Archivo de la categoría: The Witcher

THE WITCHER – TEMPORADA 3


Netflix | 2023
Fantasía, aventuras | 8 ep. de 48-65 min.
Productores ejecutivos: Lauren Schmidt Hissrich, Jason F. Brown, varios
Intérpretes: Henry Cavill, Freya Allan, Anya Chalotra, Joey Batey, MyAnna Buring, Anna Shaffer, Mahesh Jadu, Royce Pierreson, Graham McTavish, Lars Mikkelsen, Cassie Clare, Mecia Simson, Tom Canton, Hugh Skinner, Bart Edwards, Jeremy Crawford.
Valoración:

Tras su caótica presentación, en la segunda temporada de The Witcher aparecían tibias mejoras en la narrativa. Se entendían mejor los líos de la corte, y si bien las motivaciones de cada rol y facción no estaban todavía del todo claras, al menos empezabas a distinguir quién era quién y más o menos qué andaban confabulando. La parte de aventuras, con el brujo Geralt, la joven Ciri y de vez en cuando la bruja Yennefer y el bardo Jaskier, seguía siendo lo suficientemente emocionante y los caracteres tenían carisma de sobra para mantener el interés alto. Pero extrañamente la tercera etapa ha desandado tanto el camino que ha quedado por debajo de la primera. Para colmo, se remata con la fallida El origen de la sangre y la sustitución de Henry Cavill en el papel protagonista, así que el grueso de seguidores de la obra de Andrzej Sapkowski que consiguió reunir Netflix se ha sentido más que decepcionado ultrajado.

Apenas empezábamos a entender el conflicto político entre reinos y razas cuando el descubrimiento de los poderes de Ciri hace saltar todo por los aires. El propósito final de encontrar a Ciri para… para… no tengo ni la más remota idea, lleva a nuevas guerras y movimientos que trastocan todo lo anterior… y no hay manera de volver a seguir lo que está ocurriendo. No he conseguido hacerme a los cambios entre los líderes de los reinos, ni al lugar y propósito que ocupan secundarios que han estado deambulando toda la serie sin rumbo claro. Es que ni voy a perder el tiempo buscando sus nombres. No he podido discernir en ningún momento quién pelea contra quién, y más concretamente dónde están y qué hacen los elfos, que por alguna razón se supone que son importantes en la historia global. Y no te digo ya de los vaivenes de los ladinos magos, donde resulta imposible creerse que puedan formar un gremio estable cuando llevan siglos traicionándose entre ellos.

En todo esto meten a Jaskier con calzador. Se entiende que no quisieran desaprovechar el carisma del personaje, pero se siente fuera de lugar en todo momento, deambula de meollo en meollo sin llegar a aportar su propia historia personal, y nos arrastra con otros líos de nobles que no parecen pintar nada en el conjunto y traen más y más cambios respecto al original que van mosqueando cada vez más a los fans.

Este galimatías de intrigas palaciegas se traduce en capítulos difíciles seguir tanto en argumento como en interés: algunos se hacen un tanto pesados, con tramos bastante aburridos. No hay sensación de dirigirnos hacia ninguna parte, o más bien, de que los autores, Lauren Schmidt Hissrich y colaboradores, sepan hacia dónde quieren ir.

Los saltos a la parte del Brujo vuelven a levantar bastante el nivel. Geralt, Ciri y Yennefer huyen con lo puesto ofreciendo una odisea lo justo de movidita como para continuar atraídos por sus destinos, pero no tanto como para resultar apasionante, y tampoco está carente de problemas. Hay alguna pelea espectacular con vibrantes coreografías, otras que cantan chapuza en el acabado y dan lástima. Hay recesos emotivos, como la estancia en la cabaña, que rompen su hechizo con agujeros de guion ridículos, como el vestido de gala que se ponen a pesar de ir sin equipaje. Y las indagaciones sobre la naturaleza de Ciri y quien va tras ella pronto pierden suspense y sustancia.

El quinto episodio une varios frentes con una narrativa inesperadamente más ágil y atractiva de lo que veníamos viendo, pero sigue dejando muchos flecos, y los tres últimos capítulos se vienen totalmente abajo. Por cierto, incomprensible la decisión de Netflix de meter un parón en medio.

El juego de intentar generar tensión y engañarnos con quién es mago traidor y quién fiable no puede funcionar, resulta totalmente artificial, pues ninguno ha mostrado unas motivaciones y personalidades claras. Y en esta vorágine de acontecimientos ininteligibles y anodinos menos interés puede despertar. Si no habías desconectado hace tiempo lo harás ahora.

