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HOMELAND – TEMPORADA 8 Y FINAL

Showtime | 2020
Drama, suspense, acción | 12 ep. de 50-66 min.
Productores ejecutivos: Alex Gansa, Howard Gordon, Lesli Linka Glatter, Claire Danes, varios.
Intérpretes: Claire Danes, Mandy Patinkin, Linus Roache, Costa Ronin, Maury Starling, Nimrat Kaur, Sam Trammell, Cliff Chamberlain, Andrea Deck, Numan Acar, Mohammad Bakri, Hugh Dancy, Elham Ehsas, Beau Bridges, Tim Guinee, Sitara Attaie.
Valoración:

Alerta de spoilers: Sólo presento la trama principal, sin datos reveladores de ningún tipo.–

Se va a echar bastante de menos a Homeland. El thriller de espionaje serio es un género que escasea desde el año 2000 en cine y televisión. Acción y más acción es casi lo único que hay, y los pocos títulos que podamos encontrar no tienen la complejidad y calidad de esta serie. Aun contando con algunos fallos que han ido arrastrando (siempre dejaban algún fleco suelto, había momentos un tanto forzados -sobre todo en los dramas familiares-, y podían haber sacado más de los secundarios), sus autores Howard Gordon y Alex Gansa han sido muy valientes en cuanto a temática, tocando temas de espionaje y terrorismo de actualidad y con una fuerte carga crítica (sobre todo contra los desmanes bélicos y políticos de Estados Unidos), y se han mantenido muy inspirados durante ocho estupendas temporadas.

Cierto es que los tres primeros años resultaron bastante irregulares, con tramos espléndidos y bajones notorios. Algunos de los protagonistas, el soldado Nicholas Brody y su familia, fueron quemados en la espectacular segunda etapa, algo que pesó bastante en la tercera, un tanto improvisada y caótica. Pero se arriesgaron a seguir sin ellos y a buscar nuevas historias y escenarios, y la serie ganó en equilibrio y en variedad. Y también en tranquilidad, pues por razones que todavía no comprendo, enganchó a un amplio y ruidoso grupo de fanáticos que no aguantaba ninguna queja sobre las carencias en la sección familiar (cuánto dramón cansino aguantamos con la hija) y luego pusieron un grito en el cielo cuando nos libramos de esas carencias, como si fuera una traición personal en vez de un esfuerzo por mejorar. Por suerte, parece que en el cambio de la tercera a cuarta temporadas se esfumaron a molestar a alguna otra serie.

Durante ese primer arco vimos las consecuencias dentro de los propios Estados Unidos de las guerras que mantienen en Oriente Medio con fines más políticos que de atajar realmente el terrorismo islámico, donde incluso cuando intentan tratarlo fallan estrepitosamente. Las familias rotas, los soldados traumatizados, la desafección hacia la clase política, la infiltración terrorista dentro de sus fronteras…

En la cuarta etapa terminaron de exprimir el tema trasladándonos a Afganistán y Paquistán para enfrentar directamente el nacimiento del terrorismo islámico y las meteduras de pata de EE.UU. en esos países. En la quinta saltamos a otro ángulo, abordando el conflicto desde Europa. La actualidad estuvo más presente que nunca, con ecos del caso Edward Snowden, el atentado contra la revisa Charlie Hebdo, la inmigración hacia la Unión Europea… Y la parte de espionaje empezó a acercarse a Rusia y la guerra fría constante entre ese país y Europa y Estados Unidos. La llegada de Donald Trump inquietó al mundo, y con su vena crítica, los guionistas no pudieron evitar hablar del tema, desarrollando otro arco largo, que abarcó las temporadas seis y siete, donde analizan a fondo qué podría pasar si la injerencia rusa y un candidato a la presidencia un tanto extremista agitara el avispero de corrupción e intrigas ocultas en el gobierno, la CIA, el ejército, los medios… No dejaron títere con cabeza en un relato de tintes espeluznantes por su verosimilitud.

Parecía que esta gran historia de vuelta en casa serviría para finalizar la serie por todo lo alto, pero la renovaron por una octava temporada. Habiendo pasado por todas las perspectivas posibles, no cabía imaginarse qué podrían abordar para el tramo final, pero era difícil no pensar en que lo habitual en estos casos es intentar causar impresión forzando tramas y giros sensacionalistas. El retraso en la escritura y el rodaje nos dejó un año sin serie, teniendo que esperar al siguiente, lo que aumentó los nervios, al pensar que no tenían claro qué hacían y estaban improvisando, y la expectación por verla de una vez.

El estreno ha terminado con las dudas y temores. No se la juegan con algo nuevo en plan ricemos el rizo, pero tampoco tiran de lo mismo de siempre. Es una mezcla de todo lo anterior, es decir, combinando la historia política y personal previa y la experiencia adquirida por los escritores tenemos una historia más global que nunca. El polvorín que es Paquistán vuelve a agitarse con la política local, la intromisión de Estados Unidos, la pugna entre los que miran hacia adelante y buscan puntos en común y los sectores más conservadores que quieren imponer su visión; y para aderezarlo todo, los intereses rusos añaden más problemas. En todo ello Carrie Mathison y Saul Berenson y en menor medida Max Piotrowski enfrentan nuevos y difíciles dilemas, incluyendo la lealtad hacia agencias y gobiernos tan corruptos.

Tenemos como siempre una trama muy compleja desgranada con paciencia, de forma que los primeros capítulos parecen lentos y dispersos, pero cuando todo cuaja se presenta un panorama fascinante. Además, esta vez empezamos con un extra de suspense al quedar en entredicho la posición de Carrie tras las vivencias recientes con los rusos.

El plan de paz de Saul es polémico pero prometedor, sobre todo porque parece llegar en buenas circunstancias. El terrorista más buscado del mundo, Hassain Haqqani (Numan Acar), parece harto de la guerra, y entre Saul, el decidido presidente de EE.UU., Warner (Beau Bridges), su fiel consejero David Wellington (Linus Roache), y la tregua de Haqqani podrían empujar a Paquistán y EE.UU. y por extensión al mundo hacia el buen camino. Incluso la directora del ISI (la agencia de inteligencia paquistaní), Tasneem Qureishi (Nimrat Kaur), parece estar dispuesta a oír las condiciones de gente de la que tan poco se fía.

