Archivo mensual: marzo 2022

EL ÚLTIMO REINO (THE LAST KINGDOM) – TEMPORADA 5 Y FINAL

The Last Kingdom
Netflix | 2022
Aventuras, drama, histórico | 10 ep. de 54-57 min.
Productores ejecutivos: Nigel Marchant, Gareth Neame.
Intérpretes: Alexander Dreymon, Timothy Innes, Eliza Butterworth, Millie Brady, Mark Rowley, Emily Cox, Ruby Hartley, Finn Elliot, Arnas Fedaravicius, James Northcote, Ewan Mitchell, Jeppe Beck Laursen, Cavan Clerkin, Adrian Schiller, Stefanie Martini, Eysteinn Sigurðarson, Harry Gilby, Sonya Cassidy, Harry Anton, Phia Saban , Amelia Clarkson, Ryan Quarmby, Micki Stoltt, Eva Birthistle, Ewan Horrocks, Sonya Cassidy.
Valoración:

La inexplicada salida del principal productor ejecutivo y guionista, Stephen Butchard, a la hora de encarar la cuarta temporada, dio lugar a un inesperado bajón de calidad cuando la serie venía de una maduración gradual y una tercera temporada magistral. Pero por suerte, el relevo tomado por sus colaboradores, con Nigel Marchant a la cabeza, ha cogido soltura y ha recuperado el tono en la etapa final. Otra cuestión es por qué Netflix la canceló a pesar de que quedan varias novelas de Bernard Cornwell y está siendo un éxito notable. Los productores afirman que cuando planificaron la serie había diez libros y pensaban adaptar dos por temporada, pero precisamente por ello ahora tenían en bandeja aprovechar el éxito uno o dos años más. Y en cierta manera algo van a hacer: Netflix ha anunciado un episodio especial, una película, a modo de epílogo. Las tramas principales de los protagonistas se cierran aquí, pero otros aspectos quedan abiertos, pues la historia de los conflictos entre sajones, daneses y escoces tiene todavía mucho que ofrecer.

Después de años tratando de recuperar su hogar, Bebbanburg, contra el designio de cada rey danés o sajón y los caprichos del destino, Uthred se resigna a construir una vida en un asentamiento en el Danelaw, la región que han logrado para sí los daneses y donde supuestamente podrán vivir en paz. Allí están sus compañeros de aventuras, Finan, Sihtric, Osferth, y su pupilo Aethesltan, hijo bastardo del rey Edward, quien muestra muy buen talante y tiene un actor, Harry Gilby, muy competente. En otra aldea cercana, Uthred tiene a su propia hija Stiorra, casada con Sigtryggr. El único problema es que Brida sigue empeñada en vengarse, y tras un periodo en Islandia vuelve a hacer incursiones en las cercanías.

En la corte sajona, Edward persigue el sueño de su padre de unir todos los reinos en un nuevo país llamado Inglaterra, mostrando gran madurez a la hora de asentar todo con paciencia, pero también una vena cruel inesperada cuando las cosas se tuercen. El actor Timothy Innes también ha crecido mucho, está impresionante. Aethelflaed por su parte ha conseguido apaciguar las dudas con su domino sobre Mercia con ayuda del fiel Aldhelm, pero su hija Aelfwynn (Phia Saban) parece no estar preparada para tomar el relevo (y la actriz, en su primer papel, está horrible). Aelswith sigue siendo la madre y cristiana devota que daría todo por su familia, Pyrling el consejero leal y prudente, conocemos a la nueva amante del rey, Eadgifu (Sonya Cassidy)…

La corte es el habitual nido de víboras, con el noble Aethelhelm intentando mantener a su casa en la línea sucesoria por el trono, sobre todo cuando ve que el matrimonio del rey con su hija Aelflaed no parece cuajar. Agitará cualquier avispero que pueda darle ventaja política, usando para ello a su mercenario Bresal (Harry Anton): el miedo a los daneses, los conflictos culturales y religiosos con ellos, las alianzas con otros nobles… Al final la paz se resiente y los reinos vecinos terminan de nuevo al borde de la guerra, empujando a Uthred, Sigtryggr, Edward, los escoceses, etc. a danzar unos contra otros.

Después del bajón de ritmo, complejidad, coherencia, épica… de la etapa anterior, esta vuelve a centrarse, logrando una odisea histórica apasionante y muy fiel, una de aventuras adictiva y un drama emocionante, y el conjunto acaba siendo mucho más equilibrado. Los numerosos personajes giran unos alrededor de otros con mil tramas cruzadas, cada decisión implica un buen número de consecuencias y reacciones, resultando todo impredecible y fascinante.

Alguna pega se le puede poner, aunque ninguna especialmente grave. Hacia el final, los guionistas pierden un poco de energía y descuidan algunos aspectos de las tramas principales. Las intrigas de Aethelhelm se hacen demasiado transparentes y previsibles cuando se une a los escoceses, aunque se mitiga un poco por el carisma del rey Constantino (Rod Hallett), que evidentemente lo acepta porque le viene bien. Y la conflagración final se ve un poco forzada, sobre todo en la reaparición de Stiorra (ni idea de cómo Aelswith sabe dónde anda y por qué se rebaja a tratar con ella) y la incursión de Uthred y sus colegas al castillo, donde se pasean como si nada todo el rato. De esta forma, la tensión con el destino de la batalla peca de sensacionalismo y de no lograr unir cada sección con la misma coherencia del resto del año. Aparte, sigo sin entender qué querían contarnos con Eadith, la curandera que está metida en todo, pero al menos esta vez no resulta molesta y tiene momentos en que es hasta simpática.

Sin embargo, en los minutos finales queda claro que los autores no se han dejado ir tanto como para descuidar otro aspecto esencial: el difícil reto de hacer un buen final de serie, o al menos un punto y aparte consistente, porque la historia sigue.

