Paramount+ | 2022
Ciencia-ficción, suspense, aventuras, drama
10 ep. de 39-56 min.
Productores ejecutivos: Alex Kurtzman, Akiva Goldsman, Kirsten Beyer, Michael Chabon.
Intérpretes: Patrick Stewart, Alison Pill, Santiago Cabrera, Michelle Hurd, Jery Ryan, Isa Briones, Brent Spinner, Orla Brady, Whoopi Goldberg, John de Lancie, Penelope Mitchell, Evan Evagora, Sol Rodriguez, Steve Gutierrez, Ito Aghayere, James Callis, Madeline Wise.
Valoración: 
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—Alerta de spoilers: Describo bastante a fondo las tramas.–
ASESINANDO LA SAGA A CONCIENCIA
Está claro que en esta nueva versión de la saga de Star Trek avalada por algún directivo de Paramount ambicioso pero con pocas luces y algunos de los peores guionistas de nuestros tiempos, Alex Kurtzman y Akiva Goldsman, pasan completamente de corregir errores, van ciegos hacia adelante repitiendo el mismo patrón temporada tras temporada. Cuatro de Discovery en caída libre y dos de Picard, más otra anunciada, no son suficientes para que vean todo lo que está haciendo mal, todavía se lanzan a más series que tienen todas las de seguir el mismo patrón: la recién estrenada Extraños nuevos mundos y otras que mantienen en espera, como Sección 31. No entiendo cómo pueden funcionarles los datos de audiencia, porque la imagen está por los suelos: todo el mundo las pone a parir, y los trekkies están escandalizados por el continuado insulto a tan admirada saga. Está claro que siguen intentando tirar de un nombre popular para afianzar el lanzamiento de su canal de streaming (CBS All Access, ahora llamado Paramount+) y se aferran de alguna forma a la incomprensible buena valoración que se llevan en las críticas de medios, que puntúan mejor conforme la temporada es más vapuleada por los espectadores. No me sorprendería que hubieran regalado suscripciones a diestro y siniestro entre los críticos…
La primera temporada de Picard se podía salvar por los pelos haciendo la vista gorda a sus carencias y abrazando el factor nostalgia, pero en esta entran de lleno en esta fatídica dinámica, en la narrativa de brocha gorda con premisas absurdas (otra vez el universo a punto de ser destruido), personajes definidos con cuatro trazos mal dados (unos aburridos, otros irritantes), tramas improvisadas y con nulo calado intelectual y ético, y acabado de pena a pesar del abultado presupuesto. Sigue sin recordar mínimamente al espíritu de Star Trek, pero si la considerásemos una serie de ciencia-ficción de acción y suspense independiente tampoco tiene personalidad, calidad y sustancia suficientes como para salvarla del suspenso estrepitoso.
LOS MISMAS POBRES Y CAÓTICAS PREMISAS
La premisa es la misma amenaza vaga de siempre en todas las obras de Alex Kurtzman: la inminente destrucción del mundo conocido. Este tipo no es capaz de concebir otra situación que ponga en movimiento a los personajes. Y esta vez además la ambienta en los dos peores escenarios recurrentes que ha dado la saga, y de los que ya venían abusado demasiado en Discovery: tenemos otra versión del universo paralelo de los terranos y nos embarcamos en los cansinos viajes temporales.
Tras estos marcos de acción, Kurtzman y sus secuaces (Akiva Goldsman, Michael Chabon, Kirsten Beyer) improvisan distintas historias que no llegan a cobrar interés, ni tan siquiera forma, y que en conjunto no combinan en un todo de mayor trascendencia. Cada dos o tres capítulos el objetivo cambia y los personajes corretean hacia una nueva dirección teniendo aventuras dispares. Empezamos con la llegada de la anomalía destructora y los borg, que dejan a la Federación y la galaxia al borde de la aniquilación. Pero en un habitual requiebro de tecnojerga todo queda en suspenso mientras los personajes son lanzados a un universo paralelo. O sea, que ha sido una excusa para intentar generar sensación de peligro y premura y lanzar a la acción a los protagonistas.