Pero la nueva sangre no muestra tanta experiencia y madurez y se aferra a lo único que conoce, la guerra y el miedo como medios para gobernar y sobresalir. El hijo de Haqqani (Elham Ehsas) y los vicepresidentes de ambos países, Haynes (Sam Trammell) y G’ulom (Mohammad Bakri), y sus asesores (destacando a un inmenso Hugh Dancy), siguen empeñados en el conflicto bélico como única solución posible. Y en tierra de nadie queda Yevgeny Gromov (Costa Ronin), el contacto ruso de Carrie cuya afiliación y planes son un misterio.

Como es habitual también, una vez asentado todo, los guionistas lo hacen saltar por los aires llegando al cuarto y quinto episodios, y nos embarcamos entonces en una intriga de política, espionaje y terrorismo impredecible y fascinante, llena de bandos, intereses e intenciones ocultas y problemas de todo tipo. Resulta la temporada más volátil y difícil de ver venir desde la segunda, cada pocos capítulos la situación cambia de formas inesperadas a peor y se pone cada vez más al límite a los protagonistas, llegando estos a estar ante dilemas laborales y personales que te mantienen en un nivel de tensión que te hará sudar y apretar los dientes.

Pero esto sigue siendo Homeland, y se mantienen los problemas de siempre también. Los personajes secundarios son irregulares, con algunos nuevos que apenas logran despertar el interés y otros veteranos desaprovechados. Max tiene sus momentos, pero está metido un poco por la fuerza en todo. Me sigue cayendo muy bien, pero no logra dejar huella este año. El jefe de la delegación de la CIA en Paquistán, Mike Dunne (Cliff Chamberlain), resulta demasiado tontito para ese cargo, y da la impresión de que deja su trabajo para incordiar a Carrie más veces de la cuenta. La agente novata Jenna Bragg (Andrea Deck) prometía más, tanto en su adaptación al trabajo como en la relación con Carrie, y si bien es bastante simpática, no llega ofrecer una trayectoria que atrape y sorprenda. Peor parada sale Samira (Sitara Attaie), la mujer paquistaní que perdió un marido y piensan que puede ayudar: en cada aparición esperas que aporte algo, pero no lleva a nada; no sé si con el drama que enfrenta querían mostrar la vida en la zona, pero es algo muy previsible y no llega a tener relevancia, se olvida y no vuelve a mencionarse.

Otro de los fallos recurrentes es que los guionistas se esmeran en que la amplia visión global resulte verosímil pero a veces descuidan el detalle, de forma que algunas soluciones de escenas secundarias o de transición no resultan creíbles, dejando unos cuantos instantes desperdigados aquí y allá que te hacen torcer un poco el gesto; por poner el ejemplo más destacable, que Carrie se presente con un camión conducido por un árabe en plena base militar estadounidense y se pasee por los hangares sin que haya pasado por ningún control es de un ridículo asombroso.

Tras ocho temporadas de serie, con historias tan apasionantes y llenas de sorpresas memorables, era bien complicado conservar el nivel en el final, cerrar todo adecuadamente y mantener la capacidad de sorprender sin parecer que tiran de artificios para tratar de complacer con facilidad las ansias del espectador. Y lo consiguen, unen cada línea con dedicación, sin miedo a pararse a asentar nuevos ángulos esenciales en los últimos capítulos. Pero además lo rematan todo con un epílogo fantástico que te deja con una grata sonrisa de satisfacción.

Ver también:
Temporada 1 (2011)
Temporada 2 (2012)
Temporada 3 (2013)
Temporada 4 (2014)
Temporada 5 (2015)
Temporada 6 (2017)
Temporada 7 (2018)
-> Temporada 8 y final (2020)

HOMELAND – TEMPORADA 7

Showtime | 2018
Suspense, drama | 12 ep. de 47-62 min.
Productores ejecutivos: Alex Gansa, Lesli Linka Glatter, Howard Gordon, Claire Danes, varios.
Intérpretes: Claire Danes, Mandy Patinkin, Elizabeth Marvel, Linus Roache, Maury Starling, Morgan Spector, Dylan Baker, Beau Bridges, James D’Arcy, Catherine Curtin, Sandrine Holt, Costa Ronin, Amy Hargreaves.
Valoración:

Alerta de spoilers: Describo bastante las tramas del año.–

Nos quedamos en jugoso e inquietante punto y aparte en la temporada anterior con el endurecimiento de la política de la presidenta Elizabeth Keane tras sobrevivir al intento de golpe de estado de sus propias fuerzas de seguridad. Carrie vio rápido el emergente totalitarismo de su otrora amiga y desde entonces vive con el dolor de ver su patria desgajada desde dentro. Pero sin trabajo y acogida por su hermana, todo lo que puede hacer es tragarse su resquemor. Saul sin embargo parece resignado, o pasando del tema, viendo que no hay mucho que hacer. Pero en el primer intento de limar asperezas la presidenta, presionada por su consejero David Wellington, promete empezar a liberar a presos políticos y darle a Saul el puesto asesor de la seguridad nacional. Su primera misión será dar caza al último disidente fugado, el locutor de radio Brett O’Keefe, pero la cosa no pinta nada bien, porque los paletos sureños están muy agitados y él lo exprime incitando una posible rebelión ciudadana. Otro de los principales artífices de esta situación, el general que lideró el atentado, McClendon, está entre rejas, pero Keane no tiene descanso tanto por el envite constante de O’Keefe por el lado mediático como el del senador Sam Paley por el político y legal. Y la cosa se complica cuando el general muere en extrañas circunstancias…

La intriga política empieza, como suele ser habitual en Homeland, con unos primeros capítulos más que pausados lentos, pero lo cierto es que aquí lo son bastante y cuesta perdonarlo porque las tramas ya estaban bien asentadas y venían con carrerilla, ergo no había la necesidad de pararse a exponer con detenimiento una historia nueva. Además, Carrie da bastantes tumbos en un drama muy visto: que si estoy loca, que si la hija, que si las peleas con la hermana… A estas alturas deberían haber buscado algo más original. El enérgico papel de Jake Weber como el locutor miserable que escupe bilis y conspiraciones cada día y la tensión con que los ultraconservadores amantes de las armas se alcen contra el gobierno es lo más llamativo del primer tercio del año. Sin embargo, me temo que el subidón gradual de esta sección no llega tan alto como se esperaba, porque prometía un episodio de acción espectacular de los que dejan todo patas arriba como venía siendo habitual en las temporadas previas, pero es un poco decepcionante al no ofrecer una gran batalla y dejar luego a O’Keefe muy de lado a pesar de su relevancia.

