Archivo mensual: noviembre 2020

EL MANDALORIANO – 205 – LA JEDI

The Jedi
Guion: Jon Favreau, Dave Filoni.
Dirección: Dave Filoni.
Valoración:

Sinopsis:
Mando se encuentra con la jedi Ashoka Tano, quien lo aconseja sobre su protegido.

Resumen:
Mando llega a otro planeta, cuyo nombre importa bien poco, y se pelea con otros villanos, cuyes nombres importan bien poco. A cambio de su ayuda, Ashoka Tano le da nuevas pistas para que prosiga su viaje. Pero ayudarlo con baby-Yoda, al que Ashoka llama Grogu, no parece dispuesta, se quita el problema de encima mandándolos a otro planeta a no sé qué templo.

Análisis:
El quinto episodio, tras tantas promesas (la presencia jedi, esperadas explicaciones y avances, Michael Biehn y Rosario Dawson), ha resultado ser otro capítulo igual a todos los demás. Mando llega a un lugar, lucha porque sí en una misión suicida, sale airoso sin despeinarse, y al final le cae encima una pista vaga que lo dirige hacia otro lugar. Los autores incluyen cuatro referencias a las series Las Guerras Clon y Rebeldes y alguna escenita para vender merchandising, y tienen a todos los fans comiendo de la mano. Contenido y emoción reales poco o nada. La continuidad va tan a cuentagotas entre argumentos tan poco originales y previsibles, que en vez de engancharme me provoca cada vez mayor decepción.

Filoni y Favreau siguen manteniendo la fórmula obsoleta y simplona de las series de los años setenta y ochenta. Mientras la trilogía original bebía de grandes pilares de la literatura, el cómic y el cine y unía todo con un toque propio de genialidad y personalidad, aquí nos hemos quedado, como ya he comentado varias veces, en un cutre El equipo A (Stephen J. Cannell, Frank Lupo, 1983) con presupuesto. Han cambiado la escena episódica en que drogan a B.A. Baracus para que se suba al avión por una de baby-Yoda haciendo muecas o comiendo cosas. El resto es prácticamente igual. Algún episodio se ha salvado por ser un simpático western, pero la mayor parte son tirando a estúpidos y llenos de agujeros. El imponente aspecto visual queda muy por encima del guion.

La recreación del nuevo mundo en el que aterrizamos trae al menos algunas novedades en la ambientación. El páramo de bosques sombríos y secos combina bien con la situación del poblado local: asfixiado, agotado. Pero ahí se queda la cosa, porque la descripción política y social es la misma de siempre: los remanentes del Imperio aprovechan para imponerse, un cacique termina de aplastar a la población. El intento de dar al lugar un toque distinto falla bastante: un estilo japonés perfilado con cuatro brochazos poco imaginativos y mal dados. Pero con la excusa de que Una nueva esperanza (1977) bebía de La fortaleza escondida (1958) de Akira Kurosawa, parece que se está perdonando tan poco esfuerzo.

Con esa desgana en la escritura, la batalla final de rigor termina dando vergüenza ajena. Ashoka perdiendo el tiempo con la pseudo japonesa: dale un golpe de fuerza o asfíxiala de una vez. Las tropas pelele cayendo sin esfuerzo (vaya tela meterse en los callejones para perder toda ventaja). Y esta vez, ni los secundarios dan la talla, la líder (Diana Lee Inosanto) y el matón principal (Michael Biehn) son unos pobres clichés del género, el villano semanal a despachar, y el entusiasta recibimiento a Rosario Dawson como Ashoka es excesivo, cumple con lo justo en un personaje que por ahora no dice nada, salvo incongruencias: tenemos una importante jedi por ahí desde tiempos de la República, y no sabíamos nada de ella hasta ahora.

En el aspecto visual vuelven a superarse. A través de una dirección, fotografía e iluminación impecables, la fusión de parajes naturales y decorados nos traslada a un escenario tan sugerente como espectacular. Así podemos perdonar el primer desliz notable en el diseño artístico: la muralla de cartón piedra canta cosa mala.

Pero el dinero por toneladas y el talento del equipo técnico no son suficientes para tapar las carencias narrativas. Entre el argumento repetitivo y que en los momentos en que parece que la historia va a avanzar se atasca en ritmo y no llega a mostrar apenas movimiento ni emoción (súper previsible el giro con la bolita… y… ¡paren las rotativas, que ahora sabemos su nombre!), el relato acaba siendo bastante aburrido. A pesar de tener tan pocos capítulos, ya cansa tanta repetición de argumentos y tan poca sustancia, y los finales en que con cuatro excusas poco trabajadas retornamos al statu quo.

Y para rematar, aquí vuelven a la obsesión de apoyarse demasiado en el «fan service», la sobre exposición de referencias y guiños exclusivas para fanáticos que han seguido todo lo que se ha ido sacando basado en este universo. Mientras que a los compadres mandalorianos del protagonista los presentaron adecuadamente en La heredera (203), Ashoka Tano entra de sopetón con una trama propia muy mal expuesta… porque resulta ser continuación de las series animadas. Nada de lo que dice o hace se entiende, su historia y motivaciones no se describen, los villanos que menciona no han sido presentados… Como he señalado ya en otras ocasiones, esto parece cada vez más un anuncio que una serie. Y cuando parece una serie, deja bastante que desear.

