LA CIUDAD ES NUESTRA – MINISERIE

We Own This City
HBO | 2022
Drama, suspense, histórico | 6 ep. de 58-64 min.
Productores ejecutivos: David Simon, George Pelecanos, Reinaldo Marcus Green, Ed Burns, Nina K. Noble.
Intérpretes: Jon Bernthal, Wunmi Mosaku, Josh Charles, Jamie Hector, Don Harvey, David Corenswet, Dagmara Dominczyk, Delaney Williams, Tray Chaney, Darrell Britt-Gibson, McKinley Belcher III, Larry Mitchell.
Valoración:

David Simon (derecha en la foto) no debería necesitar presentación, pero os remito a la que hice en la introducción a The Wire, porque conocer sus intereses y obra permite acercarse a esta nueva miniserie con una perspectiva más completa. Los conflictos políticos y sociales de Estados Unidos, concentrados en la ciudad de Baltimore, han estado siempre presentes en su trabajo como periodista y luego como guionista de series. Su obra magna, The Wire (2002), llevó el análisis social a nuevos estándares, y también rompió moldes en cuanto a narrativa y calidad como serie de televisión. Su retorno a la ciudad, aunque fuera en una miniserie, ha levantado bastante interés. Eso sí, como es habitual en el autor y la cadena, la HBO, entre los espectadores más bien exigentes, pues no es material para el gran público.

Si The Wire estaba muy inspirada en la experiencia de Simon y colaboradores (destacando George Pelecanos -izquierda en la foto-), mezclando y reimaginando mil historias reales, La ciudad es nuestra entra directamente en la plasmación de hechos históricos recientes, siguiendo la labor de otro periodista, Justin Fenton, que publicó un libro con sus investigaciones sobre la ineficacia de las políticas sobre el cuerpo de policía y la corrupción del mismo. Todos los problemas latentes estallaron tras un caso muy sonado, el asesinato del afroamericano Freddie Gray a manos de varios policías violentos y corruptos, que llevó a revueltas sociales y tímidos cambios en la política.

Como heredera espiritual y como retrato de la ciudad quince años después, no pocos nos hemos lanzado al visionado esperando guiños a The Wire, deseando incluso un cameo de McNulty o algún otro personaje tan querido. Pero Simon prefiere separar ambas producciones por completo. De hecho, lo hace también en la forma, pues encontramos un notable cambio estilístico respecto a trabajos anteriores. Donde antes primaba la sobriedad narrativa, con tramas complejas pero contadas de manera lineal y asentadas con paciencia a través de un mosaico de personajes fascinante, La ciudad es nuestra ofrece un vertiginoso relato en varias líneas temporales, cruzando eventos y personajes mediante declaraciones, recuerdos, cambios de punto de vista…

En esta fórmula se hace esencial el director Reinaldo Marcus Green. No tiene una carrera muy larga o llamativa, pero ha empezado a ser bastante solicitado tras el reciente éxito de El método Williams (2021), la de Will Smith sobre la historia de las tenistas. Encara los seis episodios con un pulso envidiable, una cámara en mano que no olvida cuidar el encuadre y un montaje frenético, y logra mantener el aparente caos del guion en orden, de manera que todo fluye de manera coherente y atractiva.

Seguimos la investigación paralela de varios agentes del FBI que investigan la corrupción y de unos abogados que trabajan como agentes sociales para conectar a los políticos con los problemas reales e hilar cursos de acción que traigan cambios. Ambos equipos ponen el foco en una serie de agentes e incluso oficiales de policía que acumulan infinidad de quejas y denuncias de ciudadanos y traen de cabeza a un cuerpo ya de por sí desbordado tras «el incidente Gray«, desde el cual la mirada de público y medios sobre la ineficacia de la labor de la ley ha llevado a que los agentes (especialmente los no corruptos) no quieran meterse en líos y bajen su ritmo de trabajo o directamente no hagan detenciones.

Como es habitual en Simon, el repertorio de protagonistas es enorme, abarca numerosos grupos de muestra y ejemplos únicos de cómo se desarrollaron los hechos, así que presentaré sólo los más relevantes de cada sección. Y como es común también, se rodea de muchos de los actores con los que ha colaborado previamente, así que es un pilla caras constante con el que nos deleitamos sus seguidores.

La historia gira principalmente alrededor del policía más bruto y corrupto, el legendario Wayne Jenkins, que encabeza el número de detenciones de presuntos criminales e incautaciones de armas y drogas, pero también de dudas sobre la moral y la legalidad de su trabajo. Los guionistas construyen y analizan muy bien la figura del matón, recorriendo puntos clave de su vida que lo llevan a convertirse en una perversión del prototipo del héroe. Pero siendo Simon metódico en el dibujo de sus personajes y la conexión de estos con los actores, es incomprensible que dieran el papel protagonista a un actor tan incompetente y cargante como Jon Bernthal. Desde que empezó a darse a conocer en The Walking Dead (2010) no sé cómo ha conseguido papeles bastante relevantes, como el también protagonista de The Punisher (2017). Como en esta última, su aspecto de bruto demente, de boxeador retirado, pega en el papel y limita un poco el lastre que supone su penosa interpretación: siempre sobreactuando sin mesura, con los mismos gestos y tics… Una serie de este calibre no puede apuntar tan bajo.