De todas formas, la lectura crítica que se expone no se puede pasar por alto, porque en estos dos últimos años de sutil tiene bien poco. Homeland siempre ha sido una producción dada a mostrar las malas artes del gobierno de Estados Unidos y que trataba de ofrecer una visión compleja y verosímil del panorama político de todo el mundo (desde el punto de vista del terrorismo y el espionaje), pero no se notaba tanto en sus dos primeros años, más centrada en la familia, lo militar y el miedo al musulmán, así que conforme fue abriendo el objetivo fue perdiendo el beneplácito aquellos que no habían se dado cuenta de que no era tan de derechas como pensaban. Porque por lo visto muchos no se enteraron de que Brody no se había convertido en islamista radical, sino que había conocido la miseria que deja su país por el mundo y quería ponerle fin acabando con sus dirigentes, pero ya en futuras etapas, cuando ponían musulmanes buenos (¡qué osadía!) y políticos corruptos e incompetentes más evidentes, se preguntaron qué hacían viendo una serie realista y volvieron a 24 (2001), la orgía fascista protagonizada por Kiefer Sutherland.

Pero ahora, estando Homeland tan bien asentada a estas alturas, su artífices principales, Howard Gordon y Alex Gansa, no tienen miedo de poner en la mira a la población civil también. El primer objetivo me parece muy acertado, de hecho logran que resulte perturbador: describen y machacan a lo grande a los O’Keefe del mundo, esos ultraconservadores con poder (mediático principalmente) cuando no fachas que viven en una burbuja inventada por ellos mismos sin conocer los problemas reales de la gente (sobre todo de las clases bajas) y se alimentan de soltar mierda y conspiraciones contra enemigos imaginarios, o sea, contra todo el que no comulgue con su paranoia; la principal referencia de esta figura parece ser el locutor y productor de documentales conspiranoicos Alex Jones; en España su equivalente serían Jiménez Losantos o Eduardo Inda (ni los voy dignificar poniéndolos en negritas). También van a saco a por el clásico «obrero de derechas», en EE.UU. conocidos como «rednecks», poniéndolos de ignorantes que no entienden el mundo y violentos contra todo lo que no piense como ellos. Pero en esto último deberían haber mostrado más perspectivas, creo yo que había tiempo para dibujar un cuadro más completo que abarcara distintas visiones del conflicto, o al menos haberlo hecho con más elegancia para que no pareciera una simplona generalización del estereotipo. Es decir, aquí sí habría razones para señalar un torpe giro hacia una torpe izquierda, pero por suerte no parecen quedar espectadores reaccionarios viéndola y pasa como lo que es, un fallo menor en un loable intento de mostrar cosas complejas.

Después de este punto de inflexión nos vamos a otra historia que puede parecer un poco metida de golpe inicialmente, pero no tarda en coger carrerilla y enganchar. Cabe destacar que el escenario planteado resulta tan plausible que Homeland de nuevo acierta de lleno prediciendo historias reales de la política mundial. La injerencia rusa (en concreto en EE.UU.), tanto mediante espías como sobre todo a través de las redes sociales, es un tanto turbadora como espejo de la realidad, pues la campaña de Hillary y Trump y la presidencia de este se han visto salpicadas de escándalos parecidos. En principio los productores tenían pensado otro arco distinto para las temporadas siete y ocho, pero la inesperada llegada de Trump al poder les pareció más relevante y lo tuvieron en cuenta en la presente.

Como trama de espionaje e intrigas políticas recuperamos pronto un nivel más acorde al estándar en la serie, con numerosos giros imprevisibles e infinidad de retos para Carrie, Saul y Keane. Tras volver Carrie al juego con una escena estupenda, esa en que vence a un hacker pervertido y vuelve a sentirse viva, recuperamos a la gran espía y todo parece unirse de nuevo y encaminarse a explotar a fondo la trama global. Pero me temo que vuelven a llevar a la protagonista hacia un dramón de cuidado, otra disputa por la dichosa niña y la cansina enfermedad. Sí, está bien escrito y como drama funciona, pero hay que ponerse en situación: a estas alturas está bastante agotado, tenían que haberlo cerrado hace tiempo. Por suerte, parece que todo apunta a ello en un tramo final bien trabajado y bastante emotivo, aunque entenderé que a alguno se le haga largo esperando el colofón de la historia principal.

Otra mejora posible es que se echa de menos algún agente secundario con más peso, pues sólo cabría mencionar a Thomas Anson (James D’Arcy), y está muy lejos de llegar al nivel de Peter Quinn. Tampoco termina de entusiasmar el nuevo amigo/amante de Carrie, Dante Allen (Morgan Spector), cuyas acciones requerían unas motivaciones más contundentes para resultar creíbles. También cabe decir que Max sigue resultando muy interesante, pero tras tanto tiempo no han ahondando casi nada en él; al menos está bien acompañado por otros secundarios nuevos interesantes, la analista y el joven hacker. Por el lado de la presidenta el resultado es mejor: David Wellington y el senador Paley tienen mucho peso en la trama y son unos personajes estupendos muy bien interpretados por Linus Roache (visto en Vikingos) y Dylan Baker (secundario en incontables series, como The Good Wife). De hecho, sus problemas y los conflictos políticos entre ellos acaban siendo más interesantes que el esperado desenlace…

Después de tanto prometer, los guionistas han fallado un poco también en los clímax principales; nada desastroso, pero Homeland nos tenía acostumbrados a un gran nivel y la cosa va algo justa. La ansiada visita Rusia resulta poco aprovechada y las escenas de tensión y acción son más artificiales que efectivas. El asalto a la casa segura donde se esconde la espía, los duelos entre embajadores y asesores de seguridad y el lío en la embajada (atención a los mediocres efectos especiales de la subida por la fachada) están lejos de alcanzar el listón de otros años. Y me temo que como epílogo tenemos dos giros forzados malogrados, uno con la presidenta, que no tiene razón de ser, y otro con Carrie donde se desanda lo andado con sus crisis emocionales y no promete nada bueno.

No sé qué deparará la octava y última temporada, porque casi todo está muy cerrado y será una historia nueva. Lo que sí deseo, viendo la irregularidad de esta etapa, es que se pongan las pilas y nos regalen un gran cierre.

