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STAR TREK: PICARD – TEMPORADA 3 Y FINAL

Paramount+ | 2023
Ciencia-ficción, drama, suspense, acción
10 ep. de 47-63 min.
Productores ejecutivos: Terry Matalas, Akiva Goldmsna, Alex Kurtzman, Kirsten Beyer, varios.
Intérpretes: Patrick Stewart, Jonathan Frakes, Gates McFadden, Jeri Ryan, Brent Spinners, Marina Sirtis, LeVar Burton, Michael Dorn, Ed Speleers, Michelle Hurd, Todd Stashwick, Ashlei Sharpe Chestnut, Joseph Lee, Stephanie Czajkowski, Jin Maley, Tim Russ, Mica Burton.
Valoración:

Alerta de spoilers: La crítica global no tiene datos reveladores, pero en los análisis de los capítulos entro a fondo.–

Terry Matalas

Bajo la supervisión de los principales produdctores Alex Kurtzman y Akiva Goldsman, Terry Matalas entró en la segunda temporada de Star Trek: Picard como mano derecha de Michael Chabon al frente del equipo de guionistas. Pero con la idea de rodar la siguiente etapa justo a continuación para ahorrar costes, cuadrar mejor la agenda de los actores y probablemente también tener un estreno más cercano, prefirieron dividir el trabajo, y Matalas pasó a llevar las riendas de la tercera. Anunciaron que sería la última, pero se aseguran de dejar asentado un nuevo grupo de personajes que podrían protagonizar una nueva serie.

Al contrario que Discovery y Nuevos y extraños mundos, producidas en Toronto, Canadá, Picard se ha realizado en Los Ángeles, aunque no el mismo estudio que las series de los noventa. El canal streaming Paramount+ ya ha llegado a algunos países, pero en los que no, como España, continúa emitiéndola Amazon Prime Video.

MEJORAS NOTABLES, MUCHA NOSTALGIA Y SENSIBILIDAD

Terry Matalas había colaborado en Voyager y sobre todo en Enterprise como productor y puntual guionista, pero las obras en las que tuvo más presencia, Nikita, Terra Nova, Nightflyers y 12 monos resultaron verdaderamente infames. De esta última se trajo a guionistas y parte del equipo técnico.

Con eso presente más la apariencia de ser una continuación de la espantosa segunda temporada no pintaba nada bien la cosa. La idea de reunir el reparto de La nueva generación al completo reactivó el factor nostalgia en los trekkies, pero en el mal sentido: no os metáis en este desastre de serie, que va a herir vuestro legado.

Pero Matalas empezó con buen pie, tomándose su tiempo con la sala de guionistas e invitando a cada actor para discutir a fondo la posible trayectoria y el final de sus queridos personajes a treinta años de los eventos de la serie y las películas. Y sea por iniciativa de Kurtzman y Goldsman viendo que la serie no levantaba cabeza o porque aceptaron la propuesta del renovado grupo de escritores, se inclinan por dejar atrás el estilo de acción básica para centrarse más en el arco dramático de los protagonistas, y tratan de buscar aventuras que tengan no sólo más consistencia sino también mejores dilemas personales y éticos. En resumen, prometían lo que las dos temporadas iniciales no nos dieron: mirar a La nueva generación con una respetuosa actualización.

La mejora de calidad en la escritura es ostensible. Los diálogos resultan más naturales, el sentido del humor es delicioso, los personajes se sienten más vivos, la nostalgia fluye mejor, y cuando toman forma la historia central y los arcos dramáticos, todo resulta tan apasionante y emotivo que llevará al trekkie al borde de la lágrima. Aunque el que no sea tan fan se perderá un poco en algunos conflictos personales, y sobre todo no pillará los abundantes guiños que han ubicado hábilmente en todas partes.

Pero las mejoras no consiguen imponerse del todo, chocan constantemente con la fórmula de Kurtzman y Goldsman, que por cierto, según rumores era alentada también por Patrick Stewart, quien como productor con poder forzaba a meter a Jean-Luc más en acción ya desde las películas, y en Picard aún más.

Con estas dos formas de entender la serie en liza, queda un desequilibrio importante en los primeros capítulos y lastra ligeramente el notable nivel del resto. El suspense artificial y la acción aparatosa se ven forzados, demasiado en ocasiones, afectando al tempo y la credibilidad de situaciones varias. La presentación de la primera villana, Vadic, tira demasiado humo y sensacionalismo, y si bien las pausas para desarrollar personajes funcionan mejor, estas se sienten mal ubicadas muchas veces. Por suerte, incluso los episodios menos logrados son muchísimo más sólidos y entretenidos que lo visto en Discovery y las dos primeras etapas de Picard. Y sobre todo, dejan entrever el potencial de la temporada.

En el quinto capítulo se asientan las buenas maneras y pega un subidón. La trama va cobrando sentido, se siente más coherente, trascendental y mejor conectada a los protagonistas que los delirios improvisados en las temporadas anteriores. La nostalgia embarga cada momento con gran sensibilidad. El suspense y la acción son más coherentes, habiendo tramos acongojantes. Los últimos retos que enfrentan nuestros apreciados protagonistas se sienten muy leales a La nueva generación y sus películas y sobre todo muy humanos, resultando apasionantes y enternecedores a partes iguales.

En el acabado se busca algo más comedimiento y que el frenesí incoherente con el que nos venían torturando. El tempo es más contenido, salvo en esos tramos más caóticos en el primer acto, y cuenta con un montaje más cuidado y una fotografía mejor planificada. Con todo, no llega al nivel Nuevos y extraños mundos, que ha resultado deslumbrante.

Pero todavía arrastra un aspecto visual demasiado oscuro para ser una entrega de Star Trek, y más una que quiere vivir de la nostalgia por tiempos pasados. En esto entra también la descripción del futuro tan alejada de La nueva generación: todo el mundo fuma, bebe y maldice, no sólo en los márgenes de la civilización por donde se mueve Raffi, sino en las propias naves insignia, y presencias como el capitán Shaw no parecen dignas de los ideales de la Federación que todos conocemos. Se obsesionan tanto con lo oscuro que incluso han cambiado el diseño de la banda tradicional de Worf y han puesto una negra en vez de la plateada, y claro, con tanta iluminación sombría solo la verás si la buscas.

La recreación por ordenador de las naves está bastante mejor que en Discovery, que las dos etapas previas de esta, e incluso gana a Nuevos y extraños mundos en los dos años que lleva. Tienen mucha definición y detalle, aguantando francamente bien los primeros planos. Además, hay numerosos diseños originales y otros tanto rememorando los clásicos, evitando así la sonrojante flota clónica del final de la primera temporada.

Pero sobre todo destaca la banda sonora. Jeff Russo es uno de los mejores compositores de series (Para toda la humanidad es una maravilla), pero por la razón que sea, en los dos primeros años aunque demostró su profesionalidad le faltó algo de garra y sentimiento. En esta es sustituido, sea porque tenía la agenda muy apretada o porque buscaban un relevo. Stephen Barton y Frederick Wiedmann vienen de videojuegos varios y algunas series y películas menores, y apenas había escuchado algún suyo trabajo brevemente. Pero han mostrado su valía a lo grande: nos regalan una orquestación exuberante y una composición muy adaptable a cada escenario, destacando que recuperan numerosos temas clásicos con sabiduría.

Siguiendo a fondo con la idea de reinicio, también cambian los títulos de créditos por unos que parecen más propios de Star Trek, con una tipografía imitando a la de La nueva generación. Eso sí, se han reservado para el final, poniendo al principio una simple cortinilla.

PERSONAJES Y CONFLICTOS MUY EMOCIONANTES

Jean-Luc Picard encara su jubilación con el plan de un retiro idílico con Laris… y eso lo abruma. Su vida ha sido siempre un torbellino de aventura tras aventura, y al empezar a hacer las maletas ya está anhelando tener una última escapadita.

A la romulana Laris (Orla Brady) ya la conocemos de las dos etapas dos anteriores, y se siente tan fuera de lugar como en aquellas, pero además es despachada demasiado rápido. El conato de romance en aquellas historias no recuerdo cómo acabó, si están liados o solo son amigos. Sea como sea, los guionistas intentan señalar que hay una buena conexión… y por ello queda fatal que no acompañe a un anciano que evidentemente necesita ayuda. Para esto, que no hubiera aparecido.

La llamada de Beverly Crusher afirmando estar en peligro despierta de nuevo la chispa de la vida en Picard, pero también la preocupación por el destino de su vieja amiga y amante intermitente. Enseguida aparece Riker, y la química y la nostalgia embargará a cualquier trekkie. Los dos enfrentan su vejez con distintas perspectivas: Picard sigue aferrado a las aventuras frenéticas que le impiden ver la existencia que podría tener si como Riker se parase a vivir una vida normal y cuidar de familia y amigos. En el acto final recuperamos la historia de Data como acabó en Némesis y los dramas personales de La nueva generación. La combinación de Data, B4 y Lore da algún momento de suspense algo estirado, pero de emociones va sobrada, y el nuevo capítulo que abre en su evolución está desarrollado muy acorde a las historias que siempre se han tratado con él: el aprendizaje sobre lo que es el ser humano, los sentimientos, las amistades… En este último aspecto, el encuentro con Geordi La Forge es entrañable.

Los tres principales actores, Patrick Stewart, Brent Spinner y Jonathan Frakes, están fantásticos, evidentemente disfrutando de retomar la historia final de sus apreciados personajes. Los momentos intimistas son maravillosos, desbordando complicidad y sentimiento.

La entrada en acción de Siete de Nueve en su nuevo destino como primer oficial en el USS Titán resulta muy prometedora. Su historia iniciada en Voyager sobra la superación de su etapa bajo control de los borg, la adaptación a una vida considerada normal en la sociedad de la Federación y a la vez hallar una familia en la que sentirse arropada, se mantiene siempre activa. Las férreas normas del primer aspecto chocan de frente con las necesidades del segundo, parece que no puede tener las dos cosas a la vez, así que enfrenta numerosos dilemas y sacrificios. Jeri Ryan tiene una presencia arrolladora, así que el amago al final con darle de una serie nueva es bienvenido.

Pero su capitán Liam Shaw juega en la cuerda floja. Está oscilando entre personaje arisco pero creíble, pues han venido dos viejos enchufados (Riker y Picard) con demandas absurdas, y rol cómico y cargante involuntario, pues su pose está demasiado marcada, no parece un capitán apto para la Federación. Una vez nuestros héroes se imponen a este pseudo villano, queda como un secundario más irrelevante pero entonces también gana en interés, porque se humaniza bastante. Suerte que Todd Stashwick tiene talento de sobra para manejar el cinismo y la mala baba con soltura, y salva un poco el desastre.

Tenemos un protagonista nuevo, el hijo de veinte años de Beverly. Criado en la frontera, en misiones humanitarias así como en incontables indiscreciones al margen de la ley, su carácter huidizo y de sobreviviente nato choca con los estándares de la Federación, así que deberá aprender a entenderse con los tripulantes del Titán si quieren averiguar por qué lo persigue una misteriosa nave con tanto ahínco. Ed Speleers parecía que no iba a sobrevivir a la infame Eragon (2006) y otros títulos mediocres que encaró, hasta que logró demostrar su valía en series como Downton Abbey (2010), Outlander (2014) y You (2018). Muestra tal carisma y versatilidad que sostiene muchas escenas en las que los autores no sabían cómo mantener al rol en primer plano y lo meten en todo fregado sin venir a cuento.

Raffi es la única del reparto de las temporadas anteriores que se mantiene. Está claro que los productores han tomado nota de que los personajes nuevos no cayeron nada bien a los espectadores, con esta honrosa excepción, pues mostraba simpatía y buena conexión con sus compañeros, en especial Siete de Nueve. Pero aquí todavía se mantiene por su gracia y la energía de la actriz Michelle Hurd, pues en realidad no es una protagonista muy lograda. Siempre parece histérica, estresada y asustada, y sus indagaciones son bastante torpes, así que vaya espía de poca monta.

Worf ha sido el personaje que más ha evolucionado en toda la saga, y aquí se atreven a dar otro paso importante. Su nuevo estilo meditativo y conciliador me cuadra con la maduración vista hacia el final de Espacio Profundo Nueve, y su nuevo destino como coordinador de espías me parece más coherente que el trabajo que desarrollaba en la estación que el de embajador que le encasquetaron al final y se olvidó convenientemente en las películas. Su pose tan marcada sigue presente, pero esta vez con un sentido del humor desconcertante pero hilarante. La química con Raffi y Riker es fantástica y da muchos buenos momentos de humor.

Geordi La Forge también ha cambiado bastante, siendo ahora un padre abnegado que se cuida de correr riesgos, aunque su pasión por la ingeniería sigue presente y se ha contagiado a sus hijas. Sidney (Ashlei Sharpe Chestnut) es la timonel del Titán, y Alandra (Mica Burton, la propia hija del actor) es su mano derecha en su puesto en el museo de la flota. La primera es muy interesante, tiene buenas aportaciones, pero la segunda la presentan para que luego no haga nada.

Deanna Troi aparece al final. Ella y Beverly como siempre quedan un poco detrás del resto, a estas alturas todavía no consiguen meterlas de lleno en las historias principales. Ambas tienen dilemas como madres abnegadas que sacrificarían todo por sus familias, y poco más. Picard y Riker también están en situaciones semejantes, pero viven otros muchos conflictos personales y morales. Con todo, la relación con el resto del equipo sigue siendo enternecedora, y unos cuantos buenos momentos dejan para el recuerdo.

La primera villana de la función, Vadic, es de esos malos genéricos insufribles. Cumple los peores estereotipos: poca higiene y atractivo físico, vicios absurdos, como fumar cada dos por tres, tener arrebatos aleatorios en los que mata a puñados a sus propios secuaces, unos orcos genéricos muy ruidosos pero aburridos, y obligar a la actriz Amanda Plummer a sobreactuar a lo loco. Y su nave tiene otro diseño afilado y espinoso que en nada se diferencia a las de las últimas películas, Némesis y Star Trek 2009. Menos mal que a mitad de camino queda claro que es una pelele de un plan más grande, y este se presenta bastante jugoso, bien conectado con las series clásicas y la trayectoria de los protagonistas.