La vuelta al juego de Bebbanburg se hila muy bien, incluso jugando con un toque de humor, cada personaje tiene su arco de transición, redención o cierre concreto. Algunas partes son entrañables, otras trágicas, otras muy emotivas después de tanto como han vivido. Hay apariciones metidas con calzador pero que se agradecen mucho como homenaje y despedida (la monja Hild y el danés Haesten), y encontramos pocas que chirríen, como el primo Wihtgar (Ossian Perret) que ocupa Bebbanburg, quien resulta un tanto caricaturesco.

Incluso he agradecido el facilón y manipulador montaje de recuerdos con musiquita lacrimógena, me ha parecido incluido con habilidad y útil en una serie en la que han pasado mil cosas y nos hemos cruzado con incontables personajes que merecían ser recordados, como Beocca, Leofric, Ragnar…

Ver también:
Temporada 1 (2015)
Temporada 2 (2017)
Temporada 3 (2018)
Temporada 4 (2020)
Temporada 5 y final (2022)

Z NATION – TEMPORADA 5 Y FINAL

Syfy | 2018
Comedia, acción, drama, suspense | 13 ep. de 42 min.
Productores ejecutivos: Karl Schaefer, Craig Engler, Paul Bales, David Michael Latt, David Rimawi.
Intérpretes: Keith Allan, Kellita Smith, Russell Hodgkinson, Nat Zang, Katy O’Brian, Anastasia Baranova, DJ Qualls, Ramona Young, Gracie Gillam, Natalie Jongjaroenlarp, Sydney Viengluang, Lydia Hearst, Jack Plotnick, Zack Ward, Mario Van Peebles.
Valoración:

Alerta de spoilers:: Analizo bastante a fondo las tramas del año, pero sin entrar en detalle en el final.–

Después de las dos deslumbrantes temporadas iniciales, en las dos siguientes Z Nation iba perdiendo algo de garra. Nada realmente grave, pero sí daba un poco de bajón el ver que los autores no aprovechaban del todo el potencial latente. Venían dejando demasiado de lado buenos personajes al no ponerles arcos dramáticos tan interesantes como antaño, las tramas globales patinaban con demasiada trascendencia impostada pero poco calado real, y el sentido del humor ya no era tan rematadamente alocado.

En la quinta etapa entramos con fuerza, hasta el punto de que llegué al ecuador pensado que sería la mejor de todas. Pero entonces empieza a perder el norte a marchas forzadas, hasta conformar una segunda mitad fallida y que deja un regusto muy amargo. Esto se agrava porque también sido la última de la serie. Los guionistas veían venir la cancelación, así que han dado un desenlace bastante cerrado en la trama global, pero precisamente cabía esperar que se hubieran puesto las pilas en todo lo demás.

Empezamos con una breve aventura de relleno que resulta muy interesante a pesar de su tono tranquilo. Warren acabó estrellada por ahí y el resto del grupo buscando Nuevamérica con los últimos supervivientes que van encontrado. Ella copa más protagonismo con la relación que tiene con su salvador, un solitario granjero llamado Cooper (Mario Van Peebles). El romance es bonito, y aunque sabes que se torcerá, el proceso está muy bien trabajado y la alegoría del maltrato está bien conseguida. La intervención de Murphy también es certera, pues aporta mucho a la dinámica entre este y Warren.

En el lapso en que se reencuentran con el resto del grupo, el mundo ha vuelto a sufrir grandes cambios: Nuevamérica al final resulta no ser un rumor, sino el renacimiento de la civilización donde además intentan convivir con los nuevos zombis, los «parlantes».

El Arcoíris Negro fue el último plan de Zona para erradicar tanto a zombis como al resto de la humanidad y tomar ellos el control de Estados Unidos, aunque no es que pareciera quedar nadie de esta gente más allá del doctor ese que iba deambulando por ahí con aviesas intenciones. Sea como sea, este ataque no pudo ser evitado por nuestros protagonistas, pero la lluvia negra dio un resultado inesperado. Ahora los nuevos muertos no se convierten en zombis directamente, sino que se quedan en una etapa intermedia, fallecidos pero con conciencia humana, y si son alimentados con cerebros o el sustitutivo en forma de galletas, las «zombilletas», no llegan a convertirse del todo. A estos los llaman los «parlantes».

La nueva sociedad de Nuevamérica nace con la disputa de quién es un ciudadano con plenos derechos y quién un zombi, habiendo un conflicto social que algunos intentan erradicar, como la entusiasta George (Katy M. O’Brian) y su fiel parlante el teniente Dante (Zack Ward), otros lo usan con fines políticos, como el ladino Estes (Jack Plotnick), con su secuaz parlante, la misteriosa Pandora (Lydia Hearst), y ciudadanos varios usan el conflicto como excusa para dar vía de escape a sus problemas, miedos y odios.

La intriga con cómo se desarrollará este nuevo intento de civilización atrapa con numerosas historias cruzadas, y la crítica social que emerge del conjunto es fantástica, llevando la habitual parodia de los problemas sociales entre la gente civilizada y los paletos sureños (rednecks) a un nuevo nivel de humor mordaz con calado. Tenemos momentos muy oscuros, como la quema de libros o los campos de concentración, y otros muy inteligentes, como la disputa en el bar entre dos amigos de ideas opuestas.

Z Nation construye por fin una trama de largo recorrido sólida y con un rumbo claro, no una improvisada como excusa para justificar el avanzar hacia alguna parte y desarrollar entre medio diversas historias de supervivencia. Los cinco primeros episodios son apasionantes, te mantienen en vilo en todo momento, se engullen de un tirón. Pero aun así todavía había margen de mejora.

