LIFE ON MARS – PRIMERAS IMPRESIONES.

Los guiones de Life on Mars estuvieron dando vueltas por la BBC desde finales de los noventa. No querían dar el visto bueno a un producto con un pie en la fantasía, y más una tan extraña. Pero una vez entrados en el nuevo milenio parece que el ideario de la cadena fue cambiando, abriéndose a experimentar para no quedarse atrás en la Edad de Oro de la televisión, y en 2006 vio la luz y arrasó de forma impresionante. A día de hoy es todavía una de sus series más populares y aclamadas, tuvo una secuela con uno de sus personajes (Ashes to Ashes, centrada en Gene Hunt) que también recibió buenas críticas y un remake estadounidense (con Harvey Keitel como reclamo en ese mismo papel) que pasó bastante desapercibido.

La premisa es la siguiente: un inspector de policía, Sam Tyler, tiene un accidente de tráfico y despierta en 1973, donde debe enfrentarse a las peculiaridades de la época. ¿Está en coma alucinando, es un sueño o es un habitante de esa época que ha perdido el juicio? Este punto de inicio es una excusa para darle un giro al clásico policíaco, sumergiendo a un detective del presente (acostumbrado a la tecnología) en el violento, machista y tosco pasado. De esta forma el tono de aventura y comedia se mezcla con la investigación policíaca y de fondo salpica el misterio sobre la situación del protagonista.

El concepto promete bastante porque parece apoyarse en unos personajes bien dibujados y que dan pie a un divertido contraste y choque de formas de ser. Sam Tyler (un estupendo John Simm) es perspicaz y responsable, un agente ejemplar en una comisaría cualquiera del año 2006. En 1973 quien marca el tono es Gene Hunt (inmenso Philip Glenister), bruto, pendenciero e impaciente pero efectivo, pues por sus cojones que cierra los casos. El conflicto es inevitable: Sam apuesta por la acumulación de pruebas obtenidas mediante el estudio a fondo de la escena y el interrogatorio inteligente… Gene resuelve las cosas a hostias. Los secundarios son muy interesantes también: los problemas de lealtad con el respeto que va ganando Sam y la fidelidad a Gene están siempre en juego entre los demás habitantes de la comisaría, donde destacaría a Annie, por ser la única fémina en el misógino ambiente de la época. Sobre este ambiente, la década de los setenta está bien recreada en todos los sentidos (formas de actuar, detalles, referencias, vestuario, localizaciones) pero veo un poco forzada la selección musical: temas muy vistos metidos con calzador.

Sin embargo la propuesta empieza hacer aguas en cuanto juntan todos los elementos. El potencial de su pilar central, esos sólidos personajes, no basta para mantener el conjunto, porque los guiones fallan en el resto. La mezcla de ideas, géneros y estilos está en precario equilibrio y empieza a escorarse hacia el despropósito y la cutrez. El citado macguffin se convierte en una molestia, una carga. No se sabe si la serie va a ir sobre el misterio fantasioso o sobre los detectives y sus casos, y las escenas dedicadas a esa fantasía son muy cargantes, no aportan una intriga creciente e inteligible, solo galimatías. La trama policíaca es floja, infame por momentos. Los casos son predecibles y poco inspirados, se exponen a trompicones, se ejecutan o cierran sin aportar algo genuino (ninguno deja huella, por previsibles y anodinos), los personajes navegan por ellos sin rumbo, como si fueran adornos superpuestos, y la verosimilitud, incluso teniendo en cuenta su inclinación hacia la comedia, es muy escasa. Por ejemplo, en el caso de los ultras futboleros no se les ocurre otra cosa que infiltrarse en el grupo haciéndose pasar por camareros; la cosa vale para meter dos chistes, pero a costa de cargarse la credibilidad y ritmo de la trama: se tiran medio capítulo ahí sin hacer nada. El contraste entre épocas da tres o cuatro buenos chistes y situaciones por episodio, pero son un oasis entre todo el caos, y además aparte de esas excepciones el sentido del humor es primario, ridículo por momentos. Y finalmente la evolución de los personajes a pesar de lo que prometían al principio es pobretona: todos los casos mostrarán a Sam y Gene muy separados por sus contrarias formas de ser para terminar uniendo sus mejores cualidades por el bien común. Dicho de otra manera, el vago discurso moral y el mediocre crecimiento personal son de manual.

En estas condiciones los episodios (de una hora de duración) terminan resultando larguísimos y enormemente aburridos. Consta tan solo de dos temporadas de ocho capítulos cada una, pues como es normal en la televisión británica no exprimen indebidamente sus productos, pero no fui capaz de acabar la primera tanda. Por sus buenas críticas hice un gran esfuerzo por ver unos cuantos para no dejarme asustar por la mala primera impresión, pero no, los seis que conseguí ver con gran esfuerzo me resultaron horribles, cada uno peor que el anterior, hasta el punto de considerarla como una de las peores series que he visto en los últimos diez años; ni siquiera me importa no conocer qué pasa al final con Sam, porque la premisa, de absurda y mal llevada, me pareció lo peor de todo. Por más vueltas que le he dado no he conseguido ver qué tiene como para que resultara tan fascinante a tanta gente. La versión estadounidense se supone que es inferior a esta, así que no quiero saber cómo será.

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