También tendremos unas cuantas sorpresas maravillosas con apariciones personajes secundarios de la saga que no desvelaré, algunas que no habría ni soñado.

Se me ocurrió poner el doblaje en un par de escenas, y da vergüenza ajena la voz que le han puesto a Siete de Nueve, parece una niña chica. La traducción, al menos en los subtítulos, tiene muchos fallos, así como algunas decisiones chocantes, como traducir ingenieros como técnicos, o colectivo y colmena como grupo y conjunto respectivamente. En estos aspectos la saga ha estado siempre maldita.

Tras el salto encontraréis el análisis por capítulos.

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STAR TREK: NUEVOS Y EXTRAÑOS MUNDOS – TEMPORADA 1

Star Trek: Strange New Worlds
Paramount+ | 2022
Ciencia-ficción, aventuras, drama | 10 ep. de 46-62 min.
Productores ejecutivos: Akiva Godlsman, Alex Kurtzman, Jenny Lumet, Henry Alonso Myers, varios.
Intérpretes: Anson Mount, Rebecca Romijn, Ethan Peck, Christina Chong, Jess Bush, Celia Rose Gooding, Babs Olusanmokun, Melissa Navia, Bruce Horak, Dan Jeannotte, Adrian Holmes, Melanie Scrofano, André Dae Kim, Rong Fu, Paul Wesley.
Valoración:

RECUPERANDO LA ESENCIA DE STAR TREK

Como comentaba en la presentación de Nuevos y extraños mundos, tras el desastre del retorno de Star Trek a la televisión con Discovery y las dos primeras temporadas de Picard, los directivos de Paramount y CBS permitieron a los productores volver a mirar a las series clásicas para intentar remontar una saga muy querida y con gran potencial a largo plazo.

Alex Kurtzman como el productor principal, Akiva Goldsman y Jenny Lumet como productores ejecutivos y Henry Alonso Myers al frente de la sala de guionistas recuperan el tono de Star Trek con sabiduría y pasión, ofreciendo una temporada que vuelve a ganarse al trekkie de toda la vida y puede enganchar a nuevos espectadores. Todavía hay margen de mejora, pero las bases las han asentado muy bien.

La nave insignia de la Federación, la Enterprise, recorre los confines inexplorados de la galaxia buscando nuevas formas de vida con las que contactar y compartir conocimientos. De La serie original y La nueva generación hereda el estilo aventurero, donde cada nuevo episodio nos lleva a lugares desconocidos y al encuentro de razas extrañas en los que la tripulación enfrentará retos insólitos que pondrán a prueba sus ideales y capacidades, sobre todo en aspectos de choques culturales y dilemas éticos.

De Espacio Profundo Nueve toma algo de su serialización, con arcos dramáticos trabajados a largo plazo y tramas recurrentes. Tiene parte de su perspectiva más oscura, pues los personajes arrastran cada cual sus traumas y algunas historias tienen finales trágicos. Pero a la vez persigue un ambiente más distendido y alegre, cortejando al humor con buen tacto.

El abultado presupuesto luce de maravilla, muchísimo mejor que Discovery y Picard. La diferencia es que hay mejor planificación las necesidades de cada capítulo, y han elegido un tono más cohesionado y cinematográfico y menos sensacionalista y aparatoso.

PERSONAJES ENCANTADORES Y CON CARISMA

Como en toda buena serie de Star Trek, el grupo protagonista resulta apasionante desde el primer capítulo. El magnetismo de unos y la simpatía de otros, la camaradería del conjunto, las parejas (amistosas, laborales, románticas) tan fructíferas que se forman aquí y allá, los emocionantes conflictos que sacan lo mejor de ellos, y un reparto bastante bien elegido permiten que hasta las aventuras menos logradas tengan siempre algo de sustancia.

El capitán Christopher Pike es carismático y cercano a la tripulación en la onda de Riker, pero en la acción recuerda más a Kirk, más directo, decidido a ignorar las normas si lo estima oportuno. Anson Mount parece haber nacido para el papel, qué porte y carisma, y qué sutil está en el humor y el drama. Pike vive abrumado porque ha visto un futuro en el que un accidente se llevará a varios tripulantes bajo su mando y lo dejará a él incapacitado y deseando morir. Esta premisa se usó en La serie original para justificar la salida de Pike como capitán de la Enterprise, que cambió a Kirk al rodarse un nuevo episodio piloto. Se da la tenebrosa casualidad de que su intérprete Jeffrey Hunter, sufrió en 1968 un accidente durante un rodaje que lo dejó con serias secuelas, y falleció de una hemorragia intracraneal meses después.

Una Chin-Riley es la segunda al mando competente pero quien todavía tiene algo que aprender, sobre todo en cuanto a las dotes de liderazgo y a conocer sus capacidades propias. Parece demasiado rígida y cerrada en sí misma, lo que provoca algo de distanciamiento con la tripulación. Por ello, formarse bajo el ala de Pike le viene de maravilla. Rebecca Romijn muestra esta contención y sus conflictos internos de maravilla.

Esta versión de Spock ya la conocimos en Discovery, donde no convencía ni por los fallidos dramas habituales de esa serie ni por el actor Ethan Peck, que no logra el carácter serio tan peculiar de Leonard Nimoy. Además, no es capaz de arquear las cejar, y menos con el maquillaje que le ponen, creo yo que demasiado aparatoso para no conseguir gran mejora, de hecho, en la segunda temporada lo convencieron de que se depilara sus cejas para ahorrar tiempo al ponerle las falsas encima. Pero es indudable que estamos ante un personaje mejor escrito que el de Discovery, y conforme vamos conociendo matices suyos en los primeros capítulos el choque con la imagen preestablecida se va difuminando. Y en cuanto entramos en historias más tragicómicas se ve que Peck sí tiene más valía como actor. Eso sí, si intentan potenciar el aspecto humorístico quizá falten a la esencia del personaje, pero al menos en las dos temporadas que llevamos mantiene bien el tipo. Como el rol clásico, sus análisis desde la lógica vulcana de los problemas que encuentran y los choques con su lado humano sirven como motor para diversos análisis de la conducta humana.

Nyota Uhura, la oficial de comunicaciones, no tenía tantos ojos puestos encima, pues la figura original apenas pasó de secundaria, pesaba más el mensaje de tener un personaje de color en un puesto importante. Así que a pesar de que el cambio en su descripción es importante no parece haber quejas. Esta Uhura es más joven, una alférez en formación, y su simpatía y problemas de aprendizaje son entrañables, sobre todo por el entusiasmo de Celia Rose Gooding. En el lado contrario está la teniente Ortegas, piloto de la nave. El intento de hacer de ella una secundaria respondona en tono cómico tiende hacia lo cargante más de la cuenta, eclipsando la parte de su personalidad más interesante, esa que intenta que todos se lleven bien, que cadetes como Uhura se integren. Es un contraste que no me pega, no se puede ser molesta y simpática al mismo tiempo. Melissa Navia no lo hace mal, pero se queda un poco por detrás del resto. Lo bueno es que, al contrario que en Discovery, no meten mensajes de sexualidad no binaria y bisexualidad con calzador, sino que todo fluye de forma natural, como en las series clásicas.

La enfermera Christine Chapel resulta encantadora, y eso que los traumas de la guerra han dejado heridas importantes en ella. Su intento de encontrar de nuevo pasión por la vida y por centrarse son emotivos, sobre todo cuando empieza a acercarse a Spock. Jess Bush se maneja con soltura en distintos estados dramáticos. Su compañero de fatigas en la guerra es también el doctor en la Enterprise. M’Benga no lleva tan bien la adaptación a la paz, y menos con el drama de la enfermedad de su hija. Babs Olusanmokun muestra con intensidad todos estos problemas.

La’an Noonien-Singh, la oficial de seguridad, de primeras me pareció seguir el estereotipo moderno de mujer joven de apariencia fuerte pero sensible cuando se la conoce mejor, de hecho, imitan con descaro el físico de la actriz, el tono del personaje e incluso el maquillaje de Alara Kitan de The Orville y Camina Drummer de The Expanse. Pero su historia pasada con los gorn y el ser heredera del genocida Khan añade pronto buen poso, y poco a poco se gana su hueco. Christina Chong está estupenda, y eso que el papel de parecer dura siendo frágil es complicado. El ingeniero jefe Hemmer tiene menos presencia, pero su personalidad es tan arrolladora que cada aparición deja huella. Bruce Horak consigue transmitir bastante a pesar del trabajado disfraz de alienígena.

Hay otros oficiales que no muestran mucha dimensión, pero siempre se agradece tener secundarios con nombre, pues pueden dar juego en cualquier momento: el jefe Kyle (André Dae Kim) y la timonel Jenna Mitchell (Rong Fu). Más interesante se presentan la capitana Batel (Melanie Scrofano) y el almirante April (Adrian Holmes), quienes rápidamente resultan secundarios indispensables que esperas que aparezcan más a menudo.

T’Pring (Gia Sandhu) queda en una posición más complicada: como prometida de Spock se espera que dé juego en los líos románticos, pero sus primeras apariciones son un poco pesadas. El personaje más polémico es la nueva versión de James T. Kirk, muy chocante por no acercase al original en dibujo y tener un actor, Paul Wesley, que parece completamente equivocado para el papel. Pero por suerte en la segunda temporada le cogen mejor el punto a estos dos roles.

TEMPORADA SATISFACTORIA,
PERO HAY MARGEN PARA MEJORAR

La media de la mayor parte de los capítulos es buena y la temporada se hace corta, recuperando la fe en la nueva etapa de la saga a la vez que ofrece una certera actualización a los estándares actuales de tono, ritmo, aspecto visual… Pero lo cierto es que para tener solo diez episodios cabría esperar un nivel más alto y desde luego menos irregularidad. Acaba siendo tan fiel a la saga que no nos libramos de algún relato un tanto cargante (los piratas de La tempestad serena) ni de intentos de ofrecer historias alternativas que no dan pie con bola y resultan insufribles (El reino Elysio). Y en varios capítulos da la sensación de que falta una pizca de agilidad, de que se podrían recortar escenas redundantes, en especial esos momentos que caen en la manía de los diálogos sobre explicativos remarcando con obviedades lo que está ocurriendo.

Con la idea de adentrarse en la progresión de los personajes, por lo general cada episodio se centra en unos pocos roles, y en algunos casos, la historia está muy dedicada a su personalidad, sin que ello afecte a la aventura fantasiosa de turno, es decir, sin que esta parezca muy dirigida.

Nuevos y extraños mundos, el mejor de la temporada, es una presentación fantástica de Pike y su relación con la tripulación, de forma que sin haber visto Discovery puedas conocerlos, pero tampoco hace falta haber visto nada de Star Trek en general, pues introduce la dinámica de la saga con habilidad a través de una historia muy clásica pero muy bien llevada de contaminación cultural y progresismo versus conservadurismo.

Tenemos las típicas posesiones de entes en Los fantasmas de Illyria, premisa muy sobada pero que aun así atrapa de principio a fin. Hay potentes dilemas que ponen a la tripulación ante decisiones que cuestionan su temple, como Llévanos donde el sufrimiento no puede llegar. A estas alturas de la saga, todavía son capaces de sorprender con choques culturales muy imaginativos, como Hijos del cometa, pero también tenemos alguno algo empalagoso: Spock Amok.

Se introduce una trama larga que se aparta de los ya muy vistos romulanos y klingon. Además es inesperada, pues retoma un villano de La serie original sin aparente relevancia: los gorn. Resulta que este lagarto con el que Kirk se pegó en el capítulo Arena (120) en una escena muy cutre se ha convertido en un referente humorístico de lo mal que ha envejecido en lo visual, así que es una especie conocida y que genera cierta añoranza. Ya en Enterprise tuvieron una breve aparición con un diseño más moderno (Un espejo sombrío, Parte 2, 419), pero aquí la reinvención es total, pues se construye una nueva raza con la que la Federación tendrá una constante guerra fría y choques puntuales. Empieza bien la cosa en Aquellos que van a la deriva, un capítulo de suspense bastante efectivo. Sin embargo, una vez entran en acción resultan un tanto chocantes, pues cabe preguntarse cómo una raza en apariencia tan primitiva, tan animal salvaje, tiene tecnología para alcanzar el espacio.

Pero si la temporada empezó alejándose muy bien de lo peor de Discovery y presentando con fuerza la historia de Pike, el desenlace retoma lo peor de aquel estilo de hacer las cosas. Una cualidad de la misericordia tira de nuevo por esos finales grandilocuentes y sensacionalistas de los que Kurtzman y Goldsman son fanáticos, donde se vaticina la destrucción de la Federación o del mismísimo universo y se anuncia mucho peligro inminente, pero a la hora de la verdad no hay emoción en una sucesión de situaciones forzadas que tiran por tierra todo lo andado con la fórmula narrativa y los personajes. La trama hace aguas por todas partes, volviendo a desaprovechar por enésima vez en la saga a los romulanos, el conflicto de Pike se desarrolla de mala manera después de prometer bastante, y la entrada de Kirk es muy decepcionante. Esperemos que estos patinazos no se repitan en adelante.

Tras el salto encontraréis el análisis por capítulos.
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STAR TREK – NUEVOS Y EXTRAÑOS MUNDOS

LA DESASTROSA RESURRECCIÓN DE LA SAGA

En 2015, CBS Studios, la sección de Paramount de televisión, decidió traer de nuevo Star Trek a la televisión, pues es su saga más famosa y rentable, la resurrección en cines con la trilogía de J. J. Abrams y Alex Kurtzman (2009, 2013, 2016) fue un notable éxito de taquilla, y con una nueva serie tendrían un reclamo perfecto para asentar su recién lanzado canal de streaming CBS All Access, renombrado a Paramount+ en 2021.