Tres temporadas (y media, contando El origen de la sangre) con brujos y magos, y todavía no se ha explicado lo mínimo de la magia para que podamos tener una reglas coherentes sobre cómo funciona el universo, sorprendernos con nuevas habilidades… y entender qué podría implicar la aparición de Ciri. La mayor parte del tiempo, los magos más poderosos del mundo parece que solo saben generar escudos y ondas de choque. Y por el camino se han olvidado del teletransporte y crear fuego y plantas tan ridículos de la primera temporada. Pero al final se sacan de la manga un mega conjuro… que lo único que hace es alagar más el clímax de acción, hasta agotar la paciencia del espectador.

Pero si esperabas que por fin en el desenlace de la temporada explicaran algo, te dan en las narices con un episodio de relleno en el que Ciri tiene unas insoportables y absurdas aventuras totalmente fuera de lugar, y la parte de Yennefer y Geralt no concluye o asienta nada, se ven envueltos en varios peligros artificiales sin emocionar nada. Habían prometido estar juntos para defenderse de los peligros y proteger a Ciri, pero ya a media temporada cualquier excusa vale para separarlos. Es algo que no canta al principio, pues así tenemos más aventurillas con las que distraernos, pero en la parte final, con el conflicto en su momento álgido, no se entiende nada, por qué Yennefer va ahora con los magos y no antes en busca de respuestas, porqué Geralt aparece y desaparece mientras los guionistas tratan de justificar la dosificación de información, y sobre todo no llega a darse ninguna explicación de la obsesión que tienen todos los bandos con la chiquilla.

En el acabado sigue siendo una serie vistosa en general, pero todavía patina de vez en cuando. La fotografía saca gran partido de los hermosos parajes naturales donde ruedan. Con mejor aprovechamiento de localizaciones reales para los castillos y algunos decorados más trabajados olvidamos los cutres cartón piedra de la primera etapa. Musicalmente sigue yendo muy justa, le falta épica y versatilidad al trabajo de Joseph Trapanese.

Pero la labor de dirección se contagia de la apatía del guion, ninguno de los autores implicados logra imprimir ritmo, nervio, emoción. Y para rematar, alguna pelea vuelve a sufrir esos inesperados bajones, como la del monstruo cambia formas, que es un desastre en planificación, rodaje, montaje y efectos especiales.

Con esta deriva creciente, el poco interés que quedaba por seguir la saga se desvanece casi del todo… y recibe el último estacazo al recordar que para las siguientes temporadas han cambiado al carismático Henry Cavill por el joven con cara de atontado Liam Hemsworth. Si al menos fuera su hermano Chris, quedaría alguna esperanza. Pero en realidad, lo que había que haber cambiado hace tiempo son los guionistas, quienes en vez de aceptar sus fallos y buscar soluciones se han dedicado a airear las discrepancias cuando no peleas que había en la saga de escritores a la vez que fingen que la serie va estupendamente. Así, lo que venía siendo una adaptación fallida se ha convertido en un insulto para los fans de la obra de Andrzej Sapkowski, dejando la imagen de Netflix por los suelos.

PD: Otra temporada en que han modificado el maquillaje de Ciri, notándose demasiado en general y quedando muy raro a veces.

Ver también:
Temporada 1 (2019)
Temporada 2 (2021)
El origen de la sangre (2022)
-> Temporada 3 (2022)

THE WITCHER: EL ORIGEN DE LA SANGRE – MINISERIE

The Witcher: Blood Origin
Netflix | 2022
Aventuras, fantasía | 4 ep. de 42-63 min.
Productores ejecutivos: Declan de Barra, Lauren Schmidt Hissrich, varios.
Intérpretes: Laurence O’Fuarain, Sophia Brown, Mirren Mack, Michelle Yeoh, Lenny Henry, Francesca Mills, Zach Wyatt, Huw Novelli, Samuel Blenkin, Amy Murray, Minnie Driver, Hiftu Quasem.
Valoración:

En Netflix no podían desaprovechar el éxito de The Witcher, una de sus series más vistas y comentadas, con la larga espera entre temporadas. Y tampoco querían que esos comentarios, más bien negativos, hundieran la trayectoria de la misma. Así que se montaron un spin off o serie en el mismo universo que viniera a llenar el hueco y a arreglar los problemas más comentados. Pero lo que ha conseguido ha sido poner a la gente aún más en contra de las adaptaciones de la obra de Andrzej Sapkowski.

El aspecto creativo lo lleva Declan de Barra, que ya escribió un par de episodios en la serie madre. En su haber solo destaca su colaboración en Los originales (2013), una de vampiros del canal CW. En la dirección se reparten el trabajo Vicky Jewson y Sarah O’Gorman, la primera con algunos capítulos sueltos en varias series, como El último reino (2015) o la propia The Witcher, la segunda, con apenas tres largometrajes menores.