Con tanto frente abierto y el potente grupo de nuevos secundarios se eclipsa un poco la sensación de que los guionistas se quedaron atascados en el desarrollo de los protagonistas principales, pero en realidad seguimos atrapados en el la dinámica apagada de las anteriores temporadas: sus posiciones en el grupo, sus relaciones personales, el cómo enfrentan los diversos retos… apenas encontramos unas tímidas novedades.

Sólo en Murphy vemos cómo las vivencias han ido calando en él, con su gradual humanización que va mostrando al ir por voluntad propia a salvar a sus compañeros y darles gestos de afecto, para acabar incluso preocupándose por el bien común. Ha sido el gran personaje de la serie, y el actor ha mostrado siempre un carisma arrollador. Pero los demás no se quedaban en los primeros años muy lejos en cuanto a personalidad e historias de adaptación a nuevas situaciones, y sin embargo han ido perdiendo fuelle.

Hay amagos al llegar a Nuevamérica con Warren y 10K, pero no terminan de cuajar. La relación entre Warren y George prometía bastante a la hora de presentarse como las líderes del frente más abierto y visionario, pero se queda en «somos aliadas y vamos a todo zurrando juntas», sin más recorrido en el lado político, sin ningún roce en el amistoso, y el rollo lésbico latente no sé si es imaginación mía o también lo dejan caer para luego no hacer nada con ello.

Nos reencontramos con Sun Mei y Red, pero de nuevo no llegan a aportar nada útil. La doctora busca la cura al virus zombi, algo que queda un macguffin muy torpe, con esas pruebas que hace de mala manera y los diálogos explicativos lastimeros. Red parecía por fin, ya iba siendo hora, ganar relevancia al dar pie al trío amoroso de 10k, que ahora estaba liado con Lilly pero de repente se encuentra con su anterior amor; pero los guionistas no dan pie con bola: se quitan de en medio a Lilly de mala manera, con lo simpática que era, a la vez Red deja tener relevancia de nuevo y a aparecer poquísimo, y en todo ello 10K no parece sufrir un drama personal destacable, de hecho, aporta más a su vida la pérdida de una mano.

También reaparece Addy a mitad de temporada. Aporta bastante a la trama de los parlantes, pero no tiene ningún problema personal interesante, y se sustenta en su simpatía nada más. Lo mismo pasa con Doc, que parece quedar cada vez más como un secundario. En cambio Ciudadano Z y su novia Kaya han sido manejados mejor, apareciendo sólo cuando son necesarios, resultando así más agradables que pesados.

Otro punto cuestionable es que esta parte tan seriada y trascendental implica ir dejando de lado las historias más alocadas y estrafalarias, las parodias de diversos escenarios del género o los saltos a otros ámbitos. Todo está salpicado del humor negro marca de la casa y hay alguna salida absurda genial, pero esos momentos entre surrealistas e inclasificables no llegan hasta el ecuador de la temporada, cuando el disparatado Limbo (506) se alza como el mejor del año y uno de los mejores de la serie: la estancia en el bar de Murphy nos trae un sinfín de situaciones tronchantes cada cual más absurda.

A partir de aquí también salimos del asentamiento principal de Nuevamérica más a menudo, volviendo a la premisa de viajar teniendo aventuras variadas en lugares variados. Sin embargo, en esta parte pega un bajón importante del que sale a duras penas, sin conseguir remontar del todo en el tramo final, de manera que deja la sensación de que se ha echado bastante a perder una trama que venía siendo redonda.

Los otros alocados que quedan anda algo más justos, con uno siendo insoportable. La historia según Doc (507) se salva porque la parte de supervivencia es efectiva, pero la ya clásica parodia de la historia de EE.UU., en manos de la recurrente pareja de charlatanes, hace aguas por todas partes y esos secundarios están metidos con calzador. Villa hacker (511) venía a parodiar el mundo de los frikis y los piratas informáticos, pero el repertorio de clichés y referencias no termina de ser lo suficientemente ingenioso como para dejar huella, y las escenas de acción con los drones son un poco aburridas. Los guardianes del agua (509) se va al surrealismo más tontorrón y se rodea de unas tramas personales, las de los indios, muy cargantes, resultando uno de los peores de la serie.

La trama principal se va hilando con premisas muy prometedoras, siguiendo pistas concretas y enfrentando retos en escenarios como siempre bastante originales o como poco curiosos. Algún capítulo combina aceptablemente todos los elementos de la serie (aventuras, humor, intriga), como Heartland (508), el de la factoría agrícola, pero luego el desatroso La mina (510) cae en la cutrez más exasperante con esa labor de dirección que da vergüenza ajena (atención a los personajes que se esconden incontables veces a dos pasos de los malos y no son vistos), y tanto este como el de los indios ofrecen una historia con posibilidades pero que acaba totalmente echada a perder con una escritura torpe.

En los dos últimos, A cualquier precio (512) y El final de todo (513) volvemos al corazón de Nuevamérica a enfrentar a quienes se alzaron contra la democracia soñada por George y sus seguidores. Pero no recuperamos el buen tono de principio del año. Está latente todo lo que habían planteado tan bien los guionistas, pero parece que estos se quedaron sin ganas al oír lo de la cancelación, y aparte de intentar cerrar la trama principal con lo más básico no se lo curraron mucho.

Todo se siente apresurado, cada escenario y giro se queda en su armazón más básico. El factor intriga resulta muy forzado, con lo típico de no contarnos partes del plan de los protagonistas para intentar sorprender o las cutres escenas de me van a pillar pero no (como la de Ciudadano Z escondido en la máquina de cocacola o Kaya en el despacho del malo). Hay demasiados agujeros: los protagonistas se pasean entre las tropas enemigas como si nada, la población de Nuevamérica deja de tener relevancia con personajes secundarios varios, se quedan en extras irrelevantes que te dan igual. Hay salidas muy tontas (ese edificio al que le crecen los pasillos y alas secretas) y de nuevo las mismas paridas sensacionalistas de los finales de año, como la repentina amenaza de explosión que arrasaría con todo el lugar. Se acumulan diálogos sin garra y retos personales cada vez más simplones, como las típicas peleas contra los villanos.