Akiva Godlsman

Pero vaya si empezaron con mal pie: le dieron un contrato de cinco años y carta blanca a Alex Kurtzman. Tras la debacle de Perdidos (2004), cabía desear que la industria hubiera puesto en cuarentena a Kurtzman y demás equipo de escritores, pero con el éxito de la misma y de las nuevas películas de Star Trek tenía cientos millones de recaudación como aval, y cuando hay dinero, el aspecto artístico se relega. Y como extensión, estaba claro que las series que vinieran, aunque no se ambientaran directamente en el fallido universo paralelo de esas cintas, tomarían su estilo.

Si Discovery ya venía gafada desde su anuncio, su caótica gestación acrecentó los problemas, y el estreno en 2017 confirmó los malos augurios, siendo una serie infame y grotesca que hería el legado de Star Trek. Y por desgracia, la cabezonería de los directivos ha mantenido ese desastre de serie cinco años en antena.

Jenny Lumet

Con la producción sumida en el caos, Kurtzman no tardó en tomar más relevancia en el aspecto creativo, y tras echar a la mayor parte de los productores iniciales fichó a su amigo Akiva Goldsman para que lo ayudara. Con el currículo que presenta Goldsman tampoco me parecía muy de fiar, y su presencia no consiguió encarrilar el destino de Discovery. Es un productor con visión pero un guionista muy irregular: tiene obras infames como Batman y Robin (1997), Perdidos en el espacio (1998), La torre oscura (2017) o El código Da Vinci (2006), títulos dramáticos de esos prefabricados para ganar premios, aunque no estuvieron nada mal, como Cinderella Man (2005) y Una mente maravillosa (2001), y algunas de ciencia-ficción dignas, Soy Leyenda (2007), Yo robot (2004) o su colaboración en la serie Fringe (2008).

Pero algo bueno dejó su entrada en el proyecto. Goldsman se lamentó porque Discovery no fuera una entrega fiel a la saga, y luchó por la incorporación de la Enterprise y su capitán Christopher Pike, que encajaban en el marco temporal. Decidieron hacerlo en la segunda temporada, quizá para intentar ganarse al trekkie con nostalgia tras las críticas clamando porque esto no era Star Trek. El carisma del actor Anson Mount y un dibujo algo mejor hilado que el resto de los infames protagonistas le ganó el favor del público, de tal manera que a la hora de hablar de las nuevas series que pensaban poner en marcha se posicionó por encima de otras candidatas, aunque finalmente la primera en ver la luz fue Picard (2020).

Alonso Myers

En Picard, Kurtzman y Goldsman ya muestran la intención de aplicar algunos cambios para alejarse de la debacle de Discovery. Pero el guion de las dos primeras temporadas no está a la altura de las pretensiones, sigue sin aparecer el sello de Star Trek por ninguna parte, y la añoranza de tener de vuelta a Jean Luc Picard y algún otro compañero no basta para salir del bache.

Cuando ya no cabía esperar nada, para lanzar Nuevos y extraños mundos y la tercera temporada de Picard se pusieron en serio: hay que remontar la saga insignia antes de que colapse del todo. Así que cambiaron de perspectiva y de guionistas, y se pusieron manos a la obra. Nuevos y extraños mundos ha empezado con buen pie, y en Picard nos han regalado un cierre muy satisfactorio.

AHORA SÍ PARECE STAR TREK

Kurtzman sigue al frente de todos los proyectos y aportando ideas, pero del día a día y la parte principal del aspecto creativo de Nuevos y extraños mundos se encargan Goldsman y Jenny Lumet, quien ya era productora y guionista secundaria en Discovery. Esto no levanta las expectativas, pero con la intención de buscar ideas frescas para la sala de guionistas ficharon a Henry Alonso Myers como principal escritor, aunque como suele pasar en estas superproducciones, el número de colaboradores es numeroso. Alonso empezó su carrera en The Chronicle (2001) y las últimas etapas de Embrujadas (1998), y ha pasado por C.S.I. (2000), Betty (2006) y The Magicians (2015), entre otras.

Decididos a dejar atrás los planteamientos absurdos y los errores cometidos en Discovery y Picard, fueron a lo seguro, a seguir la fórmula de La serie original y La nueva generación.

Los argumentos giran alrededor de dilemas morales, conflictos culturales y políticos, y misterios científicos y técnicos en los que los protagonistas interaccionan entre ellos y el reto dejando buenas lecturas antropológicas y éticas. Aunque algunas premisas puedan parecer muy gastadas en la saga, los autores ponen pasión de sobra como para que incluso las más típicas resulten más o menos apasionantes o traigan giros inesperados. No sabes qué esperar de cada nuevo capítulo en cuanto a historia, tono y lecturas intelectuales, porque al contrario que en La nueva generación, al no tener que rellenar incontables capítulos por temporada no hay margen para repetirse o recurrir a descartes. De hecho, ocurre lo contrario: tienen que dejar fuera muchos guiones con potencial.

Toman también el relevo a Espacio Profundo Nueve en cuanto a una perspectiva más agridulce (no tan oscura) y protagonistas que evolucionan gradualmente, aunque sea de forma más ligera. Y a la vez han buscado un tono más distendido, casi humorístico, donde todos se llevan muy bien, intentan poner buena cara y hacer comentarios alegres en cualquier circunstancia. La combinación es extraña y arriesgada pero funciona, logrando así algo digno de admirar a estas alturas: que sea una entrega fiel y a la vez tenga su propia personalidad.

El ritmo es templado, de dejar que todo vaya calando en vez de tirar de sensacionalismo y acción facilona para luego tener acabar apañando discursos obvios para explicar lo vivido y aprendido. Increíble el asco que le cogí a esa fórmula en Discovery. Pero también hay acción, eso sí, al estilo clásico: alguna incursión en planetas o alguna batalla espacial se desarrollan dando prioridad al suspense y a la respuesta de los personajes.

La Federación no es la aberración vista en Discovery, los tripulantes se mueven por ideales compartidos, trabajan juntos sin dejarse llevar por egos y traiciones, el bien común está siempre está presente en su toma de decisiones. Tan solo alguna pequeña transgresión cabe destacar. Aquí a todo el mundo le gusta beber y, si puede, emborracharse, y no en zonas marginales donde se mezclan con otras culturas y la etiqueta moral es más laxa (como en la estación Espacio Profundo Nueve), sino en la propia nave insignia.

LA PRODUCCIÓN Y EL ACABADO VISUAL

En lo visual también optan por un acabado deudor de las series clásicas: más sobrio, con una fotografía y un tempo contenidos, que dejan que la historia y los personajes hablen por sí solos, sin sobreponerse con enredos artificiales que hicieron de Discovery y las dos primeras temporadas de Picard series informes y torpes a pesar del dinero invertido. Eso sí, si algún episodio requiere un tono más concreto, como el oscuro Aquellos que van a la deriva (109), se va a por todas sin miedo.

La producción empezó en 2021 en Ontario, Canadá, lugar al que se llevan algunas series por ahorrar impuestos, y donde ya habían desarrollado Discovery y Picard. En los estudios utilizan la tecnología StageCraft, lo último en pantallas de fondo que ha asentado El mandaloriano (Jon Favreau, 2019). Pero tampoco escatiman a la hora de buscar localizaciones en parajes naturales y edificios singulares. Eso sí, no entiendo la manía de rodar series en formato cine, 2:35.1, cuando están destinadas a televisiones de 16:9.

Con escenarios más trabajados desde el guion y más inteligencia en la dirección, el presupuesto luce mucho mejor que en Discovery a la hora de recrear distintas culturas y lugares. Y no es pequeño: siete millones de dólares por capítulo en las dos primeras temporadas. El vestuario es deslumbrante, quizá lo más ambicioso y trabajado visto en una serie hasta el momento. Además, en los trajes de la Federación han logrado captar el diseño original dentro de la esperable actualización. Los decorados o localizaciones y el atrezo combinan magistralmente con las pantallas de fondo, nada deja entrever trucaje alguno que te saque de la escena momentáneamente. Hay capítulos donde directamente te vacilan con lo que pueden hacer, como Llévanos donde el sufrimiento no puede llegar (106), donde no hacían falta esas deslumbrantes ciudades flotantes.

Pero en el espacio la cosa es muy distinta, lo que resulta muy chocante. La recreación digital de las naves no aguanta el tipo, así que evitan los primeros planos. Es incomprensible que teniendo semejante presupuesto se quede tan corta en este aspecto. The Expanse (Mark Fergus, 2015), donde todo es digital, y The Orville (Seth MacFarlane, 2017), mezclando maquetas con digital, le ganan por goleada, y más apena que La nueva generación la sigue superando, a pesar de tener casi cuarenta años, gracias al uso de maquetas muy cuidadas. En la tercera de Picard se han visto mejoras sustanciales que espero acaben alcanzando a esta entrega.

El interior de la Enterprise también tiene algunos problemas. Al estar obligados a mantener cierta estética con la visión actual de la saga nos encontramos con que el puente de mando es igual al presentado en Discovery, oscuro y lleno de reflejos, hasta el punto de resultar feo, aburrido e incluso opresivo a pesar de su gran tamaño. Por suerte, en el resto de la nave intentan que haya más luz y colores más vivos: los pasillos son blancos y los camarotes muy acogedores… de hecho, me parecen demasiado grandes, vaya derroche de espacio.

La banda sonora también sigue el estándar esperable. En las dos primeras temporadas, Nami Melumad nos ofrece una orquesta compleja que puede pasar desapercibida al no tener melodías facilonas y pegadizas, pero cuya gran sensibilidad y versatilidad permite realzar cada situación y emoción de maravilla.

REPARTO Y PERSONAJES

Anson Mount es el capitán Christopher Pike. Nacido en 1973 en Tennessee, Estados Unidos, Mount estudió bellas artes y empezó a aparecer en la pequeña y la gran pantalla a finales de los noventa, pero no alcanzó cierta fama hasta 2011, con El infierno sobre ruedas. Al capitán Pike lo conocimos en el capítulo piloto descartado de La serie original, La jaula, que no vio la luz hasta los años ochenta, cuando salió como extra en la edición en vhs de la serie. Lo interpretó entonces Jeffrey Hunter. Apenas tuvo desarrollo, así que esta nueva versión no arrastra polémicas sobre si es diferente. Pike es un líder comedido en el puente de mando y muy cercano a sus tripulantes fuera de él.

Rebecca Romijn es la segunda al mando, la teniente comandante Una Chin-Riley. Romijn nació en Berkeley, Estados Unidos, en 1972. Con ascendencia neerlandesa y alemana, aprovechó su físico para trabajar como modelo en la década de los noventa, y poco a poco fue pasando al cine y televisión, si bien siempre en roles secundarios, como X-Men (2000), hasta que logró protagonizar The Librarians (2014). Chin-Riley intenta seguir las enseñanzas de Pike, pero sin pretenderlo su seriedad y físico imponen respeto y temor en la tripulación.

Ethan Peck encarna al señor Spock, oficial científico. Peck vino al mundo en 1986, en Los Ángeles, Estados Unidos. Empezó a trabajar como actor desde niño en series como Aquellos maravillosos 70 (1998), y ya en la adolescencia contaba con algún papel más relevante, como 10 razones para odiarte (2009). En cine, no logró pasar de secundario en un buen puñado de títulos. En 2017, tuvo la difícil tarea de recuperar al mítico Spock en Discovery, lo que trajo polémica, porque es una imitación de un personaje muy querido y cuesta hacerse al nuevo actor. El vulcano lidia con sus enseñanzas vulcanas y humanas, muchas veces contradictorias, pero nunca deja que pongan en entredicho su labor como oficial.

Christina Chong interpreta a la teniente La’an Noonien-Singh, jefa de seguridad. Nacida en Enfield, Reino Unido, en 1989, Chong estudió danza y canto desde niña, llegando a graduarse en la academia, pero una lesión la obligó a decantarse por la interpretación. Empezó a dejar huella en 2011 con W.E. y un capítulo de Doctor Who, desde las que enlazó bastantes roles recurrentes en series y algunos secundarios en cine, destacando la coproducción nórdica Heirs of the Night (2019). La’an arrastra el estigma de ser heredera del genocida Khan, así como el trauma de su encuentro con los gorn de niña. Pero todo ello también es un plus para tratar con los conflictos personales abordo y las batallas en el puente.

Babs Olusanmokun es el Dr. M’Benga. Nacido en Nigeria en 1984, ha sido campeón de Jiu Jistsu en varias competiciones en Sudamérica, y domina un puñado de idiomas. En 2004 fue a probar suerte como actor a New York. Apareció como extra en numerosas series, incluyendo un par de entregas de Ley y orden. Para The Defenders (2017), ya tenía mejores papeles. Y en 2021 consiguió aparecer en Despierta la furia y Dune. Veterano de la guerra Klingon, todavía no logra hacerse a la idea de que han alcanzado la paz. El rol apareció brevemente en dos capítulos de La serie original.

Jess Bush da vida a la enfermera Christine Chapel. Nacida en 1992 en Australia, inició su carrera en la pequeña pantalla en el reality Australia’s Next Top Model (2011). Para 2017 empezó a aparecer en varias series australianas, hasta que de alguna forma dio el salto al casting de Nuevos y extraños mundos. Su pasión por el arte, tanto pintura como manualidades, le ha ganado algún premio, y alguna obra suya aparece en los capítulos de esta serie. La enfermera Chapel fue una secundaria recurrente en La serie original, con la actriz Majel Barrett, pero no llegó a tener mucho protagonismo. En esta versión nos describen a una veterana de guerra, compañera de batallas de M’Benga, que arrastra traumas varios e intenta reconstruir su vida y carrera. El conato de acercamiento amoroso a Spock de La serie original se retoma aquí.

