonathan Demme, 1991-, HannibalRidley Scott, 2001-), y de la propia American Horror Story.

La verdad es que yo me bajé del particular universo de Murphy en la quinta temporada de American Horror Story (la del hotel), porque venía acusando mucho desgaste de tanto estirarla (y la agonía va ya por más de diez temporadas) y da la impresión de que intentar abarcar tantas series es muy contraproducente para su creatividad. Ratched cuenta con buenas críticas de los medios, pero lo cierto es que no las entiendo, no sé qué serie han visto. Luego lees los comentarios de la gente, y la ponen a parir. Porque muestra claramente lo fatídico que resulta ese exceso de trabajo, siendo una serie con potencial pero muy descuidada, que parece entre inacabada y fallida.

Vemos el sello de Murphy por todas partes, eclipsando cualquier personalidad que pudiera tener su colaborador, el novato Evan Romansky. Tenemos personajes peculiares marcados por tragedias, intrigas donde hay tanto suspense como locuras, y giros inesperados por doquier. Mezcla drama, cine negro, terror psicológico, humor negro…

Resulta sugerente en los primeros capítulos, donde sólo la falta de ritmo y determinación siembran algunas dudas: con tan sólo ocho episodios, Murphy parece ir demasiado lento y con inseguridad de hacia dónde se dirige. Pero conforme avanza, va perdiendo por completo el control de su creación. Patina en subtramas melodramáticas que no van a ninguna parte; no se sabe si quiere ser un drama serio o una de terror desenfrenada, así que los recesos para hablar de los problemas alrededor de la homosexualidad parecen bastante forzados. Se le agotan las ideas para las partes de suspense y cada trama se lía sobre sí misma hasta perder todo sentido e interés; con tantas alianzas y cambios de parecer no hay manera de entender qué quiere cada protagonista y a qué historia aferrarse. Los personajes cada vez van siendo más informes (qué cansinos los reiterativos flashbacks contando lo que ya era más que obvio) y devenidos en mediocres comodines según Murphy improvisa nuevos giros absurdos. De esta forma, varios roles se pueden pasar todo un capítulo tramando cómo hacerse daño o librarse el uno del otro y al siguiente son grandes amigos sin que haya una transición verosímil.

Para los últimos capítulos queda una amalgama sin pies ni cabeza, muy aburrida, y por momentos insultante, pues sólo encontramos giros absurdos, personajes destrozados, sobre explicaciones con diálogos sonrojantes y discurso moral de baratillo. Acaba siendo un panfleto feminista ridículo: las mujeres pueden montarse intrigas dañinas e incluso asesinar a su antojo, siempre que esté justificado porque hay un hombre poderoso o una cara del machismo contra los que supuestamente están luchando.

La puesta en escena se lleva a cabo mediante elaborados juegos de iluminación, encuadres muy cuidados, trávelings inmersivos… En resumen, la estética versátil pero también sobrecargada predilecta de Murphy, con sus aciertos y sus fallos habituales. Los últimos años de la década de 1940 están bien representados, y si bien en ese afán de hacer una serie deslumbrante queda todo muy artificial, pues está todo demasiado limpio y nuevo, desde luego hay cantidad de planos cautivadores, siendo una obra que entra muy bien por los ojos. Pero conforme avanza va quedando claro que la narrativa global se descuida. Todo lleva el mismo tempo apagado, sin garra y que no se adapta a los cambios de tono y ritmo, resultando una serie cada vez más monótona.

Además, cabe destacar para mal otra obsesión de Murphy: usar música no original. Se apoya demasiado en la música para enfatizar la intriga y el drama, pero al ser temas muy conocidos de la época, en nada que seas algo culto te pueden sacar de la narración. Y yo, como aficionado a las bandas sonoras, he estado todo el rato diciendo: ahora Bernard Herrmann, ahora Elmer Bernstein, pero qué poco se han esforzado que tiran demasiado de temas obvios como El cabo del terror (1962), qué pinta ahora el vanguardismo de Philip Glass

El reparto tiene alguna sorpresa, como Jon Jon Briones como el doctor Hannover y Sophie Okonedo como la paciente esquizofrénica, quienes están espléndidos, y Judy Davis (la enfermera jefa Betsy Buckets) tampoco está nada mal. Vuelve a traer mi habitual pregunta de quién puede ver una buena actriz en Sarah Paulson (Ratched), siempre con la misma cara de pena forzadísima con ojos humedecidos indistamente de la emoción que toque mostrar. Hay secundarios aburridos, pues Cynthia Nixon (la asistenta del político) y Finn Rock (el paciente condenado a muerte) son otros que parecen repetir siempre el mismo papel. Y tenemos figuras más llamativas desaprovechadas, como Vincent D’Onofrio (el político del que depende el dinero del hospital) y Sharon Stone (la rica caprichosa).

Ratched en vez sumar puntos a la irreverente personalidad de Ryan Murphy lo que hace es constatar que está tirando por los suelos el talento que había mostrado en sus primeros años. También pone de manifiesto la devaluación de la crítica especializada, que vende todo como muy bueno para no ofender a nadie, y la enésima muestra del sinsentido que son los Globo de Oro, que la han contado entre las mejores del año.