Se esperaba que explicaran más sobre los brujos, su nacimiento e historia, y que exploraran mejor qué eso de la Conjunción de las Esferas que trae de cabeza a todas las facciones de The Witcher de cara a la tercera temporada, y qué tiene que ver con la misteriosa Ciri. Se daba por supuesto que arreglarían los puntos más conflictivos de la narrativa y otros elementos cruciales como el casting. Pero cuando termina la proyección, si es que logras hacerlo, te quedas peor, confuso porque no sabes qué te han contado, decepcionado porque no se siente una conexión útil con The Witcher.

Nos trasladamos 1.200 años al pasado. Algunos mercenarios y luchadores acaban hartos del sistema y de ser perseguidos, y deciden enfrentarse a los poderosos por su cuenta y riesgo formando una peculiar banda. Estas altas esferas traman algo que podría cambiar la faz del mundo conocido.

Así que para arreglar The Witcher han usado la misma plantilla, y con aún mayor desgana. Tenemos dos secciones, una de aventuras, una de intriga política, que se encuentran demasiado separadas tanto en tramas como en estilo y calidad. Una versa sobre personajes incomprendidos y desarraigados que terminan encontrado solaz y motivos para vivir juntándose con otros como ellos y luchando contra las injusticias. La otra, de gente poderosa que persigue incansablemente nuevas ambiciones y ansias de conquista insaciables.

Los mercenarios al menos tienen cierto carisma, y de sus aventuras alguna peleilla y choque personal muestra algo de potencial. Laurence O’Fuarain como el elfo curtido y cabreado con el mundo y Francesca Mills como la valiente enana están estupendos. Pero su viaje no termina de cuajar, va a trompicones, sin rumbo, con encuentros fortuitos, un desarrollo de los arcos dramáticos vago y sin conclusión clara. De caótica y poco emocionante cuesta bastante conectar, parece un resumen en vez de la historia completa.

La otra parte no hay por dónde agarrarla, el sopor hace mella en cada salto a la corte, con una serie de roles que parlotean y hacen cosas sin llegar a conformar nada inteligible. No logra entenderse qué planean, ni las motivaciones de cada personaje, ni sus conflictos y traiciones, y la naturaleza de la magia queda igual de confusa que en The Witcher. Para terminar de enterrar este despropósito tenemos, como en la serie madre, un desconcertante caso de casting totalmente desubicado y malogrado: hay actores que no pegan nada para roles de estilo medieval, y sus pésimas interpretaciones terminan de sacarte por completo del relato, como la princesa (Mirren Mack), el mago chungo (Lenny Henry), el mago blandengue (Samuel Blenkin)…

Solo se ven tibias mejoras en el acabado visual y sonoro. Los decorados y paisajes lucen mejor que en la serie madre, donde los escenarios de fantasía resultaban un tanto irregulares, unos espectaculares, otros tirando a cutres. De hecho, han puesto tanto billete sobre la mesa que resulta excesivo: en cada escena de la corte los personajes llevan un nuevo set de vistosos u horteras trajes. Ante la banda sonora tan justita de aquella aquí han tirado de talento contando con el músico más destacado en televisión de los últimos años, Brear McCreary, quien se marca otro buen trabajo, muy sólido y versátil.

Entre las pocas virtudes de The Witcher: El origen de la sangre no suman suficiente para salvar el desastre que han parido, uno de los que hacen época, que dejará lecciones de cómo cargarse un universo con tantas posibilidades y defraudar a millones de seguidores. Y para colmo, lo rematan con la también fallida tercera temporada de The Witcher y las absurdas intenciones de continuarla con otro actor en el papel del brujo.

Ver también:
Temporada 1 (2019)
Temporada 2 (2021)
-> El origen de la sangre (2022)
Temporada 3 (2022)

THE WITCHER – TEMPORADA 2

Netflix | 2021
Fantasía, aventuras, suspense | 8 ep. de 52-63 min.
Productores ejecutivos: Lauren Schmidt, Matthew O’Toole, Steve Gaub.
Intérpretes: Henry Cavill, Freya Allan, Anya Chalotra, Joey Batey, MyAnna Buring, Mimi Ndiweni, Eamon Farren, Adam Levy, Anna Shaffer, Tom Canton, Mecia Simson, Lars Mikkelsen, Kim Bodnia, Royce Pierreson.
Valoración:

Al abordar la adaptación de la saga de Geralt de Rivia de Andrzej Sapkowski, la creadora Lauren Schmidt y su equipo se encontraron con que las primeras novelas ofrecen aventuras sueltas en las que para hilar algo en común hay que unir datos soltados de fondo aquí y allá y seguir la pista a personajes secundarios que aparecen puntualmente. Pero se complicaron de mala manera ambicionando enrevesadas intrigas de la corte, tratando de subirse a la moda de Juego de tronos (David Benioff, D. B. Weiss, 2011), y además usando unos confusos y absurdos saltos temporales, en vez de seguir una fórmula más en la línea de los libros, esto es, ir creciendo en historias y asentando el mundo de fantasía poco a poco.