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THE CROWN – TEMPORADA 4

Netflix | 2020
Drama, histórico | 10 ep. de 50-60 min.
Productores ejecutivos: Peter Morgan, Stephen Daldry, varios.
Intérpretes: Olivia Colman, Josh O’Connor, Emma Corrin, Tobias Menzies, Helena Bonham Carter, Gillian Anderson, Erin Doherty Marion Bailey, Emerald Fennell, Charles Edwards, Charles Dance, Richard Goulding, Angus Imrie, Stephen Boxer, Rebecca Humphries.
Valoración:

La cuarta temporada de The Crown muestra por fin la maduración que se esperaba en la serie, ha sido la más redonda y equilibrada a la hora de unir distintas historias, la más decidida en el drama y valiente en contenido, y eso que venía de la que menos lograda resultó.

Ya no veo el problema que arrastraba desde el principio su principal guionista, Peter Morgan: lo narrado en cada episodio rara vez dejaba huella en el siguiente, y en concreto había saltos muy bruscos entre el día a día de la familia real y la política. Al cambiar el foco de forma abrupta dejaba la sensación de que se generaban grandes huecos, que no se explicaba como acababa una crisis o el destino de un primer ministro antes de saltar a otra aventura independiente de la corona y generalmente de menor relevancia histórica.

Llevaba estos tres años entusiasmado por la serie pero un poco apenado por esa inestabilidad narrativa que le impide alcanzar un potencial mayor. Me preguntaba si tenía sentido echar vistazos fuera del palacio para que al final no desarrollaran esas historias a fondo. La gran calidad de los episodios en sí mismos, indistintamente de donde pusieran el objetivo, disimulaba bastante esta carencia, pero es innegable que ha pesado más de la cuenta.

En esta etapa, que abarca los años ochenta, la cohesión entre historias y perspectivas es impecable. Lo que ocurre en un capítulo influye y se siente en el siguiente. Los problemas del gobierno y la crisis económica de cada momento se desarrollan de forma que se entiende todo muy bien, no sólo porque no se deja nada a medias, sino porque se le dedica más tiempo y a la vez se forja una unión más natural con la corona. Ninguna sección se impone a la otra, cuando una debe pasar a primer plano lo hace pero sin provocar la sensación de que hemos dejado atrás otras cosas.

La primera ministra actual, Margaret Thatcher, tiene más presencia en lo personal, conocemos bastante de su vida y familia, nos exponen sus motivaciones e ideales, entendiendo así como se embarcó en una carrera política tan polémica. Los roces con la reina no se limitan a escenas sueltas, sino que se construye paulatinamente una relación cuasi simbiótica: el destino del país depende en gran medida de la fortaleza y del entendimiento entre ambas.

Los conflictos entre miembros de la familia real se materializan con mayor dedicación, la evolución de cada rol está más trabajada a largo plazo. Por ejemplo, anteriormente Margaret entraba y salía del relato caóticamente, de manera que incluso podías perder el hilo sobre su vida, pero ahora está siempre presente. Aunque sea con un diálogo o un gesto en historias donde es casi una extra, se va detallando su caída hacia el abismo: la soledad, las fiestas y las drogas van marcando su personalidad hasta que la enfermedad física y psicológica (depresión) hacen acto de presencia.

Pero este es el año de Anne, Charles y sobre todo Diana. Estos dos últimos copan tanto protagonismo que casi dejan a la reina Elizabeth como secundaria. Sin embargo, como cabeza de familia tiene todavía mucho que decir, marcando el ritmo en la vida de todos, y en política ha crecido bastante, siendo capaz de plantar cara a Thatcher. La tormenta de Diana Spencer arrastra a la familia real hacia nuevos escándalos que intentan tapar como bien pueden. Todavía no explotan, eso en la próxima temporada, cuando traten los años 90, pero la tensión y degradación se siente en cada momento.

La tragedia que rodea a Diana es de altos vuelos. El clásico cuento de la princesa rota, pero hecho realidad con toda su crueldad. La joven y sus ilusiones chocan con un mundo de apariencias, de frialdad y sentimientos escondidos, de secretos que se tapan con más secretos. Morgan no se anda con rodeos y muestra el viaje al infierno de Diana con todo detalle. Del éxtasis de vivir un sueño a la depresión y la bulimia.

Pero la familia real también sufre las consecuencias de sus propios actos. Charles es infeliz y mantiene a su amante, Camilla. El matrimonio de Anne se resquebraja también. Pero la corona, su apariencia de infalible, está por encima de los deseos personales, las relaciones se supeditan a ella. Y actos atroces como la ocultación de las primas retrasadas mentales (durísimo el episodio) lo ejemplifican muy bien. Los que saben, callan, los que lo descubren… deben callar también, porque forman parte del juego.

Aquí entramos en el otro aspecto donde Morgan está sintiéndose más cómodo: es más contundente a la hora de mostrar los hechos, rozando la crítica, pero sin pecar de manipulador. En los primeros pasos de la serie dio la sensación de ir con demasiado cuidado, resultando una visión un tanto conservadora. Paulatinamente le fue cogiendo el tono a cierto humor negro que ironizaba con el sentido de la monarquía y sus aspectos oscuros. Pero ahora se lo ve muy decidido en mostrar sin ambages los males de esta y de la política, en destapar los secretos todavía no muy conocidos por el gran público o darle nueva vida a trapos sucios que se estaban olvidando. Y todo ello sin mostrar parcialidad, sin que parezca el juicio personal del autor, sino que los propios personajes ven sus fallos y sufrimientos y los de otros, y los eventos históricos se muestran con toda su crudeza pero sin dirigirte hacia una opinión, ya la sacarás tú según tu forma de ser y tu conocimiento de los hechos. La reconversión del país hacia un neoliberalismo extremo y la guerra de las Maldivas generaron varias tormentas políticas, crisis sociales y económicas de sobras conocidas y analizadas, una serie histórica no es lugar para emitir otro juicio más. Y Margaret Thatcher se muestra como una persona antes que como una política supuestamente despiadada o equivocada.