Ahora tienen que escapar de un malvado imperio donde Picard es un general genocida. Como indicaba, es la misma parida de los terranos: un pretexto para mostrar el lado malo de la Federación y poder hacer un reset al final que no deje secuelas en el mundo real. Estos son los capítulos mejor valorados del año, y aunque a mí ya me parecían puro humo, desde luego son más amenos y cohesionados que todo el sinsentido que viene después.
A partir del tercero tienen que resolver por qué en su huida han acabado en el pasado (Los Ángeles, 2024), qué pinta el enigmático Q en todo ello y cómo hacer que colabore la reina Borg con la que han escapado, que puede ser la única baza para saltar entre univeros y tiempos. El misterio y su solución parecen recaer en un personaje nuevo: la astronauta Renée Picard (Penelope Mitchell), antepasada de los Picard, de la que nos dicen que su existencia y un viaje espacial en el que participa se supone que es un momento clave que si no sucede daría pie al tamible Imperio. Pero es tan anodina e incomprensible como el resto del reparto: ¿cómo esta cría inestable ha pasado las pruebas para el puesto? Y este lío tarda bien poco en quedar relegado cuando pasa a primer plano otra línea de misterio metido con calzador, y su desenlace es tan flojo (qué triste el clímax con los drones) que al rato ya no recuerdas qué ha pasado y qué supuestas secuelas deja.
La nueva línea estaba latente, y si de primeras se sentía fuera de lugar, tampoco logra adquirir sentido cuando nos centramos en ella. Es tan artificial, chapucera y con un desenlace tan lamentable como las anteriores. Un científico loco, Adam Soong, interfiere en los planes de los protagonistas con aviesas intenciones. El tipo toca todos los palos de la maldad de cine y series cutres: hace clones que desecha de mala manera, vive en una guarida llena de tecnología, acepta cualquier plan maquiavélico que le cae encima (Q, la reina borg), pone muecas varias y tiene arrebatos violentos…
No termina de quedar claro qué ha aportado cada una de estas historias a los protagonistas, de qué se supone que querían hablarnos, qué contribuyen a la trama global, y qué subtexto se buscaba. Lo único que tienen en común son incontables momentos de vergüenza ajena: diálogos sonrojantes, retos ridículos, conflictos dramáticos sobre expuestos y sin garra, escenarios cada cual más forzado o chapucero…
Si la temporada venía apuntando bajo, el tramo final es espantoso. Las tropas que atacan la mansión Picard disparando en formación de círculo por capas, es decir, que deberían matarse a sí mismos, pero por suerte son de esos enemigos que no atinan una, esos túneles que salen de la nada, los melodramáticos flashbacks de Picard dosificados hasta la extenuación, el villano de dibujos animados para críos, los surrealistas giros finales con los borg…
PERSONAJES VACÍOS Y MALEABLES
Todo ello está protagonizado por los personajes huecos y cambiantes propios de estos guionistas, que ya venían siendo bastante justitos en la primera temporada y aquí se acercan más al esperpéntico repertorio con el que nos torturan en Discovery. Son meras comparsas de las improvisadas historias, apenas consiguen asentar una característica concreta en ellos, y esta puede cambiar si así lo necesitan. Lo único que se puede rescatar de algunos es lo que poco que logren aportar sus actores.
Se amaga con desarrollar un proceso de humanización en Picard. El oficial ejemplar con un gran sentido del deber y la moral pero pocas aptitudes sociales enfrenta en la vejez heridas del pasado que no ha tenido la valentía de abordar: una familia rota, maltrato, secretos oscuros. Cabe destacar que fue el propio Patrick Stewart quien sugirió estas ideas, basándose en su propia infancia. Pero pronto se ve todo supeditado a los vaivenes de la trama, se siente como un elemento ajeno al personaje, puesto sobre él por la fuerza. Cada mínimo avance se debe únicamente al momento de tensión o revelación que necesiten los autores en su caótica escritura. Es verdaderamente decepcionante el tratamiento que hacen los autores de la soledad, los traumas familiares, los pasos no dados por cobardía… Todos estos temas se quedan en nada, en burdos trucos dramáticos y de suspense con los que sazonar la estulta premisa de correr por distintos escenarios para salvar el universo. Así que Picard es un ente vacío: Stewart deambula de acá para allá sin coherencia emocional y narrativa alguna, soltando diálogos lastimeros mientras apenas puede mantenerse en pie por su avanzada edad. La redención del mítico capitán Picard llega tarde y muy mal.
