OZ – TEMPORADA 5

HBO | 2002
Drama | 8 ep. de 56-59 min.
Productores ejecutivos: Tom Fontana, Barry Levinson.
Intérpretes: Terry Kinney, Harold Perrineau, Ernie Hudson, J. K. Simmons, Dean Winters, Lee Tergesen, George Morfogen, Rita Moreno, Eamonn Walker, Craig muMs Grant, Lauren Vélez, Granville Adams, Kirk Acevedo, BD Wong, Chuck Zito, Christopher Meloni, Scott William Winters.
Valoración:

Alerta de spoilers: Resumo muchos acontecimientos importantes, con lo que no debes leer el artículo si se quieres ver la temporada sin conocer nada.–

Aunque el susto de la bomba no llevó a nada, la explosión de gas obliga a realojar durante un tiempo a los reclusos en otros pabellones. En realidad en la serie no llegamos a ver esta estancia, porque volvemos justo cuando retornan a Ciudad Esmeralda. En cuanto a consecuencias sobre la vida en Oz, pocas, pues lo único reseñable es que el pastor Jeremiah, empalado por sus fieles más locos (ese niñato pelirrojo insoportable), acabó bien quemado. No sé muy bien qué tenían los guionistas pensado con esta trama, porque queda poco resultona, por no decir que las apariciones fantasmales del reverendo y la desaparición de su cuerpo, aunque no llegan a extremos absurdos, sí resultan un poco fantasiosas para una serie tan realista. Por suerte, en la próxima temporada sí muestran qué pasó con el cuerpo, no dejando el asunto en desaparición milagrosa absurda.

El año se inicia realmente con el accidente de autobús, un golpe brutal bastante bien llevado desde su desarrollo hasta sus consecuencias. La cantidad de familiares que fallece ahí afecta a las gentes de Oz, en especial al latino Morales y a Augustus Hill, cuyas madres y sus visitas eran de lo poco que les mantenía en contacto con la realidad. De hecho, Augustus se sume en una depresión que lo lleva a tomar drogas, cayendo en una sobredosis que casi acaba de su vida. Me gusta mucho el revuelo que se arma, porque era un individuo muy querido tanto por los presos como por los currantes de la prisión.

Una de las tramas más importantes y atractivas del año, que ya venía de la temporada anterior, es la espectacular vida de Omar, el negro que Tim McManus se empeña en intentar salvar hasta que acaba hasta los huevos de él porque no es capaz de manejar tanta incompetencia. Tim encuentra una solución temporal encasquetándoselo a Said, pues el musulmán no es capaz de controlar su ira (tantos problemas con su gente y los roces con los arios le han sacado de quicio) y McManus piensa que tratando de encarrilar a alguien tan débil y necesitado como Omar pone un objetivo en su vida. Pero Omar es intratable, un auténtico agujero negro de calamidades que a veces resultan cómicas pero que por lo general suponen un triste ejemplo de cómo algunas personas no son capaces de salir adelante por mucho que se haga por ellas. Neurótico, hiperactivo, incapaz de centrarse y avanzar, siempre recae en malos hábitos o hace alguna tontería enorme, para luego arrepentirse y volver a suplicar que le ayuden. Resulta una escena memorable, por su fuerza y por todo lo que significa en el personaje de Said, cuando pierde los estribos y termina dándole una paliza enorme al pobre desgraciado. Finalmente, Omar termina por cometer el error capital: asesina a alguien, y McManus lo pone en aislamiento indefinidamente. Por cierto, el papelón de Michael Wright es magnífico.

Beecher y Schillinger, mediante el programa de Peter Marie y con intervención de Said, intentan acercarse, pedir perdón y arreglar la guerra interminable que hay entre ellos, algo prácticamente imposible dado el historial de violencia que tienen. Aunque hay tibios momentos de acercamiento, estos se van al traste cuando llegan a Oz dos jóvenes, uno de ellos conocido por Beecher desde que era chico, y Schilligner va a por ellos con el proceso habitual: hacerlos sus putitas, violación incluida. La parte en que Beecher intenta ayudarlos mientras ellos luchan por su supervivencia como pueden pone de manifiesto cómo los prejuicios no nos dejan ver con claridad la realidad: el rechazo a Beecher por ser homosexual los lleva directo a ser violados y esclavizados por los nazis.