Celia Rose Gooding es la alférez y oficial de comunicaciones Nyota Uhura. Nació en New York en el año 2000, en una familia llena de artistas, camino que también siguió: canto, danza, interpretación… Nuevos y extraños mundos es su primer papel ante la cámara. Estamos ante otro personaje venerado de La serie original, pero sin mucho recorrido en cuanto a personalidad, así que no parece haber molestado que hagan una nueva versión del mismo. Uhura es una joven muy bien preparada pero que enfrenta con temores su nuevo puesto en la nave insignia de la flota.

Melissa Navia encarna a la teniente Erica Ortegas, principal piloto de la nave. Nacida en 1984 en Westbury, Estados Unidos, nada he encontrado sobre si estudió algo concreto antes de lanzarse a la interpretación. Empezó en 2011 apareciendo en un buen puñado de cortos, hasta que en 2014 logró tener papeles muy secundarios en televisión y cine, los más relevantes, Common Charges (2014) y Billions (2016). Ortegas es una piloto dotada y entusiasta y una oficial empeñada en ayudar a todos, en especial a los nuevos tripulantes.

En las dos temporadas que llevamos a la hora de escribir esta presentación ya hay unos cuantos personajes secundarios que dejan huella con pocas apariciones. El arisco ingeniero jefe Hemmer (Bruce Horak) resulta tan peculiar como entrañable. La capitana Batel (Melanie Scrofano), amante intermitente de Pike, y el almirante Robert April (Adrian Holmes), son las caras más familiares de la Federación. La prometida de Spock, T’Pring (Gia Sandhu), lo meterá en conflictos románticos y laborales varios. La peculiar ingeniera Pelia (Carol Kane) nos dejará desconcertados con sus orígenes y forma de ser. El teniente Samuel Kirk (Dan Jeannotte), hermano del capitán Kirk, es un oficial científico muy simpático. El propio James T. Kirk aparece al final del primer año encarnado por Paul Wesley, lo que será el punto de conflicto más importante con la fidelidad a La serie original, aunque en la segunda etapa se ganará su hueco.

Ver también:
Guía de episodios y películas
Nuevos y extraños mundos – Presentación
Temporada 1 (2022)
Temporada 2 (2023)

STAR TREK: PICARD – TEMPORADA 2

Paramount+ | 2022
Ciencia-ficción, suspense, aventuras, drama
10 ep. de 39-56 min.
Productores ejecutivos: Alex Kurtzman, Akiva Goldsman, Kirsten Beyer, Michael Chabon.
Intérpretes: Patrick Stewart, Alison Pill, Santiago Cabrera, Michelle Hurd, Jery Ryan, Isa Briones, Brent Spinner, Orla Brady, Whoopi Goldberg, John de Lancie, Penelope Mitchell, Evan Evagora, Sol Rodriguez, Steve Gutierrez, Ito Aghayere, James Callis, Madeline Wise.
Valoración:

Alerta de spoilers: Describo bastante a fondo las tramas.–

ASESINANDO LA SAGA A CONCIENCIA

Está claro que en esta nueva versión de la saga de Star Trek avalada por algún directivo de Paramount ambicioso pero con pocas luces y algunos de los peores guionistas de nuestros tiempos, Alex Kurtzman y Akiva Goldsman, pasan completamente de corregir errores, van ciegos hacia adelante repitiendo el mismo patrón temporada tras temporada. Cuatro de Discovery en caída libre y dos de Picard, más otra anunciada, no son suficientes para que vean todo lo que está haciendo mal, todavía se lanzan a más series que tienen todas las de seguir el mismo patrón: la recién estrenada Nuevos y extraños mundos y otras que mantienen en espera, como Sección 31. No entiendo cómo pueden funcionarles los datos de audiencia, porque la imagen está por los suelos: todo el mundo las pone a parir, y los trekkies están escandalizados por el continuado insulto a tan admirada saga. Está claro que siguen intentando tirar de un nombre popular para afianzar el lanzamiento de su canal de streaming (CBS All Access, ahora llamado Paramount+) y se aferran de alguna forma a la incomprensible buena valoración que se llevan en las críticas de medios, que puntúan mejor conforme la temporada es más vapuleada por los espectadores. No me sorprendería que hubieran regalado suscripciones a diestro y siniestro entre los críticos…

La primera temporada de Picard se podía salvar por los pelos haciendo la vista gorda a sus carencias y abrazando el factor nostalgia, pero en esta entran de lleno en esta fatídica dinámica, en la narrativa de brocha gorda con premisas absurdas (otra vez el universo a punto de ser destruido), personajes definidos con cuatro trazos mal dados (unos aburridos, otros irritantes), tramas improvisadas y con nulo calado intelectual y ético, y acabado de pena a pesar del abultado presupuesto. Sigue sin recordar mínimamente al espíritu de Star Trek, pero si la considerásemos una serie de ciencia-ficción de acción y suspense independiente tampoco tiene personalidad, calidad y sustancia suficientes como para salvarla del suspenso estrepitoso.

LOS MISMAS POBRES Y CAÓTICAS PREMISAS

La premisa es la misma amenaza vaga de siempre en todas las obras de Alex Kurtzman: la inminente destrucción del mundo conocido. Este tipo no es capaz de concebir otra situación que ponga en movimiento a los personajes. Y esta vez además la ambienta en los dos peores escenarios recurrentes que ha dado la saga, y de los que ya venían abusado demasiado en Discovery: tenemos otra versión del universo paralelo de los terranos y nos embarcamos en los cansinos viajes temporales.

Tras estos marcos de acción, Kurtzman y sus secuaces (Akiva Goldsman, Michael Chabon, Kirsten Beyer) improvisan distintas historias que no llegan a cobrar interés, ni tan siquiera forma, y que en conjunto no combinan en un todo de mayor trascendencia. Cada dos o tres capítulos el objetivo cambia y los personajes corretean hacia una nueva dirección teniendo aventuras dispares. Empezamos con la llegada de la anomalía destructora y los borg, que dejan a la Federación y la galaxia al borde de la aniquilación. Pero en un habitual requiebro de tecnojerga todo queda en suspenso mientras los personajes son lanzados a un universo paralelo. O sea, que ha sido una excusa para intentar generar sensación de peligro y premura y lanzar a la acción a los protagonistas.

Ahora tienen que escapar de un malvado imperio donde Picard es un general genocida. Como indicaba, es la misma parida de los terranos: un pretexto para mostrar el lado malo de la Federación y poder hacer un reset al final que no deje secuelas en el mundo real. Estos son los capítulos mejor valorados del año, y aunque a mí ya me parecían puro humo, desde luego son más amenos y cohesionados que todo el sinsentido que viene después.

A partir del tercero tienen que resolver por qué en su huida han acabado en el pasado (Los Ángeles, 2024), qué pinta el enigmático Q en todo ello y cómo hacer que colabore la reina Borg con la que han escapado, que puede ser la única baza para saltar entre univeros y tiempos. El misterio y su solución parecen recaer en un personaje nuevo: la astronauta Renée Picard (Penelope Mitchell), antepasada de los Picard, de la que nos dicen que su existencia y un viaje espacial en el que participa se supone que es un momento clave que si no sucede daría pie al tamible Imperio. Pero es tan anodina e incomprensible como el resto del reparto: ¿cómo esta cría inestable ha pasado las pruebas para el puesto? Y este lío tarda bien poco en quedar relegado cuando pasa a primer plano otra línea de misterio metido con calzador, y su desenlace es tan flojo (qué triste el clímax con los drones) que al rato ya no recuerdas qué ha pasado y qué supuestas secuelas deja.

La nueva línea estaba latente, y si de primeras se sentía fuera de lugar, tampoco logra adquirir sentido cuando nos centramos en ella. Es tan artificial, chapucera y con un desenlace tan lamentable como las anteriores. Un científico loco, Adam Soong, interfiere en los planes de los protagonistas con aviesas intenciones. El tipo toca todos los palos de la maldad de cine y series cutres: hace clones que desecha de mala manera, vive en una guarida llena de tecnología, acepta cualquier plan maquiavélico que le cae encima (Q, la reina borg), pone muecas varias y tiene arrebatos violentos…

No termina de quedar claro qué ha aportado cada una de estas historias a los protagonistas, de qué se supone que querían hablarnos, qué contribuyen a la trama global, y qué subtexto se buscaba. Lo único que tienen en común son incontables momentos de vergüenza ajena: diálogos sonrojantes, retos ridículos, conflictos dramáticos sobre expuestos y sin garra, escenarios cada cual más forzado o chapucero…

Si la temporada venía apuntando bajo, el tramo final es espantoso. Las tropas que atacan la mansión Picard disparando en formación de círculo por capas, es decir, que deberían matarse a sí mismos, pero por suerte son de esos enemigos que no atinan una; esos túneles que salen de la nada; los melodramáticos flashbacks de Picard dosificados hasta la extenuación; el villano de dibujos animados para críos, los surrealistas giros finales con los borg…

PERSONAJES VACÍOS Y MALEABLES

Todo ello está protagonizado por los personajes huecos y cambiantes propios de estos guionistas, que ya venían siendo bastante justitos en la primera temporada y aquí se acercan más al esperpéntico repertorio con el que nos torturan en Discovery. Son meras comparsas de las improvisadas historias, apenas consiguen asentar una característica concreta en ellos, y esta puede cambiar si así lo necesitan. Lo único que se puede rescatar de algunos es lo que poco que logren aportar sus actores.

Se amaga con desarrollar un proceso de humanización en Picard. El oficial ejemplar con un gran sentido del deber y la moral pero pocas aptitudes sociales enfrenta en la vejez heridas del pasado que no ha tenido la valentía de abordar: una familia rota, maltrato, secretos oscuros. Cabe destacar que fue el propio Patrick Stewart quien sugirió estas ideas, basándose en su propia infancia. Pero pronto se ve todo supeditado a los vaivenes de la trama, se siente como un elemento ajeno al personaje, puesto sobre él por la fuerza. Cada mínimo avance se debe únicamente al momento de tensión o revelación que necesiten los autores en su caótica escritura. Es verdaderamente decepcionante el tratamiento que hacen de la soledad, los traumas familiares, los pasos no dados por cobardía… Todos estos temas se quedan en nada, en burdos trucos dramáticos y de suspense con los que sazonar la estulta premisa de correr por distintos escenarios para salvar el universo. Así que Picard es un ente vacío: Stewart deambula de acá para allá sin coherencia emocional y narrativa alguna, soltando diálogos lastimeros mientras apenas puede mantenerse en pie por su avanzada edad. La redención del mítico capitán Picard llega tarde y muy mal.

Con Q pasa lo mismo: parece buscarse un personaje más cercano que nunca, con un viaje que lo redima, pero termina siendo un macguffin de baratillo. No he llegado a entender por qué se supone que se está muriendo, ni cómo pretende buscar redención, ni por qué unas veces tiene poderes y otras no, ni por qué se mete en el lío con los antepasados de Data y Picard… El talento de John de Lancie apenas salva al rol de la irrelevancia total.

Los secundarios ya conocidos siguen en la misma tónica: aburridos peleles que sueltan mucha cháchara vacía y tienen diversas vivencias que no aportan nada concreto a sus formas de ser, y los pocos amagos con ir hacia alguna parte son pronto desechados según las necesidades de los nuevos escenarios. La doctora Agnes Jurati, cuyo único rasgo de personalidad es el viejo cliché de ser inteligente y antisocial, tiene un amago con poner a prueba su lado oscuro y dilemas básicos del bien y del mal cuando se enfrenta a la reina Borg, pero nada, se desecha todo en pos de una sucesión de escenas cómicas, de acción y drama de lo más vulgar. La incursión en la fiesta acumula una serie de despropósitos alucinantes. En adelante, no queda nada que rascar, se ve completamente relegada a elemento de la trama. La actriz Alison Pill, la más competente del reparto, ni sabe qué hacer con semejante destroce de personaje.

La reina borg (Annie Wersching) es sugerente de primeras, pero otra vez desaprovechan por completo el potencial de esta espeluznante especie. Se limita a ser la tipa chunga, y en comunión con Jurati no termina de trascender hacia algo más, estando destinada a la tarea incordiar con cutres amenazas en la nave y poco más. El giro final donde forma otro colectivo y enlaza con esa supuesta destrucción del universo es penoso. Primero, porque rompe las normas de la saga, donde los viajes temporales rehacían las líneas temporales según los protagonistas producían cambios, y ahora repentinamente optan por los bucles cerrados. Este trae paradojas absurdas y agujeros de guion importantes: la nueva versión de la reina ya está ahí antes de que los personajes hayan viajado al pasado, y este nuevo colectivo benigno, ¿dónde ha estado estos cuatrocientos años, por qué no ha parado los pies a los otros borg, por qué no ha tratado antes con la Federación? El desenlace en sí es penoso, no tiene ni pies ni cabeza: la reina quiere colaborar con la Federación, y lo demuestra atacando. A pesar de la supuesta tensión máxima de la situación, todo se arregla con un par de diálogos tontos, y todos felices y a comer perdices.

En lo de desaprovechar a los borg está también Siete de Nueve. ¿Para qué la incluyen si no van a profundizar en su relación con ellos, en su conflicto interno? En toda la temporada solo tiene una escena en que se aborde el tema, pero es un sufrimiento casual y breve, se levanta, dice estar bien, y a seguir con sus aventuras. Estas las comparte con Rafi, uno de los personajes más planos y cansinos que he visto… y que por desgracia se ve superado aquí con su extraño amigo el elfo/romulano Elnor, que aporta lo mismo que en la primera temporada, sopor extremo. Rafi y Siete hacen de todo, pero no hacen nada. Se patean medio Los Ángeles en pos de esos objetivos aleatorios y cambiantes, con problemas y peligros improvisados, anecdóticos y sin emoción ni por lo general sentido. La química que hay entre Jery Ryan y Michelle Hurd, con un royo lésbico incipiente, no basta para salvar lo insulsas que resultan.