Todavía hay partes más moviditas e interesantes, donde el esfuerzo de los protagonistas llega con la intensidad justa, de forma que sigues viendo con cierta expectación por saber qué será de Nuevamérica y sus gentes, si habrá solución para los parlantes, cura para los zombis, el renacer de la civlización, qué precios se pagarán por cada solución… Pero entre la falta de recorrido de los personajes y todas esas carencias queda un clímax final con más achaques y momentos estúpidos que buen suspense y sorpresas que aporten algo inesperado.

Y aparte de todo dejo la solución del misterio del año, las zombilletas, que es una parida descomunal que ni en una serie que no se toma en serio termina de encajar, y la reaparición del granjero sin justificación alguna salvo meter un giro demencial con Warren que tampoco hay manera de entenderlo ni aporta nada a estas alturas.

Mirando al conjunto de la serie, Z Nation ha sido toda una experiencia, una rareza alucinante a veces, un tanto torpe otras, pero en general siempre divertida y sorprendente. Su único pecado ha sido ir de seria en los finales de temporada, lo que puede frenar un poco la intención de revisionarla. Sin embargo, en aventuras sueltas hay de todo, para elegir según qué tengas ganas de ver, y los protagonistas han mantenido siempre su carisma a pesar de los bajones de interés con algunos de ellos.

Como indiqué en la primera temporada, Z Nation ha sido una producción de The Asylum, una compañía menor especialista en cine cutre y plagios que pegó un buen pelotazo con ella, sobre todo porque el boca a boca hizo que pasara de ser distribuida por Syfy a Netflix, que la llevó a todo el globo. Pero en la quinta temporada fue inesperadamente cancelada. Como suele pasar, no han dado razones concretas, pero leyendo entre líneas y especulando yo intuyo lo habitual: la serie iba creciendo mucho, y a la hora de renovar a los actores y guionistas habría muchas peleas por el sueldo (ya las hubo por impagos en temporadas anteriores), así que hasta Netflix, la única que podía sostener la producción sin arriesgar demasiado, tiró por lo fácil: hacer borrón y cuenta nueva encargando otra serie a The Asylum y a los productores que aceptaran dejar atrás los líos legales.

Black Summer llegó en 2019 de la mano del guionista Karl Schaefer y el director John Hyams. Es el reverso tenebroso de Z Nation, muy seria y dura, sin humor, todo acción y suspense, todo supervivencia a la desesperada. Por el momento, sus dos primeras temporadas son espectaculares y han tenido bastante éxito.

Ver también:
Temporada 1 (2014)
Temporada 2 (2015)
Temporada 3 (2016)
Temporada 4 (2017)
-> Temporada 5 y final (2018)

ESTAMOS MUERTOS – MINISERIE

Jigeum Uri Hakgyoneun
Netflix | 2022
Drama, acción, suspense | 12 ep. de 53-70 min.
Productores ejecutivos: Seong-il Cheon, Lee Jae-kyoo, Kim Nam-su.
Intérpretes: Lee Yoo-mi, Rich Ting, Yi-Hyun Cho, Park Solomon, Chan-Young Yoon, Park Ji-hu, In-soo Yoo, Byeong-cheol Kim, Jeong Esuz, Ahn Seung-Kyoon, Lee Eun-Saem, Jeon Bae-su, Lee Kyoo-hyung.
Valoración:

Alerta de spoilers: Comento por encima el rumbo de algunas tramas, pero no creo que destripe nada concreto.–

Estamos muertos es creación de Seong-il Cheon, Lee Jae-kyoo y Kim Nam-su. Ninguno tiene un currículo que llame la atención, ni tampoco hay rostros conocidos entre el joven reparto, pero el género zombi mantiene mucho tirón desde que The Walking Dead (David Alpert, Scott M. Gimple, 2010) enganchó a público de todo el mundo aunque no fuera seguidor de este género, juego al que entró Corea del Norte con las exitosas Tren a Busan (Sang-ho Yeon, 2016) en el cine y Kingdom (Kim Eun-hee, 2019) en las series, así que esta tenía el camino bastante allanado.

Presenta una mezcla de géneros un tanto extraña y se ejecuta de manera muy irregular. El resultado es tan estimulante como decepcionante, pues ofrece una montaña rusa de acción y drama con momentos cumbre brillantes y bajones de ritmo y calidad abismales.

Las premisa de amistades y amoríos en el instituto tiene una perspectiva muy juvenil. Si en series anglosajonas y españolas se suele cometer el error, o el desliz intencionado para poder abarcar más historias, de hacer que los alumnos de 16-18 años se comporten más bien como universitarios de veintitantos, aquí nos vamos en la otra dirección, parecen más más bien chiquillos de 12 a 15, jugando al «no sé si me gusta», «uy, me ha rozado la mano» y esperando conseguir su primer beso.

No sé si es debido a la moral coreana o elección de los autores, pues quizá buscaban el contraste entre la inocencia infantil y la crudeza del mundo cuando la sociedad se derrumba. Porque el apocalipsis zombi no escatima en gore y entra a fondo en la miseria del alma humana, como se espera en una buen obra del estilo. Así que, sea por una razón u otra, no parece quedar claro el tipo de público, el rango de edad, al que apuntan. Puede resultar demasiado cursi para los adultos, y demasiado violenta y cruda para los adolescentes.

En calidad también tiene dos partes muy diferenciadas. El inicio del apocalipsis es brutal, nos deja una primera mitad de miniserie que resulta una gozada… para quien le gusten las emociones fuertes, porque destaca por la dureza de los escenarios que enfrentan los alumnos. Aunque los episodios son largos, muchos superando los sesenta minutos, te atrapan y te sacuden con intensidad, no puedes parar de verlos.