Ver también:
Temporada 1 (2011)
Temporada 2 (2012)
Temporada 3 (2013)
Temporada 4 (2014)
Temporada 5 (2015)
Temporada 6 (2017)
-> Temporada 7 (2018)
Temporada 8 y final (2020)

HOMELAND – TEMPORADA 6


Showtime | 2017
Suspense, drama, acción | 12 ep. de 45-55 min.
Productores ejecutivos: Alex Gansa, Howard Gordon, Gideon Raff, Avi NirLesli Linka Glatter.
Intérpretes: Claire Danes, Rupert Friend, Mandy Patinkin, Elizabeth Marvel, Maury Sterling, F. Murray Abraham, Hill Harper, Robert Knepper, Patrick Sabongui, Jake Weber, J. Mallory McCree, Nina Hoss, Dominic Fumusa.
Valoración:

Alerta de spoilers: Solo presento la trama del año.–

El cambio de escenario a Europa sorprendió de varias formas en la quinta temporada. Primero, por seguir explorando distintas historias relacionadas con el terrorismo con un realismo y originalidad como se ha visto pocas veces en cine o series. Segundo, por ofrecer un thriller de espionaje clásico complejo e inteligente, algo cada vez menos común en el género. Y tercero, por jugar muy bien con historias de actualidad, tan actuales que la trama vaticinó cosas que fueron ocurriendo de forma parecida. Viendo la premisa podría decir que en esta quinta etapa hay un giro conservador, volviendo a los inicios de la serie con el terrorismo en Estados Unidos, pero los guionistas mantienen su buen hacer persiguiendo de nuevo perspectivas originales y bien trabajadas y con muchas buenas sorpresas.

Empezamos con Carrie en Nueva York en otro trabajo sobre las relaciones culturales, esta vez ayudando a ciudadanos extranjeros que tienen problemas legales y políticos. Tiene entre manos un caso en apariencia típico, un joven que está siendo acusado (y acosado) por los cuerpos de la ley de ser un potencial terrorista.

Como suele pasar, encontramos unos capítulos iniciales sosegados, necesarios para asentar los cimientos de una buena historia, pero que pueden poner al límite la paciencia de algunos espectadores. Pesa un poco la apariencia de irrelevancia en las secciones principales, la Peter Quinn, la del chico y el trabajo de Carrie, pero como es habitual también, todo empieza a cobrar forma poco a poco y cuando menos te lo esperas estalla la tormenta en un giro brutal. A partir del espectacular y memorable episodio Casus Belli (605) todo lo que iba torcido acaba en un enredo en el que no se ve una salida fácil para nadie. Hay tantas ramificaciones, todas intrigantes y de futuro incierto, que no podemos apartar la mirada, y eso que este año las tramas son más cercanas e inquietantes que nunca.

Tiene lugar un atentado en la ciudad relacionado con el joven, pero Carrie sospecha que hay algo más detrás. La investigación empieza a destapar un complot que parece implicar a la CIA… Y es que la nueva presidenta, Elizabeth Keane, es un grano en el culo para los sectores más conservadores del país. En la radio, el infame Brett O’Keefe escupe insultos, mierda y bulos todos los días, pero en los altos estamentos del gobierno y la CIA se está cociendo algo más gordo. La conspiración que se abre ante nuestros ojos es espeluznante: esta vez el enemigo no se ha metido en tu casa, el enemigo es tu familia, tus amigos, tus vecinos y compañeros de trabajo.

Mantienen la apuesta por la verosimilitud, potenciando la proximidad de las tramas a temas de actualidad. Las campañas políticas saboteadas por miedo a que un candidato ajeno al sistema altere el statu quo, las agendas ocultas de políticos, la elaboración de enemigos fantasma para asustar y controlar a la población, los medios comprados y los periodistas sin ética son el pan de cada día en muchos países y destacaban especialmente en las fechas en que se estrenó la temporada, con la guerra política y mediática entre Hillary Clinton y Donald Trump. Lo cierto es que la ficticia presidenta Keane nada tiene que ver con Clinton, de hecho era opuesta en temas de intervención política y militar extranjera, ni tampoco con Trump, un titán económico metido a político ególatra, pero las historias con las que han rodeado al personaje sí resonaban mucho a realidad. Incluso podemos sacar muchos paralelismos con España, con el acoso contra Podemos desde los medios afines y desde las entrañas de un estado asustado ante quien anuncia que si llega al poder tendrá mano dura contra décadas de enquistamiento y corrupción.

Homeland nos ofrece otra temporada modélica en la trama de espionaje, valiente e inquietante en las implicaciones políticas, y muy movida en cuanto a la trayectoria de los protagonistas. Carrie, Peter y Elizabeth acaban inmersos en un berenjenal tan grotesco que ni Saul se lo puede creer, y quizá cuando lo haga sea tarde. Hay tramos que quitan la respiración, como el tiroteo con Peter en casa de Carrie, o el posterior en la cabaña, Max metiéndose en la sede secreta de manipulación mediática, las tendencias de Dar Adal, los envites del asqueroso de O’Keefe…

Pero también hay algún punto mejorable, aparte de la poca garra inicial. No convence el exagerado dramón en el que empezamos con Quinn, un personaje muy querido al que torturan demasiado y por momentos parecía que no sabían cómo mantener, pero también hay que decir que se olvida bastante a partir del tiroteo con una nueva y emocionante trayectoria. Otro dramón habitual es el de Carrie con su enfermedad y los líos con la niña. Se ve que como la serie empezó con gran parte de drama familiar se esfuerzan por mantenerlo, pero año tras año la recaída de turno de Carrie supone un pequeño lastre. Aquí se juega con que por sus problemas podría perder la custodia, lo cual no resulta muy atractivo hasta que uno de esos implicados en el complot amenaza con interceder en su contra si no deja de meter las narices donde no la llaman, pero claro, esto también tiene el problema de ser un recurso muy típico que no despierta mucho interés.

Por otro lado, nos encontramos con una nueva ventaja, pues los guionistas enfrentaron esta temporada sabiendo que tenían la serie renovada para otras dos más. Así, se han podido permitir una historia que continuará: la polémica presidencia de Elizabeth Keane todavía tiene mucho que dar de sí, las convicciones y lealtades de Carrie, Saul y Dar Adal han quedado muy trastocadas, y no sabemos dónde pueden acabar emocional y laboralmente.