Por supuesto, habrá quien quiera buscarles las cosquillas, pero a pesar de la temática y la cercanía temporal, sorprendentemente no hay polémica alguna, prácticamente no se ven voces discrepantes. En fidelidad histórica sin duda hay numerosos cambios menores justificados por necesidades narrativas, como cambiar levemente la forma y el lugar en que se encuentran o conocen algunos personajes. En lo importante, el retrato de las personas y los hechos, no parece haber quejas incluso sobre las partes donde Morgan especula más porque no hay datos que confirmen una cosa u otra, como el cuándo conoció la familia real las aventuras de Charles y la bulimia de Diana, qué motivó al intruso que se coló en la habitación de la reina, que Margaret hallara a las primas ocultas antes que la prensa… Lo único que se le puede reprochar es que, para haber empezado fuerte con el IRA, con el atentado que acabó con Lord Mountbatten y otros miembros de su familia, Morgan no vuelve acercarse a ese conflicto que marcó durante décadas a Reino Unido, pero claro, se puede decir que una vez deja de tocar de cerca a la familia real no hay necesidad de abarcar todas las historias vividas en el país.

Los actores principales ya consagrados, Olivia Colman, Tobias Menzies y Helena Bonham Carter a la cabeza, siguen estando estupendos. Las buenas formas que apuntaban las nuevas elecciones se materializan mucho mejor de lo esperado. Erin Doherty como la princesa Anne está muy bien, pero Josh O’Connor como Charles ofrece un papel memorable, no ya por la transformación en la figura real, donde el increíble parecido hace mucho, sino por su intensidad dramática a base de silencios y gestos contenidos. La incorporación de Gillian Anderson también es imponente, se mimetiza de maravilla en Margaret Thatcher. Pero incluso ante tanto talento, la joven elegida para encarnar a Diana arrasa de forma incontestable. Emma Corrin, apenas empezando su carrera, no sólo se parece también mucho a la Diana real, sino que nos regala un torrente interpretativo colosal: de la inicial sensualidad, encanto y gracia… a un cambio de registro brutal cuando las tragedias rompen su idilio y va cayendo hacia infierno.

El acabado visual es deslumbrante desde el primer episodio y continúa manteniendo un nivel con el que pocas series, y también películas, rivalizan. Sigue asombrando su capacidad para pasar de la grandilocuencia al intimismo de un plano a otro con una hipnótica elegancia. Las conversaciones en los salones del palacio combinan la magnificencia hortera con miradas y silencios sutiles, un trabajo exigente para unos directores que cumplen con nota. Y cuando saltamos a los grandes viajes por el mundo encontramos localizaciones espectaculares, aunque en muchos casos no sean las reales: las partes de Australia se rodaron en Málaga y Almería. La banda sonora definitivamente ha ganado con el cambio de compositor el año pasado. Martin Phipp, inglés veterano en el género, se ha adueñado del todo del aspecto musical de la serie, ofreciendo una partitura más adaptada en estilo y en registro dramático, un clasicismo sinfónico más versátil y elegante que la pseudo sinfonía electrónica de Rupert-Gregson Williams y Lorne Balfe, bastante efectiva pero más limitada. Hay mayor variedad temática, con motivos para distintos personajes, algunos de gran belleza, y que evolucionan gradualmente.

Morgan ya ha confirmado varias veces que acabará con seis temporadas, y las dos últimas volverán a contar con un cambio de reparto para adecuarse de nuevo a las edades.

Ver también:
Temporada 1 (2016)
Temporada 2 (2017)
Temporada 3 (2019)
-> Temporada 4 (2020)
Temporada 5 (2022)
Temporada 6 (2023)

EL MANDALORIANO – 204 – EL ASEDIO


The Siege
Guion: Jon Favreau.
Dirección: Carl Weathers.
Valoración:

Sinopsis:
Mando pasa por Nevarro para hacer reparaciones. Pero sus amigos Cara Dune y Greef Karga le piden a cambio sus servicios para destruir una base imperial.

Resumen:
Cara Dune, Greef Karga, Mythrol y Mando asaltan improvisadamente una base imperial para terminar de liberar Nevarro. Allí encuentran bastante resistencia y unos experimentos extraños ligados al protegido de Mando. Salen airosos por los pelos, y con la prueba de que Moff Gideon sigue vivo y tras la pista del niño.

Análisis:
La heredera (203) prometía que la serie se encarrilaría por fin, pero de nuevo tenemos un bajón enorme que lamentar. Un episodio que roza el despropósito, escrito a brochazos, con agujeros cuando no estupideces por todos lados, y algo mejorable en la dirección. En un primer visionado engaña un poco por el nivel de producción y el ritmo ágil, pero en sucesivos, los problemas se hacen demasiado evidentes y llega a provocar vergüenza ajena.

Mando aterriza en Nevarro con un propósito, y no tarda nada en meterse en otra misión suicida. Descansar, supervisar las reparaciones de la nave, cuidar del crío… pasa de todo para ir de nuevo a la acción. Y esta misión no está tan cuidada como la anterior. Parece mentira que Jon Favreau haya escrito ambos relatos, la diferencia en el desarrollo, la credibilidad y el detalle es abismal.

