FARGO – TEMPORADA 3

FX | 2017
Drama, suspense | 10 ep. de 45-67 min.
Productores ejecutivos: Noah Hawley, Warren Littlefield, John Cameron.
Intérpretes: Ewan McGregor, Mary Elizabeth Winstead, Carrie Coon, Michael Stuhlbarg, David Thewlis, Olivia Sandoval, Andy Yu, Grahan Verchere, Shea Whigham, Mark Forward, Goran Bogdan.
Valoración:

Tras deslumbrar con la miniserie Fargo en 2014, la cadena FX quiso exprimir el éxito, y su creador Noah Hawley tuvo la dura tarea de desarrollar con apremio la segunda parte para estrenar al año siguiente, siguiendo el calendario televisivo estándar. Básicamente, si hubiera dicho que no le habrían encasquetado el proyecto a otro. Entonces culpé de su gran bajón de calidad a tantas prisas. Lo cierto es que es uno de esos casos en que el fervor de la moda impide una apreciación objetiva, pues se aplaudió como si fuera tan buena como la primera tanda. Pero está claro que los directivos sí vieron la evidente caída de calidad, y desde entonces dejaron mayor libertad a Hawley. La tercera temporada llegó año y medio después y con la cuarta se tomó un descanso de más de tres años. Pero no ha habido mejoría en la tercera, y la cuarta debe de ser muy mala, pues por fin ha aparecido el cansancio en medios y público, llevándose críticas bastante tibias. Así que queda claro que Hawley tuvo un momento de inspiración genial que no ha vuelto a repetirse ni ha logrado suplir con talento. No sé si en su otra serie de culto, Legion (2017), ha mostrado más nivel.

Hay algunas mejoras respecto a los fallos más evidentes de la segunda etapa, donde intentó abarcar demasiado, y con tanto personaje y trama abierta se resentían mucho la comprensión de los hechos (era un galimatías) y el ritmo, pues resultó bastante aburrida. En la presente vuelve a una historia única más centrada y con pocos personajes. La idea funciona, pues los capítulos son más ligeros y la conexión con los protagonistas es más intensa. Pero a la larga se nota aún más la desgana, le pesa la excesiva repetición de la fórmula sin aportar novedades suficientes. Si aquella saturaba, esta resulta insustancial. Así que el resultado es el mismo: no emociona, no deja huella, no llama para revisionarla… quizá incluso ni para recordarla pasadas unas semanas.

Los protagonistas mantienen adecuadamente el tono que marcó la cinta original de los hermanos Coen (1996), esto es, gente sencilla, inocente, que tiene algún desliz justo cuando un agujero negro de maldad se abre ante sus pies, de forma que alimentan una espiral de violencia que ni entienden ni logran dominar. Emmit Stussy y su hermano menor Ray, ambos interpretados por Ewan McGregor, son la cara y la cruz. El primero es un emprendedor que logró una buena vida para él y su socio Sy Feltz (Michael Stuhlbarg), el segundo, un fracasado pedigüeño. Los celos y las rencillas no cerradas los llevan a estar constantemente enfrentados, urdiendo artimañas para herirse. La cosa se desmadra cuando unos prestamistas sin escrúpulos toman el control de la empresa de Emmit y Ray se enamora de una timadora, Nikki Swango (Mary Elizabeth Winstead). El duelo infantil alcanzará cotas de crueldad insólitas, de forma que la agente de policía Gloria Burgle (Carrie Coon) acabará investigando su reguero de crímenes. Como es habitual en la saga también, la fuerza de la ley en estos pueblos tranquilos del frío norte de Estados Unidos no está acostumbrada a estas situaciones, de forma que ella, siendo la única competente, se encuentra sola ante una comisaría llena de patanes.

McGregor (archiconocido por la trilogía de precuelas de La guerra de las galaxias) está estupendo en dos roles semejantes en el fondo (panolis que no controlan sus vidas) pero con una personalidad distinta cada uno. Transmite todos sus miedos, sus momentos de bajeza y sus arrebatos con gran fuerza, de manera que resultan personajes muy humanos y entrañables. Eso sí, hay que decir que el maquillaje tiene algunos fallos estrepitosos: las lentillas para ponerles los ojos marrones (se ve que los azules se asocian más a belleza y éxito) cantan bastante en primeros planos, pero el simplón maquillaje para mostrar una tez pálida mucho más, porque se olvidan del cuello y se nota demasiado en numerosos encuadres. En cambio, las pelucas dan el pego de maravilla.

