MAR DE LA TRANQUILIDAD – MINISERIE

Goyo-eui bada
Netflix | 2021
Ciencia-ficción, suspense | 8 ep. de 40-51 min.
Productores ejecutivos: Eun-kyo Park, Choi Hang-Yong.
Intérpretes: Bae Doona, Gong Yoo, Lee Joon, Kim Sun-young, Lee Moo-Saeng, Heo Sung-tae, Si-ah Kim.
Valoración:

Con la llegada de los canales de streaming ya no existen las fronteras entre países y mercados, y cada vez más producciones están teniendo éxito fuera de sus lugares de origen. De Corea del Sur hasta hace poco era impensable ver tanta serie. En poco tiempo Kingdom (Kim Eun-hee, 2019) ha tenido mucha repercusión y El juego de calamar (Hwang Dong-hyuk, 2021) ha sido un pelotazo, y ahora Mar de la tranquilidad está teniendo bastante éxito en su estreno.

Escribe Eun-kyo Park, que obtuvo bastante reconocimiento con el guion de Mother (2009), y dirige Choi Hang-Yong en su primer trabajo importante, basándose en un corto que este último realizó hace unos años.

No esconden sus referentes, como La cosa (John Carpenter, 1982), Alien (Ridley Scott, 1979), Aliens (James Cameron, 1986) y Expediente X (Chris Carter, 1993), con episodios míticos como Hielo, de la primera temporada. Encontramos el mismo entorno aislado y hostil, el misterio que va acabando con los tripulantes uno a uno, los pasillos y conductos de ventilación, escenas conocidas, e incluso detalles descarados, como los detectores de movimiento.

La historia es simple, sus personajes también. Aunque amaga con enriquecer la sociedad que presenta con el tema de las sequías y los conflictos políticos (tanto internacionales como dentro la empresa aeroespacial del gobierno surcoreano), la premisa empieza acusando esa falta de originalidad y no tarda en quedar claro que va a discurrir por senderos muy facilones, sin espacio para sorpresas. Los personajes principales tienen flashbacks que aportan algo de trasfondo y drama a su aventura, pero son también simplones y sin giros enriquecedores: tópicos muy vistos sobre traumas familiares y redención personal. Los secundarios son clichés con patas, indistinguibles en muchos casos, típica carnaza para ir muriendo en fila entre diálogos tontos. Y estos son bastante tontos: la sobre explicación con palabras de lo que estamos viendo resulta cargante a veces, sobre todo en boca del secundario humorístico que hace tantas preguntas y chistes sin gracia.

Así que la miniserie es muy predecible en cada uno de sus capítulos y escenas, hasta el punto de que cuando te haces consciente de ello (tan pronto como en el segundo episodio) intuirás el porvenir de casi toda la historia y los personajes.

Para rematar, los autores se apoyan demasiado en el sensacionalismo en vez de trabajarse situaciones y giros más originales. Así que en vez de recordarnos con placer a la atmósfera tan apasionante de las grandes obras a las que imita hace pensar más bien en los desmanes de Perdidos (Damon Lindelof, Jeffrey Lieber, 2010), y más concretamente en algún sucedáneo cutre como Helix (Cameron Porsandeh, 2014). Los forzadísimos finales de infarto y los recursos demasiado evidentes para buscar la intriga y los sustos están a la orden del día; hay algunos momentos que rechinan bastante, como eso de que para reiniciar los sistemas informáticos del puente de mando hay que bajar a lo profundo del cañón. Pero lo que más me ha mosqueado son los desesperantes parones en la acción, los rodeos para no acabar antes de tiempo con cada enigma. Los protagonistas son lentísimos deduciendo qué está pasando y sacando conclusiones, y dejan cosas a medias cada dos por tres sin venir a cuento: cuántas veces la científica amaga con ir a las estancias secretas y a medio camino se da la vuelta sin motivos de peso, el capitán tiene delante suya los conductos por donde ha huido un sospechoso, pero decide dejarlo para otro momento… y así un montón de ejemplos.

Pero también es cierto que conforme entramos en materia va haciéndose evidente que cada nuevo misterio, por rebuscado que pareciera en principio, terminará siendo explicado y encajando en el todo, de forma que se atenúa la sensación de ser zarandeado con trucos baratos y crece la de que avanzamos en una dirección concreta. Y visto entero se confirma que el relato es bastante consistente dentro de sus limitaciones, que no intenta engañar ni irse por las ramas con pretensiones innecesarias, y todo queda bien cerrado.

El reparto es competente en los principales. Destacan la científica encarnada por Bae Doona, la más conocida internacionalmente (The Host -2006-, El atlas de las nubes -2012-), y el capitán en manos de Gong Yoo (Train to Busan, 2016). Pero en la tradición coreana, los secundarios cómicos sobreactúan demasiado y resultan muy pesados, con lo que más que sufrir aplaudirás en sus muertes.

El decorado de la base es enorme y muy vistoso, y los exteriores de la misma y de la Luna son muy realistas. Choi Hang-Yong sale airoso de su primer gran proyecto con una labor de dirección de calidad que apoyándose bien en la fotografía, iluminación y música saca un gran partido de cada escenario y situación. De esta forma, el acabado queda muy por encima del guion. Salva la papeleta en muchos de los momentos más torpes… aunque no en todos, pues en el tramo central se acumulan tramos aburridillos o que rozan la vergüenza ajena. Y logra una inmersión adecuada en los más intensos, sean de suspense o acción, destacando el final, donde aunque sabes todo lo que va a pasar consigue mantener bastante bien la expectación.

Si te apasiona el género y no tienes nada que hacer, cumple por los pelos con lo justo y vale para pasar el rato, aunque en otro rato estará completamente olvidada.

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