Están Mando, Greef, Cara y Mythrol hablando de atacar la base Imperial, y Mando pregunta cuál es el plan… pero en vez de exponerlo, analizarlo, tantear distintas opciones… saltamos a cuando están llegando al destino, y es entonces cuando empiezan a pensar a qué se enfrentan y qué podrían hacer. Pero no queda ahí la cosa, porque improvisan todo sobre la marcha. Ni siquiera dedican no ya un par de días, sino aunque sea un rato a realizar una vigilancia, buscar puntos débiles, averiguar cuál es la guarnición… Así se sorprenden de que haya más resistencia de la esperada, no ven los cazas… aunque lo mismo no hubiera importado, porque ven las motos y la tanqueta, elementos que podrían complicarles la huida, y no los sabotean. Es todo rematadamente ridículo, esta gente tan incompetente no pueden ser mercenarios expertos en supervivencia. Pero los imperiales no son más listos. Una base tan importante, ¡y no tienen vigilancia del perímetro!

Y las inconsistencias siguen acumulándose. Los soldados en moto son tan penosos que se chocan y se matan entre ellos sin más. La tanqueta está cayendo de morro pero llega de plano. Y no sé qué demonios pretenden con ella. Parece que esperan llegar al pueblo y mágicamente librarse de los persecutores, cuando lo que supone en realidad es llevar destrucción y muerte a los civiles. Pero está claro que Favreau ni se ha planteado un destino, desde el principio la idea es que aparezca Mando con la nave para salvar el día; de hecho, justo tras aparecer este llegan al asentamiento, y se bajan ahí ante las casas y gentes que han estado a punto de exterminar por su culpa. Tampoco hay motivo alguno por el que de repente baby-Yoda pudiera estar en peligro, Mando se va simplemente porque el guionista quiere que reaparezca como refuerzo. Es más, el plan más lógico tendría que haber sido que uno se quedara en la nave en las cercanías, y cuando el factor sorpresa se rompiera, arrasar y huir con ella sin más problemas.

En cuanto a personajes secundarios, Greef Carga, Cara Dune y Mythrol tampoco convencen, a pesar de ser roles recurrentes hay otros que con una o dos apariciones han dejado mejor recuerdo. Greef pasa sin pena ni gloria, parece el comodín para explicar cosas, pero no termina de mostrar una personalidad concreta. Cabe preguntarse a qué viene la introducción de Cara repartiendo estopa, como si no supiéramos desde la primera temporada de lo que es capaz, amén de que si nos dicen que Nevarro ha sido liberado y está tranquilo, ¿qué hacen todavía esos saqueadores ahí? Mythrol me cayó muy bien en el episodio piloto, pero aquí resulta un personajillo cómico muy pasado de rosca: sus muecas y ruiditos, sus correteos torpes por los pasillos mientras vuelan los blásters, dan lástima. El chiste de baby-Yoda con los cables es estúpido y demasiado largo, y además, lo tenemos otra vez más jugando con la dichosa la comida en unas escenitas penosas. Lo único a rescatar es la reaparición del simpático piloto de la Alianza y su conversación con Cara, que ofrece posibilidades interesantes.

Cuando por fin llega un tímido avance en la trama, el descubrimiento de los experimentos, poco interés pueden despertar, primero, por el flojo envoltorio, segundo, porque era algo que se intuía y sólo se confirma, no hay ningún avance real. Y termina de venirse todo abajo en el final en plan serial setentero: el villano (Moff Gideon) resucitado y su amenaza vaga por el futuro, con mirada inquietante y musiquita chunga. Qué escena más infantil y cutre.

Los efectos especiales son magníficos, como es habitual, pero esta vez sí se notan algunas pantallas de fondo y en la persecución falta algo de nitidez, como si los fondos estuvieran borrosos para evitar que se viera la falta de integración. Nada grave, ojo. No es como para sacarte de la persecución (de eso se encarga el guion), solo se deja ver si vas buscando imperfecciones.

Pero la dirección sí es claramente mejorable. No es la primera vez que Carl Weathers se pone tras la cámara, pero siempre ha sido en series muy menores, y esta superproducción le ha quedado un poco grande. De la versatilidad y solidez del episodio anterior pasamos a uno un poco tosco, con recursos repetitivos y falta de visión del escenario, y para rematar, se les ha colado un gazapo muy cantoso, con un miembro del equipo asomando por un pasillo. Vemos tiros y carreras atropelladas sin que quede muy claro qué pasa, sin sensación de peligro. El cambio de tono (de la base a la persecución) levanta momentáneamente el interés, pero tampoco da mucho de sí. Los malos no aciertan una, los buenos parecían tontos pero ahora son muy hábiles. Y como el guion se cae a cachos, nada parece tener sentido.

Que los fanáticos anden diciendo que es un episodio redondo y que muestra gandes avances en la trama se me escapa. Algunos se ponen el listón bajísimo y se auto engañan a lo grande. Y como comenté en la primera temporada, esto es un gran problema, porque los productores de la saga podrían asumir que han dado en el clavo y repetir esta pobre fórmula en las siguientes series y películas…

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EL MANDALORIANO – 203 – LA HEREDERA


The Heiress
Guion: Jon Favreau.
Dirección: Bryce Dallas Howard.
Valoración:

Sinopsis:
Las pistas llevan ante unos mandalorinaos, pero las cosas no salen del todo como Mando esperaba, y acaba enfrentado contra el Imperio.

Resumen:
En la luna de Trask, los rumores de mandalorianos dirigen a Mando hasta un pescador que se ofrece a llevarlo ante ellos… pero en realidad es una trampa para robarle la armadura de beskar. Sin embargo, tres mandalorianos acuden a su rescate. Mando duda de ellos, pues no siguen sus férreas costumbres, pero al final acepta que son de su pueblo. Su líder, Bo-Katan, dice ser de una familia prominente, heredera de Mandalore, y lucha por recuperar su planeta y su liderazgo.