El capitán Ríos es bastante carismático gracias al actor Santiago Cabrera, pero es otro que da tumbos sin ton ni son. La odisea con los inmigrantes supongo que es el intento de meter drama con calado social propio de Star Trek, pero vaya desastre. La saga se caracterizaba por desarrollar desde una perspectiva de ciencia-ficción de gran imaginación incontables temas inteligentes y delicados que tuvieran reflejo en la actualidad. Aquí nos meten con calzador una historia mundana con una visión convencional, con cuatro golpes de efecto de acción y drama vulgares. El romance con la latina Teresa Ramírez (Sol Rodríguez) termina de hundir al personaje: qué cosa más cansina.

Si estos deambulan sin rumbo, no digamos ya los secundarios que mantienen para cumplir con los contratos de los actores o los homenajes a las series previas. Orla Brady era Laris, la asistente de Picard en el presente, con la que tiene una relación amorosa en tensión; pero en el pasado también aparece, no esperes que se explique por qué, convertida en una especie de observadora temporal. Adam Soong es la versión maligna de Data, más concretamente un antepasado de su creador Noonien Soong; los autores nos deleitan con un villano tan arquetípico, pueril y disparatado que resulta hilarante, y Brent Spinner, que en La nueva generación estuvo estupendo como Lore, el hermano perverso, aquí se encuentra con una imitación tan pasada de rosca que no sabe cómo abordarla, y no convence nada en el papel. La androide Soji de la primera temporada es ahora Kore, una clon creada por ese pirado; su historia de liberación pinta bien poco aquí, es un anexo incomprensible, y la interpretación de Isa Briones totalmente desganada. Guinam (tanto Whoopie Goldberg como, en una versión rejuvenecida, Ito Aghayere) es un torpe comodín de misterio: habla pero no dice nada ni aporta nada, cuando la original era intrigante pero se comprendía perfectamente lo que decía, se veái cómo te guiaba o aconsejaba sutilmente. Y rematamos todo con la aparición de Wesley Crusher (Wil Wheaton) convertido en viajero y observador temporal, pues en La nueva generación le dieron un final surrealista, y aquí en vez de seguir barriéndolo bajo la alfombra como se hacía hasta ahora deciden otorgarle un homenaje desubicado y sin garra.

ASPECTO VISUAL ESPERPÉNTICO

Otro problema incomprensible es que para las series de cabecera de Paramount Television Studios ofrecieran tantísimo dinero (8-10 millones de dólares por episodio) y estas tenga una puesta en escena tan pobre. La comparación de Picard y Discovery con otras del género como The Expanse (Mark Fergus y Hawk Ostby, 2015) y Raised by Wolves (Aaron Guzikowski, 2020) te deja alucinado por lo mal que han gestionado los recursos, las malas decisiones sobre el estilo, y el paupérrimo acabado visual.

Las labores de dirección, fotografía y montaje intentan seguir una línea artística innecesariamente sobrecargada, faltando así a la sobriedad y calidad que ha caracterizado siempre a la saga. Los efectos digitales son de mediocres, siempre disimulados en oscuridad y nieblas; ¡lucen mucho peor que los de Espacio Profundo Nueve, cuando empezaron a incluir el ordenador! Y los decorados son fríos, inhóspitos, y llenos de luces y hologamas absurdos. Acabarás hartito de los planos inclinados y sin luz ni color pero muchos reflejos y brillos, del montaje caótico que no deja terminar ni una frase a los personajes ni asentar sus emociones, de las escenas de acción con peleas y tiroteos penosos donde no se entiende nada, etc. Es una pena que Jonathan Frakes siga aceptando trabajar aquí.

Como resultado, Star Trek: Picard es una serie histriónica por fuera pero aburrida por dentro. Caótica, fallida y cargante hasta resultar un despropósito y un insulto descomunal a la saga y al espectador. Y según se anuncia, prácticamente todo el reparto de La nueva generación ha aceptado aparecer en la tercera temporada, rodándose ya antes de estrenar esta. ¿No han visto estas nuevas películas y series? ¿No son conscientes de que van a mancillar su propio legado?

Ver también:
Star Trek – Guía de episodios y películas
Temporada 1 (2020)
-> Temporada 2 (2022)

STAR TREK: PICARD – TEMPORADA 1

CBS All Access (Paramount+) | 2020
Ciencia-ficción, suspense, aventuras | 10 ep. de 42-58 min.
Productores ejecutivos: Alex Kurtzman, Akiva Goldsman, Kirsten Beyer, Michael Chabon.
Intérpretes: Patrick Stewart, Alison Pill, Isa Briones, Santiago Cabrera, Michelle Hurd, Harry Treadaway, Peyton List, Evan Evagora, Jery Ryan, Jonathan Frakes, Brent Spinner, Martina Sirtis, Jonathan del Arco, Orla Brady, Jamie McShane, Tamlyn Tomita, John Ales.
Valoración:

Alerta de spoilers: Hay bastante datos reveladores, incluso del final, pero toda trama y giro es tan previsible y estúpido que no importa mucho.–

EL CAÓTICO Y FALLIDO INTENTO DE RESICUTAR STAR TREK

A pesar de que Star Trek: Discovery (2007) deja muchísimo que desear en cuanto a calidad en las dos temporadas emitidas y las audiencias y la repercusión mediática no fueron espectaculares, se han juntado varios factores que han propiciado que siga adelante y además haya otras series proyectadas, como esta Star Trek: Picard y quizá otra con Michelle Yeoh, una de las protagonistas de la anterior.

La productora de televisión CBS/Paramount sabe que la marca Star Trek es muy valiosa y rentable a largo plazo, no en vano se estima que ha sido el producto más provechoso a lo largo de su historia. A eso se ha sumado que los nuevos modelos de negocio ofrecen resultados con rapidez, así que tienen más ventajas. El lanzamiento en Estados Unidos de su canal bajo demanda, CBS All Access, se publicitó con la resurrección de la saga en televisión, lo que atrajo bastantes suscriptores, y la emisión fuera de sus fronteras de Discovery en Netflix y Picard en Amazon Prime Video (la loca guerra de pujas es lo que tiene) permiten recuperar la inversión de sus presupuestos al instante. Así, a pesar del tropiezo inicial están empeñados en lograr una nueva época para la saga… o en llenar sus bolsillos con una franquicia de valor seguro sin esforzarse mucho, como más bien parece.

Veremos a largo plazo cómo funciona la cosa, porque por ahora es indiscutible que en lo artístico ambas series agonizan, mientras que en recepción sólo la crítica especializada inexplicablemente las defiende, porque los trekkies desesperan por la aberración continuada en calidad y fidelidad y el resto del público está bastante dividido. Hay un sector que disfruta esta línea de acción espacial sin guion ni tan siquiera alma, porque al fin y al cabo vale como entretenimiento pasajero, pero volvemos al tema del respeto: si no vas a hacer algo fiel a Star Trek no uses su nombre.

A Alex Kurtzman (derecha en la foto) y Akiva Goldsman (izquierda), ya presentados en la primera temporada de Discovery, se les unen aquí dos colaboradores. Michael Chabon entró en el cine gracias a que adaptaron su novela Jóvenes prodigiosos (1995) con bastante éxito (Curtis Hanson, 2000), pero su breve currículo sólo incluye el fracaso de John Carter (2012) y una miniserie con muy buenas críticas pero que no parece haber causado gran impacto, Creedme (2019). Kirsten Beyer se ha formado en la mesa de guionistas de Discovery, así que es de suponer que habrá cogido todo lo malo de la nefasta forma de trabajar del equipo.

DÉBILES MEJORAS, PERO NO ES SUFICIENTE

El anuncio de Star Trek: Picard auguraba una traición mayor que la trilogía para cines y Discovery a tan querida saga. Coger a protagonistas clásicos y meterlos en esta actualización tan mal entendida tenía todas las de hacer más notoria la sangría de ideas y la falta de tacto que acusan el estudio y los productores y escritores elegidos.

Como ocurre en casi todas las obras de los implicados, desarrollan los guiones con una lluvia de ideas vagas cuando no estúpidas que intentan unir y dar sentido sobre la marcha utilizando recursos narrativos muy básicos y abusando de sensacionalismo. Pero parece que esta vez se han esforzado más, y encontramos algunas tibias mejoras…

La temporada comienza justa en interés y solidez, se sostiene a duras penas porque por suerte no han deformado a los viejos personajes como me temía, aunque con los nuevos es otro cantar, pues quedan muy por debajo, y en la aventura en que acaban sumergidos hay mayor sensación de dirección que en las paridas vistas en Discovery. De esta forma, tenemos figuras con las que conectar y sentir algo, y da la impresión de que no estamos perdiendo el tiempo, que el relato va hacia alguna parte y llegará a una conclusión.

Pero esas débiles esperanzas no llegan a fortalecerse conforme entramos en materia, sino que se van generando cada vez más dudas. Quieres creer que los errores iniciales se irán puliendo y el listón irá subiendo conforme avance y le cojan el tono. La añoranza te atrapa y sigues adelante esperando que resurja de una vez una serie a la altura de Star Trek… Pero no llega a ocurrir. Unos pocos capítulos correctos, la mayor parte muy justitos y algunos de llevarse las manos a la cabeza nos zarandean por media galaxia mientras una nada llamativa trama de intriga se expone con torpeza y nos saturan con enredos vacuos pero incapaces de dejar huella alguna. Los personajes clásicos no terminan de desplegar su potencial, y los secundarios acaban siendo un desastre.

HISTORIA ARTIFICIAL PERO ABURRIDA

De nuevo estos infames guionistas empiezan a construir la casa por el tejado, tratando de impactar con eventos de supuestas grandes proporciones y graves repercusiones, sin darse cuenta de que así no se hacen las cosas. No puedes entrar en el momento en que el universo planteado y los protagonistas sufren el cambio, tienes que presentarlos y asentarlos adecuadamente para que podamos entender el trasfondo histórico, la amenaza, lo que hay que defender y el valor de lo que se podría sacrificar.

El misterio que alcanza a Jean-Luc Picard es muy indeterminado y genera más humo que contenido. Un complot vago y sin garra, un pasado que resulta demasiado trágico y exagerado, y nostalgia para intentar que todo cale en el espectador se exponen caóticamente entre dramas forzados (¿cómo voy a llorar por el destino de personajes secundarios que no conozco?) y ciencimagia que incluso en esta saga parece excesiva (la reconstrucción de la escena del crimen en el piso es surrealista).

Cuando se abre un poco el horizonte, algunos aspectos empiezan a atraer con timidez: la aparición del cubo borg, el suspense con qué planean los romulanos con dicho artefacto y con lo que investiga Picard. Pero en esta parte también se atascan con intrigas con poca savia y muy estiradas (todos ocultan cosas, pero a la larga resultan no cruciales o poco impactantes) o que cantan a truco barato (los típicos juegos de señales misteriosas que gustan a estos autores), y la información verdaderamente útil se dosifica sin disimulo (recuerdos, sueños y otras revelaciones).

El intento de Picard de buscar soluciones y colaboración mantiene la sensación de avance por los pelos, pero van pesando cada vez más los tropiezos y los parones aburridos y la sensación de que saltan al meollo de las cosas sin haberlas asentado como es debido. Las pausas para introducir nuevos personajes son lamentables, rompen el ritmo con explicaciones mal apañadas. Los giros que te lanzan hacia otra cosa pretendidamente más relevante y asombrosa mientras con la otra mano esconden los cebos que habían presentado antes son insultantes. El ejemplo más sangrante quizá sea spoiler, pero también conviene avisar para que no acabes cabreado: los borg no pintan nada, toda su presencia es un burdo engaño.

Cuando la trama logra tomar forma entre los vaivenes y golpes de efecto fallidos no adquiere un nuevo nivel de trascendencia, sino lo contrario, los autores demuestran de nuevo sus limitaciones y malas artes y todo resulta desalentador: otra vez un apocalipsis del universo en ciernes, un ente indefinido que quiere acabar con todo porque sí.

PERSONAJES DESAPROVECHADOS Y ABUSO DE NOSTALGIA

Como señalaba, la introducción de los protagonistas no está mal y logran transmitir simpatía, y algunos secundarios guardan potencial, aunque otros son bastante decepcionantes. Pero a la larga se ve la inepta mano de Kurtzman y colaboradores. Las motivaciones y las relaciones chocan con esa narrativa de brochazos improvisados y la idea de cumplir con factores como nostalgia y estereotipos comerciales, de forma que lo poco prometedor que hay se va viniendo abajo en vez de ir creciendo.

Empezamos con un Picard anciano, retirado. Pronto descubrimos que la a fuerza, por una crisis que no fue capaz de solucionar y en la que la Federación no estuvo a la altura. Cuando ve renacer el conflicto y posibilidades de arreglar las cosas vuelve al juego, contagiándonos parte de su entusiasmo, de su determinación por solucionar injusticias, sobre todo las cometidas contra quienes no pueden defenderse solos. Además, vemos al Picard que conocemos desde La nueva generación: incansable en su lucha y de moral inquebrantable, un individuo serio y frío (algo menos que antes, se ha suavizado con los años) pero capaz de ganarse la fidelidad de sus hombres por demostrar en cada paso estar por encima de todos en ética y coraje. Patrick Stewart está muy entregado, aunque desde luego se le nota la edad.

Pero estos guionistas no saben escribir sin recurrir a su retahíla de recursos baratos, y por ello no son capaces de embarcar a Picard en una nueva aventura que aborde inteligentes dilemas éticos y soluciones logradas con su ingenio y perseverancia, sino que le tiran encima lo que ellos entienden por drama y épica de altos vuelos. Cierto es que hay discurso sobre el sentido de la vida y la fuerza de la amistad, pero es muy previsible y tontorrón, y en vez de adecentarlo se empeñan en centrarse en un reto de acción aparatoso y un clímax dramático de baratillo. En cuanto mencionan la chorrada de la anomalía en el cerebro que puede matarlo se ve venir manipulación emocional conveniente y tramposa en el final… y ahí lo tenemos, Picard estará a punto de morir justo cuando los guionistas quieren, intentarán que sufras y llores, y luego a golpe de ciencimagia aquí no ha pasado nada.