En todo este tramo asistimos a una carrera por la supervivencia llena de sobrecogedoras escenas de acción, espeluznantes partes de suspense y desgarradores dilemas éticos en el drama. Los chavales enfrentan retos que los tienen siembre al borde del desfallecimiento físico, psicológico y moral. Los momentos que más me han marcado han sido la chica asustada que incrimina a otro para sentirse más segura, los inocentes que caen rápido en la escabechina inicial porque los más fuertes y cobardes usan a los débiles para librarse de los zombis, la desgraciada que pasa de estar a punto de suicido a loca vengativa… Esta me lleva a señalar un tema recurrente, el abuso escolar: los matones y los acosados tendrán conflictos de largo recorrido que ponen más intriga sobre los destinos de los protagonistas, además de servir como crítica social llena de retorcidas hipérboles.

Inesperadamente, a partir de cierto momento abrimos el foco y nos vamos fuera del instituto. La alumna embarazada que consigue huir para acabar en el caos de la ciudad, el detective de moral intachable en un mundo que ha perdido la cordura, el bombero que lidia entre el deber familiar y el laboral, el youtuber idiota que se mete en la zona cero para conseguir seguidores, estos divirtiéndose mirando el fin del mundo desde sus casas… Todos van aportando nuevas perspectivas tanto a las aventuras de supervivencia como a la crítica social, y siembran la sensación de que en cualquier momento la pandilla saldrá del instituto para unirse a un conflicto que va creciendo de forma muy prometedora.

Si los guionistas están inspirados y saben muy bien cómo exprimir un género bastante encorsetado, sobre todo en un escenario bastante cerrado, no se quedan atrás los encargados de darle vida. El casting es excelente, todos los jóvenes actores convencen de sobras en sus roles. Las labores de dirección, fotografía, montaje, maquillaje… son impecables, y destaca el trabajo con los extras, donde da la impresión que todas las escenas complicadas las realizan los mismos críos, no se nota ningún truco a simple vista. Sólo sería cuestionable el sonido, muy afilado para hacer que los zombis den miedo, algo efectivo a veces, pero otras parece que van rompiéndose huesos al andar. Con la unión de todos estos elementos, cada carrera por los pasillos y cada lucha en diversas estancias del instituto resulta asombrosa cuando no acojonante, con algunos clímax, como los del comedor y la biblioteca, que te dejan sin respiración.

Sólo algunas pegas se pueden poner en esta primera mitad. Algunos tics muy habituales en el cine y series de algunos países asiáticos pueden resultar chocantes o cargantes. Los secundarios cómicos tontorrones, los chistes escatológicos, las cámaras lentas para reforzar emociones que son evidentes, las repeticiones de momentos de acción como si fuera un programa de videos de hostias divertidas… son recursos que desentonan bastante en un conjunto muy serio. Pero hay otros detalles más relevantes que sí molestan mucho: los clímax que te intentan dejar en vilo con un giro cutre o una trampa vergonzosa, como ese momento en que un cuchillo alcanza a un protagonista, lo dejamos dado por muerto, y para cuando volvemos a él resulta que sigue vivo porque le ha golpeado con el mango y ha rebotado, o el sacrificio absurdo del que cierra una puerta de una valla quedándose en el lado de los zombis, como si no pudiera haberla cerrado por el otro o escalarla en vez de llorar en una forzada despedida lacrimógena.

Pero el problema más grave llega más o menos a partir de su ecuador, cuando los autores pierden la inspiración y el rumbo y la serie se estanca cada vez más, hasta empezar a desandar lo andado y caer en una narrativa descuidada y llena de agujeros.

Algunos fallos se puede ver que vienen del planteamiento inicial, pero estaban bien disimulados entonces. El amago con salir del instituto se queda en un chapucero engaño, únicamente se trasladan del edificio principal a otros secundarios. Y en estos vienen en tropel los nuevos errores: empezamos a repetir los mismos escenarios y dilemas éticos, a dar vueltas en círculos con las relaciones personales, a soportar diálogos cada vez más parcos y por momentos estúpidos, y empiezan a acumularse algunas situaciones muy cuestionables, como cuando dicen estar atrapados en un andamio, a pesar de que es obvio que solo tienen que descender para salir a la ruta deseada… ruta que también es ridícula: correr por varios tramos de bosque sin cobertura ni escondites se supone que va a ser su salvación.

Llega un momento en que todo lo que ocurre con la banda parece totalmente gratuito, irrelevante, sin conexión emocional ni sentido argumental. Así que empieza a darte igual quién muera, porque ahora su caída no aporta nada a las tramas y el desarrollo de los personajes, cada nueva muerte parece forzada, innecesaria, perdiendo cualquier capacidad de dejar huella.

Al mismo tiempo, la perspectiva global también deja de tener sentido, todos los protagonistas del exterior se dejan de lado, quedándote con la sensación de haber seguido historias sin objetivo, o sea, que han sido tiempo perdido. El único que tiene una especie de final, el bombero, da vergüenza ajena; los políticos no llegan a aportar nada; el creador del virus aparece demasiado para reincidir en cosas ya sabidas y llenas de melodrama sin calado; el detective tan simpático simplemente desaparece; la incorporación del militar no aporta nada, es un cliché sin alma; la historia de venganza del matón prometía bastante pero acaba siendo muy ramplona e insistente; el giro con una mutación del virus zombi tenía muchas posibilidades pero se va diluyendo en la nada; etc.

En lo visual también se nota la falta de novedades. De la asombrosa versatilidad mostrada por los pasillos y distintas salas del instituto, así como por algunas calles de la ciudad, cuando salimos del ala principal del instituto pega un cambio brutal hacia un acabado cada vez más limitado, con menos intensidad dramática y sentido del espectáculo, cayendo en una insólita vagancia en la insípida parte del edificio en construcción, donde está claro que los autores ya no saben qué hacer y matan el tiempo como pueden.

