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RIPPER STREET – TEMPORADA 3

Amazon Prime Video | 2014
Suspense, policíaco, histórico, drama | 8 ep. de 63-75 min.
Productores ejecutivos: Richard Warlow, Simon Vaughan, Will Gould.
Intérpretes: Matthew Macfadyen, Jerome Flynn, Adam Rothenberg, MyAnna Buring, Charlene McKenna, David Wilmot, Clive Russell, Josh O’Connor, Louise Brealey.
Valoración:

Tras dos temporadas la BBC America canceló Ripper Street, pero sorprendentemente Amazon la compró y resucitó, emitiéndola primero en internet pero más tarde también en BBC y BBC America. Pero mejor se hubiera quedado muerta, porque esta temporada no aporta nada…

En la segunda etapa señalaba el principal fallo de la pérdida de calidad respecto a la primera: los guionistas dejaban de lado la regla básica de «muéstralo, no lo cuentes». Los personajes hablaban más que hacían, frenando el ritmo y desaprovechando la superior capacidad de impactar que tiene lo visual sobre lo contado. Y en este año se lleva más allá, resultando una narración innecesariamente densa, lenta y aburrida, lo que se empeora porque que termina fallando en otra fórmula esencial del arte cinematográfico: ve al grano sin rodeos. No sé por qué se empeñan en estirarlo todo mediante conversaciones en el fondo banales pero llenas de frases rebuscadas en la superficie, hasta el punto de los actores tienen que coger aliento varias veces para terminarlas y el espectador debe hacer un esfuerzo por reconstruir tal monólogo y sacarle un significado.

Con esta combinación casi todas las escenas carecen de una acción clara en movimiento, tanto en la trama como en los personajes. Las historias se desarrollan con una pasividad y una falta de profundidad alarmantes. Y lo peor, a la hora de avanzar (en la investigación del día y en los dramas personales) se hace repentinamente, y muchas veces sin un esfuerzo real después de tanto metraje mareando la perdiz. Sólo se ven algunos momentos en que los personajes trabajan, sea interrogando o realizando autopsias. Pero seguir pistas por la calle, hacer seguimiento de sospechosos (básicamente hay un interrogatorio por capítulo), reunir datos, darles nuevas perspectivas… en definitiva, las correctas y entretenidas investigaciones que teníamos en la primera temporada se ven bien poco, sólo el caso de los barriles muestra esos esfuerzos, el resto de revelaciones y pistas les llegan por arte de magia o por factores externos. El joven agente es enviado a recopilar pruebas y testimonios, pero no vemos nada: vuelve, suelta el cuento, y se ponen a darle vueltas hasta que hilan alguna idea, tras lo cual miran un libro, ficha o periódico, y tacháaan, caso resuelto tras una hora de hablar y hablar y hablar en la sala de autopsias o el despacho de Reid. Si los diálogos fueran ágiles, si la trama tuviera calidad, si el caso fuera complejo y dejara algún poso (¿qué fue de aquel tono deprimente que mostraba lo peor de la época?), pues podría valer. Pero no estamos ante los clásicos de Humphrey Bogart (El halcón maltés, El sueño eterno). Aquí tenemos palabrería, peroratas y discursos eternos en los que sólo tiene valor una sentencia de cada veinte, el resto es puro humo, adorno pretencioso fallido.

Como resultado, no hay ningún caso aislado que recordar, y la trama global, el accidente de tren, va con cuenta gotas y también sin causar impresión alguna. Y todo ello a pesar de tener sólo ocho capítulos. ¿Con una serie tan corta no había manera de encontrar historias más jugosas y completas y narrarlas con más agilidad e intensidad? Qué harán estos guionistas ante una temporada de veintidós episodios. Por lo menos se pueden recortar veinte minutos de cada uno. Es incomprensible cómo todos pasan de los sesenta, más de una hora, cuando lo normal en las series de cable está en los cincuenta o cincuenta y cinco minutos y que sólo superen esa franja si es estrictamente necesario; uno incluso llega a los setenta y cinco, resultando obviamente cansino. Con menos longitud y más agilidad probablemente hubiera salido una serie bastante entretenida: aunque no sean historias de altos vuelos, analizadas desde fuera no parecen malas, el problema es lo infladas que están y la lentitud con que se exponen. Ahí tenemos como ejemplo el primer año, mucho más ágil y emocionante.