Ver también:
Temporada 1 (2011)
Temporada 2 (2012)
Temporada 3 (2013)
Temporada 4 (2014)
Temporada 5 (2015)
-> Temporada 6 (2017)
Temporada 7 (2018)
Temporada 8 y final (2020)

HOUSE OF LIES – TEMPORADA 5 Y FINAL

Showtime | 2016
Comedia | 10 ep. de 25-30 min.
Productores ejecutivos: Matthew Carnahan, Don Cheadle, Jessika Borsiczky.
Intérpretes: Don Cheadle, Kristen Bell, Ben Schwartz, Josh Lawson, Dawn Olivieri, Donis Leonard Jr., Richard Schiff, Glynn Turman, Brianna Baker.
Valoración:

Cuando empecé House of Lies me parecía que la trama empresarial iba a lastrar mucho la serie, por ser una temática compleja, poco atractiva para el mundano. Incluso se veía que los escritores hacían malabares para no introducirse de lleno en ella. Pero para mi sorpresa funcionaba la cosa. La dinámica del grupo protagonista se sobreponía al lío de economía y finanzas con gran facilidad, veíamos tramas globales donde primaba más la ambición, las tácticas de ganar y engañar a los clientes, que la jerga financiera rebuscada. Así, quedó una temporada inicial trepidante, con gran sentido del humor y unos personajes prometedores.

Pero en los siguientes años no potenciaron los elementos más efectivos y se aferraron a la fórmula, mostrando un desgaste creciente. Los personajes han sido el principal problema. Si la dinámica de grupo era tan atractiva y los actores captaron las peculiaridades de los roles tan bien, ¿por qué no seguir desarrollando sus personalidades? En un año hicieron un par de amagos, pero quedaron en puro humo. En el resto se atascaron en lo superficial, en lo que veíamos capítulo tras capítulo: los chistes entre colegas, con mucho pique y mucho humor basto y guarro. La familia de Marty es la única que tenía algo de presencia, pero su historia también quedaba muy constreñida y repetitiva.

Si las temporadas segunda y tercera se iban salvando es porque todavía lograban alguna trama seriada que despertaba el interés, y el ritmo se iba manteniendo correctamente con la mecánica del colegueo. Pero en la cuarta y esta última quinta etapas este aspecto también ha ido perdiendo fuelle. Con los protagonistas atascados, el humor agotado y la ausencia de una trama global que ofrezca un camino atractivo, el interés del año final ha acabado casi por los suelos.

Lo peor es que la única aportación al drama personal, el eterno lío amoroso entre Marty y Jeannie, siempre forzado y bastante inverosímil, ha seguido por ese camino, con los guionistas improvisando una historia que no parecen creerse, que no encaja en los personajes y cuyos actores no transmiten con la química necesaria. La relación en tensión ha sido aburridísima durante toda la serie, y más esta temporada, a pesar de la hija en común. Pero en el final acaba en un despropósito, con ese viaje a Cuba que trata de reactivar a los protagonistas en el último momento y acaba en clichés de bodas, reconciliaciones y sueños absurdos. Por no decir que el capítulo, con un fallido estilo de salto temporales, resulta un coñazo.

Si no fuera porque ha tenido unos pocos episodios con casos segundarios bastante entretenidos, como el del crucero de vacaciones, el del grupo pop juvenil o el de la TED Talk de Doug, donde los chistes de la pandilla parecían resucitar un poco la chispa, la temporada habría sido un pequeño desastre. Pero viendo que es su final, desde luego decepciona que no se hayan puesto las pilas, que no hayan encontrado una historia central fuerte (lo de la venta es insustancial y se desarrolla fatal) ni hayan tenido los redaños de ir a por todas con los personajes.

HOMELAND – TEMPORADA 5

Showtime | 2015
Drama, suspense | 12 ep. de 50-60 min.
Productores ejecutivos: Alex Gansa, Howard Gordon, Avi Nir, Ran Telem, Gideon Raff, Lesli Linka Glatter.
Intérpretes: Claire Danes, Ruper Friend, Mandy Patinkin, Miranda Otto, Sebastian Koch, Alexander Fehling, Sarah Sokolovic, F. Murray Abraham, Nina Hoss, Atheer Adel.
Valoración:

Alerta de spoilers: Sólo presento la trama del año y los nuevos personajes.–

El nuevo escenario de Homeland es Europa, donde sus creadores nos ofrecen otro estupendo thriller que analiza el tema del terrorismo islámico y la inteligencia que trata de frenarlo. Y esta vez su visión ficticia ha chocado de lleno con la realidad, porque su previsión sobre los atentados en Europa, la desestabilización de Siria y alrededores y los problemas con los refugiados se adelantó meses a unos eventos que finalmente han ido ocurriendo más o menos como los narraron. Si en vez de idear la trama del atentado en Alemania la ubican en Francia, lo mismo nos encontramos con que tras los atentados de París no se atreven a emitir la parte final de la temporada para no herir sensibilidades. Pero no se queda ahí la cosa, porque con la otra historia del año también abordan otro asunto muy de actualidad: el robo de datos a la CIA, que saca a la luz intrigas oscuras de los gobiernos, se inspira obviamente en el caso Snowden.

Carrie dejó atrás la CIA y el mundo del espionaje para buscar un trabajo más pacífico que le permita estar con su hija. Pero no por ello descuida su objetivo de hacer del mundo un lugar mejor: colabora en una fundación de caridad en Berlín dedicada a crear lazos entre países y ayudar a personas de diversas etnias en sus líos con los gobiernos. Sin embargo, con su labor termina en el ojo de un huracán, y ella es como es: se tirará de lleno a la boca del lobo para tratar de arreglar las cosas.

Tenemos una trama a tres bandas. La filtración de la CIA ofrece por un lado los líos entre agencias de espionaje, y por el otro tenemos a Carrie yendo por su cuenta, pues es objetivo de una conspiración misteriosa. Mientras, de fondo se gesta el plan del Estado Islámico para atacar Europa. El thriller de intrigas entre espías y gobiernos es fantástico, se maneja de forma que no parece un género muy tratado, porque todo resulta genuino y adictivo. La sección centrada en Carrie mantiene la tensión sobre el destino de los protagonistas, en especial sobre ella, en un nivel agobiante en algunos tramos, como debe ser en el género. Y la amenaza terrorista sobre Europa permite la parte de acción en el segmento final del año. Además, el toque de crítica política sobre cosas tan actuales le otorga más trascendencia y atractivo al conjunto.