Al adelantar eventos de novelas posteriores también se está acusando a estos dos primeros años de ser muy poco fieles, pero no estoy de acuerdo. Aunque sean en distinto orden, las historias originales, sean grandes o pequeñas, están aquí, son reconocibles en forma y contenido, destacando sobre todo el fondo, pues han captado muy bien el tono fatalista, melancólico, que transmiten los lugares y gentes que conocemos a través del brujo Geralt.

Los problemas de la serie son otros, principalmente esa narrativa farragosa y a la vez torpe, y se puede ver que intentan solventarlos. Las tramas principales quedan más claras, fluyen con más naturalidad, y los personajes están mejor dibujados. Pero todavía le falta algo para encontrar un equilibrio superior.

Geralt gana matices, alejándose del simple mercenario gruñón que funcionaba principalmente por carisma, resultando más humano y complejo; la llegada de Ciri trastoca su vida y debe adaptarse a nuevas situaciones. Ciri ahora tiene dimensión, no es un macguffin con patas. Echada a la fuerza de su vida, se obsesiona con la venganza para poder darle un sentido a su situación. Yennefer sigue siendo un torbellino de sentimientos, y su odisea por encontrar su lugar resulta enternecedora y triste a la vez. Jaskier es adorable, es una lástima que aparezca menos y no haga nada sustancioso, pero cada vez que está en escena es un deleite. Y en líneas generales, la presencia, el talento y la química de los que hacen gala los actores Henry Cavill, Anya Chalotra, Freya Allan y Joey Batey llenan la pantalla. Un detalle curioso: en la primera temporada le teñían las cejas a Freya, ahora no; le da un toque más adulto, a lo mejor es por eso.

Tenemos unos cuantos puntos álgidos aquí y allá, como el reencuentro de Yennefer y Jaskier, algunos pasos en la relación entre Ciri y Geralt, el misterio con el sentido de la chica en el universo y la aparición de algunas criaturas… Aunque lo mejor del año es el primer episodio al completo: la peculiar versión de la bella y la bestia, con el encantador y taimado jabalí humano, es deliciosa.

La odisea de los elfos como pueblo errante es emotiva, y transmite muy bien el pesar de que el mundo cambia rápidamente y está dejando atrás, sea apartadas o incluso extintas, a muchas especies mientras el violento ser humano se impone. Y de todo esto emerge un buen análisis sobre la identidad y cultura de los pueblos, la inmigración, el racismo y la integración. Filavandrel (Tom Canton) y Francesca (Mecia Simson) como los líderes de los elfos se hacen querer, contagian sus ganas por encontrar un lugar en el que vivir.

Los conflictos entre reinos (Nilfgaard, Cintra), con los magos metiendo mano descaradamente en cada tejemaneje, tienen algo más de sentido. Todavía no funcionan del todo, se quedan un poco en unas simplonas ansias de conquista, sin definir adecuadamente una cultura e historia que nos explique cómo se ha llegado a esta situación, pero los personajes implicados han crecido mucho, y sus acciones quedan mejor expuestas, con lo que las disputas de los poderosos se hacen más tangibles y llevaderas.

Fringilla, Cahir y Stregobor dejan de ser unos villanos monocromáticos y ganan mucho interés. Sus ambiciones por afianzar su poder dan pie a intrigas entretenidas, no confusas como antes. Y otros secundarios como Triss Merigold también ganan relevancia. Eso sí, a cambio Tissaia pierde algo de presencia, aunque sus aportaciones son importantes. El que no cuaja del todo es Istredd, que se presenta como crucial para encontrar respuestas sobre lo que está pasando, pero no termina de hacer nada concreto y las cosas se resuelven sin él; también hay que señalar que la aparición de los bibliotecarios e historiadores resulta un tanto confusa, no sé muy bien qué querían contarnos con ellos.

Conocemos el cuartel general de los brujos, Kaer Morhen, y a otros como Geralt, algo que genera mucha expectación… pero que no convence del todo. Aunque hayan querido retratar la decadencia de esta orden, mostrar que están desubicados, sin ganas de vivir, en una sociedad que ya no los quiere, entre el casting y el guion hacen pensar más bien en un grupo de moteros borrachos. El líder, Vesemir (Kim Bodnia), parece mostrar mucho interés por su bienestar y futuro, pero realmente no hace nada hasta que se obsesiona con la fórmula para crear nuevos brujos, porque se ve que los que tiene ahora los da por perdidos.

