Archivo mensual: junio 2021

EL CUENTO DE LA CRIADA – TEMPORADA 1

The Handmaid’s Tale
Hulu | 2017
Drama, suspense, ciencia-ficción | 10 ep. de 47-60 min.
Productores ejecutivos: Bruce Miller, Warren Littlefield, Sheila Hockin, Kira Snyder…
Intérpretes: Elizabeth Moss, Yvonne Strahovski, Madeline Brewer, Alexis Bledel, Max Minghella, Samira Wiley, O-T Fagbenle, Ann Dowd, Joseph Fiennes, Amanda Brugel, Nina Kiri, Bahia Watson, Stephen Kunken, Ever Carradine.
Valoración:

NOVELA DE CULTO MINORITARIO, SERIE DE ÉXITO MUNDIAL

Margaret Atwood, nacida en Ottawa, Canadá, en 1939, es una escritora bastante prolífica, con numerosas novelas, poesías, relatos y cuentos y algunas obras de teatro y guiones. También es una activista y pensadora que colabora con organismos importantes, como Amnistía Internacional y Birdlife.

Como autora, no tenía mucha fama más allá de sus fronteras hasta la llegada en 2017 de la serie que adapta una de sus novelas más aplaudidas, El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale), que publicó en 1985. Es de esos casos en que el reconocimiento llega tarde, aunque en este caso, no tanto como para no aprovecharlo, pues en 2019 escribió una secuela narrando la situación de los personajes quince años después. Parece que a sus 80 años de edad todavía tiene mucho que decir.

La adaptación para televisión se gestó sin atraer miradas. No contaba con autores de renombre que generaran expectación. Aunque fue apadrinada por la MGM, se puso en marcha entre varias productoras menores, con un presupuesto bastante escaso. La adquirió una cadena también pequeña, Hulu. Aun así, inesperadamente la reverenciada HBO se hizo con la distribución mundial.

Lo cierto es que su creador, Bruce Miller, tiene una carrera bastante amplia, pero siempre como colaborador. Empezó en los 2000 en puestos de productor secundario en la veterana Urgencias (1994) y en Everwood (2002), fue ascendiendo hacia la producción ejecutiva (es decir, con influencia en el desarrollo creativo) en títulos como Los 4400 (2004), Al descubierto (2008), Eureka (2006) y Los 100 (2014). Esta última la abandonó en la segunda temporada, supongo que para centrarse en este proyecto personal.

El reparto sí tuvo algunos nombres medio conocidos (Elisabeth Moss y Joseph Fiennes), lo que permitió que algunos seriéfilos se fijaran en ella en un panorama televisivo muy rico y donde cada vez más la imagen de las cadenas y los rostros más visibles generan un efecto nicho que deja fuera a obras con posibilidades. Y con eso y su extraordinaria calidad, El cuento de la criada tuvo un boca a boca que la catapultó con tal rapidez que ya desde la primera temporada se convirtió en una de las series más aplaudidas e influyentes de los últimos años. En los siguientes carnavales, el disfraz estrella fue el de criada, con la capa roja y el tocado blanco, algunos políticos la han mencionado en sus discursos, series posteriores dejan ver su influencia, y millones de personas se han quedado embelesados con el viaje de la protagonista y han reflexionado con las profundas lecturas que está dejando.

Hulu la estrenó en EE.UU. en abril de 2017, y HBO distribuyó internacionalmente o revendió los derechos allí donde todavía no había llegado su plataforma streaming. En España sí la teníamos ya, pero aun así, la serie venía con tal tirón que otros aprovecharon que HBO es un canal minoritario todavía y pujaron por ella. Así, aunque tienen preferencia en el estreno de las temporadas y debe pasar un año hasta que otro pueda emitirla, muchos la han visto en Amazon Prime Video o, más sorprendente aún, en Antena 3. Eso sí, a pesar de sus buenas audiencias y del impacto en los medios, la cadena en abierto no ha pasado de la primera temporada por ahora; quizá los derechos se han encarecido demasiado.

