KLONDIKE – MINISERIE – PRIMERAS IMPRESIONES.

En la década de 1890 dos grandes amigos desesperados por no encontrar trabajo, que sobreviven de trapicheos y arrastran problemas uno detrás de otro, deciden romper con todo y unirse a la fiebre del oro que lleva a mucha gente al río Klondike en Yukón, la zona canadiense colindante con Alaska. Klondike supone la primera serie de producción propia de Discovery Channel, y también una gran decepción, porque es lamentable que un canal con tal prestigio dé el paso a las series con una obra tan pobre y simplona.

Klondike es un lastimero refrito de todos los clichés del género. Solo aguanté el primero de los tres capítulos de 90 minutos, y con gran esfuerzo. No pienso perder el tiempo viendo más, porque es evidente lo poco que tienen que ofrecer, pero dejaré constancia de mis impresiones para advertir a posibles espectadores. ¿Merece la pena dedicar cuatro horas y media a ver un compendio de personajes, tramas, situaciones y clichés que has visto un millar de veces? El Oeste, la fiebre del oro, el hombre contra la naturaleza, el héroe humilde contra el terrateniente ambicioso… Tenemos el amigo responsable que sobrevive a todo como si tuviera superpoderes y el amigo tontorrón que se mete en líos uno detrás de otro. Los acompañamos en el clásico viaje lleno de aventuras tremendamente predecibles: el lío con el juego, la avalancha, los colonos, los indios…. Conocemos a los secundarios más arquetípicos del género: la chica y el villano son de manual, el cura que aporta consejo y sabiduría también. Asistiremos a los eventos más esperables: adivinaréis en seguida quién morirá, quién liga con quién, cómo irá el conflicto con el malo… Y nos atragantaremos con los diálogos más facilones y cutres que podáis imaginar. En esos noventa minutos que soporté no hubo un solo segundo genuino, esforzado, atractivo, emocionante… ¿De verdad esperaban que un relato tan manido, predecible y superficial podría causar algún tipo de impacto?

También se pueden señalar potenciales inconsistencias (porque no me he parado a comprobarlo): ¿el abrigo del protagonista no parece demasiado moderno, con botones de clip y todo?, ¿un pueblo aislado en el quinto pino y recién improvisado con casuchas tiene electricidad?, ¿cómo es que de repente todos los protagonistas se conocen de nombre, apellido y procedencia sin haber intimado o hablado lo más mínimo? Y huelga decir que en el panorama televisivo actual una serie de tono tan blando, de ideología tan pulida (ni un solo matiz gris, los personajes son o buenos o malos sin más) resulta muy poco atractiva y casi anacrónica. Así pues, Klondike parece un guión de los años cincuenta recuperado de algún cajón olvidado. No tiene nada interesante que ofrecer.

La puesta en escena es correcta sin más. Después de ver Deadwood cualquier producción del Oeste puede quedarse corta, pero es que quitando unas cuantas panorámicas no hay un gran sentido de la aventura. Vamos, que tampoco sorprende. Viene avalada por la producción de Ridley Scott y David W. Zucker (Los pilares de la Tierra, Un mundo sin fin) y la dirección de un valor seguro como Simon Cellan Jones, pero parece que no se esforzaron mucho. El reparto va justito, quizá porque con personajes tan unidimensionales no hay mucho que hacer. La estrella central es Richard Madden (Robb Stark en Juego de tronos), que tiene cierto carisma pero no el suficiente para llenar un cascarón vacío.

En una línea semejante surgió Hatfields & McCoys. Un canal de documentales (History) decidió dar el paso a crear series propias y optaron por una clásica y muy vista historia del lejano Oeste. Pero al menos en ella se dejó entrever talento a todos los niveles: el guión era sencillo y predecible pero sólido, el reparto tenía buen nivel, la dirección fue notable. Klondike en cambio está muy cerca de ser un insulto a la inteligencia del espectador.

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