Con Q pasa lo mismo: parece buscarse un personaje más cercano que nunca, con un viaje que lo redima, pero termina siendo un macguffin de baratillo. No he llegado a entender por qué se supone que se está muriendo, ni cómo pretende buscar redención, ni por qué unas veces tiene poderes y otras no, ni por qué se mete en el lío con los antepasados de Data y Picard… El talento de John de Lancie apenas salva al rol de la irrelevancia total.
Los secundarios ya conocidos siguen en la misma tónica: aburridos peleles que sueltan mucha cháchara vacía y tienen diversas vivencias que no aportan nada concreto a sus formas de ser, y los pocos amagos con ir hacia alguna parte son pronto desechados según las necesidades de los nuevos escenarios. La doctora Agnes Jurati, cuyo único rasgo de personalidad es el viejo cliché de ser inteligente y antisocial, tiene un amago con poner a prueba su lado oscuro y dilemas básicos del bien y del mal cuando se enfrenta a la reina Borg, pero nada, se desecha todo en pos de una sucesión de escenas cómicas, de acción y drama de lo más vulgares. La incursión en la fiesta acumula una serie de despropósitos alucinantes. En adelante, no queda nada que rascar, se ve completamente relegada a elemento de la trama. La actriz Alison Pill, la más competente del reparto, ni sabe qué hacer con semejante destroce de personaje.
La reina borg (Annie Wersching) es sugerente de primeras, pero otra vez desaprovechan por completo el potencial de esta espeluznante especie. Se limita a ser la tipa chunga, y en comunión con Jurati no termina de trascender hacia algo más, estando destinada a la tarea incordiar con cutres amenazas en la nave y poco más. El giro final donde forma otro colectivo y enlaza con esa supuesta destrucción del universo es penoso. Primero, porque rompe las normas de la saga, donde los viajes temporales rehacían las líneas temporales según los protagonistas producían cambios, y ahora repentinamente optan por los bucles cerrados. Este trae paradojas absurdas y agujeros de guion importantes: la nueva versión de la reina ya está ahí antes de que los personajes hayan viajado al pasado, y este nuevo colectivo benigno, ¿dónde ha estado estos cuatrocientos años, por qué no ha parado los pies a los otros borg, por qué no ha tratado antes con la Federación? El desenlace en sí es penoso, no tiene ni pies ni cabeza: la reina quiere colaborar con la Federación, y lo demuestra atacando. A pesar de la supuesta tensión máxima de la situación, todo se arregla con un par de diálogos tontos, y todos felices y a comer perdices.
En lo de desaprovechar a los borg está también Siete de Nueve. ¿Para qué la incluyen si no van a profundizar en su relación con ellos, en su conflicto interno? En toda la temporada solo tiene una escena en que se aborde el tema, pero es un sufrimiento casual y breve, se levanta, dice estar bien, y a seguir con sus aventuras. Estas las comparte con Rafi, uno de los personajes más planos y cansinos que he visto… y que por desgracia se ve superado aquí con su extraño amigo el elfo/romulano Elnor, que aporta lo mismo que en la primera temporada, sopor extremo. Rafi y Siete hacen de todo, pero no hacen nada. Se patean medio Los Ángeles en pos de esos objetivos aleatorios y cambiantes, con problemas y peligros improvisados, anecdóticos y sin emoción ni por lo general sentido. La química que hay entre Jery Ryan y Michelle Hurd, con un royo lésbico incipiente, no basta para salvar lo insulsas que resultan.