Volviendo a la trama principal, esta parecía interesante en principio por su potencial impacto en la zona y los personajes y por estar causada por uno de ellos, es decir, por el viaje al lado oscuro de Susan. Pero una vez pasada la presentación se aparca para sólo recuperarse de vez en cuando tímidamente y sin darle la relevancia esperada. Para colmo, cuando el capitán encuentra la pista definitiva (la huella dactilar), se guarda para el episodio final. Para eso no la reveles tan pronto, leches. El desenlace… pues insustancial. El padre de aquella se presenta como un villano, pero causó tan poca sensación en pasadas apariciones que no recordaba nada de él, y aquí no pasa de ser un «soy malo porque sí». La redención de Susan va muy deprisa después de ir todo tan despacio y disperso, y el conflicto que genera en los tres protagonistas va igual, todo de sopetón después de haber ido a paso de tortuga, para no terminar ofreciendo un final llamativo.

Cabría pensar que dedicando tan poco tiempo a las tramas, los personajes saldrían ganando. Pero siguen la tónica de mucho hablar pero sin movimiento o maduración tangibles. Estamos ante la panda de seres atormentados que nos presentaron en la primera temporada, pero el atractivo ha desaparecido, porque ya en la segunda su evolución se frenó mucho, y aquí se para y muere. Llegan a cambiar en ocasiones su posición y rumbo (el capitán se echa una novia, Bennet parece querer volver con Rose, Reid pasa por varias etapas), pero todo cambio ocurre como con los casos, a trompicones repentinos sin una explicación clara, sin fluidez, sin exponer motivaciones y transiciones adecuadas. Y en algunos giros no se entiende nada: ¿qué ha sido de Emily Reid, y qué aporta la concejala si el romance con Edmund se dejó totalmente de lado? Para colmo, el misterio con la hija desaparecida se resuelve, pero con el mismo estilo fallido: aparece porque sí, sin que haya detrás la esperada investigación retomada por alguna nueva pista. Y claro, los guionistas tienen que estirar el golpe de efecto, así que se inventan una chorrada para que Susan la retenga un par de capítulos, y en otro cuelan otro malabar absurdo que convierte a Reid momentáneamente en malo. Y vaya fallo de casting el de la chiquilla, tanto en lo interpretativo como en el físico.

Resumiendo, al final de la temporada los personajes están en una situación más o menos diferente, pero no ha habido detrás ninguna historia llamativa, ninguna evolución visible y atractiva con la que pudiéramos interesarnos. En cambio sí hay toneladas de aburrimiento y malas sensaciones. De bueno sólo puedo decir que la puesta en escena ha mejorado un poco en cuanto a dirección y fotografía, conteniendo la floja e innecesaria cámara en mano y el montaje frenético que no parecían adecuados para una obra de corte histórico. Ahora manejan mejor las escenas de interiores, algo esencial porque son mayoría, resultando en lo visual una producción bastante correcta.

Amazon ha renovado por dos temporadas más. Espero que sus guionistas se hayan dado cuenta del bajón y se pongan las pilas, porque después de todo, la serie tiene todavía cierto encanto y muchas posibilidades.

Ver también:
Temporada 2.
Temporada 1.

RIPPER STREET – TEMPORADA 2.

Ripper Street
BBC | 2013
Productores ejecutivos: Richard Warlow, Simon Vaughan.
Intérpretes: Matthew Macfadyen, Jerome Flynn, Adam Rothenberg, MyAnna Buring, Charlene McKenna, David Wilmot, Clive Russell, David Dawson.
Valoración:

Como le ocurrió a su hermana Copper, el segundo año de Ripper Street no ha sabido madurar correctamente, y ha perdido algo de fuerza y calidad.

Los personajes siguen estando bien descritos, su forma de ser es fácilmente identificable en cada escena, diálogo y gesto de los bien dirigidos actores. Pero su evolución se ha estancado bastante y solo avanza al final de la temporada de forma algo forzada, como si los guionistas no hubieran planeado con cuidado los arcos principales. Así, en los seis capítulos previos al desenlace apenas vemos algo de movimiento en ellos, más allá de su forma de enfrentarse a los casos… y me temo que estos casos han sido bastante aburridos. Salvo el que atañe al hombre elefante (un pobre desgraciado deforme), que resulta muy emotivo, el resto de investigaciones han sido poco llamativas, y lo que es peor, la narrativa ha fallado bastante. No vi problemas de ritmo en la primera temporada, las historias del día a día se mezclaban con el desarrollo de los personajes principales con fluidez e interés constante, pero esta sesión se hace bastante larga, algo imperdonable teniendo tan solo ocho episodios. Todos ellos se estiran demasiado, no saben ir al grano, se pierden en conversaciones largas e intrascendentes… Falla bastante la regla básica de «muéstralo, no lo cuentes», que tanto defendía Hitchcock: los personajes piensan y hablan demasiado sin moverse del sitio, y así es muy difícil dar vidilla al ritmo. Falta dinamismo, acción y emoción.