Su gran baza, aparte de que los guionistas desarrollan muy bien la intrincada trama, con pocos altibajos y muchos buenos momentos, son los estupendos personajes. A Carrie Mathison, Peter Quinn, Saul Berenson y los secundarios Dar Adal y Astrid (la agente alemana vista anteriormente aquí cobra algo más de protagonismo) los conocemos de sobras y no desaprovechan su buen bagaje… aunque no por ello se libran de un par de situaciones un tanto malogradas. Las diferencias entre Carrie y Saul lejos de aplacarse parecen crecer con el caso actual, llegando a tener momentos muy complicados en su relación. Carrie se ve sola contra el mundo en una aventura trepidante; la única pega es ese interludio en que se empeñan en volver a dejarla sin medicación, pues resulta bastante forzado a la par que manido. Saul tiene sus propios líos personales y con la CIA, de hecho, termina en un punto de inflexión inquietante: tener que elegir bando mientras trata de averiguar quiénes son sus verdaderos amigos. Quinn sufre un periplo de lo más agitado e interesante, aunque es cierto que fallan bastante a la hora de hacer que pase de una historia a otra: qué mal queda el giro que lo introduce en la célula terrorista que precisamente planea el atentado; la casualidad es demasiado inverosímil. Por suerte, una vez en su nueva situación da mucho de sí.

Los nuevos habitantes del relato son todos magníficos y su parte en el complejo entramado se maneja muy bien. Otto Düring (Sebastian Koch, un peso pesado en Alemania y conocido en todo el mundo desde La vida de los otros) es el conciliador y fiel jefe de Carrie, Numam (Atheer Adel) el hacker que halla el archivo de la CIA que agita el avispero, Laura Sutton (Sarah Sokolovic) la activista y periodista que quiere sacarlo a la luz, y Jonas Hollander (Alexander Fehling) el nuevo novio y compañero de trabajo de Carrie (un puntazo que se parezca un montón a Brody). El relato danza entre unos y otros, con todos tratando de sobrevivir a la CIA, el gobierno y la inteligencia alemanes, los rusos, el Estado Islámico y diversos intereses personales. Sin embargo todos quedan eclipsados, incluso Carrie en algunos capítulos, ante la protagonista de gran parte de la temporada: Allison Carr, la jefa de la delegación de la CIA en Berlín. La importancia que le dan en la trama, los giros que la lanzan a una odisea de supervivencia al límite, las grandes sorpresas que guarda y las reacciones que generan sus acciones en los demás protagonistas conforman un personaje fascinante con un recorrido de impresión. Para rematar, el papelón de Miranda Otto es espectacular.

A la anterior etapa le costó algo entrar en materia y también tardó en sacar provecho a los protagonistas, pero cuando se lanzó resultó memorable. La presente en cambio es mucho más equilibrada, te atrapa con fuerza desde el principio y nunca te suelta, y el recorrido de los protagonistas es incluso más atractivo, destacando el de los nuevos implicados. Se puede decir que el desenlace se ve venir en algunos puntos, pues es fácil intuir cómo terminará el tema del atentado, pero hasta esos momentos finales el jaleo es impredecible y las sorpresas continuas, así que no sabes qué esperar y la temporada mantiene un nivel de intriga y tensión magistral. Los problemillas citados con los personajes son los únicos momentos que empañan el ritmo, sea porque nos llevan a dar alguna vuelta en círculo (otra vez la Carrie bipolar para aportar realmente bien poco con ello) o porque suponen un giro forzado (el cambio de rumbo de Quinn en el ecuador). Y aparte hay que alabar el completo y atrevido análisis sobre la situación global con el terrorismo, que esta vez es más valiente que nunca, tratando infinidad de aspectos relacionados: libertades individuales, políticas de seguridad, cooperación entre gobiernos, roces entre agencias de espionaje, vías para hallar respuestas pacíficas (no todos los musulmanes son terroristas sin alma)…

Quizá le ha faltado una pizca de robustez y eludir ese par de fallos dignos de mención para considerarla «excelente», pero sí me parece evidente que es la mejor temporada desde la segunda y demuestra otra vez lo equivocados que están los ruidosos detractores que echan pestes cada vez que los guionistas se atreven a darle un nuevo giro a la historia.

Ver también:
Temporada 1 (2011)
Temporada 2 (2012)
Temporada 3 (2013)
Temporada 4 (2014)
-> Temporada 5 (2015)
Temporada 6 (2017)
Temporada 7 (2018)
Temporada 8 y final (2020)

MASTERS OF SEX – TEMPORADA 2

Masters of Sex
Showtime | 2014
Drama | 12 ep. de 55-60 min.
Productores ejecutivos: Michelle Ashford, Amy Lippman.
Intérpretes: Michael Sheen, Lizzy Caplan, Caitlin FitzGerald, Teddy Sears, Annaleigh Ashford, Kevin Christy, Betsy Brandt, Julianne Nicholson, Beau Bridges, Allison Janney.
Valoración:

Qué decepción, qué desastre la segunda temporada de Masters of Sex. En la primera señalaba que la narrativa, aunque algo predecible, era muy sólida, se veía que los guionistas (con Michelle Ashford a la cabeza) trabajaban con esmero e inteligencia para sacar el máximo partido de la historia y los personajes, dando como resultado un drama modélico. Así que cabía esperar que tras esta básica pero notable presentación la serie madurara, creciera por caminos menos trillados… pero lo que hace es patinar a lo grande en una caída de calidad que recuerda a lo ocurrido con The Americans. Para algunos se ha estrellado, para otros sólo ha bajado el ritmo. Yo estoy entre los primeros. Me ha costado bastante acabar la temporada, tiene tramos muy aburridos y un capítulo que resulta infame: Fight, ese en que no salen de la habitación de hotel (y como ocurrió con la mosca de Breaking Bad, algunos lo pretenden encumbrar como el mejor del año, para dárselas de alternativos). La historia se les ha escapado completamente de las manos, los personajes principales están estancados y hacen alguna cosa rara, y los secundarios son un caos enorme. Es un año que en cada fase, cambio y nueva trama me ha transmitido la sensación de que los escritores no tenían planificado ningún arco general e iban improvisando. Sólo se recupera algo en la parte final, pero no como para recordar las buenas virtudes vistas en la primera etapa.