A la hora de publicar esto, la serie tiene confirmada al menos cinco temporadas, y dada la naturaleza y complejidad del universo planteado podrían ser muchas más y contar con series paralelas. El propio Miller dijo que apuntaba alto, quizá hasta diez temporadas. Aparte, ya se están planeando series sobre otras novelas de Margaret Atwood.

DISTOPÍA ESPELUZNANTE

A través de los ojos de June, una treintañera que es tomada como sirvienta-esclava, vamos conociendo la vida una nueva nación, Gilead, que parece haber nacido de una guerra en Estados Unidos y funciona como una teocracia basada en el antiguo testamento. La ciencia y la tecnología están muy limitadas. La economía es de subsistencia controlada. La cultura ha sido aniquilada, sólo existe la Biblia, y las mujeres no pueden leer, bajo pena de amputar dedos. La libertad individual se anula, se conforman estratos sociales muy definidos, señalados por el color de sus ropas, donde destaca la familia tradicional y una cadena de mando y poder de corte feudal. Todo tiene un propósito: luchar contra los excesos del capitalismo y los problemas de la contaminación, oponerse a las libertades personales en todas sus formas (sexo, ocio, cultura, religión …), pero la excusa final que les permitió organizarse y alzarse fue poner freno a la crisis de natalidad sin precedentes que todo eso había generado.

Podría extenderme describiendo cada grupo social, la situación política y otras peculiaridades (como las numerosas frases hechas vacías que se usan en las conversaciones para evitar conectar o meterse en problemas), pero lo mejor es ir descubriéndolo por uno mismo siguiendo las andanzas de June, así que voy a centrarme en lo esencial.

Los episodios iniciales, centrados por completo en su punto de vista, nos van explicando el funcionamiento de esta cruel sociedad. Lo primero que conocemos es que por ser una de las pocas mujeres fértiles que quedan ha sido obligada a ejercer como Criada, o sea, para ser violada por las clases altas hasta que les dé hijos. Su nombre ha sido anulado, llamándose según el cabeza de familia con el que esté destinada: ahora es Offred (Defred en castellano). El matrimonio de Fred y Serena Joy Waterford es de los estrictos, y Offred debe aprender a sobrevivir entre ellos sin perder su voluntad y determinación: recuperar a la hija que tuvo antes de todo esto y fue tomada como propiedad de esta nueva república, encontrar a su marido Luke, desaparecido en el último intento de huida, y no perder a su mejor amiga, Moira, atrapada con ella en esta pesadilla. Conocemos a su vigilante, la metódica y cruel Tía Lydia, al misterioso chófer de los Waterford, Nick Blaine, a la afable sirvienta Rita, y a sus principales compañeras criadas afincadas en las familias prominentes de Boston, al norte del país: la caótica Janine, la inteligente Emily, la valiente Alma, la dulce Brianna…

Este universo y sus habitantes están tan bien descritos, resultan tan verosímiles, que el relato es de los que más que conmoverte te atizan hasta dejarte con bastante mal cuerpo. El estado opresor, los personajes rotos o torturados constantemente, las escasas posibilidades no ya de que alcancen sus metas, sino simplemente de que sobrevivan un día más, conforman una serie sofocante, que mina la moral. No es apta para quien no le gusten las emociones fuertes, estar tenso en todo momento, pero para quien sí lo haga, es un festín, una obra apasionante como pocas. Es tal el realismo y sensibilidad que destila, que según el capítulo o momento que estés viendo puedes llegar incluso a entender y justificar el nacimiento de Gilead, las motivaciones de los Waterford, y ver mal los intentos de Offred de socavar sus actividades.