Pero a pesar de las mejoras generales de la serie, todavía queda algo de la sensación de que las distintas secciones están separadas entre sí más de la cuenta, sobre todo porque al final en vez de confluir en algo en común patina, se va por las ramas. Con el ser misterioso de la cabaña parecía que se estaba dando un empujón a la perspectiva global, tanto a la hora de ahondar en la naturaleza de Ciri como de ir uniendo las distintas líneas abiertas con reyes, magos y elfos. Pero después de todo lo andado, resulta que es una trama de relleno, cual monstruo de la semana de series tipo Buffy, la Cazavampiros (Joss Whedon, 1997), un decepcionante relleno sin trascendencia real. La cosa empeora porque la batalla final es todo ruido y efectos especiales pero no tiene sentimiento ni contenido, pues una vez en marcha, el resultado se ve venir de lejos, todos los muertos son extras sin alma, los personajes nunca parecen en peligro creíble… Paralelamente, la bien cimentada trama de los elfos y la corte de Nilfgaard se precipita y explota de manera un tanto caótica, costando asimilar bien lo que ocurre.

También hay un par de soluciones muy cutres a lo largo del año. Son momentos puntuales, pero tan cantosos que hay que mencionarlos. Los caballos que aparecen convenientemente en la huida a la desesperada del templo de Melitele, ensillados y todo, dan vergüenza ajena; en la exploración de la grieta cerca de la ciudad, la guardia de esta llega instantáneamente para tener una escena de acción metiza con calzador.

El acabado ya apuntaba maneras, y termina de redondearse otro poco. Hay mejoras en decorados (ya no encontramos un repentino cartón-piedra que contrasta demasiado con el resto), en efectos especiales (alucinante el jabalí-hombre, los monstruos ya no cantan nada), y maquillaje y vestuario (menudo derroche de trajes, y las armaduras negras que parecían hechas con bolsas de basura han desaparecido). Centrándose en sacar partido de las escenas de aventuras y acción que vive Geralt en vez de buscar batallas colosales imposibles, no hay bajones tampoco en esta parte: las peleas del brujo con diversos enemigos son brutales. Aun así, todavía encontramos un caso donde mezcla de estos elementos con un casting inadecuado resulta chocante: como he señalado, Vesemir y sus compañeros parecen moteros del sur de EE.UU. en vez de brujos de fantasía.

Con las excelentes labores de dirección, la virtuosa y hermosa fotografía, el impecable montaje y ese notable diseño artístico tenemos una serie deslumbrante, con infinidad de escenas y planos bellísimos, paisajes embelesadores y secuencias de acción espectaculares. Sólo la música sigue algo descolgada, a pesar de que hay cambiado de autor para intentar remontar: Joseph Trapanese (Oblivion, 2013) cumple pero tampoco logra dejar huella.

Cabe señalar que Alik Sakharov, segundo productor ejecutivo y principal artífice del aspecto visual, ya no está en la serie. Ha ascendido un productor secundario, Steve Gaub, y entrado uno nuevo, Matthew O’Toole; ambos vienen de producir algunas películas de acción. O’Toole está también al frente de la primera serie paralela en llegar, The Witcher: Blood Origin.

The Witcher asienta un poco el tono y muestra cada vez más personalidad, pero todavía resulta demasiado irregular, casi caótica, desaprovechando bastante el potencial tanto de las novelas como de sus propios puntos fuertes.

Ver también:
Temporada 1 (2019)
-> Temporada 2 (2021)

THE WITCHER – TEMPORADA 1


Netflix | 2019
Aventuras | 8 ep. de 47-67 min.
Productores ejecutivos: Lauren Schmidt, Alik Sakharov, varios.
Intérpretes: Henry Cavill, Freya Allan, Anya Chalotra, MyAnna Buring, Joey Batey, Mimi Ndiweni, Eamon Farren, Adam Levy, Royce Pierreson, Jodhi May, Björn Hlynur Haraldsson.
Valoración:

Alerta de spoilers: Presento con bastante detalle las tramas principales; no revelo nada serio ni sorpresas, pero si quieres ir en blanco es mejor no leer. —