De esta forma, un relato que venía siendo apasionante, deslumbrante por momentos, se estanca tanto que aburre, lleva a desconectar, a perder del todo el interés. Para el final se veía venir lo peor, y así ocurre: las últimas escenas de supervivencia se precipitan de mala manera, los autores ya no tienen idea qué contar y pasan de ello para centrarse los giros más fáciles, las últimas muertes sin pies ni cabeza, en despedidas sin sentimiento… Todo el último episodio es insoportable. Pasé de devorar capítulos a mirar el reloj esperando que acabaran.

Estamos muertos deja un regusto muy amargo, es una serie que no sé si recomendar o no a espectadores que no sean amantes del mundo zombi, pues pasa de casi tocar el cielo del género a estrellarse a lo grande. Eso sí, me ha parecido más entretenida y aporta más al género que las tontorronas pero mucho más aclamadas Tren a Busan y Kingdom.

Por su forma y final, parece que ha nacido como miniserie, pero tiene opciones de ampliarse sin problemas si deciden hacer nuevas temporadas.

SEX EDUCATION – TEMPORADA 3

Netflix | 2021
Drama, comedia | 8 ep. de 53-61 min.
Productores ejecutivos: Laurie Nunn, Jamie Campbell, Ben Taylor.
Intérpretes: Asa Butterfield, Ncuti Gatwa, Emma Mackey, Gillian Anderson, Alistair Petrie, Connor Swindells, Aimee Lou Wood, Kedar Williams-Stirling, Mimi Keene, Tanya Reynolds, Patricia Allison, Simone Ashley, Mikael Persbrandt, Jim Howick, Rakhee Thakrar, Samantha Spiro, Chinenye Ezeudu, Sami Outalbali, Chaneil Kular, George Robinson, Jemima Kirke, Dua Saleh.
Valoración:

Alerta de spoilers: Comento un poco por encima algunas de las líneas principales. —

Es evidente que los autores de Sex Education, con Laurie Nunn al frente, han visto las carencias que lastraron una de las historias principales en la segunda temporada, han tomado nota, y han superado el problema con habilidad. Esto algo digno de alabar, porque no suele verse a menudo.

La relación en tensión entre los dos protagonistas más relevantes, Otis y Maeve, andaba un poco coja y terminaba de patinar del todo con la entrada de un tercer factor en el juego, Isaac, el tipo manipulador en silla de ruedas. El romance a tres bandas se hundía rápidamente en unos arquetipos sensacionalistas bastante decepcionantes en una serie que venía siendo muy cuidadosa en la descripción de cada personaje e historia.

Con el cambio de perspectiva y el mayor esmero en la escritura, la mejoría llega rápido. Isaac ya no parece un gilipollas de manual, sino un rol más humano, con fallas verosímiles que además se van perdonando conforme lo vamos conociendo. Maeve se acerca a él de manera más creíble, generando tensión porque parece que podría conectar en lo sentimental y abandonar a Otis después de haber caído en cierto distanciamiento por torpeza. Los nuevos acercamientos y roces son entrañables, muy realistas incluso en sus momentos más de comedia romántica, como cuando Otis y Maeve se quedan aislados de la excusión, y ya no pecan de sensacionalistas en la parte más dramática, pues resulta espectacular la pelea entre los dos jóvenes por ganarse el amor de ella sin darse cuenta de que está pasando por muy malos momentos; el retrato que se hace del ego adolescente, inconsciente y pasional, es fantástico.

En sus historias en solitario, Maeve se mantiene como la chica espabilada pero marcada por tragedias que limitan su potencial y las posibilidades de ser feliz, pues el lío con la madre y la hermana pequeña la tiene en vilo constantemente, y Otis sigue siendo el rarito medio marginal que va haciéndose un hueco en la guerra social por la popularidad y el sexo. En esta carrera se topa con Ruby, una de las pijas estiradas, e inician una relación a pesar de las diferencias, o quizá gracias a ellas, porque así exploran las distintas formas de entender la vida.

Eric y Adam analizan también los límites de su relación y enfrentan sus dilemas internos al respecto. El primero se cuestiona si le conviene un bruto que acaba de salir del armario o alguien más de su círculo, el segundo parece ir madurando y ganando interés por sentar la cabeza. Jean y Jakob vuelven a ser los principales representantes del mundo adulto, ese que tampoco está exento de meteduras de pata; en cierta manera es la misma premisa, la madura y culta contra el retraído y a la vez temperamental, pero sus vivencias ofrecen muchos ángulos distintos.

Como es habitual, en segundo plano seguimos al cada vez más amplio repertorio de personajes con sus propias aventuras, todas escritas con delicadeza, con un equilibrio impecable entre el humor y el drama, con infinidad de lecturas sobre la vida y las relaciones, y con los personajes evolucionando constantemente. Este año destaca la introducción del género binario, con Cal Bowman (Dua Saleh), quien entablará amistad y quizá algo más con Jackson Marchetti, y la entrada en acción de una nueva directora, Hope Haddon (Jemima Kirke).