A cambio de su ayuda le instan a asaltar un convoy de armas del Imperio, para frenar su alcance y usarlas en su rebelión. Pese a sus dudas, Mando accede. Tras el trabajo, le hablan de una supuesta Jedi, Ahsoka Tano, escondida en el planeta Corvus.

Mejores frases:
-Capitán Imperial: ¿Cuántos son?
-Soldado: No estoy seguro. Al menos una docena.
-Oficial: Señor, sólo hay cuatro señales de vida.

-Oficial: Los hemos atrapado, señor.
-Capitán: ¿Dónde?
-En el control del área de carga.
-¿¡Dónde!?

Análisis:
Por fin tenemos un capítulo más centrado en la trama global. Lo cierto es que la premisa es la misma, ayudar a unos residentes del nuevo destino en su particular lucha por la supervivencia, para a cambio obtener una pista más. Pero al haber un contenido más relevante y cuidar más la misión, no se nota tan repetitivo y encorsetado, cada situación aporta novedades o al menos solidez suficiente por sí misma como para esquivar bastante la sensación de ser lo mismo de siempre.

También hay momentos muy predecibles que, aunque simpáticos, hacer rechinar un poco los dientes, como el proceso de rechazo y aceptación de Mando hacia los nuevos mandalorianos. Sabemos de sobras que va a aceptar, así que dejaos de rodeos tan simples y vistos, cuidad un poco más el guion, de forma que en la propia conversación vayan entendiéndose, y ya está, no hay que alargar si no tienes razones concretas para hacerlo. Estos deslices no son casos graves y se perdonan bastante, pero aun así siguen manteniendo la sensación de falta de esfuerzo por parte de los autores por apartarse de argumentos y recursos demasiado básicos y vistos.

Me molesta más la obligada exposición de baby-Yoda, quien hace muchos capítulos ya que no aporta misterio o emotividad, sólo el momento cursi-graciosete a modo de anuncio de peluches. Otra vez lo tenemos jugando con la comida. Qué poco original. Y por si no fuera poco, los guionistas se contradicen a sí mismos otra vez con el mensaje de respetar las distintas formas de vida: el niño aprende la lección en una escena, con la cría de la pareja de ranas, pero en la siguiente se come un pulpo y se supone que debe ser gracioso. ¿Es que hay varias manos escribiendo sin repasar el resultado final?

Pero en líneas generales el nuevo reto al que se enfrenta Mando está bastante bien tanto en concepción como en ejecución. Al principio consigue mantener cierta intriga sobre si hallará lo que busca en un universo tan caótico y que parece predispuesto en su contra. El encuentro con los mandalorianos aporta unas pocas dosis de información sobre el mundo que rodea al protagonista, enriqueciendo sus motivaciones y su viaje: la lucha por Mandalore, distintos puntos de vista sobre su cultura, insinuaciones sobre que los Jedi siguen existiendo… Pasado el innecesario receso de choque con estos, entramos rápidamente en acción. Y el asalto a la nave del Imperio es magnífico.

Tenemos una batalla muy completa, con escenarios diversos, todos emocionantes. El Imperio muestra sus dos caras, la de los soldados incompetentes, con chiste incluido (ver «Mejores frases»), y la de los oficiales temibles. El capitán apenas tiene diálogos, pero las miradas de un secundario mítico como Titus Welliver (Hijos de la anarquía -2008-, Bosch -2014-, por citar sólo un par entre cientos) bastan para explicar como viven el ataque desde la cabina.

La relación con el universo La guerra de las galaxias se siente más orgánica. No aprecen de sopetón cosas de otras obras sin explicar nada. Bo Katan (Katee Sackhoff) y Ahsoka Tano son introducidas adecuadamente. Así, quien venga de las series de animación Las guerras clon y Rebeldes disfrutará viendo una extensión, y quien no, no se tirará de los pelos porque El mandaloriano vuelva a mostrar cosas que no se pueden entender en la propia serie, e incluso puede desperar el interés por ver aquellas.

El despliegue técnico vuelve a ser abrumador. Nuevos decorados, vestuario y alienígenas muy elaborados nos ofrecen otro entorno muy característico y con detalles geniales: atención al patrón del puerto y sus gestos de resignación.

En dirección es de los más redondos. Bryce Dallas Howard se ve más resuelta que en Santuario (104). Cada paso de la batalla tiene un ritmo y energía distinto. Es decir, el cuidado en la planificación de cada situación, el manejo de la cámara (más menos firme o agitada), y el trabajo de edición son admirables. Es capaz de pasar del frenesí de los pasillos a un primer plano de un personaje y lograr que se mantenga la intensidad, porque cada mirada, respiración y pausa forman parte de la acción. En resumen, se siente el caos y el peligro de la lucha mejor que en otros episodios, donde parecen un mero trámite o directamente poco creíbles (Santuario, El pecado -103-, Redención -108-).

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EL MANDALORIANO – 202 – LA PASAJERA


The Passenger
Guion: Jon Favreau.
Dirección: Peyton Reed.
Valoración:

Sinopsis:
A cambio de pistas, Mando se compromete a llevar a una pasajera. Por el camino enfrentan inesperados peligros.

Resumen:
La mecánica Peli Motto encuentra una pista para Mando, pero a cambio de la información deberá llevar una pasajera, una especie de anfibio y sus huevos, hasta su destino para que su marido los fecunde. Se supone que este conoce el paradero de algún mandaloriano.

Por el camino, unos cazas de la Nueva República requieren la identificación de la nave de Mando, la Razor Crest, y con ello descubren a este como el asaltante de una nave prisión. En la huída acaban estrellados en un planeta de hielo. Unas criaturas con forma de araña están a punto de comérselos, pero los pilotos llegan a tiempo para salvarlos, y dejan a Mando irse porque en el asalto protegió a los oficiales de la República y atrapó varios criminales.