The Witcher ha sido desarrollada en el seno de Netflix, que pone dinero y distribución, pero relega el proyecto en varias compañías pequeñas. Su productora ejecutiva principal es Lauren Schmidt Hissrich, quien inició su carrera como guionista secundaria en El Ala Oeste de la Casa Blanca (1999), y tras otras pocas series llegó a guionista principal y productora en Sin cita previa (2007) y fue una de las muchas manos que tejieron la saga The Defenders (2017). Y mientras desarrollaba la presente estuvo colaborando en otro éxito de Netflix, The Umbrella Academy (2019). Aunque como es obvio se unieron más productores ejecutivos y guionistas, si destaca un nombre es Alik Sakharov, principal artífice del aspecto visual. Este empezó como director de fotografía, dejando huella en Roma (2005) y Los Soprano (1999), lo que le permitió dar el salto a la dirección en series de primer nivel, Boardwalk Empire (2010), Juego de tronos (2011), Black Sails (2014)… Se ha rodado principalmente en Hungría y las Islas Canarias.

No sé si fue idea de Netflix o de los productores, pero tenían una saga literaria con un estilo propio muy marcado y de indudable éxito (potenciado por los videojuegos, eso sí), y resulta que se intentan montar una imitación a Juego de tronos (David Benioff, D. B. Weiss, 2008). Este concepto ni encaja en el formato de la historia original ni el guion en general está a la altura. Y a eso hemos de sumar problemas con el casting y el acabado. Como resultado, esta temporada ofrece una serie de aventuras con un gran potencial que se deja vislumbrar aquí y allá pero que en general hace aguas.

En los libros entramos en el universo imaginario con aventuras sencillas, y en cada nueva entrega se va abriendo el horizonte poco a poco. Seguimos las andanzas del brujo Geralt de Rivia, que deambula por todas partes ofreciendo sus servicios como cazador de criaturas mágicas. Así, vamos conociendo las reglas de esta fantasía (qué seres y poderes hay), los reinos y lugares principales, las formas de ser de las gentes pobres y nobles, y detalles de la historia pasada antes de meternos en tramas de largo recorrido, que son principalmente las disputas entre distintas facciones, sean reinos, culturas, razas…

En la serie han pretendido una fantasía épica de intriga política a lo Juego de tronos, porque ya se sabe, muchos intentan vivir del éxito de otros en vez de buscar su propio camino. Comenzamos directamente con reinos en guerra y añadiendo pronto a la mezcla más bandos con mayor o menor implicación, como magos y elfos. Al lector lo traicionas, pues esperaba ver las historias iniciales de Geralt, sumergirse en el ambiente de la primera novela. Al no lector lo vuelves loco. ¿Pero qué está pasando? ¿Cuál es el estado político, a qué se debe la confrontación? ¿Quiénes son esos reyes y nobles, qué ideales y planes tiene cada uno, cuáles son sus motivaciones personales? ¿Cómo esperas que me implique en los hechos y los dramas? Me da igual si la reina es vencida o no, no sé nada de ella.

Paralelamente seguimos a Geralt lidiando con algún noble o rey menor, cazando algún ente. Esta parte funciona bastante mejor precisamente por ir entrando en materia gradualmente, y además mantiene el tono ligero y melancólico original. Vamos viendo la fauna de criaturas y habitantes de distintos lugares, cada cual con sus peculiaridades, en unas aventuras que combinan bien la intriga y fascinación por lo desconocido, ligeros toques de humor, y cierto fatalismo. Geralt es un tipo hosco y reservado, pero porque el mundo lo mantiene aparte como una rareza que temer, pues es un mutante con poderes. Él mismo es consciente de ello, y también lo ve en los seres mágicos que persigue: a veces son temidos sin razón y no quiere hacerles daño. El mundo es complicado y cada situación depara unas sorpresas y consecuencias distintas, pero lo que conoce se trastocará cuando se encuentra con algunas personas que logran sacar algo de humanidad de él, el bardo Jaskier y la maga Yennefer, con quienes establece una dinámica muy interesante.

Cuando el reino de Cintra cae, la joven heredera Ciri acaba huyendo por su cuenta, sorteando peligros mientras esperas que el destino que tanto mencionan se cumpla: que encuentre a Geralt, se explique su lugar en la historia y los poderes incipientes que muestra. Su odisea es menos trascendente y más irregular que la del mago. Hay escenas de huidas y matones anodinas, que no aportan nada, y parece que los autores lo saben, porque intentan realzar los peligros con sensacionalismo; el ser que es capaz de adoptar formas es puro relleno, por ejemplo. Pero algún tramo tiene más enjundia, como el del campamento que termina siendo atacado por los enemigos, lo que sirve para dar un poco de contenido y verosimilitud a la perspectiva global. Pero a la larga su viaje se estira demasiado sin concretar nada. El joven elfo no se sabe qué pinta aquí, las amazonas del bosque luminoso tampoco. Y el desarrollo emocional de la chiquilla no se mueve hacia ninguna parte, con lo que pide a gritos el encuentro y pasar a otra parte de la historia… Sin embargo, este se retrasa de mala manera hasta los minutos finales de la temporada, y entonces lo fuerzan sin tacto alguno, sin trabajarse la escena lo más mínimo. Otra de muchas decepciones.