El capitán Ríos es bastante carismático gracias al actor Santiago Cabrera, pero es otro que da tumbos sin ton ni son. La odisea con los inmigrantes supongo que es el intento de meter drama con calado social propio de Star Trek, pero vaya desastre. La saga se caracterizaba por desarrollar desde una perspectiva de ciencia-ficción de gran imaginación incontables temas inteligentes y delicados que tuvieran reflejo en la actualidad. Aquí nos meten con calzador una historia mundana con una visión convencional, con cuatro golpes de efecto de acción y drama vulgares. El romance con la latina Teresa Ramírez (Sol Rodríguez) termina de hundir al personaje: qué cosa más cansina.
Si estos deambulan sin rumbo, no digamos ya los secundarios que mantienen para cumplir con los contratos de los actores o los homenajes a las series previas. Orla Brady era Laris, la asistente de Picard en el presente, con la que tiene una relación amorosa en tensión; pero en el pasado también aparece, no esperes que se explique por qué, convertida en una especie de observadora temporal. Adam Soong es la versión maligna de Data, más concretamente un antepasado de su creador Noonien Soong; los autores nos deleitan con un villano tan arquetípico, pueril y disparatado que resulta hilarante, y Brent Spinner, que en La nueva generación estuvo estupendo en Lore, el hermano perverso, aquí se encuentra con una imitación tan pasada de rosca que no sabe cómo abordarla, y no convence nada en el papel. La androide Soji de la primera temporada es ahora Kore, una clon creada por ese pirado; su historia de liberación pinta bien poco aquí, es un anexo incomprensible, y la interpretación de Isa Briones totalmente desganada. Guinam (tanto Whoopie Goldberg como, en una versión rejuvenecida, Ito Aghayere) es un torpe comodín de misterio: habla pero no dice nada ni aporta nada, cuando la original era intrigante pero se sabía perfectamente lo que decía, se entendía cómo te guiaba o aconsejaba sutilmente. Y rematamos todo con la aparición de Wesley Crusher (Wil Wheaton) convertido en viajero y observador temporal, pues en La nueva generación le dieron un final surrealista, y aquí en vez de seguir barriéndolo bajo la alfombra como se hacía hasta ahora deciden otorgarle un homenaje desibucado y sin garra.
ASPECTO VISUAL ESPERPÉNTICO
Otro problema incomprensible es que para las series de cabecera de Paramount Television Studios ofrecieran tantísimo dinero (8-10 millones de dólares por episodio) y estas tenga una puesta en escena tan pobre. La comparación de Picard y Discovery con otras del género como The Expanse (Mark Fergus y Hawk Ostby, 2015) y Raised by Wolves (Aaron Guzikowski, 2020) te deja alucinado por lo mal que han gestionado los recursos, las malas decisiones sobre el estilo, y el paupérrimo acabado visual.
Las labores de dirección, fotografía y montaje intentan seguir una línea artística innecesariamente sobrecargada, faltando así a la sobriedad y calidad que ha caracterizado siempre a la saga. Los efectos digitales son de mediocres, siempre disimulados en oscuridad y nieblas; ¡lucen mucho peor que los de Espacio Profundo Nueve, cuando empezaron a incluir el ordenador! Y los decorados fríos, inhóspitos, y llenos de luces y hologamas absurdos. Acabarás hartito de los planos inclinados y sin luz ni color pero muchos reflejos y brillos, del montaje caótico que no deja termina ni una frase a los personajes ni asentar sus emociones, de las escenas de acción con peleas y tiroteos penosos donde no se entiende nada, etc. Es una pena que Jonathan Frakes siga aceptando trabajar aquí.
Como resultado, Star Trek: Picard es una serie histriónica por fuera pero aburrida por dentro. Caótica, fallida y cargante hasta resultar un despropósito y un insulto descomunal a la saga y al espectador. Y según se anuncia, prácticamente todo el reparto de La nueva generación ha aceptado aparecer en la tercera temporada, rodándose ya antes de estrenar esta. ¿No han visto estas temporadas? ¿No son conscientes de que van a mancillar su propio legado?
Ver también:
– Guía de episodios y películas
– Temporada 1 (2020) 
-> Temporada 2 (2022) 