Mando, su protegido y la pasajera continúan su viaje con la Razor Crest medio destrozada.

Notas:
-Bajo el disfraz de la mujer rana, una mezcla de maquillaje y animatronic, se encuentra Misty Rosas. También ha trascendido que se encargó de Kruiil en la primera temporada.
-El segundo piloto está encarnado por el guionista Dave Filoni, repitiendo el papel de El prisionero (106).

Análisis:
Estamos ante otro episodio de relleno bastante ameno aunque poco imaginativo: se ve con agrado pero al instante se empieza a olvidar. Que los autores no pretendan una historia compleja me vale, esto es aventuras, pero de nuevo da la impresión de que ambicionan muy poco teniendo tantos recursos a nivel de producción y un universo tan lleno de posibilidades.

La señora rana es entrañable, y el choque cultural con Mando, acostumbrado a tratar con delincuentes, muy divertido. El acabo visual sigue sorprendiendo, las cuevas y las criaturas son espectaculares, sobre todo en interacción: no se nota el ordenador ni pantallas de fondo, los decorados son hiperrealistas, y hay momentos increíbles, como el hielo translúcido. Y la experiencia de Peyton Reed en superproducciones (Ant-Man 1 y 2 -2015, 2018-) ofrece una dirección impecable y un ritmo endiablado.

Pero tenemos que contar también algunos deslices notables. Hay un chiste recurrente bastante chocante. El intento de hacer gracia con baby-Yoda comiéndose los huevos de la última camada de la pobre rana está muy mal enfocado: ¡que se está comiendo a sus hijos, va a extinguir su linaje! Así, parece que los guionistas intentan reírse de un pequeño genocidio, mientras a la vez, en muchos capítulos te cuelan mensajes de respetar a los seres vivientes. Resulta incongruente, cutre, inquietante. No entiendo una escena de relleno: el prólogo con los asaltantes no aporta absolutamente nada. Y Mando, por comportamiento, vuelve a parecer más idiota que el cazarrecompensas competente que quieren describir los guionistas: se queda pasmado mirando cientos de arañas potencialmente peligrosas, y en la puerta de la cabina tarda un montón en acordarse de usar el lanzallamas.

Parece que esta vez los autores han intentado aportar algo distinto a la premisa de llegar a un poblado, ayudar gente, y saltar al pueblo siguiente… pero lo cierto es que en el fondo es lo mismo, y empieza a ser mosqueante. Siguen una fórmula narrativa que detesto y se usa mucho desde el año 2000 (culpa de El Señor de los AnillosPeter Jackson, 2001- y Piratas del CaribeGore Verbinski, 2003- especialmente), sobre todo en fantasía y acción, una fórmula que precisamente por su abuso hundió el Episodio IX – El ascenso de Skywalker en la mediocridad. En esta serie, Mando va por ahí teniendo aventuras poco o nada justificadas por el argumento central, y pequeños pedacitos de este hacen acto de aparición de vez en cuando, cayéndole encima una pista o una solución muchas veces no por esfuerzo, sino porque los escritores creen que ya toca, una pista que también más de veces de la cuenta da la sensación de ser menos una parte de una trama más elaborada que otra simple excusa para tratar de poner interés en el siguiente escenario.

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EL MANDALORIANO – 201 – EL MARSHAL

The Marshal
Guion: Jon Favreau.
Dirección: Jon Favreau.
Valoración:

Sinopsis:
Pasando por Tatooine en la búsqueda de mandalorianos que puedan indicarle de dónde proviene el niño que protege, Mando acaba luchando por un poblado que sufre las envestidas de una peligrosa criatura.

Resumen:
Indagando por los bajos fondos, Mando encuentra pistas de un posible mandaloriano en Tatooine. Allí, la mecánica Peli Motto le indica el pueblo donde podría estar, un asentamiento minero perdido en medio del desierto. Encuentra su objetivo, pero resulta ser un simple marshal vestido con armadura mandaloriana. A cambio de que se la entregue le pide ayuda para acabar con un dragón krayt que acosa al pueblo. En la lucha mando consigue que trabajen juntos los mineros y los Moradores de las arenas, eternos enemigos.

Mejores frases:
-Mando: Vive en una fosa de sarlacc abandonada.
-Marshal: Llevo en Tatooine toda mi vida. No hay fosas de sarlaccs abandonadas.
-Las hay si te comes al sarlacc.

-Marshal: ¿Y esos huesos?
-Mando: Ese es el dragón krayt.
-¿Y esas piedras?
-Somos nosotros.
-No está a escala.
-Ya lo creo que sí.

Notas:
-Gazapo: Cuanto el camarero huye en el primer temblor, la puerta se abre antes de que pulse el botón.

Análisis:
Entramos en la segunda temporada de El mandaloriano con un correcto episodio de relleno, recuperando las formas clásicas pero efectivas y prometedoras del primer capítulo de la serie. Los autores, con Jon Favreau y David Filoni a la cabeza, van sobre seguro a las bases del género, el western en clave de fantasía y aventuras, reforzando el contenido con personajes carismáticos, diálogos ingeniosos, conflictos que apelan a intereses básicos de la humanidad (lucha por la supervivencia, egoísmo contra trabajo en equipo, dejar atrás las diferencias…) y buenas dosis de acción, todo ello realzado por un acabado visual arrollador.

La introducción que pone en marcha la historia tiene una pelea un poco metida con calzador, pero qué más da, es emocionante y divertida, y la escena de la farola un buen remate. El viaje por el desierto parece una transición innecesaria, pero hábilmente los guionistas incluyen una breve escena de Mando socializando con los Moradores de las arenas, crucial para justificar bien sus encuentros posteriores.