No tarda en aparecer también el gremio de los magos. Una joven deforme llamada Yennefer es tomada por la rectora de la escuela de magos, Tissaia. Allí encontrará razones por las que vivir, un conveniente truco de magia que la vuelve hermosa, se despierta en ella una ambición desmedida, e inicia un arco de ascenso y posible caída muy interesante. ¿Adónde llegará en su viaje personal y como maga? En cierto momento se encuentra con Geralt, y su interés aumenta con una relación amorosa en tensión por ahora bien desarrollada.

La sección más fallida es la de los enemigos que atacan Cintra y persiguen a Ciri, el reino de Nilfgaard. Quedan como el mal etéreo de la fantasía más básica, gente chunga que viste de negro y no se cansa de conquistar, matar y perseguir sin tener un propósito y justificación más allá de «es que somos malos». Si quieres una intriga política de altos vuelos, no puedes tener un bando así de limitado. Los personajes que lo representan no podían ser más vulgares y aburridos. Un tipo, que no se sabe si es rey, caballero o vete tú a saber qué, está empeñado en capturar a Ciri vete tú a saber por qué. Tan poco interés despierta que he tenido que buscar su nombre: Cahir. Lo acompaña una maga que entrenó con Yennefer y se pasa al otro bando deslumbrada por el poder, Fringilla. Esta también decepciona, porque parecía que iba a tener un recorrido más trabajado y una rivalidad llamativa, pero una vez en la posición de villana se limita a ser la bruja mala de toda la vida.

El resto de secundarios no logra captar la atención. Magos, reyezuelos, pueblo llano… En Juego de tronos casi todo personaje dejaba huella, tenía características llamativas. Aquí, incluso lo más relevantes, como otros magos, destacando el que tiene un conato de romance con Yennefer, no causan impresión alguna. La única excepción es el vejete que busca los dragones, bastante agradable.

Para rematar la sensación de que las secciones están mal conectadas, a partir de cierto momento empiezas a notar que algo no encaja. Yo tuve la suerte de leer por internet que las historias están en distintos marcos temporales, pero si no, te puede chocar bastante cuando de repente reaparecen personajes muertos y ocurren cosas como si nada de lo contado hasta ahora hubiera pasado. No sé si pretendían alguna sorpresa, generar tensión o qué, pero queda fatal, ni se explica bien ni aporta nada.

¿De verdad los guionistas no fueron capaces de pensar que el tono tan diferenciado entre las distintas secciones dejaría un desequilibrio formal y de interés enorme, y que jugar con las líneas temporales era poner más trabas al espectador?

A la torpe descripción política hay que sumar la falta de esfuerzo en asentar las reglas del mundo. Más allá de que casi nunca sabemos nada del lugar y cultura donde estamos, pesa bastante que no se expliquen las capacidades de los magos. Yennefer tiene la habilidad de tele transportarse, pero para buscar el dragón se tira días ascendiendo por peligrosas montañas. Otros magos parecen ser los más poderosos del lugar, pero uno sólo sabe invocar espadas (y atacar una y otra vez como un idiota) y otra enredaderas, y con un rato haciendo eso se quedan sin fuerzas. Por extensión, la batalla final con unos cuantos hechiceros implicados es lamentable, pues sin saber qué poderes y limitaciones tienen parece un despliegue de efectos especiales absurdos hasta que el guionista decide quién gana.

En cuanto a adaptación, solo puedo hablar de lo que llevo leído, el primer libro. También presenta aciertos y fallos. El tono está bien logrado, como he explicado al describir a Geralt, pero algunas veces no hacía falta hacer cambios y aun así desaprovechan relatos con bastante gracia. El del erizo y el «Derecho de la sorpresa» me encantó en la novela, una mezcla de líos de la corte, leyes medievales aderezadas con mitología, y mucho juego del tira y afloja, mucho reto intelectual. Pero aquí acaba convertido en una pantomima de frases chorras y espadazos sin garra. La otra parte relevante, el conflicto político de Cintra y Nilfgaard, no sé qué tal lo han captado, pero no es difícil intuir que en el original tendrá un recorrido más cuidado.

