DEFYING GRAVITY – TEMPORADA ÚNICA.

ABC | 2009
Creador: James D. Parriott.
Productores ejecutivos: James D. Parriott, Michael Edelstein, Michael Chechik, Tim Haines, Brian Hamilton.
Intérpretes: Ron Livingstone, Malik Yoba, Andrew Airlie, Paula Garcés, Florentine Lahme, Karen LeBlanc, Eyal Podell, Dylan Taylor, Christina Cox, Laura Harris, Ty Olson, Zahf Paroo, Maxim Roy.
Valoración:

Defying Gravity narra el viaje de un grupo de astronautas a través de varios planetas del sistema solar, un proyecto enorme en el que están puestos los ojos de todo el planeta, en especial los de los medios privados que han invertido grandes sumas de dinero y que obviamente tienen sus intereses comerciales y dirigen muchos aspectos de la misión de formas poco científicas: seguimiento en plan gran hermano, anuncios protagonizados por los tripulantes, etc. Los paralelismos argumentales con la reciente Virtuality son evidentes y numerosos (frutos de la casualidad), pero lo cierto es que el tono y la calidad son muy diferentes. Mientras Virtuality ofrecía una historia más madura, más adaptada al género (ciencia-ficción) y escrita con coherencia y calidad, Defying Gravity se inclina hacia el drama de amoríos con ligeros toques de misterio de ciencia-ficción y está escrita con una torpeza pasmosa. Sorprendentemente, a pesar de gestarse la primera en una cadena más inclinada a la ciencia-ficción (FOX) y la segunda en una generalista (ABC), Defying Gravity llegó a durar una espantosa e innecesaria temporada entera, mientras que la muy prometedora (¡pero muchísimo!) Virtuality murió en el parto.

A primera vista la aventura espacial parece fascinante para los amantes del género (¡con qué ganas cogí la serie a pesar de saber que estaba sin terminar!), pero resulta insignificante y trivial (incluso la esperada llegada a Venus es notablemente insustancial), y solo destaca un misterio en principio bien llevado pero que no resulta nada espectacular una vez se ha desvelado (en un decepcionante episodio más propio de Expediente X), mientras que la parte dramática ofrece un endeble culebrón en plan Anatomía de Grey (de hecho así se vendió la serie), es decir, con un exceso de relaciones (amistosas, profesionales, amorosas) afiladas hasta resultar demasiado exageradas e irreales. No hay manera de creerse a esos personajes tan inmaduros e incompetentes, es imposible que gente tan incapaz llegara a las pruebas finales de selección. Todos son peligrosamente inestables mentalmente: uno alcohólico (nadie se da cuenta) y con terrores de guerra, otros encajonados emocionalmente en alguna tragedia (cuántas veces me van a contar lo de Marte). Sus motivaciones, reacciones y relaciones son tan infantiles y estultas que resultan ridículas. Y por si fuera poco episodio tras episodio se repiten las mismas vivencias una y otra y otra vez: las relaciones entre personajes están estancadas en un número muy limitado de situaciones, y estas se ven episodio sí y episodio también, sin ir más allá, sin evolucionar lo más mínimo. No ayuda tampoco el formato tan simplón elegido: la línea narrativa actual, en la nave, sigue un paralelismo forzadísimo con situaciones vividas en la época de entrenamiento y selección, con lo que además es como ver la misma trama duplicada en cada episodio. Diría que todo lo que se cuenta cabría en uno o dos capítulos, con lo cual pueden hacerse una idea de lo estancados, lentos y aburridos que resultan el total de trece… y menos mal que no hubo más temporadas.

Añadan al mediocre y por momentos irrisorio cóctel numerosos momentos de vergüenza ajena, tramas mal llevadas, diálogos infames, incoherencias varias y algunas secuencias que no hay forma de creerse: aquella parte del entrenamiento donde unos se torturan a otros siguiendo órdenes, la fanática religiosa que pone su fe antes que la ciencia y sus compañeros, las constantes trifulcas amorosas en plan quinceañeros, la incapacidad de los personajes para superar miedos más o menos triviales o mantener relaciones normales, demasiada charla banal sobre la fe, los remordimientos y el camino de cada uno en la vida pero poquísima ciencia y filosofía inteligente, que la nave tenga secciones rotatorias cuando tienen trajes y productos mágicos que producen gravedad artificial, la constante musiquita de comedia tontorrona que martiriza en cada escena y los excesivos momentos videocliperos (¡hasta tres canciones en el episodio final, con sus correspondientes cámaras lentas y miraditas lastimeras!)… Con una sola escena de este tipo por episodio uno dudaría de la habilidad de los guionistas, pero es que las hay por docenas.

El creador habló sobre lo que hubiera deparado el futuro de las historias, pero nada resulta lo suficientemente llamativo como para perder el tiempo citándolo. En resumen, se limitaría a seguir el mismo esquema entre planeta y planeta, es decir, con las mismas cansinas tramas personales avanzando a paso de lechuga. Lo único que puedo decir es que después de todas las temporadas que hubiéramos visto los entes misteriosos no serían explicados y solo hubieran servido para extender las penosas peroratas sobre la fe, el destino y demás tontadas, con lo cual me alegro aún más de que fuera cancelada.

En cuanto a la puesta en escena la realización es correcta sin más: visualmente es bastante sencilla y no aprovecha la belleza el universo, que podría y debería haber dado más de sí en una serie ambientada en él. Los decorados son bastante buenos pero los efectos digitales son mejorables (poco presupuesto, supongo). Y por supuesto, como hay mucha pantallita enorme pululando por la nave, todo el rato se oyen absurdos pipipipipi que me sacan de quicio.

No me sorprende que no tuviera éxito y tuviera que ser cancelada. Es muy floja, por no decir mala, pero su problema principal es que no tiene un público objetivo claro: ni termina de decantarse por los aficionados al drama culebronesco en plan Anatomía de Grey ni se presenta como una buena elección para los amantes de la ciencia-ficción con tintes dramáticos. Es una mezcla fallida con ingredientes de muy poca calidad.

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