Bajo el nuevo liderazgo, el instituto, salpicado de escándalos sexuales, virará hacia el lado conservador. Reglas retrógradas, como la segregación por sexos, sacan a la palestra los viejos fantasmas de la discriminación, y más cuando otros géneros claman por sus derechos. Hope representa muy bien la falsa cara de quienes van de sabios y comedidos (es una mujer joven y empeñada en resultar simpática y cercana) pero esconden prejuicios y no tardan en sacar el látigo. Y como suele pasar, bajo la excusa de poner freno al libertinaje y garantizar la seguridad de nuestros niños se intenta colar toda una serie de ideas cavernícolas que atentan contra la libertad personal, la de opinión, la cultural…

El único desliz del año está en el alzamiento de los estudiantes contra este yugo conservador. Decepciona que no haya una réplica con la inteligencia y la ética por delante, sino una tontorrona rebelión gamberra que por suerte deja en evidencia a Hope y hace tambalear su reinado. Un planteamiento tan valiente y bien equilibrado no merecía una final tan blando, que denota falta de esfuerzo. Con todo, el abanico de historias y la crítica social a la que ha dado pie ha generado buenos conflictos para los personajes y reflexiones para el espectador.

Entre la infinidad de grandes momentos destacaría el viaje en autobús al completo, con el surrealista ñordo de Rahim, las partes en casa de Ruby, donde conocemos a su padre, el despertar gradual del obtuso Michael Groff, la escena en la bolera con Adam teniendo un inesperado giro redentor, la ternura con que se apoya y alaba la imaginación y creatividad de Lily, las dudas de Viv entre su carrera y el bien común…

Al frente de estos ricos personajes el cohesionado y apasionado reparto vuelve a estar deslumbrante. Y remata el conjunto el versátil acabado visual, que continúa impresionando por su elegancia en una serie que no parecía necesitar deslumbrar en este apartado. La única pega que se le puede seguir poniendo es que con ocho episodios las temporadas se hacen cortísimas.

Ver también:
Temporada 1 (2019)
Temporada 2 (2020)
-> Temporada 3 (2021)
Temporada 4 y final (2023)

Z NATION – TEMPORADA 4

Syfy | 2017
Comedia, acción, drama, suspense | 13 ep. de 42 min.
Productores ejecutivos: Karl Schaefer, Craig Engler, Paul Bales, David Michael Latt, David Rimawi.
Intérpretes: Keith Allan, Kellita Smith, Russell Hodgkinson, Nat Zang, Gracie Gillam, Joseph Gatt, DJ Qualls, Ramona Young, Michael Berryman, Michael Oaks, Frank Boyd, Tara Holt, Anastasia Baranova, Sydney Viengluang, Natalie Jongjaroenlarp, Henry Rollins.
Valoración:

Alerta de spoilers: Describo y analizo bastante a fondo las tramas del año.–

En su tercera temporada, Z Nation empezó a dar ligeros signos de desgaste. Aquí siguen presentes, sin agravarse pero sí frenando un potencial mayor. El factor entretenimiento se mantiene muy bien, hay buenos personajes al frente de episodios y tramos muy logrados en su estilo de humor absurdo y supervivencia en escenarios que aportan bastante originalidad a un género muy inmovilista. Pero los guionistas están perdiendo el rumbo en las tramas de largo recorrido, el arco dramático de los protagonistas se mantiene un tanto estancado, y además la producción acusa el abandono de varias actrices.

El inicio, con dos capítulos centrados en Zona, El sueño de Warren y Fuga de Zona, ejemplifica muy bien el problema, porque por fin llegamos al prometedor punto álgido de la serie… y los autores pasan muy rápido sobre él para centrarse en otras cosas donde no terminan de construir nada tan sólido e interesante.

Tras el forzado clímax final de la etapa anterior, de esos típicos de seriales anticuados y de mala calidad donde todos los personajes parecen a punto de morir, pegamos un pequeño salto temporal para encontrarnos que, como se veía venir, están todos vivos. Al menos, con Roberta justifican un poco que la curaron los de Zona, pero esto no evita que resulte todo muy tramposo y anticlimático.

La posición de Murphy como semidiós de los ricos engreídos que viven en Zona, este idilio pijo que se han creado en el fin del mundo, es bastante divertida y prometedora. Este tipo tan egoísta e inmaduro se siente bien a gusto entre semejantes y con la adoración que recibe. Que el lugar esté bajo el mando de un lunático, el Fundador (Michael Berryman), bajo la mirada de estrictos militares y algunos científicos sin escrúpulos (al doctor Teller se le une el enigmático Mr. Sunshine), es un pequeño precio a pagar.

Cuando Roberta Warren despierta, aparte de hacerlo con una peluca rubia espantosa que nadie sabe decir por qué se la pusieron, su madurez e inteligencia superior al panoli de Murphy le hacen ver que esta gente no está bien, y pronto resulta evidente también para él, porque todo el mundo está sufriendo un deterioro cognitivo que se va acelerando. La cura, después de todo, no salió tan bien como esperaban.

Algunas partes son tronchantes o inquietantes, destacando los geniales chistes con la gente volviéndose loca y esa comida de Roberta con estos líderes que pone los pelos de punta. Pero no hay situaciones ni giros que sorprendan. Este tipo de relato se ha visto en esta y otras pocas series semejantes, se ve venir que la utopía acabará tras las escenas de tensión y choques de rigor entre sus líderes y nuestros protagonistas, y los escritores no logran situaciones que te dejen asombrado con la imaginación y la agilidad de las primeras temporadas. Parece que son conscientes de que ello, y también de que no eran capaces de crear una historia más compleja y larga, y le ponen fin pronto, de forma un tanto precipitada y decepcionante para ser una trama que venía trabajándose desde hace muchos capítulos.

El nuevo arco argumental que abren no resulta ni la mitad de sugerente, y además, en las nuevas aventuras se empeñan en decir que la amenaza de Zona sigue presente. ¿Pero qué Zona, si me acabas de contar que han quedado todos tarados o convertidos en zombis?

Doc, 10K, Addy, Lucy, Sun Mei y Red están en un campamento militar esperando el traslado a otra supuesta utopía, esta vez en Canadá, llamada Nueva América (Newmerica). Pero algunas amenazas vagas los ponen en desbandada: un ruido misterioso acecha desde el bosque, los asaltan bandidos o gente de Zona… todo excusas malas para hacer que Addy acabe secuestrada y Red y Sun Mei desaparecidas.