La trama central aparece muy tímidamente al principio y se olvida por completo hasta el doble episodio final, donde resurge precipitadamente de la nada para terminar de forma muy mejorable. Un detective de un distrito cercano, Jedediah Shine, se cruza en el trabajo de nuestros protagonistas y rápidamente lo calan como un pendenciero de cuidado que sin duda tiene las manos sucias. Salen malparados sin poder probar nada sobre él, hasta que una investigación sobre joyas robadas pone la mira en una mafia hasta ahora desconocida y en la que relacionan a Shine. El caso no es que avance muy bien, pero al menos alcanza de una forma u otra a todos los protagonistas, prometiendo explotar de forma espectacular. Pero ocurre lo contrario: se desarrolla y cierra malamente, dañando en el proceso a la consistencia de los personajes. Lo explico comentando el irregular desarrollo de cada uno de ellos a lo largo de la temporada:

La mujer de Reid ha desaparecido de la serie, solo se la menciona un par de veces, y si bien se sigue mostrando que el hombre está roto por dentro y se arrastra como un alma en pena intentando hacer el bien para llenar su vacío, hasta el final del año no lo sumergen en una historia concreta, solo deambula sin más. El romance con la concejal, descrito a trompicones a pesar de lo todo que duran los capítulos, no es muy llamativo… pero el problema es que su cierre es bastante pobre. Eso de que de repente Reid se vuelva violento, pidiendo a Drake que mate al odioso Shine, da una escena realmente ridícula: un detective pidiendo a su sargento que mate a un conocido detective a la vista de los demás agentes, y para colmo la chica llega justo en ese momento para que se le rompa el corazón. De risa, una forma pésima de cerrar el tímido arco del personaje.

Jackson se pelea con su mujer por problemas de dinero y de la regencia del club, pero en todo capítulo vemos más o menos lo mismo, con lo que termina haciéndose repetitivo. Además, cuando Jackson se enfrenta al mafioso de poca monta del casero resulta que nuestro protagonista, otrora valiente y decidido, es un blando y fracasa estrepitosamente, pues el vejete gordito le pega una paliza. ¡Venga ya! No cuadra con lo visto hasta entonces de él, echa por tierra la credibilidad del personaje. El asunto empeora con el capítulo final, donde su implicación en la trama de las joyas hace aguas por todas partes: ¿un policía participando en un complot con asesinato, amenazas, matones y contrabando con todo descaro en un local ante el público asistente? La escena es peor que la de Reid, por no decir que… ¿no habían convertido a Jackson en un tontaina cobarde incapaz de enfrentarse al tipo ese? Ahora es capaz además de poner en huida a los matones de una mafia internacional. Lamentable.

Drake parece estar feliz con su mujer, aunque también sigue siendo un tipo con una perspectiva sombría de la vida. Pero una tragedia se lleva a la esposa (en el anodino capítulo de la secta) y se derrumba por completo, rompe con todo y acaba perdido, maltratándose con trabajos duros o directamente violentos. Su retorno a la comisaría viene marcado por un cambio bien mostrado: está asqueado de tanta violencia, de un mundo tan sucio, y no será el policía rudo y amigo de los puños que era antes. La pega es que la serie acaba justo ahí y no vemos cómo afectará a la larga en las relaciones con sus compañeros y en el trabajo policial. Es el que mejor parado sale de los tres policías.

La mujer de Jackson, Long Susan, tiene una trama simple pero efectiva. El acoso del casero es previsible pero el sufrimiento de ella se trata muy bien. Las disputas constantes con Jackson funcionan también correctamente, y además la sumergen de lleno en un caso (la aburrida rebelión terrorista de un grupo de mujeres), con lo que es la única que gana protagonismo e interés.

