Z NATION – TEMPORADA 4

Syfy | 2017
Comedia, acción, drama, suspense | 13 ep. de 42 min.
Productores ejecutivos: Karl Schaefer, Craig Engler, Paul Bales, David Michael Latt, David Rimawi.
Intérpretes: Keith Allan, Kellita Smith, Russell Hodgkinson, Nat Zang, Gracie Gillam, Joseph Gatt, DJ Qualls, Ramona Young, Michael Berryman, Michael Oaks, Frank Boyd, Tara Holt, Anastasia Baranova, Sydney Viengluang, Natalie Jongjaroenlarp, Henry Rollins.
Valoración:

Alerta de spoilers: Describo y analizo bastante a fondo las tramas del año.–

En su tercera temporada, Z Nation empezó a dar ligeros signos de desgaste. Aquí siguen presentes, sin agravarse pero sí frenando un potencial mayor. El factor entretenimiento se mantiene muy bien, hay buenos personajes al frente de episodios y tramos muy logrados en su estilo de humor absurdo y supervivencia en escenarios que aportan bastante originalidad a un género muy inmovilista. Pero los guionistas están perdiendo el rumbo en las tramas de largo recorrido, el arco dramático de los protagonistas se mantiene un tanto estancado, y además la producción acusa el abandono de varias actrices.

El inicio, con dos capítulos centrados en Zona, El sueño de Warren y Fuga de Zona, ejemplifica muy bien el problema, porque por fin llegamos al prometedor punto álgido de la serie… y los autores pasan muy rápido sobre él para centrarse en otras cosas donde no terminan de construir nada tan sólido e interesante.

Tras el forzado clímax final de la etapa anterior, de esos típicos de seriales anticuados y de mala calidad donde todos los personajes parecen a punto de morir, pegamos un pequeño salto temporal para encontrarnos que, como se veía venir, están todos vivos. Al menos, con Roberta justifican un poco que la curaron los de Zona, pero esto no evita que resulte todo muy tramposo y anticlimático.

La posición de Murphy como semidiós de los ricos engreídos que viven en Zona, este idilio pijo que se han creado en el fin del mundo, es bastante divertida y prometedora. Este tipo tan egoísta e inmaduro se siente bien a gusto entre semejantes y con la adoración que recibe. Que el lugar esté bajo el mando de un lunático, el Fundador (Michael Berryman), bajo la mirada de estrictos militares y algunos científicos sin escrúpulos (al doctor Teller se le une el enigmático Mr. Sunshine), es un pequeño precio a pagar.

Cuando Roberta Warren despierta, aparte de hacerlo con una peluca rubia espantosa que nadie sabe decir por qué se la pusieron, su madurez e inteligencia superior al panoli de Murphy le hacen ver que esta gente no está bien, y pronto resulta evidente también para él, porque todo el mundo está sufriendo un deterioro cognitivo que se va acelerando. La cura, después de todo, no salió tan bien como esperaban.

Algunas partes son tronchantes o inquietantes, destacando los geniales chistes con la gente volviéndose loca y esa comida de Roberta con estos líderes que pone los pelos de punta. Pero no hay situaciones ni giros que sorprendan. Este tipo de relato se ha visto en esta y otras pocas series semejantes, se ve venir que la utopía acabará tras las escenas de tensión y choques de rigor entre sus líderes y nuestros protagonistas, y los escritores no logran situaciones que te dejen asombrado con la imaginación y la agilidad de las primeras temporadas. Parece que son conscientes de que ello, y también de que no eran capaces de crear una historia más compleja y larga, y le ponen fin pronto, de forma un tanto precipitada y decepcionante para ser una trama que venía trabajándose desde hace muchos capítulos.

El nuevo arco argumental que abren no resulta ni la mitad de sugerente, y además, en las nuevas aventuras se empeñan en decir que la amenaza de Zona sigue presente. ¿Pero qué Zona, si me acabas de contar que han quedado todos tarados o convertidos en zombis?

Doc, 10K, Addy, Lucy, Sun Mei y Red están en un campamento militar esperando el traslado a otra supuesta utopía, esta vez en Canadá, llamada Nueva América (Newmerica). Pero algunas amenazas vagas los ponen en desbandada: un ruido misterioso acecha desde el bosque, los asaltan bandidos o gente de Zona… todo excusas malas para hacer que Addy acabe secuestrada y Red y Sun Mei desaparecidas.

Las actrices estuvieron ausentes la mayor parte de la temporada y parte de la siguiente por haber encontrado algún papel mejor, algo que suele permitirse en los contratos, porque un blindaje total significa más sueldo, y esta es una serie barata. Como recambio, entra en el grupo la sargento Lilly, interpretada por Gracie Gillam con bastante simpatía. Y lo cierto es que al menos yo he terminado agradeciendo el cambio: ni Sun Mei ni Red han llegado a mostrar una personalidad concreta ni a encajar en el grupo, nuca se ha sabido qué pretendían los guionistas con ellas, y a Addy la tienen olvidada desde hace tiempo tampoco sé por qué. En espera de su retorno y de que decidan contar algo con ellas, Lilly aporta sangre nueva, interacciona bien con el grupo.