Parte del problema surge de una estampida de actores secundarios. Así funciona el mundo de las series: los contratos estipulan que si encuentran un papel mejor pueden abandonar el actual. Es lógico, no puedes obligar a nadie a trabajar donde no quiere. Pero es una putada enorme para los realizadores, sobre todo si, como aquí, sufren varios casos de golpe. Pero un buen guionista habría salido del bache, habría traspasado el objetivo de las tramas de estos personajes a otros, y me temo que aquí no muestran esa habilidad. Tardan mucho en conseguir nuevos secundarios relevantes, y mientras, rellenan con otros que resultan cargantes. Lo más triste es que los cuatro intérpretes que se largaron dejaron esta serie trascendental y bastante aclamada para fichar en comedias tontorronas…

Barton y Margaret (dos actorazos como Beau Bridges y Allison Janney) eran los secundarios más interesantes, porque los líos con otros médicos no terminaban de llegar a nada. La homosexualidad secreta de él y la tardía iniciación en el sexo de ella eran muy llamativos, sobre todo porque formaban parte intrínseca de la historia general de la serie: el sexo, los tabúes, la ciencia, la inminente revolución. Pero él se fue a The Millers y ella a Mom. Y sin ellos, claro está, el personaje de la hija ya no pinta mucho… pero no tienen tiempo de plantearse darle un nuevo lugar, porque la actriz Rose McIver se largó a iZombie. En seguida los sustituyen por los cansinos Betty y Gene (Annaleigh Ashford y Greg Grunberg), que quedan como receso cómico totalmente malogrado e insufrible, y cuya relación con la trama es bastante tangencial, pues el tema de la falsa esterilidad no aporta ninguna perspectiva interesante a las historias sobre la revolución sexual. Seguramente los escritores veían que este dúo no funcionaba, y más tarde de lo deseable se quitan la relación de encima, manteniendo únicamente a Betty como secretaria en la nueva clínica. No es un papel importante, pero algo le sacan al personaje y a la actriz, que es un encanto cuando no la meten en tramas de comedia de enredos. Ethan Haas ni siquiera llega a aparecer, su despedida es por teléfono. A Nicholas D’Agosto no le salió bien la jugada, porque Cómo conocí a vuestro padre ni siquiera llegó a ver la luz. Por suerte para él parece que en Gotham ha encontrado su sitio. Su hueco no se nota demasiado, porque aparte de un lío de amores con Virginia no daba mucho de sí.

Los secundarios que continúan por desgracia no eran los más logrados. El tonto ligón de Austin (Teddy Sears) lo mantienen pero a la fuerza, sin saber qué hacer con él. Sólo cobra algo de interés (pero muy poco) cuando la gorda del programa de adelgazamiento lo utiliza como juguete sexual. Lillian DePaul (Julianne Nicholson) no sé muy bien qué ha aportado a la serie, sólo servía como punto de conflicto para sacar algo de Virginia cuando no estaba con Bill, porque este tiene a su esposa Libby. La subtrama de su enfermedad no consigue causar impresión alguna a pesar de que fuerzan un tanto el drama, y su supuesta muerte me descolocó un montón, porque el gesto de Virginia era de que su amiga seguía viva (de hecho, parecía respirar), pero en cambio no vuelve a aparecer pero tampoco no hay entierro ni duelo.

Libby (Caitlin FitzGerald) es un personaje muy atractivo pero al que también les cuesta mantener en el juego. Cuando se dan cuenta de que tenerla como esposa florero no permitía ampliar mucho su drama la lanzan hacia el grupo de negros, dándole motivos por los que vivir, emocionarse y sentir algo, hasta el punto de que se ve venir el romance con uno de ellos. Pero tardan mucho en llegar a materializar una historia que es bastante previsible, de hecho, toda la parte con la niñera es bastante insustancial. Por suerte, la actriz borda el papel y el guion a pesar de los baches logra un personaje entre dulce y tristón que ejemplifica bastante bien los problemas de las mujeres de la época.

A partir del ecuador emergen por fin nuevos personajes atractivos e importantes en la trama, el friki del cine Lester (Kevin Christy) y una secretaria que pasó poco tiempo con Bill, Barbara (un gran papel de Betsy Brant, quien se dio a conocer en Breaking Bad). Ambos van creciendo poco a poco y hábilmente los embarcan en la nueva historia sobre el sexo, los problemas de impotencia. La pareja que forman es encantadora y como receso sencillo son personajes muy acertados: tienen entidad propia y su destino interesa, no como el matrimonio absurdo de Betty y Gene.

En cuanto a la pareja protagonista, también acusa una pérdida de tirón. El capítulo inicial es caótico, no parece que los realizadores tuvieran muy claro cómo lanzar un romance de largo recorrido, amén de que hacen malabares para encajar la falta de personajes/actores. Más adelante justifican la aventura improvisando que Bill y Virginia fingen seguir con el estudio como excusa para follar sin parar, pero de creíble no tiene nada. En seguida aparece otra sensación: que el estudio ni los personajes avanzan. El horrendo Fight deja el interés por los suelos. Los líos de Bill por encontrar hospital repiten el mismo patrón todo el rato: que el estudio es una bomba que nadie quiere es obvio, podían haber ido más rápido mostrando esos problemas.

Pero parece que los guionistas se dan cuenta de la falta de rumbo y empaque de la trama y cuelan un salto temporal de varios años que pretende avanzar de golpe lo que no han conseguido desarrollar poco a poco. Bill monta una clínica para seguir con su trabajo, se enfrenta a los líos burocráticos que conlleva, el romance ha parado, tiene otro hijo (para contentar a Libby, básicamente), Virginia sigue siendo una incansable trabajadora… Pero cuando logras recolocarte tras el repentino y confuso cambio de tiempo y escenario, no tardas en comprobar que realmente no hemos avanzado nada, es todo humo, los personajes siguen igual y el estudio no muestra nada nuevo, es decir, no hay ninguna historia sobre revolución sexual llamativa. También parece que se dan cuenta de ello, y en otro cambio repentino de rumbo pasamos a una nueva fase de investigación: los problemas sexuales, con la impotencia a la cabeza. ¿Y cómo se les ocurre dar protagonismo a esta línea narrativa? Pues haciendo que Bill de repente sea impotente. Así sin más. Para colmo en este tramo aparece su hermano, porque ahora resulta que tiene un hermano. Un giro de culebrón que desvía toda trama para abordar líos pasados de alcoholismo y problemas familiares que no aportan nada excepto dramón innecesario. Y todo para acabar de golpe, siguiendo como si no hubiera existido esta trama familiar sensacionalista. Otro giro fallido es el que se obligan a meter en el final de temporada para poner un golpe de efecto sobre los protagonistas: no hay quien se crea el movimiento de Virginia con sus hijos, lo que retuercen los guionistas la situación para que haya un poco de intriga y drama que no viene a cuento.