Entrando en materia, la aparición del marshal del maltrecho asentamiento minero levanta el interés instantáneamente. Sin saber qué actores secundarios aparecerían, me bastó su pose en la puerta para decir «Ese… ¡es Timothy Olyphant!». Y es que entre Deadwood (2004) y Justified (2010) se ha labrado la reputación de John Wayne moderno, el western televisivo es propiedad suya por méritos propios: carisma, andares, y esas dos series tan notables que han mantenido vivo el género. Aquí está como en ellas, desbordando personalidad, robando cada escena. Y además tenemos una carambola muy curiosa: tras el maquillaje del camarero de la cantina está W. Earl Brown, también de Deadwood.

Con el asombroso nivel visual se termina de dar forma una aventura muy amena y espectacular. Los numerosos planos del desierto quitan la respiración, el sonido, el vestuario, decorados y atrezo es un derroche enorme de recursos humanos, de talento y de dinero aun contando con que habrán usado restos de las películas. El propio Favreau dirige un capítulo que luce mejor que muchas superproducciones de cine. Y Ludwig Goransson se mantiene al frente de la banda sonora con un trabajo muy versátil y llamativo.

Pero de nuevo hay que hablar de expectativas. Que en una serie tan ambiciosa en lo visual y en un universo tan rico en posibilidades apunten tan bajo tanto en las historias como la plasmación de estas en el guion es un tanto desalentador. Que empecemos la segunda temporada con un refrito de historias de la primera, más aún contando con tan pocos episodios realizados, ya entra en el rango de la decepción. Volvemos a tener la premisa a lo El equipo A (Stephen J. Cannell, Frank Lupo, 1983), combinando El niño (102) y Santuario (104) sin salirse un ápice del mismo concepto, los mismos escenarios, las mismas situaciones, y los mismos desenlaces. Eso sí, han arreglado aquel fallo ridículo de Santuario: ponen una buena una excusa que imposibilita el uso la nave para atacar al dragón.

En cuanto se inicia cada tramo del episodio se ve venir la conclusión y la transición al siguiente, y en el caso del tercer acto, el desenlace. Esto ya es muy grave, intuyes de lejos cada movimiento de la batalla, cada fallo y nueva estrategia. Así, a pesar de tanto efecto especial alucinante y la simpatía de los personajes, acabé desconectando en la parte final.

También tenemos el problema de vivir demasiado de la referencia y el momento obligado. No pueden faltar los planos graciosetes a baby-Yoda, para vender unos cuantos millones más de peluches y funkos, más el festín más o menos forzado de guiños a los más fanáticos, los que parecen ver y alabar el capítulo no por la calidad de sus historias, sino para demostrar cuánto saben, buscando las migajas que los autores van dejando en esta producción cada vez más cercana a la mercadotecnia descarada que a serie con personalidad propia.

Donde en principio había referencias bien incluidas (R5, el androide casi comprado por Luke en el Episodio IV – Una nueva esperanza, la moto del marshal que parece construida con un motor de la vaina de carreras de Anakin), en las últimas escenas se convierte en un desfile de situaciones que sólo se puedes entender si has consumido todo el merchandising con el que han ido saturando el mercado a lo largo de los años (incluyendo el que Disney, en sus delirios cambiantes, ha dejado de contar como canon). El dragón krayt y su perla aparecen mucho en el Universo Expandido (novelas, cómics, juegos), el marshal no tiene nombre aquí, pero resulta ser Cobb Vanth, protagonista de algunas novelas.

El tema de la armadura de Boba Fett y finalmente la aparición esporádica de este (interpretado de nuevo por Temuera Morrison) observando desde lejos tampoco me convence, es otro caso de esos en que los personajes no parecen quedarse realmente muertos nunca. Quizá se podría perdonar porque molaba mucho y tiene relación con la serie, pero es que esta trampa ya la han hecho demasiado. Veremos cómo tratan su presencia antes de emitir juicio.

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DOWNTON ABBEY – LA PELÍCULA

Estrenada en cines | 2019
Drama | 1 ep. de 122 min.
Guion: Julian Fellowes.
Dirección: Michael Engler.
Intérpretes: Hugh Bonneville, Laura Carmichel, Brendan Coyle, Michelle Dockery, Joanne Froggatt, Robb James-Collier, Elizabeth McGovern, Maggie Smith, Allen Leech, Jim Carter, Phyllis Logan, Sophie McShera, Lesley Nicol, Penelope Wilton, Kevin Doyle, Raquel Cassidy, Michael Fox, Imelda Staunton, Mark Addy, Douglas Reith, Kate Phillips, Tuppence Middleton.
Valoración:

En la última temporada de Downton Abbey, Julian Fellowes consiguió superar la caída creciente de calidad e interés que venían arrastrando las anteriores, cerrar bien algunas historias y eludir algunos fallos recurrentes. Pero en el especial de Navidad, el habitual episodio extra de dos horas a modo de colofón con una historia central nueva mientras termina de cerrar las pendientes, perdió mucho gas, mostró demasiada cobardía a la hora de ejecutar el paso final que necesitaban muchos personajes. Aun así, consideré que la última etapa en conjunto dejaba bastante buen sabor de boca…

Pero la falta de riesgo me llevó a encarar esta extensión con temor, de hecho, he tardado un año en verla. Lo habitual cuando una serie salta al cine es tirar de fuegos artificiales y sensacionalismo, intentar abarcar a más publico que a tus fieles saliéndote del tono original, y estrellarse en el proceso. Fellowes se queda un poco en tierra de nadie, tiene tanto fallos como aciertos en un conjunto ameno pero incapaz de dejar huella, de librarse de la sensación de que no era necesario otro episodio.