Winstead (Scott Pilgrim contra el mundo -2010-, Calle Cloverfield, 10 -2016-) es una actriz de calidad que no ha logrado la fama que merece. Ofrece unas transiciones muy verosímiles: de la candidez e ingenuidad inicial, al sufrimiento en el acto central, para terminar en la determinación del final. La menos conocida Coon, aunque cuenta con bastantes papeles secundarios incluso en el cine (The Leftovers -2014-, Perdida -2014-), está fantástica en una línea más sobria; sus miradas y suspiros de frustración se contagian. Stuhlbarg es el único que desentona, a pesar de ser el actor que me parecía más dotado del reparto (Boardwalk Empire -2010-, Un tipo serio -2009-). Se lo ve muy incómodo en un personaje cómico bastante limitado: el intento de matón gracioso de Feltz no convence nada y tiene momentos lastimeros, como las cenas con la empresaria.

Seguimos lejos del maravilloso grupo protagonista de la primera miniserie, pero el presente cumple bien y logra mantener el interés en sus aventuras, esperas que el torbellino en que se han metido no termine de destruir sus vidas.

Como decía, entre ellos y una trama más sencilla y verosímil hay mayor sensación de avance, un ritmo más ágil, y se disimulan aceptablemente bien los bajones y otros problemas. Pero estos están ahí. Muchos episodios dan vueltas en círculos sin avanzar realmente hacia ninguna parte. La agente de policía que si va o viene, que si se tira varias escenas investigando algo para que al final no haya servido de nada y le caiga la solución encima a través de la otra agente que se echa de amiga. El pique entre hermanos que se recrudece o se frena en demasiadas ocasiones hasta que por fin entramos en materia. La pausa de rigor para que los personajes raritos suelten sus discursos pedantes o muestren sus peculiares manías. Esto último va con la serie, pero hay que saber cómo y dónde incluirlos, y en cuanto falle, ya tienes una escena entera perdida.

Por el lado de los villanos, de nuevo nos encontramos con que no dan la talla frente al temible pero fascinante Lorne Malvo del primer año. V. M. Varga impone cierto respeto por su inquietante control sobre Emmit y su empresa, pero el intento de dibujar un rol estrafalario y espeluznante se va de madre. David Thewlis (saga Harry Potter -2001-, Wonder Woman -2017-) cumple como bien puede haciendo muecas, pero no es capaz de salvar el marrón. Varga resulta exagerado pero no en el estilo surrealista y asombroso de la serie, sino una línea histriónica que roza lo caricaturesco.

Además, como ocurría en la segunda entrega, tenemos un entramado criminal que no se sostiene. Más allá de someter a Emmit con su retorcido intelecto, todo lo que hace Varga ocurre fuera de pantalla no se sabe cómo. Hay que suponer por narices que tiene un ejército de abogados, contables, asesores, recaderos y soldados… pero sólo vemos al chino de la chaqueta y los cascos de música y al ruso chandalero, que no tienen recorrido alguno, sólo los reconoces porque no se cambian nunca de ropa. Sabes que alguien sufrirá cuando aparecen, pero tú no sufres, porque no imponen temor, no hay buenas escenas de tensión con ellos. Al final hacen acto de presencia muchas tropas, pero sólo porque Hawley quiere acabar con una gran batalla… que para colmo se desarrolla también fuera de pantalla, así que menuda cagada.

Hay que admitir que Hawley juega en un terreno difícil. Dada las características de este universo tan extravagante cuando no surrealista es difícil mantener el tono sin patinar. Como en el segundo año, mantiene un equilibrio precario. Vargas está muy cerca de resultar un despropósito, pero como da juego se perdona. Sus acompañantes se redimen un poco en las últimas locas aventuras, como el asalto al autobús de los presos y la posterior persecución (delirantes el momento matanza en un claro y el flechazo de los cazadores). Los flashbacks y otros enredos (como el corto del robot de la novela) se hacen pesados, pero no hasta el punto de resultar incómodos. Resuelve sin problemas instantes muy complicados, como el anciano misterioso interpretado por el mítico Ray Wise (cientos de telefilmes y series, destacando Twin Peaks -1990-), que tiene unas intervenciones metafísicas o divinas bastante sugerentes. Pero en cambio se estrella en algunos intentos humorísticos: el policía ligón provoca vergüenza ajena.

Así que se puede decir que Hawley logra mantener la justa esencia del universo de los hermanos Coen. Pero no es suficiente. La cinta original y la primera temporada resultaban fascinantes, esta apenas se puede considerar una curiosidad efímera, más teniendo en cuenta que otro aspecto importante, el destino de cada personaje, también resulta un tanto anticlimático, nada memorable.

El acabado es de primera calidad. Los paisajes lucen muy bien, la escenificación de planos medios es muy versátil, y el tempo narrativo es siempre el correcto a pesar de las limitaciones del guion. Además, Jeff Russo sigue deslumbrando con una banda sonora muy atrevida y eficaz. Pero esto es el único que sorprende, porque en el resto falta dar el paso entre la profesionalidad y la genialidad.

Ver también:
Temporada 1 (2014)
Temporada 2 (2015)
-> Temporada 3 (2017)

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