Esta sección anda más deshilachada que la de Zona, y se extiende al tercer episodio, La desaparición, cuando se reencuentran los dos grupos. Los guionistas se tiran todo este tiempo amagando con que va a pasar algo, con el monstruo haciendo mil amagos de atacar sin llegar a nada, y los personajes sin decidirse a hacer nada, y para rematar, Warren empieza a tener visiones raras. Finalmente se desvela un nuevo zombi, más rápido, peligroso y difícil de matar, y se ponen en marcha hacia donde señalan las alucinaciones de Warren. Estas aparecerán cada dos por tres para intentar vendernos que hay planeada una trama épica, cuando todo apesta a humo y sensacionalismo. También aparece de vez en cuando el misterioso Mr. Sunshine (Michael Oaks), pero desde el principio resulta otro villano cutre como el doctor Kurian, de nuevo en la onda de Expediente X, uno de esos tipos pretendidamente espeluznantes que entran y salen de escena cada dos por tres para meter miedo pero que con su pose tan forzada y sus intervenciones sensacionalistas generan más bien rechazo y pereza.

Por suerte, la temporada se recupera y centra bastante cuando entra en su dinámica habitual de viajar teniendo aventuras variadas. Como es habitual, algunas son más elaboradas que otras, unas son tronchantes y muy emocionantes, varias no logran exprimir su potencial y alguna resulta flojilla. Como siempre también, podemos categorizarlas entre las que hacen avanzar el viaje y ahondan en las relaciones del grupo y las que son rellenos muy locos.

En los episodios especiales tenemos Los desconocidos (405), una idea al estilo Cube (Vincenzo Natali, 1997), donde los protagonistas están atrapados en algún lugar extraño y deben superar pruebas para salir, pero la intriga se diluye al no aportar novedades suficientes en cada intento de fuga, y el resultado es bastante irregular; La boda de Warren (407) es de esos típicos encuentros con rednecks chiflados en un escenario demencial, y si bien tiene una premisa poco prometedora (boda forzada, piques a juegos y bebidas), da bastante de sí gracias a los esfuerzos de cada personaje por salir airoso del lío y al buen trabajo con los secundarios; bastante fallido, siendo de los peores de la serie, es el capítulo embotellado (de esos para ahorrar pasta) que se ambienta en una peluquería, Amigos enemigos (410), donde la reaparición de la pareja de timadores esta vez es desastrosa, olvidable.

Entre las historias más trascendentales destaca la parte de acción en el desguace de coches (Nueva misión: Sigamos -404-), que exprime de maravilla el escenario; De vuelta de entre los muertos vivientes (406) trabaja bien las relaciones entre personajes, pero se ve muy lastrado por las pésimas actrices que han elegido para Lucy en las distintas etapas de su crecimiento rápido, y sus también horrendas pelucas, y en general el relato da muchas vueltas en círculos hasta concretar algo. Crisis de fe (408), aparte de un buen escenario de aislamiento en peligro, aborda la religión en el mejor momento, pues el grupo lidia entre seguir ciegamente a Roberta o no.

El más completo y original del año es Interrumpimos esta emisión (409), que juega con dos líneas temporales, una en el pasado con los periodistas del edificio donde acaban nuestros protagonistas, otra con estos encontrándose con los zombis de los primeros. Las situaciones en dos tiempos se relacionan con habilidad y humor negro, y además, es de los que más avanza en conflictos personales y la trama. En concreto, da más espacio a Kaya y Ciudadano Z en la base del ártico: los de Zona y el científico chungo aparecen por allí pegando tiros, así que sufren intentando salvar su familia y su refugio; con ello se difumina bastante la sensación de que no pintaban nada en la serie.

Los tres últimos episodios (Regreso a Mercy Labs, Monte Weather, Arcoíris negro) nos llevan a destino y a enfrentar la trama central. Como se veía venir, esta no resulta nada original, otro lanzamiento de armas de destrucción masiva con el que los remanentes de Zona planean «reiniciar» a la humanidad a su manera. Pero al menos el reto por frenarlo es movidito y tiene algunos de los momentos más demenciales del año, como el chocante encuentro con la presidenta y su séquito. Sin embargo, en el desenlace los guionistas vuelven a empeñarse en tirar de sensacionalismo chapucero en vez de centrarse en algo más terrenal y gracioso: todo el lío del drone y la infección se va mucho de madre, resulta cargante y ridículo.

A estas alturas de serie los autores podrían haberse dado cuenta de que la grandilocuencia no es el camino, sino exprimir las pequeñas aventuras del día a día de unos personajes que están desaprovechando más de la cuenta. Es decir, deberían volver a centrarse en parodiar escenarios de diversos géneros con su característico humor absurdo y negro y alguna que otra lectura inteligente metida con ironía.

Ver también:
Temporada 1 (2014)
Temporada 2 (2015)
Temporada 3 (2016)
-> Temporada 4 (2017)
Temporada 5 y final (2018)

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