Sin llegar a deslumbrar, Soji resulta encantadora y acaba teniendo una trayectoria más lograda. Inicialmente parece que va a quedar como un objeto de la trama, el macguffin o excusa para moverlo todo, pero en general se ve que se esfuerzan por darle vida, que resulte un rol trágico que intenta levantar cabeza en un mundo demasiado complejo. Y la desconocida Isa Briones muestra muy bien sus conflictos internos, así que compartimos sus temores y esfuerzos en una evolución sencilla y predecible pero efectiva. Entre ella y Picard podría haberse logrado un buen clímax dramático, pero se obcecan con perseguir el típico final de acción y lo estropean todo.

La doctora Agnes Jurati parece que va a servir para adentrarnos más aún en la temática planteada, pero aparte de un par de explicaciones básicas y unas pocas escenas interesantes del choque con la nueva situación no llega a ofrecer nada que sorprenda, que ponga sobre ella dificultades tangibles y la mueva en alguna dirección. Va perdiendo protagonismo y sentido conforme nos adentramos en la galaxia, y a pesar de que tiene un giro que debería cambiarlo todo, estos hechos tan serios se olvidan como si nada en adelante, y el personaje se diluye hasta una pequeña intervención en el desenlace. Hubiera sido totalmente olvidable de no ser por la magnífica interpretación de Alison Pill, un talento nato que descubrí en En terapia (2008), aunque llevaba desde el 97 actuando en numerosos telefilmes, y desde entonces pienso que debería tener la fama de actrices multi premiadas como Jennifer Lawrence.

En la hacienda de Picard tenemos un par de colegas y ayudantes bastante atractivos, Laris (Orla Brady) y Zhaban (Jamie McShane)… pero por alguna razón se olvidan de ellos al iniciarse el viaje y nos meten con calzador otros que ni prometen tanto ni llegar a dar nada de sí. ¿Pero quién es esa Raffi? ¿Como una figura tan importante en su vida tiene una presentación tan simplona? ¿No había un rol clásico que hiciera su parte, como Geordi o Worf? Y que me expliquen por qué unas veces es una mujer capaz y decidida y otras se encierra a llorar como una niña. Si no fuera por la energía de la actriz Michelle Hurd sería un cero a la izquierda, porque, ¿qué aporta? Las únicas cosas que resuelve las logra con ordenadores, así que las podía haber realizado cualquier otro.

El romulano-samurai con pintas de elfo y nombre de elfo (Elnor) es el colmo. Otro receso dramático cutre (horrible el capítulo de la aldea romulana) nos trae a este muñeco sin vida, una especie de excusa para enganchar al público joven, porque por alguna razón se piensa que una obra actual de acción sin artes marciales no vende tanto. El personajillo es bien limitado y el actor Evan Evagora más aún, y sus aventuras de lealtad y sacrificio me han provocado arcadas

La historia del capitán Ríos también llega tarde y mal. Es carismático en cierta manera, pero no parece tener una personalidad concreta ni termina de ganarse su hueco en la odisea, sólo es un taxista. Pero de repente, en los últimos episodios, se acuerdan de dar forma a su vida, y cómo no, con dramones forzados. Después de ver a un tipo resuelto y lleno de vida pasamos a tener un alma en pena irreconocible, y para rematar, lo hacemos con la casualidad más increíble: ¡su historia tiene relación directa con los eventos que están transformando la galaxia! Por supuesto, tras este disparatado intervalo se recupera y sigue como si nada. Terminamos la temporada sin que quede claro de qué va, qué espera del mundo y de los demás, ni se aprecia cambio alguno en el proceso. La sensación es que el actor Santiago Cabrera vale para mucho más.

Por cierto, sus locos hologramas dan para hacer un inciso y hablar de lo pésimo que es el sentido del humor de la serie. Nulo tacto para saber cuándo es el momento de incluir un chiste, y por su puesto, ni gracia ni ingenio alguno.

Los romulanos, tan sugerentes en principio (y en el resto de la saga), pronto se vuelven muy cargantes. Son chungos y misteriosos porque ponen caras de serlo, y malos porque visten de negro y tienen naves negras. ¿Qué fue de los romulanos tan inteligentes y ladinos, de sus naves verde impresionantes y el vestuario tan característico? Ni fidelidad, ni interés. Apenas Harry Treadaway es capaz de salvar con su buen papel a Narek, porque Peyton List como Naryssa es cansina.

Los otros personajes de la saga también prometían en principio, pero a la larga se ve que los meten por la fuerza para chantajearnos con nostalgia, que no tenían una historia concreta para ninguno. Las entradas y salidas de escena de Siete de Nueve no tienen ni pies ni cabeza, y en general todo el tema borg está muy desaprovechado, pero al menos Jeri Ryan está espectacular (en talento y físico). Lo que no tiene perdón son los giros tan mal meditados con secundarios míticos como Maddox (nuevo intérprete respecto a La nueva generación, John Ales) y Hugh (este mantiene el actor, Jonathan Del Arco), otra muestra de que todo está mal planteado y desarrollado, otro insulto a los trekkies. ¿Qué costaba que Maddox fuera el centro de los episodios finales en vez del rebuscado personaje que se sacan de la manga, qué problema había con mantener a Hugh como un rol relevante en vez de la gilipollez del elfo? Para apartarlos en los momentos clave mejor ni los hubieras metido en la serie. Por otro lado, Data (Brent Spinner) debería haber tenido más presencia, pero su aparición al final es muy bonita.

El capítulo de Riker y Deanna parecía apuntar mejores maneras. Es el mejor escrito del año, con un ritmo pausado pero lleno de emoción en diálogos y situaciones, con historias secundarias entrañables (la hija, las relaciones entre amigos)… Este sí estaba resultando un descanso acertado para reposicionarse, tomar fuerzas, asentar las vivencias en los protagonistas, en especial la confianza de Soji en sí misma y sus nuevos amigos. Y el encanto contagioso de Jonathan Frakes y Marina Sirtis sigue presente. Pero llega el final, apañan una salida de mala manera («He contratado un piloto, nos vamos»), y ale, aquí no ha pasado nada, ha sido añoranza engañosa, todo lo visto no vuelve a tener peso en la historia. Bueno, es un decir, porque todavía son capaces de cagarla más: de repente, justo cuando se lo necesita, Riker aparece al mando de una flota de la Federación… ¿Qué demonios hace un don nadie retirado dirigiendo una campaña de tal calibre? Ridículo.

EL FRÁGIL RELATO SE CAE A PEDAZOS

Avanzamos entre golpes de efectos y pausas explicativas encadenados sin mucho tacto, con la constante sensación de que se acuerdan de dar sentido a la lluvia de ideas que han planteado después de haber lanzado los fuegos artificiales, así que llegamos al final de la temporada sin que haya habido una historia bien desarrollada y unos personajes que evolucionen, y acabamos sin una conclusión digna para nada de lo que se ha presentado.

El desenlace es un patético y típico final de película de acción, fantasía y superhéroes: un villano monocromático en plan mal supremo, un artefacto desencadenante, una batalla, héroes dispuesto a todo… Lo hemos visto ya mil veces, de hecho, casi todas las obras Kurtzman son clónicas, está reutilizando la cutre premisa de Transformers (2007, 2009) y las nuevas películas de Star Trek… qué cojones, es prácticamente la misma historia que la de la segunda temporada de Discovery.

Así, las pocas cosas buenas que iban viéndose asomar de vez en cuando se acaban dejando de lado. Los personajes desandan lo poquísimo que se habían movido, se olvidan sin vergüenza alguna la poca intriga, ambigüedad y dilemas morales y personales que iba dejando entrever la trama global.

El monstruo final es propio de un videojuego simplón. Viene con una luz roja, es negro y hace ruidos inquietantes, para dejar claro que es el mal supremo a vencer. Ni siquiera cuidan la consistencia argumental: tenemos que creernos que estos seres tan avanzados no han detectado de dónde viene la señal, es decir, que es imposible no pensar en que volverán y los personajes deberían tenerlo en consideración, pero aquí todo acaba como si hubiera sido una victoria total, cuando lo único que han hecho es asustar a una avanzadilla. Es más, se supone que la señal es para que vayan a visitar a sus congéneres, así que, ¿por qué de repente parecen llegar en plan invasión?

Incluso apuntando tan bajo los autores son capaces de decepcionar: la «esperada» contienda final es un lastimero rifirrafe a puños y tiros entre los personajes, la gran batalla espacial no llega a ocurrir, dejándote con cara de gilipollas al que han timado, flipado porque ni en el limitado registro en que se mueven son capaces de cumplir con lo prometido.

Como es de esperar, un guion tan pobre acusa descuidos y huecos, cuando no negligencias flagrantes en cantidad. Por citar un par muy chocantes: qué fácil es colarse en un cubo borg fuertemente protegido por los otrora hábiles romulanos, y con dos pasos todo el mundo llega a donde quiere y encuentra a quien busca; la infiltrada romulana en las oficinas del cuartel de la Federación al final es también almirante suprema de la flota, está pluriempleada; el artefacto mágico que usan para enfrentar la flota es completamente inverosímil, ¿tan fácil es engañar los sensores de naves tan avanzadas con un truco tan simplón?, y además, tan poderoso como es, ¿no podían utilizarlo contra la baliza o el portal?

ACABADO GRANDILOCUENTE PERO FALLIDO

En consonancia con lo establecido en esta reinvención de la saga, el aspecto visual también intenta deslumbrar con equivocadas y facilonas florituras y moderneces absurdas en vez de mantener una coherencia estilística y cualitativa con las obras previas. En las anteriores series se buscaba una sobriedad formal que permitiera que los personajes y la historia respiraran, al contrario de la construcción de atmósferas que tratan de transmitir algo con trucos audiovisuales como hacen aquí, y además muy mal. La nueva generación tiene cuarenta (¡cuarenta!) años a cuestas y (sobre todo a partir de su tercera temporada) cuenta con una puesta en escena de primer nivel que supera con creces las chapuzas que hacen ahora con muchos más medios.

Para empezar, se creen que por rodar en formato cine (2.39) van a conseguir sin más mayor categoría. No tiene sentido, pues vas emitir directamente en televisión (1.78/16:9). ¿Por qué tenemos que perder media pantalla con franjas negras? Y todo para que luego parezca que se les atraganta esta fórmula, pues tienen que cortar frentes y cuerpos para mostrar de cerca los rostros. En planos amplios usan mejor la fotografía, pero qué más da, porque la planificación y el montaje de cada escena son horrendos. No puede ser que intentes forjar un aspecto y un ritmo de obra de acción a situaciones con personajes sentados dialogando, usando un montaje frenético, brillos, reflejos y demás filigranas excesivas. Acabas mareado en muchas escenas.

Para colmo, cuando llega la acción ni siquiera son capaces de estar a la altura de sus torpes pretensiones. Las luchas cuerpo a cuerpo son penosas, la falta de buenas coreografías y el mediocre montaje ni se acercan al mínimo exigible para una serie de primera división. En la misma línea están los pocos enfrentamientos de naves, que son anodinos, sin tensión ni sentido del asombro alguno, y para rematar, como señalaba, la anunciada batalla final es puro humo.

Cabe señalar que Jonathan Frakes dirige un par de episodios, siendo el único nombre conocido aparte de Akiva Goldsman, pero este estilo sigue atragantándosele, de hecho, ha dado los dos peores de la temporada (cuarto y quinto, el de la aldea romulana y el del bar donde encuentran a un personaje crucial), aunque cierto es que el guion es el principal problema.

Tampoco ayuda la floja música, una tonadilla hecha con ritmos de drama y tensión prefabricados. Qué bajo ha caído Jeff Russo después de las buenas impresiones que causó en Fargo (2014). Por extensión, los títulos de crédito son un coñazo, aunque en esto nunca ha destacado la saga.

Tenemos más localizaciones, tanto exteriores como interiores, que en Discovery, es decir, vemos más lugares de la galaxia… pero ninguno resulta especialmente llamativo. El cubo borg, y para de contar, porque el resto son desiertos, oficinas y bares, nada que nos recuerde que estamos en distintas y exóticas ubicaciones futuras y alienígenas. Ni la aldea romulana ni el planeta del final ofrecen algo imaginativo. La nave de Ríos por dentro es poco verosímil, un montón de espacio desaprovechado y una forma de pilotar muy cutre; qué obsesión con los hologramas y lucecitas.

El trabajo con lo digital ofrece también mejoras respecto a aquella, pero casi que da igual, porque sigue quedándose muy corta tanto en diseño artístico como en el resultado. Sólo salvo la nave de Ríos, bastante llamativa en su aspecto exterior, pero las romulanas son feísimas, y la flota de estos y de la federación parecen un corta pega de una sola nave. Pero lo peor es que las escenas en el espacio se ven como borrosas, escondidas en reflejos y planos rápidos, para que no cante la falta de calidad de las texturas. Es comparar esta y Discovery con The Expanse (Mark Fergus, Hawk Ostby, 2015), Lost in Space (Matt Sazama, Burk Sharpless, 2018) o Battlestar Galactica (Ronald D. Moore, 2004), que ya tiene unos años, y da vergüenza ajena, es incomprensible cómo series tan caras lucen tan mal.

DESTROZANDO EL ESPÍRITU DE LA SAGA

La idea de que esto no fuera una extensión de La nueva generación es más que aceptable. Ya ha habido muchas entregas muy parecidas. Hay que aportar algo, mirar hacia adelante. El propio Patrick Stewart pidió no repetir lo ya conocido sin cambios si querían contar con su participación. Pero de ahí a traicionar el espíritu por completo para vender otra cosa totalmente distinta hay un salto imperdonable. Como he dicho, si no vas a hacer algo en consonancia con Star Trek, invéntate una serie nueva. Como no se parece en nada sólo tendrían que cambiar nombres. Pero intentar vivir de la fama de la saga y las esperanzas de los seguidores es deleznable.