Por extensión, los paralelismos con la realidad son inquietantes, tanto porque hay países y lugares con sistemas parecidos (dentro de EE.UU. hay feudos ultra religiosos semejantes) como por la sensación de haber acertado de lleno en el declive que vivimos en los últimos tiempos en los países del primer mundo. El control de grupos conservadores sobre los medios, la educación, la política y su contraposición a las libertades y derechos que tanto nos ha costado ganar está a la orden del día, y da la sensación de que en cualquier momento puede saltar la chispa. El intento de golpe de estado de Donald Trump al perder las elecciones o la deriva que muestran en España los partidos equivalentes resultan escalofriantes. El feminismo, la homofobia y la inmigración son también temas que toca con elegancia y agudeza, dejando potentes reflexiones en cada episodio.

NARRACIÓN EXQUISITA

Aunque Bruce Miller sea el principal artífice (o showrunner), para no perder el toque feminista se rodea de cantidad de mujeres en la escritura, la producción y la dirección. La mayoría, aunque no sean conocidas por no estar en primera línea en el gremio, tienen carreras bastante completas o muestran bastante potencial. Sheila Hockin (Vikingos -2013-, Los Tudor -2007-), Lynn Renee Maxcy (Eureka -2006-, Alphas -2011-), Nina Fiore (Crónicas vampíricas, 2009), Jacey Heldrich (Westworld -2016-, Persons of Interest -2011-), Kari Skogland (The Listener -2009-, Los Borgia -2011-, Falcon y el Soldado de Invierno -2021-), Daina Reid (City Homicide -2007-, Descubriendo a Nina -2010-)…

Miller ha demostrado que su experiencia previa ha calado muy bien, pues en El cuento de la criada desde los primeros minutos hace gala de un gran dominio narrativo, tanto en la técnica como en la imaginación. Juega con habilidad con marcados puntos de vista, largos clímax de tensión, giros inesperados que generan expectación por el siguiente episodio… Y en la visión a largo plazo también se observa pronto que, al contrario que series que han vivido del humo, como Perdidos (Alex Kurtzman, Damon Lindelof, 2004) y Galactica (Ronald D. Moore, 2003), teje un mundo de gran complejidad con paciencia y cuidado por el detalle, dejando obviamente ver el origen literario, pero también sin amilanarse a la hora de ir asentando y dando coherencia a todo poco a poco en un formato que si no engancha desde los primeros capítulos puede perder muchos espectadores.

En lo que llevamos de serie, está claro que las dos primeras temporadas son la introducción y en la tercera empieza el nudo. Pero eso no implica que haya que soportar una larga presentación hasta entrar en materia. Los capítulos iniciales son sublimes, atrapan con un universo tan fascinante como demoledor, lleno de información que vamos asimilando con asombro y de retos para los protagonistas que van calando en ellos, moldeando su personalidad y sus planes, y dejándote siempre con ganas de ver más.

Puedo entender a los que se le atraganta su temática y estilo tan oscuro y sofocante, pero me resulta increíble ver a gente diciendo que es lenta. Como ocurre con The Wire (David Simon, 2004) o Los Soprano (David Chase, 1999), por citar dos grandes obras donde se ha escuchado mucho el mismo sinsentido, está claro que estamos ante lo típico de que si no hay acción apabullante y sensacionalismo barato en cada minuto significa que «no pasa nada». No se hizo la miel para la boca del asno, reza el dicho. En realidad cada escena tiene sentido por sí sola y un propósito futuro. Cada silencio posee un significado. Cada palabra y acción genera unas consecuencias. No hay nada al azar, ni un relleno, en esta completísima temporada.