Las actrices estuvieron ausentes la mayor parte de la temporada y parte de la siguiente por haber encontrado algún papel mejor, algo que suele permitirse en los contratos, porque un blindaje total significa más sueldo, y esta es una serie barata. Como recambio, entra en el grupo la sargento Lilly, interpretada por Gracie Gillam con bastante simpatía. Y lo cierto es que al menos yo he terminado agradeciendo el cambio: ni Sun Mei ni Red han llegado a mostrar una personalidad concreta ni a encajar en el grupo, nuca se ha sabido qué pretendían los guionistas con ellas, y a Addy la tienen olvidada desde hace tiempo tampoco sé por qué. En espera de su retorno y de que decidan contar algo con ellas, Lilly aporta sangre nueva, interacciona bien con el grupo.

Esta sección anda más deshilachada que la de Zona, y se extiende al tercer episodio, La desaparición, cuando se reencuentran los dos grupos. Los guionistas se tiran todo este tiempo amagando con que va a pasar algo, con el monstruo haciendo mil amagos de atacar sin llegar a nada, y los personajes sin decidirse a hacer nada, y para rematar, Warren empieza a tener visiones raras. Finalmente se desvela un nuevo zombi, más rápido, peligroso y difícil de matar, y se ponen en marcha hacia donde señalan las alucinaciones de Warren. Estas aparecerán cada dos por tres para intentar vendernos que hay planeada una trama épica, cuando todo apesta a humo y sensacionalismo. También aparece de vez en cuando el misterioso Mr. Sunshine (Michael Oaks), pero desde el principio resulta otro villano cutre como el doctor Kurian, de nuevo en la onda de Expediente X, uno de esos tipos pretendidamente espeluznantes que entran y salen de escena cada dos por tres para meter miedo pero que con su pose tan forzada y sus intervenciones sensacionalistas generan más bien rechazo y pereza.

Por suerte, la temporada se recupera y centra bastante cuando entra en su dinámica habitual de viajar teniendo aventuras variadas. Como es habitual, algunas son más elaboradas que otras, unas son tronchantes y muy emocionantes, varias no logran exprimir su potencial y alguna resulta flojilla. Como siempre también, podemos categorizarlas entre las que hacen avanzar el viaje y ahondan en las relaciones del grupo y las que son rellenos muy locos.

En los episodios especiales tenemos Los desconocidos (405), una idea al estilo Cube (Vincenzo Natali, 1997), donde los protagonistas están atrapados en algún lugar extraño y deben superar pruebas para salir, pero la intriga se diluye al no aportar novedades suficientes en cada intento de fuga, y el resultado es bastante irregular; La boda de Warren (407) es de esos típicos encuentros con rednecks chiflados en un escenario demencial, y si bien tiene una premisa poco prometedora (boda forzada, piques a juegos y bebidas), da bastante de sí gracias a los esfuerzos de cada personaje por salir airoso del lío y al buen trabajo con los secundarios; bastante fallido, siendo de los peores de la serie, es el capítulo embotellado (de esos para ahorrar pasta) que se ambienta en una peluquería, Amigos enemigos (410), donde la reaparición de la pareja de timadores esta vez es desastrosa, olvidable.

Entre las historias más trascendentales destaca la parte de acción en el desguace de coches (Nueva misión: Sigamos -404-), que exprime de maravilla el escenario; De vuelta de entre los muertos vivientes (406) trabaja bien las relaciones entre personajes, pero se ve muy lastrado por las pésimas actrices que han elegido para Lucy en las distintas etapas de su crecimiento rápido, y sus también horrendas pelucas, y en general el relato da muchas vueltas en círculos hasta concretar algo. Crisis de fe (408), aparte de un buen escenario de aislamiento en peligro, aborda la religión en el mejor momento, pues el grupo lidia entre seguir ciegamente a Roberta o no.

El más completo y original del año es Interrumpimos esta emisión (409), que juega con dos líneas temporales, una en el pasado con los periodistas del edificio donde acaban nuestros protagonistas, otra con estos encontrándose con los zombis de los primeros. Las situaciones en dos tiempos se relacionan con habilidad y humor negro, y además, es de los que más avanza en conflictos personales y la trama. En concreto, da más espacio a Kaya y Ciudadano Z en la base del ártico: los de Zona y el científico chungo aparecen por allí pegando tiros, así que sufren intentando salvar su familia y su refugio; con ello se difumina bastante la sensación de que no pintaban nada en la serie.

Los tres últimos episodios (Regreso a Mercy Labs, Monte Weather, Arcoíris negro) nos llevan a destino y a enfrentar la trama central. Como se veía venir, esta no resulta nada original, otro lanzamiento de armas de destrucción masiva con el que los remanentes de Zona planean «reiniciar» a la humanidad a su manera. Pero al menos el reto por frenarlo es movidito y tiene algunos de los momentos más demenciales del año, como el chocante encuentro con la presidenta y su séquito. Sin embargo, en el desenlace los guionistas vuelven a empeñarse en tirar de sensacionalismo chapucero en vez de centrarse en algo más terrenal y gracioso: todo el lío del drone y la infección se va mucho de madre, resulta cargante y ridículo.

A estas alturas de serie los autores podrían haberse dado cuenta de que la grandilocuencia no es el camino, sino exprimir las pequeñas aventuras del día a día de unos personajes que están desaprovechando más de la cuenta. Es decir, deberían volver a centrarse en parodiar escenarios de diversos géneros con su característico humor absurdo y negro y alguna que otra lectura inteligente metida con ironía.

Ver también:
Temporada 1 (2014)
Temporada 2 (2015)
Temporada 3 (2016)
-> Temporada 4 (2017)
Temporada 5 y final (2018)