En los secundarios tenemos pocas figuras con peso. La otra puta, Rose, no me dice mucho, pero aporta algo de vida al conjunto, que a veces parece que hay muy pocos personajes. El nuevo agente, un joven chaval que intenta ganarse la confianza de sus compañeros, es interesante… pero tampoco evoluciona hacia nada concreto hasta que al final la cagan estrepitosamente también con él: de repente resulta que es un espía manejado por Shine. El giro resulta tan precipitado que sabe a engaño, y la tensión de qué hará se maneja fatal. En un plano aún más inferior tenemos el Jefe de Inspectores de la comisaría, que sale poco pero resulta muy atractivo (imponente gracias al actor elegido, Clive Russell), y el agente que está siempre en recepción, con su peculiar aspecto y actitud; es una pena que no tengan casi nada de protagonismo.

Los cuatro actores principales son enormes, de hecho a veces parece que se les quedan pequeños los personajes. El tono sombrío de Matthew Macfadyen y sus gestos de aflicción son sublimes. Jerome Flynn está más o menos en la misma onda, aunque tiene la suerte de que al final su álter ego tiene una interesante caída al abismo, y lo clava de forma genial. Estos dos actores merecen encontrar un gran (y popular, claro) personaje donde lucirse y adquirir una más que merecida fama. Adam Rothenberg cambia bien de registros de médico capaz a marido acabado. Y MyAnna Buring transmite muy bien el sufrimiento creciente de su de su rol conforme su mundo se va viniendo abajo.

En el aspecto visual también me ha decepcionado un poco. En la primera temporada me deslumbró el gran nivel de la recreación de la época, desde el vestuario y atrezo a, sobre todo, los decorados y fondos (pintura o digital, ni idea) que daban forma a la ciudad de Londres de finales de 1800. Este año parece que hay menos recursos, o simplemente es que tras un tiempo viendo la serie te das cuenta de limitaciones que antes no veías. El caso es que cada vez que salen a la calle solo veo tres decorados: la puerta de la comisaría, un callejón estrecho muy simple y una calle que reutilizan para todo. En cuanto a la realización, tuve la impresión de que en los dos primeros capítulos se abusaba de cámara en mano y de mediocres primeros planos, pero luego se centra bastante, de forma que sacan buen provecho de los interiores con planos medios y buena iluminación.

Las audiencias no mejoraron y la serie fue cancelada por BBC poco después de terminar la emisión de esta temporada, lo mismo que pasó con Copper. Sin embargo no lamento su final, porque es clara la sensación de que los guionistas no podían sacar más de ella, de que este año ha sido una extensión algo fallida y no auguraba nada bueno para su futuro.

Actualización: Amazon compró la serie para realizar más temporadas y emitirlas en su nueva plataforma de video online.

Ver también:
Temporada 1.

RIPPER STREET – TEMPORADA 1.


Ripper Street
BBC | 2013
Productores ejecutivos: Richard Warlow.
Intérpretes: Matthew Macfadyen, Jerome Flynn, Adam Rothenberg, David Wilmot, Jonathan Barnwell, MyAnna Buring, Charlene McKenna, Amanda Hale.
Valoración:

Estamos en Londres en 1889, en el barrio Whitechapel donde recientemente el Destripador (The Ripper) sembró el caos descuartizando a varias prostitutas para luego desaparecer sin más. Su huella se siente en el ambiente: la población está asustada, cada nuevo crimen pone a todos en tensión por si el monstruo ha vuelto, los grupos de vigilancia vecinales ponen en apuros a los agentes de la ley con sus métodos salidos de la ira del momento… En la comisaría del distrito, el detective inspector Edmund Reid (Matthew Macfadyen) trata de volver a la situación normal, a pesar de que los fantasmas del Destripador siguen acosando la zona. Pero Reid tiene sus propios fantasmas también: hace poco sobrevivió al naufragio de un barco donde su hija fue dada por muerta. Al no haberse encontrado el cuerpo, la esperanza lucha contra el duelo, y su vida y matrimonio resienten la situación: la esposa se hunde en la pena y se vuelca en la iglesia, y él camina con la aflicción a cuestas, algo que notan y sufren sus compañeros.

En sus investigaciones le acompañan su fiel sargento Bennet Drake (Jerome Flynn), rudo como los tiempos requieren pero de corazón gentil. Se ha hecho recientemente con la ayuda del Capitán Homer Jackson (Adam Rothenberg), un estadounidense que parece haber huido de su país por alguna oscura razón. Su habilidad como cirujano y científico es notable y su labor crucial en la comisaría, aunque su lealtad no esté del todo clara. Pocos personajes secundarios acompañan al trío: algún agente con algo de presencia (el joven novato, sobre todo) y las prostitutas del burdel donde Homer se ha asentado.