Pero también encontramos algunos deslices menores. Dada la brillantez del conjunto pasan bastante desapercibidos, aunque cuando llegas a darte cuenta (probablemente en los revisionados) hay momentos en que rechinan. Lo más destacado son los monólogos finales de reposicionamiento. Donde en otras series usan cansinos videoclips musicales que te recuerdan dónde están o hacia dónde van los personajes, como si hiciera falta tener un resumen de vez en cuando para espectadores con escasa capacidad de atención, aquí, como esos numeritos no pegan nada, se apoyan en los discursos internos de June para resumir por qué estaba sufriendo recientemente y qué planea hacer. Resultan un tanto chocantes en una obra tan inteligente, y tenerlos en prácticamente todos los episodios acaba siendo un poco cargante. También me mosquean bastante las cutre conversaciones de walkie-talkie de los guardias, usadas como un efecto sonoro de tensión que a veces canta demasiado a improvisación fallida en postproducción, sobre sobre todo en algunas situaciones realmente absurdas, como esa donde se oye «La misión es coger a la criada» cuando están llegando a su habitación, ergo saben perfectamente cuál es el objetivo desde que se dirigieron a la casa.

PERSONAJES E INTERPRETACIONES INOLVIDABLES

Para adentrarnos en la vida y la mente de June tenemos muchos primeros planos que muestran sus emociones, pero estas se ven enriquecidas con la voz en off que nos adentra de lleno en sus pensamientos. Los episodios por lo general enlazan los hechos actuales con flashbacks a su vida anterior a Gilead, de forma que se realza el choque entre escenarios y se va exponiendo poco a poco cómo se gestó todo y cómo acabó siendo criada.

Pero inesperadamente, a mitad de la temporada el foco se abre a otros puntos de vista. A la que mejor le sienta el acercarnos más a su vida esa a Serena, que no tarda en pasar ante nuestros ojos de villana cruel a mujer desdichada sin salida en un mundo donde los propios Waterford parecen haber sido colaboradores en su creación. También veremos los periplos de Luke y Moira intentando huir de Gilead, los problemas diarios de Emily y Janine como criadas que, como June, no se dejan aplastar, y los orígenes de Nick.

Se da forma a un repertorio muy completo de roles muy humanos, llenos de aristas, que un día amas con locura, otros te decepcionan, otros odiarás con fuerza. Sus conflictos internos y los retos que enfrentan, así como la apasionante historia que se va gestando en general, cautivan, te atrapan con fuerza, incluso te zarandean con crueldad.

Esta posición era todo un reto para el casting, y salvo un importante desliz se salda con unas elecciones acertadísimas. Elisabeth Moss no tenía que demostrar nada a estas alturas, tras darse a conocer en El Ala Oeste (1999), arrasar en Mad Men (2007) y salvar numerosas producciones menores tanto en televisión (Top of the Lake, 2013) como en cine (El hombre invisible, 2020). Pero no podría haber soñado con un papel más hecho a su medida. Moss soporta el peso de gran parte de la serie, con la dificultad añadida de ser una obra de muchos planos al rostro, de silencios y miradas contenidas, y por supuesto con gran carga dramática. El torrente de emociones del que hace gala es magistral, encumbra un rol con gran potencial hasta conseguir que resulte inolvidable.

En el plantel de secundarios destacan Madeline Brewer como la alocada Janine, la intensidad escalofriante de Ann Dow como la Tía Lydia, la simpatía entrañable de Samira Wiley y O-T Fagbenle como Moira y Luke, la fuerza dramática de las miradas de Alexis Bledel como Emily y la pose distante e intrigante de Max Minghella como Nick. El único pero es importante: ¿en qué cabeza cabe que un patán inexpresivo como Joseph Fiennes siga encontrando trabajo? Fred Waterdord no impone ni muestra sus contradicciones como podría.

Aparte tenemos la sorpresa inesperada. La modelo Yvonne Strahovski, como otras del gremio, decidió probar suerte en la interpretación. Nadie le hizo mucho caso en sus papeles recurrentes en Chuck (2007) o Dexter (2006), y menos en otros de inferior trascendencia. Pero fue sumando experiencia y aquí ha podido mostrar su valía con creces. Conforme Serena adquiere relevancia, su papel se torna más complejo y delicado, adquiriendo un calado dramático de impresión. No tarda en estar tan espléndida como Moss.