Por suerte, el resto del reparto está impecable. Wumni Mosaku representa muy bien la visión idealista de la abogada Nicole Steele y su gradual desapego según va conociendo la inmundicia que asola Baltimore. McKinley Belcher III y Darrell Britt-Gibson son Gondo y Jemell Ryan, los primeros agentes en volverse contra su compañero y declarar al FBI, mientras otros como Daniel Hersl (Josh Charles en un registro muy distinto a lo habitual) se mantienen fieles a su modo de vida por encima de la ley. La investigación está principalmente en manos de David McDougall (David Corenswet), Jon Sieracki (Don Harvey) y Erika Jensen (Dagmara Dominczyk), que ejemplifican lo contrario a la policía de Baltimore: metódicos en su trabajo, incorruptibles en lo moral. Me encanta el contraste entre ambos estilos: los policías como una camada de lobos, yendo de putas y metiéndose en mil líos, los del FBI de serios acaban siendo hasta fríos y distantes entre ellos. En la ciudad, sólo el detective Sean Suiter (Jamie Hector) trata de escapar de la miseria del cuerpo donde se formó, pero las secuelas psicológicas lo acompañan siempre. En los altos rangos, el comisario Kevin Davis (Delaney Williams) lidia con todo como puede.

Simon es uno de los mejores escritores de personajes, si no el mejor, pero el cambio de fórmula narrativa rebaja el peso del personaje como impulsor de los eventos, damos un paso atrás y lo vemos todo desde fuera, somos testigos de las declaraciones y relatos de los implicados. Eso permite acelerar la narración, concentrarse en los hechos y la perspectiva global, pero a cambio se pierde un poco el factor conexión emocional.

Otro problema es que el talento probado de sus autores no esconde algunas dificultades que, la verdad, son muy habituales en este tipo de relatos y deberían haberlos previsto. Al abordar hechos reales, la cantidad de información suele ser inmensa, y hay que tener mucha maña para condensar sin pasarse resumiendo y a la vez para no irse por las ramas con cosas innecesarias o que puedan generar confusión. Y Simon es precisamente muy dado a tejer mundos de gran tamaño y detallismo, algo que intenta aquí de nuevo. Pero hay poco espacio, y termina saturando.

Hay demasiados cruces temporales que te obligan a estar siempre atento a las fechas y aspecto de los personajes para no despistarte. Hay incontables personajes cruciales que apenas tienen recorrido o que aparecen muy tarde sin presentaciones adecuadas. Es decir, es un relato abrumador, confuso por momentos, y a veces también da la sensación de que pierde poco el objetivo y por tanto merma el interés. Termina habiendo un exceso de policías corruptos y agentes implicados en la investigación que no parecen esenciales para entender la situación, y numerosas declaraciones que aportan más capas que tampoco traen novedades. Los casos más sangrantes son los de los jóvenes agentes del FBI que inician el caso, muy dejados de lado en adelante, y los últimos policías corruptos que empiezan a declarar cerca del final, cuando ya no aportan nada nuevo salvo más nombres e historias con las que agobiarte. No puedo evitar pensar que si no querían resumir podrían haberse planteado contar las cosas con más calma de y detenimiento, en dos o tres temporadas.

De esta forma, La ciudad es nuestra se queda un poco corta como drama, no deja protagonistas para el recuerdo como The Wire, Treme (2010), The Deuce (2017) y The Corner (2000). Sin embargo, no pierde ni una pizca del otro punto fuerte de Simon, el tono periodístico y la crítica social siguen siendo muy certeros, y con el ritmo demencial y un tono más funesto que de costumbre, resulta su obra más contundente y oscura. Aquí no hay margen para soñar con un mundo mejor, el país y la ciudad de Baltimore han demostrado que van cuesta abajo sin frenos. El racismo y la pobrezas enquistados en la sociedad, la llegada del infame Trump al poder, el relevo en el ayuntamiento que trae más de lo mismo, incompetencia y corrupción, son mostrados por Simon con un pesimismo desolador. Hay momentos alucinantes que cuesta creer que sean verdad: los abogados y jueces no pueden encontrar jurados para casos donde declaran policías porque casi la totalidad de la población ha sufrido detenciones arbitrarias y otros abusos por parte de la ley, y por tanto no se consideran son jurados imparciales.

2 Respuestas a “LA CIUDAD ES NUESTRA – MINISERIE

  1. No es el mejor trabajo de Simon pero dentro del mediocre panorama actual es una miniserie notable. Quizas algo lastrada por su limitado formato de tan solo 6 episodios, que les obliga a condensar una ingente cantidad de informacion en muy poco tiempo y un John Bernthal totalmente pasado de rosca. Saludos.

  2. No comparto lo del imitado panorama actual. La riqueza de series originales y de grandísima calidad es abrumadora, no soy capaz de estar al día. Estas semanas se me acumulan The Boys, Para toda la humanidad, The Orville, y recientemente he visto Euphoria, Raised By Wolves…

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