Como Copper, Ripper Street es un policíal clásico, de los de patearse las calles, tirar puertas abajo y zurrar para sacar información. Las historias narradas son sencillas pero muy interesantes, y destacan porque se sumergen muy bien en el ambiente de la época (la forma de pensar, la situación social y económica) y entre medio de ellas se trabajan correctamente los personajes principales. Ocho episodios pueden parecer pocos, pero todos son largos, casi de una hora, y dejan muy buen sabor de boca: no falta ni sobra metraje. El único pero notable es la impresión de que había potencial para más, y de que el desenlace deja un poco insatisfecho, pues aun centrándose en la trama principal del año (el misterio de la hija de Reid) no termina de adquirir el nivel de emoción esperable. Al menos, el giro sorpresa final está muy bien, y la evolución de Reid y los que están a su alrededor (esposa, amante, amigos) es notable a lo largo del año.

Las labores de producción son impecables. El Londres de la época se recrea de forma espectacular, digna de una superproducción cinematográfica: un vestuario excelente, decorados muy detallados, exteriores constantes, amplios y recreados con esmero, más unos fondos digitales o pintados alucinantes (superiores a los de Copper, que se notaban un poco). La puesta en escena es bastante correcta, y aunque no sea de gran nivel aprovecha bien los recursos gracias a una buena fotografía. El único punto negativo es que el montaje a veces resulta muy apresurado: una serie de estas características, pausada, muy dada a canalizar situaciones a través de la expresión de los personajes y, sobre todo, fotografiada como una producción de época, pierde enteros cuando en alguna escena el editor se vuelve loco enlazando planos a toda velocidad. El reparto es bastante atractivo, pues Macfadyen (Los pilares de la Tierra) y Flynn (Juego de tronos) son dos actores muy carismáticos, capaces de llenar la pantalla sin mucho esfuerzo. El personaje de Reid tiene más juego, y la interpretación de dolor contenido de Macfadyen es de las que llegan con intensidad, pero Flynn queda en bastante segundo plano a pesar de ser coprotagonista; a ver si en el futuro le dan más margen. Adam Rothenberg cumple bastante bien, pero no como para causar impresión.

Como Copper, el entretenimiento está asegurado para quien espere un policíaco del calidad y no los cansinos procedimentales que ahogan el género en la actualidad. Su sencillez es una baza a la hora de entretener, pero también hace pensar que, viendo lo que se han currado la recreación de la época, podrían haberse esmerado en hacer algo más trascendente y complejo.

Y me es ineludible terminar con una comparación más detallada con Copper, pues ambas parecen creadas con la misma plantilla: da la impresión de que la BBC partió de la misma idea para hacer una serie para el público estadounidense (Copper fue la primera producción de BBC América) y otra para el británico. Las similitudes son evidentes:
-Ambientación a finales del siglo XIX, con una atmósfera post-conflicto, en una las revueltas de Five Points y en otra el caos del Destripador, que tienen una huella constante en los personajes y las historias.
-Buena reconstrucción de la sociedad de la época y de la labor policial. Incorporación de los primeros pasos de la ciencia forense.
-Grupos de personajes muy parecidos. Tres protagonistas: el detective agobiado por un misterio reciente, el amigo fiel y bonachón pero duro cuando es necesario, el médico conocido recientemente y muy hábil en su campo. En el tramo final de la temporada se ahonda mucho en el misterio del rol central, aunque en Copper da mucho mejor resultado. El grupo de prostitutas tiene una presencia y relación constante con los personajes y casos. Eso sí, en Copper el plantel se secundarios es mucho más amplio.
-Un tono melancólico y trágico: la vida de la época es dura, los protagonistas están heridos por dentro.

Más allá de estos factores claros, es evidente también que cada serie tira por caminos distintos. Sí, la sensación de que partieron del mismo esquema es notable, pero los guionistas lo desarrollaron cada uno a su manera. Si tengo que elegir una de las dos… bueno, es difícil: vean las dos. Pero en ciertas cosas Copper me gustó más: es algo más oscura y cruel, los secundarios son más numerosos e interesantes y los principales mantienen una dinámica mucho más compleja, pues en Ripper Street la relación de Reid con todos es muy fría, lo que da menos juego aunque sea a su manera muy interesante.