Obviamente Bruce Miller parte de una novela que parece muy cuidada en la descripción del mundo y los personajes, pero hace cambios bien estudiados para adaptarse a una estructura televisiva y explorar el potencial latente. Por lo que he ido viendo, prácticamente todo el que ha leído el libro dice que sus modificaciones son muy adecuadas. Lo más destacable son los flashbacks y la ampliación del número de protagonistas. Con ellos nos abrimos rápidamente a otras historias que ayudan a describir mejor el universo imaginario y evitan el desgaste del rol principal; en el libro todo va de la mano de Offred, sus largos monólogos internos y su gradual viaje por Gilead. Otro cambio muy bien recibido es que al poner a Serena de la misma edad que June en vez de como una mujer bastante mayor se generan más puntos en común, permitiendo mejor interacción dramática entre ellas, y dada la química entre las actrices, sin duda los productores desarrollaron aún más su relación y sus conflictos.

ACABADO DESLUMBRANTE

Salta a la vista que nace como una producción menor, con poco dinero. También es evidente que el éxito le dio pronto el empujón que necesitaba para ir mostrando gradualmente más de la república de Gilead en las siguientes temporadas. En este primer año nos movemos por muy pocos escenarios y exteriores, no hay situaciones con grandes despliegues de recursos humanos y técnicos más allá de las reuniones de unas pocas decenas de criadas. Nos centramos principalmente en la mansión de los Waterford, el camino que siguen las criadas al supermercado, algún centro de las Tías y algunas calles y bosques, todo rodado en Ontario aunque se represente principalmente Boston, pues allí es más barato. Pero es de esos casos donde la falta de recursos se suple sobradamente con paciencia y una gran visión.

Bajo el mando de Miller, la estética de la serie la asientan en los primeros episodios las labores de dirección de la citada Reed Morano y de Mike Barker (Un plan perfecto -1999-, Outlander -2014-), con fotografía de Colin Watkinson (El séquito -2004-, Emerald City -2016-). Sumamos también la sencilla pero sutil y efectiva música de Adam Taylor y el vestuario que representa muy bien la sociedad imaginada.

El resultado es un deleite visual sin parangón, y hablamos de una época en que encadenamos una serie impactante tras otra. No es que hayan inventado algo nuevo. Qué se puede inventar a estas alturas sobre dónde colocar la cámara. Como ha pasado en obras que han sorprendido por su aspecto visual en los últimos tiempos (como Hannibal -2013- y otras de Bryan Fuller), se basan en el amor al detalle, la búsqueda de la belleza en lo cotidiano, el cuidado de las emociones que se desean transmitir… y la valentía de jugar con los extremos, de arriesgarse con combinaciones inesperadas.

El cuento de la criada está plagada de postales cautivadoras. Esa trabajada iluminación en las habitaciones oscuras donde apenas entran rayos del sol. Esas calles frías y grises donde las criadas llaman la atención con su rojo brillante. La unión tan elegante de tonos apagados de verdes y marrones. Y todo ello se alterna con planos en apariencia aberrantes, llenos de elaborados encuadres inclinados y primerísimos planos bajo el tocado de las criadas. Lejos de formar un contraste anacrónico, consiguen captar muy bien que la vida en este mundo está llena de pesares, dramas y paranoia. De esta forma tenemos un aspecto visual hermoso y a la vez perturbador que realza con gran intensidad los estados emocionales de los protagonistas.

CONMOVEDORA Y ATEMPORAL

Mucho tendría que patinar El cuento de la criada en próximas temporadas (y al menos hasta la tercera aguanta el tipo) para deshacer el hito conseguido en esta presentación: poner patas arriba el ya de por sí rico mundo televisivo actual e incluso saltar de él y causar gran impacto social. Con una certera actualización de la novela, un guion brillante, unas interpretaciones memorables y un acabado visual sobrecogedor, se han marcado una serie conmovedora en el drama humano y muy inteligente en el calado social y político que tiene todas las dejar una marcada huella y resonar durante décadas.