El reparto no está a la altura de una serie de primera división. Parecen haberse contentado con enganchar a una estrella mediana de cine, Henry Cavill, para Geralt, conseguir una buena Ciri, Freya Allan, y al resto lo han buscado en castings de saldo, que hay que ahorrar, pues Cavill se lleva según rumores 400.000 dólares por episodio… lo que las estrellas de Juego de tronos cuando llevaban varias temporadas de aumentos de sueldo y además era un pedazo de éxito. Con estos dos han acertado. Cavill tiene carisma y pone entusiasmo en el personaje, y la joven Freya muestra un buen registro dramático que ensalza un personaje por ahora bastante limitado. Pero en los secundarios algunos salen medianamente bien parados y otros son un desastre muy llamativo.

El bardo en manos de Joey Batey resulta muy simpático, Myanna Buring tiene experiencia de sobra (The Descent -2005-, Ripper Street -2012-, Dowton Abbey -2010-…) y lo demuestra, y Anya Chalotra como Yennefer es un buen descubrimiento, es relativamente joven, sólo ha aparecido en tres series menores, y tiene bastante talento además de belleza. Pero los reyes de distintos bandos son actores mediocres. Jodhi May se dio a conocer como la hermana de la protagonista en El último mohicano (1992), pero desde entonces se quedó atascada en papeles secundarios en series que no ha visto nadie. Para la reina Calanthe nos tortura con una interpretación muy sobreactuada, parece que está siempre a punto de llorar o de cagarse encima. El islandés Björn Hlynur Haraldsson ha sido visto en Los Borgia (2011) y Fortitude (2015), pero tampoco da la talla como el rey Eist, aparte de soso, está mal caracterizado y parece estar en otra serie. Eamon Farren (la nueva Twin Peaks -2017-, unas pocas películas televisivas) como Cahir intenta poner caras de malo pero provoca risa, aunque en su defensa hay que decir que con semejante rol poco se puede hacer. Los demás secundarios con menor presencia son bastante flojos, encontrando pocas excepciones.

En el aspecto visual también hay irregularidades notorias. Sin duda ha sido una serie cara, pero quizá por el caos habitual de las primeras temporadas, más siendo una superproducción, no ha lucido como debiera.

La fotografía es muy buena, aprovecha al máximo un género muy versátil. Hay incontables planos que quitan la respiración, la naturaleza es hermosa, los interiores de distintos castillos están muy bien exprimidos… Las labores de dirección son bastante buenas, por lo general intentan huir del plano contra plano con cabeza de por medio y buscar algo más cinematográfico. De esta forma, es una obra que entra muy bien por los ojos… hasta que viene un bajón y te quedas pensando que se ha colado una escena de otra serie.

Las localizaciones en castillos reales son imponentes, pero cuando pasamos a un decorado propio el cartón piedra canta tanto que parece que estamos en Hércules (Christian Williams, 1995) y Xena (Sam Raimi, 1995). La coreografías en luchas cuerpo a cuerpo se las curran mucho y son espectaculares. En lo personal diré que, aunque por ser fantasía se puede perdonar lo rebuscadas y exageradas que son, yo hubiera preferido algo más realista, más sucio e imprevisible: hartito estoy de que los combatientes se pongan a dar vueltas mostrando la espalda a su contrincante, ¡menuda gilipollez y menudo suicidio! Pero el problema es cuando entran en juego batallas más grandes. No puedes ambicionar más de lo que tu presupuesto y tiempo permite si no quieres fastidiar las expectativas. Mucho ejército digital a lo lejos, pero en primer plano sólo ataca un puñado de soldados, y además sin planificar la escena lo más mínimo, parecen peleas de borrachos. Los efectos digitales ofrecen unos cuantos buenos monstruos, y otros que se quedan algo cortos, como los dragones. En el vestuario aprovechan también el género, deleitándonos con un repertorio muy original y variado, pero de vez en cuando aparece un actor mal elegido, mal maquillado y con ropas demasiado limpias, de forma que parece un tipo cualquiera en un carnaval medieval. La música es otro aspecto que tiene muchas posibilidades en este tipo de producción, pero lo cierto es que resulta muy parca y poco inspirada.

Con la combinación de pros y contras, The Witcher se escora peligrosamente hacia el fracaso. A pesar del atractivo de la propuesta, sobre todo si te llama el género, del carisma de Geralt y el potencial de algunos secundarios, casi todos los episodios terminan haciéndose bastante largos y dejando la sensación de desaprovechar un buen material. Si no querían tener un par de temporadas con solo Geralt de protagonista principal, al menos que hubieran separado por episodios, uno para cada sección, permitiendo así un ritmo más ágil y una duración más comedida. Esperemos que el equivocado formato elegido no lastre también las siguientes temporadas.

Ver también:
-> Temporada 1 (2019)
Temporada 2 (2021)