Keller es vuelto a trasladar a Oz, pero no a Ciudad Esmeralda, sino a custodia protectiva, pues el caso que pendía sobre él no se sostuvo pero de repente hay testigos de otro viejo asesinato. Keller se juega la pena de muerte, y Beecher le ofrece a su abogada para ayudar en su caso. Sin embargo, al verse esta envuelta en este triángulo amoroso las consecuencias son tristes para Beecher: ella se va porque ve que Keller es culpable y no quiere defender a alguien así, pero sobre todo porque no puede estar con Beecher mientras ame a tal asesino.

Álvarez, en su eterna espiral hacia el abismo, está enfrentado hasta con los suyos. Cuando le llega la posibilidad de la libertad condicional se emociona, pero la realidad le estalla en la cara: mal comportamiento constante, un notable intento de fuga… Ante la destrucción de sus esperanzas la paga con el agente de la condicional, rematando su futuro.

Ryan O’Reily sigue mentido en todo lo que ocurre en Ciudad Esmeralda, sobre todo en las luchas entre bandas. La rivalidad con Jia, los testigos que pueden acusarlo de crímenes y la supervivencia constante siempre le mantiene alerta, elaborando numerosos planes para eliminar a sus rivales (o más bien, para que se eliminen entre ellos). Y resulta que su madre biológica ha decidido trabajar en Ciudad Esmeralda ayudando a los presos con trabajos artísticos (obras de teatro, música, etc.), con lo que teme que otros vayan a por ella. A Cyril sin embargo le viene bien tener familia cerca… Pero eso no basta para sacarlo del caos violento en que se ve envuelto, y en una de las peleas termina matando a alguien y acaba con su culo en el corredor de la muerte. Esto abre dos tramas muy trágicas: a Ryan le caen encima los fantasmas del pasado, pues en el jaleo debe enfrentar a su horrible padre, y la condena a Cyril desata otra serie de protestas contra las ejecuciones, pues se trata de un retrasado mental.

Una de las partes que más me gustó del año es la relativa al oficial que fue apuñalado en el tobillo, lo que acabó con su posible carrera como jugador profesional de baloncesto. La frustración e injustica embargan su vida… hasta que Rebadow le pide el favor de comprarle un boleto de lotería, pues tiene la esperanza de que si gana podrá curar el cáncer de su nieto. Y le toca, vaya si le toca… pero el oficial se larga con el dinero. En un ataque de remordimientos vuelve, pero ya es tarde, pues el chaval ha fallecido. Rebadow no será el mismo desde entonces.

Vuelve Schibetta después de años sin aparecer, pero lo cierto es que no aporta una historia con mucha sustancia. Se supone que estuvo en el loquero, pues la violación lo dejó tocado. Intenta organizar a los suyos para ir tras los arios, pero solo obedecen a Pancamo (Chuck Zito), quien en una reyerta es apuñalado y puesto fuera de juego temporalmente. Al ir por libre, Schibetta es violado por Schillinger otra vez. La presencia del italiano no termina de cobrar mucho protagonismo, y las secuelas de sus nuevas penurias se dejan para el próximo año.

Para cerrar la temporada, la nueva escalada de tensión y violencia entre bandas acaba con el apuñalamiento por accidente de Augustus en un atentado contra su amigo y protector Burr, que llevaba tiempo siendo líder de los negros. Nunca me ha gustado que en un final de temporada dejen a un personaje al borde de la muerte, es una treta muy manipuladora: no sabes si vive, pero intuyes que no se van a cargar a un protagonista, que si lo quisieran hacer lo harían sin trampas burdas. Además, la escena es tan breve y causa tan poco impacto que cuando empecé la siguiente temporada (pocas semanas después) ni me acordaba del evento. No es final digno para una serie de tanta calidad, para una temporada tan perfecta, pero también es cierto que es un fallo aislado que no lastra el resto del año.

Ver también:
Temporada 1 (1997)
Temporada 2 (1998)
Temporada 3 (1999)
Temporada 4 (2000)
-> Temporada 5 (2002)
Temporada 6 y final (2003)

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