Lo peor es que parece dar resultados. Se pasaron la fidelidad por el forro en la trilogía para cines de J. J. Abrams y Kurtzman, y como dio toneladas de dinero han mantenido el mismo estilo en televisión. Pero una cosa es vender un producto de consumo rápido en las salas gracias a una apariencia vistosa, estereotipos facilones y actores con tirón, y otra afianzar una serie de series de largo recorrido en televisión. Insultando a los fans y apuntando tan bajo difícilmente puedan conseguirlo…

A duras penas recuerda a Star Trek cuando se juntan varios protagonistas principales. Pero las incontables referencias y la aparición de secundarios no son suficientes, el universo construido es una amalgama que no tiene esencia alguna de la saga.

Como comenté en Discovery, la humanidad pasa de ser una sociedad avanzada, con modelos de comportamiento e ideales muy depurados, a ser un nido de incompetencia y corrupción. Los personajes dejan de representar esa moral superior, esa lucha constante por mejorar y tener gran respeto por lo logrado, a ser anárquicos, egoístas, de lealtades, intereses y moral demasiado volátiles. Incluso en el detalle patinan lo grande: en la Federación que conocemos no hay drogas, aquí todos fuman, se emborrachan, se meten de todo; los crímenes, sobre todo los capitales, se han superado, aquí hay un asesinato brutal que no deja secuela alguna.

Y en general en todas las series y películas se trataban temas de gran calado con delicadeza e inteligencia. Sin duda en muchos capítulos no estuvieron atinados, pero incluso en esos al menos lo intentaban. Aquí tenemos una chorrada de acción sin trasfondo, sin lecturas intelectuales y éticas. Esa lucidez y ambición garantizaba también relatos pioneros o como poco muy originales en ideas e historias… Aquí sólo se mira por el recurso fácil y directo para tratar de epatar con ruido. Nada te hace reflexionar, nada cala, nada sorprende.

NO HAGÁIS MÁS, POR FAVOR

Me encanta la ciencia-ficción. Me encanta Star Trek. Quería que me gustaran las nuevas películas, deseaba que Discovery abriera una nueva era en televisión. Pero menuda basura de acción comercial nos siguen intentando encasquetar. Picard aplica un extra de nostalgia para intentar tapar las carencias y conseguir enganchar al tercer intento a los trekkies, pero también se estrella estrepitosamente. He disfrutado bastantes momentos con los personajes, y desde luego tiene mejor tono y ritmo que Discovery y las películas, pero este universo es un desastre por culpa de unos productores y guionistas sin visión ni talento alguno. Para seguir por este camino de agonía mejor que dejen a la saga morir.

STAR TREK – LARGA Y PRÓSPERA VIDA

La tripulación de la nave estelar Enterprise recorre la galaxia en busca de nuevas formas de vida, avances científicos y maneras de mantener la paz entre especies.

La originalidad y profundidad de las historias, la fascinante relación entre los tres protagonistas principales, Spock, Kirk y McCoy, los carismáticos secundarios y la fidelidad incansable de sus seguidores, convirtieron a Star Trek en un fenómeno mundial que aún tiene muchísimo tirón.

Cuando Gene Rodenberry creó la serie original en 1966 ya había en televisión varias de ciencia-ficción, algunas bastante exitosas y que aún hoy en día se recuerdan, como Perdidos en el espacio (Irwin Allen, 1965) y La dimensión desconocida (The Twilight Zone, Rod Serling, 1959), y venían otras de gran calado, como El prisionero (Patrick McGoohan, 1967). Pero su propuesta fue rompedora y tenía mucha personalidad, de forma que caló hondo… eso sí, con el tiempo. Quizá estuvo muy adelantada a su época y era demasiado peculiar para el público generalista, porque no tuvo una gran audiencia inicial y fue decayendo rápidamente, de forma que no pasó de las tres temporadas que habían firmado una pequeña productora y el canal NBC con demasiado entusiasmo. De hecho, iban a cancelarla al acabar la segunda, pero ya tenía fans que iniciaron una campaña de cartas y consiguieron una temporada más. Para hacerla rentable redujeron aún más su escaso presupuesto, y aun así no pudieron mantenerla en antena. Tras la cancelación vendieron la serie a la major Paramount Pictures, y estos inesperadamente se toparon con un filón en la venta de los derechos a otros canales menores para reposiciones (lo que se conoce como sindicación): entonces fue enganchando a numerosos espectadores, muchos de los cuales formaron un culto que hoy en día todavía se mantiene muy vivo.

Aunque con el creciente éxito póstumo tanto Rodenberry como la Paramount intentaron saltar a una película para cines, no terminaban de cuajar las ideas y sólo sacaron adelante una serie animada, llamada a secas Star Trek: The Animated Series (1973). Esta es más bien una anécdota, pues no tuvo mucho éxito, y ni siquiera Rodenberry la consideró canon en el universo de la saga. Pero finalmente fue tomando forma una serie, con la idea de estrenarla como cabecera del canal de televisión que planeaban los directivos de Paramount. Entre 1977 y 1978 estuvo a punto de rodarse Phase II (Segunda fase), un proyecto con Roddenberry al frente del reparto original (excepto Spock) en el que habían puesto bastante empeño: tenían ya escrita la primera parte de la temporada (13 episodios), creadas algunas maquetas y decorados… Pero, de repente, los directivos se echaron atrás con la costosa y difícil inversión del canal (que no vio la luz hasta diecisiete años más tarde, como UPN), y la producción fue cancelada. Pero la asombrosa popularidad de dos películas del género en esos años, La guerra de las galaxias (George Lucas) y Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg), los empujó definitivamente a moverse hacia el cine, mucho más rentable a corto plazo, y más con un panorama tan receptivo.

Star Trek: La película llegó en 1979 con Roddenberry al frente de la producción, un director veterano como Robert Wise (West Side Story -1965-, Sonrisas y lágrimas -1961-, El Yang-Tsé en llamas -1966-…) y un guion de Harold Livingston (Misión: Imposible -1966- y otras series) adaptando un libreto de Phase II, pues enlazaron un proyecto con el otro, tomando un guion y varios personajes secundarios nuevos escritos para la serie. No arrasó en taquilla ni críticas, pero tampoco apuntaba a un público amplio, y dio los réditos justos para que Paramount realizara una secuela, eso sí, apartando a Roddenberry del equipo y reduciendo el presupuesto para ver si cambiando un poco la fórmula mejoraban resultados. Así fue, porque La ira de Khan (1982) tuvo mejor recepción, y viendo su rentabilidad estrenaron una nueva entrega cada dos o tres años, hasta un total de seis, la última en 1991.

Con la fidelidad ganada por las reposiciones de la serie original y las nuevas películas, en 1987 la Paramount volvió a mirara a la televisión y dio luz verde a una serie con nueva nave y tripulación y con Roddenberry al mando de un grupo de guionistas y productores que fue creciendo y tomó el relevo cuando este falleció en 1991: Maurice Hurley, Rick Berman, Michael Piller, Jery Taylor, Ronald D. Moore, Brannon BragaLa nueva generación asentaría, más que las películas, la admiración por la saga, así como su estilo visual y narrativo y el universo imaginario.

El éxito de emisión, que en una hábil estrategia se llevó directamente a sindicación, fue tal que antes de acabar ya habían puesto en marcha otra producción, Espacio Profundo Nueve (Rick Berman, Michael Piller, Ira Steven Behr, 1993), y sin acabar esta, otra más, Voyager (Rick Berman, Michael Piller, Jeri Taylor, 1995), que ya se estrenó directamente en el recién creado canal UPN. También la tripulación de La nueva generación tuvo películas para cine, cuatro en total, desde 1994 a 2002.

Justo al acabar Voyager en 2001, enlazaron con otra, Enterprise (Rick Berman, Brannon Braga), pero aunque fueron al pasado de la línea temporal para intentar ofrecer algo distinto, la saga ya acusaba desgaste tanto en televisión como en cines y no tuvo tanto éxito, terminando con menos temporadas que las otras. Los siguientes intentos de crear una nueva producción no llegaron muy lejos.

Se considera que Star Trek es la franquicia más rentable de Paramount Pictures, pero seguramente sea también la saga más rentable de la pequeña pantalla. Desde luego es la más referenciada, citada y parodiada con diferencia, teniendo películas y series dedicadas exclusivamente a ello, como Galaxy Quest (Dean Parisot, Robert Gordon, David Howard, 1999) y The Orville (Seth MacFarlane, 2017).

En 2009, Paramount dio un giro inesperado lanzando un reinicio de la saga (en plan universo paralelo) de la mano de J. J. Abrams (Alias -2001-, Perdidos -2004-) con unas películas con un estilo comercial que nada se asemeja al original y de dudosa calidad, pero a cambio fueron un rotundo éxito de público: donde antes hacían entre 70 y 100 millones de dólares estas han logrado alrededor de 400. Posteriormente hicieron lo mismo con una serie, Discovery (Bryan Fuller, Alex Kurtzman, 2017), que también está dejando mucho que desear y es poco respetuosa con la saga, pero ha dado el suficiente rendimiento a la hora de empujar el nuevo canal online, CBS All Access, porque ya tienen en marcha otras, incluyendo una con Jean Luc Picard, el capitán de La nueva generación, volviendo como protagonista.

Y aparte de las producciones paralelas oficiales, incluyendo numerosas novelas y videojuegos y el merchandising variado, el entusiasta seguimiento de sus fans, conocidos como trekkers o trekkies, ha llevado a algunos a hacer sus propias series. Las más ambiciosas incluso han contado con apariciones de algunos actores de las originales.

De una forma u otra, Star Trek, citando una de las frases más célebres de Spock, tendrá una larga y próspera vida.

STAR TREK: DISCOVERY – TEMPORADA 2


CBS All Access | 2019
Ciencia-ficción | 14 ep. de 43-60 min.
Productores ejecutivos: Alex Kurtzman, varios.
Intérpretes: Sonequa Martin-Green, Doug Jones, Anson Mount, Shazad Latif, Anthony Rapp, Mary Wiseman, Michelle Yeoh, Jayne Brook, James Frain, Ethan Peck, Mia Kirshner.
Valoración:

Alerta de spoilers: Presento bastante de las tramas del año, y aunque estas son un misterio hasta bien entrada la temporada, no creo que tengan sorpresas suficientes como para echarlas a perder por saber de qué van. —

No se sabe cuáles fueron las audiencias de la primera temporada de Star Trek: Discovery, pues las cadenas implicadas no han dado datos. Tuvo críticas aceptables de los medios, muy malas de los seguidores de Star Trek, y los no fans parece que la recibieron mejor, aunque eso sí, lejos del gran resultado que dio la reinvención en cines de la por ahora trilogía iniciada en 2009. Sin embargo, la producción fue un caos muy grande y el presupuesto se disparó a límites inconcebibles (más de ocho millones de dólares por capítulo), y sin haber tenido una recepción unánime ni gran presencia en internet cabe pensar que las audiencias fueron débiles, así que en condiciones normales todo apuntaba a cancelación.

Pero ni las audiencias ni las críticas son vitales hoy en día, y para su continuidad hay que buscar otras razones. Discovery y The Good Fight (Robert King, Michelle King, 2017) fueron las series con las que anunciaron el estreno de la plataforma de emisión por internet de CBS, CBS All Access, y cancelar una de ellas nada más empezar daría muy mala imagen. Además, la venta de derechos a Netflix para emitirla en el resto del mundo les permitió recuperar el dinero invertido de golpe; y el propio Netflix sigue en proceso de crecimiento, acaparando todo lo que puede sin importar el coste y si las audiencias no son grandes, porque el que llega para ver esa serie y no le gusta, es posible que acabe probando otra y se quede. Así que, fuera como fuera tenían que aguantar.

Con esta inesperada segunda oportunidad había esperanzas en que los productores se pondrían las pilas y tratarían de dejar atrás los gravísimos errores de concepto y ejecución que convirtieron a la primera temporada en un desastre de los que hacen época, tanto en el lío de la producción como en la calidad final. Pero pensando en frío, ya a mediados de esa etapa los directivos eligieron el camino a seguir, y nada más anunciar la segunda quedó claro que se habían aferrado a él. Echaron a Bryan Fuller y su séquito para abandonar su estilo vanguardista y la narrativa de digestión lenta (aunque es justo decir que también su ostentación visual y la lentitud en rodar, en parte culpables de exceder el presupuesto), y se quedaron con la visión más comercial de Alex Kurtzman, pues los alrededor de 400 millones que hizo con J. J. Abrams en cada una de las tres entregas de la reinvención cinematográfica de 2009 a pesar de su escasísima calidad le han dado un buen blindaje.

Así que no han arreglado nada, sino que han dado carta blanca a la escritura a lo Perdidos (aunque Kurtzman no estuvo en ella, sí es de la misma cantera de guionistas) que ya fue emergiendo a mitad del primer año: basarse en el golpe de efecto y ya veremos luego cómo apañamos el resto, no asentar nada antes de meter con calzador otra historia, y personajes vacíos para poder encajarlos en cada cambio de rumbo. Lo único que han hecho es poner un poco de maquillaje mal dado. ¿Que la gente se quejaba del innecesario y horrendo rediseño de los klingon? Pues les añadimos pelo para que se parezcan algo más al estándar de la saga. Pero, ¿y el resto de traiciones a la serie? Y lo más importante, ¿y las carencias del guion? Ni un solo cambio.