Así que me temo que en el conjunto de la temporada hay poco material que sacar de Bill y Virginia, dos caracteres otrora fascinantes que ahora dan vueltas sobre sí mismos sin un rumbo concreto. Hasta el tramo final no hay algo de movimiento tangible. Aunque lo de la impotencia fuera un truco rebuscado, casi se agradece que le den algo a Bill con lo que podamos recuperar ese personaje afligido y huraño al que cuesta acercarse, con el que sufrimos y esperamos que sea capaz de sobreponerse. Además, la trama se apoya muy bien en Lester y Barbara, con lo que por fin volvemos al drama serio y realista que conocíamos. Y como extensión de todo ello Virginia vuelve a coger energía también, vuelve a ser la mujer decidida y valiente que empuja a los demás a salir adelante. El conflicto con la competencia y la idea de rodar un documental para publicitarse da vida a la historia general, el estudio sobre el sexo, su alcance, los tabúes con los que hay que luchar… También encontramos algún apunte interesante sobre cómo enfrentamos demonios internos, cómo tragamos con los sufrimientos secretos, lo que nos cuesta a veces pedir ayuda (la parte de Virginia en el psiquiatra está muy bien), los matrimonios fingidos y los fracasados, los romances, las dificultades añadidas de la mojigatería de la época… Pero todo está en una línea bastante disminuida respecto a las grandes cualidades que vimos en la primera temporada, donde todo se trataba y desarrolla con gran dedicación e inteligencia, con una evolución gradual de los protagonistas que resultaba absorbente, llena de sutilezas, gestos, detalles… Los actores Michael Sheen y Lizzy Caplan están estupendos de nuevo, pero con menos carga emocional en sus personajes no logran deslumbrar como antes.

En el acabado visual no puedo ponerle pegas, siguen manteniendo un aspecto formal muy cuidado, casi hipnótico. Pero con la escasa fuerza de los guiones el tempo narrativo hace aguas. Así que la temporada se va como empezó, siendo un quiero y no puedo con más inclinación hacia el no puedo.

Ver también:
Temporada 1.

HOUSE OF LIES – TEMPORADA 4

Showtime | 2015
Comedia | 12 ep. de 30 min.
Productores ejecutivos: Matthew Carnahan, Don Cheadle.
Intérpretes: Don Cheadle, Kristen Bell, Ben Schwartz, Josh Lawson, Donis Leonard Jr., Glynn Turman, Dawn Olivieri, Larenz Tate, Valorie Curry, Mary McCormack, Demetri Martin.
Valoración:

El desliz de Jeannie llevó a Marty Kaan a la cárcel y a Kaan y Asociados a la ruina. Su retorno no va a ser fácil, porque está atado a ella al ser los dos socios principales. Lo que no me queda claro es por qué Clyde y Doug siguen ahí, no recuerdo que se mencione nada concreto. Supongo que es por fidelidad y porque no han encontrado un trabajo mejor, pues es complicado que te contraten viniendo de tal batacazo.

Con este panorama, resucitar la compañía consultora va a requerir esfuerzo y milagros. Pero la pandilla no se rinde, y menos con Marty de vuelta liderando con su carisma y habilidad. El cliente que puede hacerlos remontar es un multimillonario mimado, de esos con humor cambiante, que se dedica a los coches eléctricos, un futuro muy prometedor. Pero aguantarlo es tan difícil como conseguir que se atenga a algún plan empresarial. Pero finalmente parece que la remontada está llegando… hasta que caen en la órbita de la poderosa Denna Altshuler (la siempre fantástica Mary McCormack), que los manejará a su antojo.

En cuanto a lo personal, Marty y Jeannie mantienen esa relación en tensión que sigue siendo el punto más débil de la serie. La pasión intermitente y el amor latente entre los dos no hay quien se los crea. Por muy buenos actores que sean ambos, que lo son, los personajes no encajan, las situaciones y diálogos no hacen creíble la dinámica entre ellos. El embarazo no acelera las cosas, porque los guionistas siguen dejando en suspenso el avance en la relación hasta el final de temporada, donde darán otro giro tontorrón para en la siguiente temporada continuar mareando la perdiz. Alguien podría pensar que el segundo embarazo de Kristen Bell cogió en pleno rodaje (el anterior estaba menos avanzado y lo disimularon como pudieron) y fastidió el plan inicial para los personajes, pero es que me parece evidente que no tienen plan alguno.

En casa, Marty tiene a su hijo, a su padre (con su novia joven), y al petardo de su hermano. Como siempre es el niño quien más juego da, con sus líos con la identidad sexual, los problemas en el colegio y ahora también la incipiente madurez e independencia que llega con la adolescencia. En cambio Jeannie vuelve a desaprovecharse por completo, no vemos nada de ella fuera del trabajo. Es una lástima ver cómo desperdician el talento interpretativo de Kristen Bell.

Doug y Clyde mantienen su tronchante dinámica de pullas constantes pero a través de las que se ve que en el fondo también tienen dependencia mutua. La convulsa relación con la joven que comparte el edificio de la empresa ofrece una buena trama secundaria; y por cierto, vaya bellezón es Valorie Curry (The Following). Pero también hay espacio para pasar por sus problemas en casa y añadir así más capas a sus personalidades, pues sus debilidades y miedos se matizan bien con estos anexos: el matrimonio de Doug estaba abocado al fracaso, la tensión entre Clyde y su padre es interesante también.

Hasta aquí, así puesto en palabras, parece que la serie sigue siendo la misma, para lo bueno y lo malo. La dinámica en el trabajo y entre el grupito parece mantener el tono, y los clientes dan buenas historias. Pero algo falta, porque no divierte como antes, de hecho, produce más bien frialdad, e incluso aburrimiento en algunos tramos. El problema es que ha perdido gran parte de su vitalidad, chispa, alma o como queráis llamarlo. La semilla está ahí, pero no germina como antes en una aventura vibrante y desbortande de diálogos ágiles con gran cantidad de chistes. Antes no terminaba de ser una gran serie, pero era muy entretenida y divertida. Habiendo perdido uno de sus ingredientes principales, el que la hacía más divertida además, lo que queda es muy poca cosa.

Ver también:
Temporada 1
Temporada 2
Temporada 3