El guionista persigue una historia central exagerada que no consigue encajar ni rematar bien. La falta de un tema central sólido se nota bastante en el ritmo y el interés, y más cuando se pierde en los momentos más pasados de rosca e injustificados, pero gracias a la diversidad de aventuras secundarias que van desarrollando a los protagonistas no llega a resultar un desastre. Sin embargo, estas tampoco son deslumbrantes, ningún personaje tiene vivencias que permitan recordarlas con agradado.

En 1927, la visita del rey George V, la reina Mary de Tek y la consecuente comitiva (dejemos de lado la cuestión de qué hacen pasándose por una casa de lores menores de campo) pone patas arriba la hacienda de Downton Abbey y el pueblo vecino. Todos se vuelven locos con tan insigne evento y quieren ser partícipes en él.

La mejor parte es la de los criados. El estirado servicio del rey trata de imponer sus formas, y el ya perfectamente cohesionado grupo de la mansión no se deja, generándose unas peleas y unas intrigas muy divertidas. Prácticamente cada personaje aporta su granito de arena, salvo Anna y Mr Bates, que no hacen nada llamativo. Fellowes dio tal carpetazo a su arco tras las quejas del público que parece no atreverse a dirigirlos hacia ninguna dirección nueva. Pero que el resto muestren más vitalidad no significa que resulten apasionantes. Nos tienen muy entretenidos con aventuras mil, pero ninguna aporta trascendencia y emoción suficientes como para resultar recordables. Y hay momentos en el sentido contrario: el desgaste en la imaginación de Fellowes se nota en como remarca algunas historias y diálogos más de la cuenta, sobre todo en la sección de Daisy. La joven llega a la cumbre de su trayectoria de maduración y educación, y empieza por fin a tomar sus propias decisiones, a luchar por seguir su camino… pero leñes, es evidente, no hace falta en cada escena en que aparezca diga y repita lo que está haciendo y que es feliz.

La parte de los nobles queda muy desdibujada. Fellowes sigue acobardado, intentando no realizar cambios bruscos en unos personajes y un tipo de sociedad de los que está enamorado. No hay nuevas tendencias sociales y políticas que tan enriquecedores resultaron en los primeros años de la serie, el relevo generacional nunca llega a materializarse (Lady Mary sigue infrautilizada), ni siquiera en el lado romántico tenemos algo emocionante. Y cuando por fin parece que va a mover ficha, lo hace rematadamente mal: un personaje dice que está enfermo y morirá, pero esto no causa impacto alguno en el resto, y después de esa gran revelación su historia no se mueve del rango habitual. Es decir, no lleva a nada, es un intento de cumplir con lo que se espera pero sin cambiar lo más mínimo el statu quo.

Sorprendentemente, con Thomas Barrow sí da tímidos pasos después de años mareando la perdiz sin atreverse a entrar a fondo en su homosexualidad. El mayordomo más torturado, al conocer el ambiente oculto lleno de gente como él, empieza por fin a sentirse normal e integrado. Pero no puedo evitar pensar que esto tenía que haber ocurrido hace varias temporadas y ahora estar más avanzados con su vida.

La sección que peor parada sale es la de Tom Branson. El pseudo complot para asesinar al rey, el choque entre revolucionarios irlandeses y conservadores ingleses, resulta tan forzado, maniqueo, e incluso mal ejecutado en la puesta en escena (qué cutre la peleilla final), que da bastante vergüenza ajena. Que Fellowes es muy conservador está claro, pero que el único personaje que tiene escorado hacia la izquierda y que puede dar juego a la hora de motrar los cambios políticos lo desaproveche así, apena bastante.

La visita del rey al final no tiene una trama propia, aparte de la intriga criminal paralela, era la excusa, el macguffin, el hilo conductor, como han sido todas las visitas y cenas de nobles. Así que lo adecuado hubiera sido que Fellowes no le diera tanta importancia, que no lo anunciara como un gran evento, para que no lleguemos al tramo final de la cinta esperando que pase algo alrededor de estos personajes. Esto agrava la sensación de que no hay nada que se quede en el recuerdo.

El acabado de la serie siempre ha sido cinematográfico, con una fotografía muy trabajada, llena de planos muy abiertos y trávelings muy cuidados que exprimen de maravilla el lujoso escenario y el magnífico vestuario. La única diferencia es que ahora han aprovechado la gran pantalla para rodar en panorámico (2.39).

En el lado monetario ha sido un éxito rotundo. Los productores fueron conscientes de que el alcance potencial del salto al cine es difícil de prever, pues aunque haya sido la serie más vista en Reino Unido en la última década y tuviera bastante fama en Europa y en Australia, nada garantiza que todos sus seguidores vayan a ir al cine ni que atrajera sin más a nuevos espectadores, así que se rodó con unos ajustados 13 millones de dólares. Pero el público respondió con un entusiasmo que supera toda expectativa, acaparando unos asombrosos 195 millones. Por comparar, Serenity (Joss Whedon, 2005), la película de Firefly (ídem, 2002), con un fandom enorme y gran expectación, sólo hizo 40 millones, y aunque en el mercado doméstico (bluray, derechos de televisión y streaming) recuperaría la inversión con creces, eso mismo en el caso de Downton Abbey supone que las arcas de las numerosas productoras pequeñas implicadas engordarán aún más. Así que es muy probable que veamos más entregas.

Ver también:
Temporada 1 (2010)
Temporada 2 (2011)
Temporada 3 (2012)
Temporada 4 (2013)
Temporada 5 (2014)
Temporada 6 y final (2015)
-> La película (2019)