Tenemos otra trama que abarca toda la temporada, pero si el primer intento salió mal, este ha ido incluso peor. La guerra klingon al menos prometía abordar un tema interesante, y casi se podía perdonar que en la caótica producción no saliera nada bueno y trataran de dejarlo de lado disimuladamente. Pero en esta ocasión tenían tiempo para planificar y más estabilidad en la sala de guionistas como para desarrollar algo adecuadamente, y nos han traído una parida que parece elegida al azar en una loca lluvia de ideas entre los escritores. Señales en el espacio, un misterioso ángel que aparece de vez en cuando, Spock que se supone que sabe algo pero no se sabe dónde está él… Cada nuevo micro avance se basa únicamente en ofrecer un subidón final de sensacionalismo barato que muchas veces ni se acuerdan de desarrollar en el siguiente episodio, porque sólo es un cebo. Así que acabarás harto de anuncios de que hoy por fin verás a Spock, conoceremos la naturaleza del ángel, y pasará algo grave e importantísimo.

Y todo para acabar soportando un dramón familiar plomizo, con la protagonista, la comandante Burnham, echando de menos a su mamá, teniendo repetitivos flashbacks con Spock que no llevan a nada, y para que cuando este aparezca por fin no aporte absolutamente nada a la trama y los personajes, sino que sea otro macguffin que sólo suelta frases chocantes aquí y allá. Todo para que el anunciado misterio sea un villano de cómic, un arquetipo de ser destructor encarnado por una inteligencia artificial, del que también se olvidan un capítulo sí y otro no y, cuando por fin lanzan el enfrentamiento, sea con un estilo de serial ochentero, todo peleas simplonas y mal rodadas, exageraciones absurdas, mucho ruido y peligros inverosímiles. Todo ello dando vueltas sobre la vaga amenaza de la destrucción de toda la vida en el universo, porque los guionistas querían dejarte sin aliento con una historia épica, ¿y qué más épico que el final del universo?

Si ya sabemos que al final harán un truco de ciencimagia y todo se resolverá sin secuelas, ¿por qué intentas engañarme?, ¡cuéntame algo tangible, con contenido real! En la Star Trek de toda la vida podían resolverse así muchos retos, pero lo que importaba era el conflicto político, social y cultural, el cómo enfrentaban los protagonistas todos los pasos del desafío según sus personalidades. Pero aquí no hay esencia alguna de Star Trek, la mayor parte de los personajes son amalgamas sin pies ni cabeza que cambian según las necesidades del guion, y la trama son fuegos artificiales huecos.

¿Quién es Michael Burnham, qué piensa, qué la motiva para luchar con ahínco en cualquier situación? Tras dos temporadas, no lo sé. Sólo sé que dirá si a todo y se tirará de cabeza a todas las misiones sin pensar y sin consecuencias, a pesar de que es una oficial científica del puente de mando. Ciencia poca, todo lo resuelve a hostias y tiros. Que le den un traslado a seguridad o la despidan, pues abandona sus obligaciones cada dos por tres.

De vez en cuando nos dicen que cae bien a otros personajes. ¿Por qué? La interacción que tiene son escenas de acción. Diálogos que desarrollen un acercamiento, sentimientos mutuos y camaradería no hay. El serio Saru y el capitán Pike la admiran y respetan a pesar de su desobediencia e imprudencias constantes, y los compañeros a los que arrastra en misiones suicidas también. ¿Por qué? Porque los guionistas quieren un personaje principal comodín. Vale para todo y sufre por todo para intentar que el espectador conecte. La pobre Sonequa Martin-Green, competente de sobras, se pasa otra vez todo el tiempo poniendo caras de estar a punto de llorar.

Si he aguantado otra infame temporada es porque, aparte de que a la ciencia-ficción le doy más oportunidades que a otros géneros, Pike y Saru se sobreponen lo suficiente del resto de carencias de la serie como para tener algo a lo que aferrarse en la espera de vagas mejoras que, por desgracia, tampoco han llegado este año.

Saru vuelve a ser el comandante en el que se puede confiar porque no pierde los estribos, no falta a nadie, siempre tiene una respuesta inteligente y conciliadora. Su evolución es curiosa y efectiva. En uno de los pocos capítulos que tienen algo de contenido descubrimos que su especie está dominada por otra, impidiendo su desarrollo físico y emocional completo. Vamos, que están como castrados. Saru, fuera de ese dominio, se desarrolla plenamente, lo que significa ver acrecentados sus sentidos y ser más violento para defenderse de los depredadores. El tipo antes comedido y sobrio enfrenta emociones complejas, y tiene un buen periodo de aprendizaje para luego seguir siendo en el fondo él, pero más maduro. Es decir, que no cambia abruptamente para ajustarse a una nueva trama.

Christopher Pike está sacado de la serie original, pero apareciendo en un solo capítulo (el episodio piloto que fue rechazado y se recuperó décadas más tarde) no había temor a que mancillaran personajes principales como han hecho con Spock. Y lo cierto es que recuerda a él: es el capitán carismático al que todos querrían seguir porque es competente pero cercano, se gana a la gente escuchando y dando discursos de ánimo muy efectivos. Además, el actor Anson Mount (lo conocí en Hell on Wheels -2011-) está muy bien elegido, pues tiene un magnetismo arrollador. Cierto es que está metido con calzador, y quitan de en medio el Enterprise en gran parte del año con excusas poco trabajadas, pero su presencia y la dinámica con Saru y el resto de la tripulación es lo único salvable de la temporada.

¿No podían escribir a todos los protagonistas así de bien? ¿Es que los sortean entre los numerosos guionistas? Porque a Burnham y al resto del repertorio es para borrarlos y hacer como que no han existido. La cadete Tilly, otra que está metida a fondo en toda misión y labor a pesar de su nulo rango, es el estereotipo de gorda propio de una comedia tonta, es decir, aquí no pinta nada, pero además lo llevan al extremo más rancio y penoso que he visto. ¿Intentaron un rango bajo simpático y cercano, o insultar al espectador y sobre todo a la gente obesa? Lo segundo es lo que les ha salido. En cada una de sus apariciones resulta irritante, idiota, ofensiva. La pareja de científicos homosexuales sigue el mismo camino: son la representación del estereotipo y de la corrección política en su máxima expresión, con lo que resultan muy cargantes. Cada escena que tienen, sea en la misión que sea, se reserva un interludio para declarar su homosexualidad y su amor. Que estamos preparando un proyecto científico de vital importancia, pues paramos para que las almirantes alaben lo gays que son, para que quede claro que los superiores los respetan, o metemos una peleilla sin venir a cuento, para que los compañeros digan algo que a mí me sonó a un patético «pero si sois como las personas normales, pues os queréis y peleáis como los demás». Y así episodio tras episodio. Hace más de veinte años desde que Urgencias (John Wells, 1994) y Buffy, la Cazavampiros (Joss Whedon, 1997), entre alguna otra, empezaron a incluir personajes homosexuales con una naturalidad asombrosa, sin dejar margen para que ni el más cavernícola sacara excusas para atacar, y a estas alturas cambiamos el chip al modo panfleto reivindicativo más torpe y contraproducente que puedas imaginar.

Entre los personajes vale para todo, con Ash Tyler ya rizaron el rizo de manera demencial el primer año, pero aquí siguen reutilizándolo. Ahora ya no es un medio humano medio klingon, sino un operativo de una agencia secreta de la Federación. Recuperan su lado klingon de sopetón en un episodio, como para darle un cierre, pero es un sindiós y además un coñazo. Y en adelante vuelve a ser otro que está en todo sin que se sepa por qué, y además vuelven a acordarse de vez en cuando de que había una especie de romance con Burnham, así que hablan y se besan un par de veces, y luego siguen como si nada. Señores guionistas, por favor, un poco de coherencia, aunque sea una pizca. La Georgiou terrana igual, no saben qué hacer con ella, pero la incluyen en toda historia sin esforzarse lo más mínimo en darle unas motivaciones; al menos esta resulta tan indiferente que no molesta.

Los otros tripulantes no tienen un dibujo concreto a pesar del tiempo que ocupan en pantalla. En The Orville (Seth MacFarlane, 2017), por hacer la comparación más obvia, tenemos un puñado de secundarios de los que rápidamente conocimos sus peculiaridades básicas, y algunos se hicieron entrañables. Aquí ponen caras de qué bien nos llevamos, pero apenas tienen un par de escenas útiles en todo el año. Y peor son esos que se acoplan de vez en cuando no se sabe por qué, como un par de almirantas. Luego intentan ponerlos en numerosos peligros, pero obviamente no funciona, salvo cuando de repente le dan más protagonismo a uno, porque aunque sabes que eso significa que morirá en breve al menos así cobra algo de interés por un rato. También hay otros momentos de vergüenza ajena, como los personajes corrompidos por la IA a los que les cambia el color de ojos o la voz para que sepamos que su lado malo los controla. No será tan inteligente la IA. O más bien los guionistas son unos cenutrios. Pero el colmo de los colmos es que en el tramo final hay un personaje que resulta crucial, la reina de un planeta… pero aparece sin más, como si llevara ahí varios capítulos. Tras mucho buscar resulta que la habían presentado en un corto promocional. ¡Con dos cojones!

Nada del sello de Star Trek encontramos otra vez, por mucho que metan personajes y naves de la serie original. Este pseudo Spock no recuerda en nada al vulcano que conocíamos, es un rarito insulso y el actor Ethan Peck anodino. ¿Qué necesidad había de meterlo aquí, y de forzar su historia conocida inventando que Burnham sea su hermana adoptiva? Sólo funciona la aventura secundaria que enlaza con el episodio La jaula (The Cage, 1966), y también está metida con calzador en las demás tramas de la serie. Como curiosidad, cabe indicar que Rebecca Romijn (X-Men) interpreta a la número uno del Enterprise que interpretó entonces Majel Barrett, y Melissa George a la mujer atrapada por los alienígenas telepáticos, papel que hizo en su momento Susan Oliver.

Ninguna trama, ningún conflicto personal, trata con seriedad temas de antropología, cultura, religión, política, ciencia… Sí, mencionan algunos de ellos, como la religión y la ciencia, pero es como si lo hicieran obligados, para decir «Veis, esto es Star Trek«, pero lo poco que abordan lo hacen superficialmente, con torpeza, sin visión alguna. Con el pueblo de los terrisanos, por ejemplo, parecía que iban a tomárselo más en serio, pero al final parece un capítulo del Equipo A (Stephen J. Cannell, Frank Lupo, 1983): una comunidad débil a la que defender, ningún conflicto complejo. La odisea del pueblo de Saru también prometía tratar temas culturales (la dominancia de una raza sobre otra ha dado muchos buenos dilemas éticos en las otras series), pero acaba a tortas sin más y metiendo el dichoso ángel, así que no llegan a profundizar en lo prometido. El choque con el mundo paralelo de las esporas parecía inclinarse por la línea de descubrimiento científico, pero termina siendo puro Discovery: caótico, forzado, aburrido.

En la perspectiva global y la trama larga tampoco hay rastros del espíritu original. La Federación parece un gobierno belicoso y lleno de traiciones y secretos, con excesos como esa oscura sección de espionaje. La investigación sobre el ángel y el conflicto con la IA no toca ningún tema interesante, todo es misterio y acción. Lo peor es cuando parece que los autores se dan cuenta de ello e incluyen una voz en off que parece improvisada a última hora para recalcar temas sobre sacrificio, deber, la ética de la Federación… cosas que luego realmente no se ven en el relato.

En los detalles, concretamente en la estética y la tecnología, estamos igual, parten de unas bases nada fieles y luego hacen chapuzas para parchear. Me sacó de quicio la gilipollez de decir que los hologramas no funcionan en el Enterprise por problemas técnicos y tienen que comunicarse a la antigua usanza. Si esto es como un universo paralelo con distinta tecnología, ve a saco con ello, no hagas lastimeros intentos de compaginar ambas series, porque entonces no me vengas desde el principio con un rediseño del Enterprise tan radical, tan en el estilo de las películas de Abrams y Kurtzman: una nave más grande y armada hasta los dientes (incluyendo como un centenar de cazas), unos interiores de paredes y mobiliario oscuros pero con luces chillonas y pantallas sobrecargadas por todos lados.

En lo visual encontramos el mismo estilo informe y sobresaturado del primer año. Da la sensación de que había algún productor metiendo baza en los rodajes: «Más ritmo», «Pero qué hay del tempo de la escena, de mostrar el calado emocional en los personajes…», «Ritmoo, mete ritmooo». Un capítulo te marea con encuadres inclinados sin venir a cuento, otro abusa de los travellings, y todos te vuelven loco con un montaje frenético, reflejos, lucecitas… No sé qué hace Jonathan Frakes colaborando en este esperpento; supongo que le pagarán bien. La música tampoco destaca nada, cuando en la saga siempre ha tenido bastante prominencia y ha sido de bastante calidad.

El dinero luce un poco mejor porque tenemos algunos nuevos decorados de navíos y escenarios en planetas, pero no como para impresionar. Y los efectos digitales del espacio y las naves siguen siendo de muy, muy bajo nivel, y además parecen siempre acabados con prisas, sin planificar las batallas y movimientos: todo son borrones. Prometían un final legendario, y entre el guion estulto, las simplonas peleas a tortas y la batalla espacial tan fea, da más bien pena. Es comparar con The Orville o The Expanse (Mark Fergus, Hawk Ostby, 2015) y me pregunto cómo ha podido costar casi el doble que esas.

La primera temporada era muy floja y caótica, pero esta un galimatías alucinante. Por momentos te ríes de lo cutre que es, pero predomina el aburrimiento, el asco, e incluso el cabreo, porque llega a ser tan estúpida que parece un insulto deliberado o una broma de mal gusto. Y me inclino por lo primero, porque el penúltimo episodio es todo entero un anuncio de que van a pasar cosas en el último mientras en él no ocurre absolutamente nada, resultando un timo vergonzoso.

De nada sirve rezar para que la entierren y hagan como que no ha existido, pues siguen empeñados en tirar hacia adelante renovando esta y además aumentando el sacrilegio, pues tendremos otra serie de este estilo con Jean-Luc Picard de protagonista: Star Trek: Picard.

Ver también:
Temporada 1 (2017)
-> Temporada 2 (2019)