The Jedi Guion: Jon Favreau, Dave Filoni. Dirección: Dave Filoni. Valoración: |
Sinopsis:
Mando se encuentra con la jedi Ashoka Tano, quien lo aconseja sobre su protegido.
Resumen:
Mando llega a otro planeta, cuyo nombre importa bien poco, y se pelea con otros villanos, cuyes nombres importan bien poco. A cambio de su ayuda, Ashoka Tano le da nuevas pistas para que prosiga su viaje. Pero ayudarlo con baby-Yoda, al que Ashoka llama Grogu, no parece dispuesta, se quita el problema de encima mandándolos a otro planeta a no sé qué templo.
Análisis:
El quinto episodio, tras tantas promesas (la presencia jedi, esperadas explicaciones y avances, Michael Biehn y Rosario Dawson), ha resultado ser otro capítulo igual a todos los demás. Mando llega a un lugar, lucha porque sí en una misión suicida, sale airoso sin despeinarse, y al final le cae encima una pista vaga que lo dirige hacia otro lugar. Los autores incluyen cuatro referencias a las series Las Guerras Clon y Rebeldes y alguna escenita para vender merchandising, y tienen a todos los fans comiendo de la mano. Contenido y emoción reales poco o nada. La continuidad va tan a cuentagotas entre argumentos tan poco originales y previsibles, que en vez de engancharme me provoca cada vez mayor decepción.
Filoni y Favreau siguen manteniendo la fórmula obsoleta y simplona de las series de los años setenta y ochenta. Mientras la trilogía original bebía de grandes pilares de la literatura, el cómic y el cine y unía todo con un toque propio de genialidad y personalidad, aquí nos hemos quedado, como ya he comentado varias veces, en un cutre El equipo A (Stephen J. Cannell, Frank Lupo, 1983) con presupuesto. Han cambiado la escena episódica en que drogan a B.A. Baracus para que se suba al avión por una de baby-Yoda haciendo muecas o comiendo cosas. El resto es prácticamente igual. Algún episodio se ha salvado por ser un simpático western, pero la mayor parte son tirando a estúpidos y llenos de agujeros. El imponente aspecto visual queda muy por encima del guion.
La recreación del nuevo mundo en el que aterrizamos trae al menos algunas novedades en la ambientación. El páramo de bosques sombríos y secos combina bien con la situación del poblado local: asfixiado, agotado. Pero ahí se queda la cosa, porque la descripción política y social es la misma de siempre: los remanentes del Imperio aprovechan para imponerse, un cacique termina de aplastar a la población. El intento de dar al lugar un toque distinto falla bastante: un estilo japonés perfilado con cuatro brochazos poco imaginativos y mal dados. Pero con la excusa de que Una nueva esperanza (1977) bebía de La fortaleza escondida (1958) de Akira Kurosawa, parece que se está perdonando tan poco esfuerzo.
Con esa desgana en la escritura, la batalla final de rigor termina dando vergüenza ajena. Ashoka perdiendo el tiempo con la pseudo japonesa: dale un golpe de fuerza o asfíxiala de una vez. Las tropas pelele cayendo sin esfuerzo (vaya tela meterse en los callejones para perder toda ventaja). Y esta vez, ni los secundarios dan la talla, la líder (Diana Lee Inosanto) y el matón principal (Michael Biehn) son unos pobres clichés del género, el villano semanal a despachar, y el entusiasta recibimiento a Rosario Dawson como Ashoka es excesivo, cumple con lo justo en un personaje que por ahora no dice nada, salvo incongruencias: tenemos una importante jedi por ahí desde tiempos de la República, y no sabíamos nada de ella hasta ahora.
En el aspecto visual vuelven a superarse. A través de una dirección, fotografía e iluminación impecables, la fusión de parajes naturales y decorados nos traslada a un escenario tan sugerente como espectacular. Así podemos perdonar el primer desliz notable en el diseño artístico: la muralla de cartón piedra canta cosa mala.
Pero el dinero por toneladas y el talento del equipo técnico no son suficientes para tapar las carencias narrativas. Entre el argumento repetitivo y que en los momentos en que parece que la historia va a avanzar se atasca en ritmo y no llega a mostrar apenas movimiento ni emoción (súper previsible el giro con la bolita… y… ¡paren las rotativas, que ahora sabemos su nombre!), el relato acaba siendo bastante aburrido. A pesar de tener tan pocos capítulos, ya cansa tanta repetición de argumentos y tan poca sustancia, y los finales en que con cuatro excusas poco trabajadas retornamos al statu quo.
Y para rematar, aquí vuelven a la obsesión de apoyarse demasiado en el «fan service», la sobre exposición de referencias y guiños exclusivas para fanáticos que han seguido todo lo que se ha ido sacando basado en este universo. Mientras que a los compadres mandalorianos del protagonista los presentaron adecuadamente en La heredera (203), Ashoka Tano entra de sopetón con una trama propia muy mal expuesta… porque resulta ser continuación de las series animadas. Nada de lo que dice o hace se entiende, su historia y motivaciones no se describen, los villanos que menciona no han sido presentados… Como he señalado ya en otras ocasiones, esto parece cada vez más un anuncio que una serie. Y cuando parece una serie, deja bastante que desear.
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