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STAR TREK – LARGA Y PRÓSPERA VIDA

La tripulación de la nave estelar Enterprise recorre la galaxia en busca de nuevas formas de vida, avances científicos y maneras de mantener la paz entre especies.

La originalidad y profundidad de las historias, la fascinante relación entre los tres protagonistas principales, Spock, Kirk y McCoy, los carismáticos secundarios y la fidelidad incansable de sus seguidores, convirtieron a Star Trek en un fenómeno mundial que aún tiene muchísimo tirón.

Cuando Gene Rodenberry creó la serie original en 1966 ya había en televisión varias de ciencia-ficción, algunas bastante exitosas y que aún hoy en día se recuerdan, como Perdidos en el espacio (Irwin Allen, 1965) y La dimensión desconocida (The Twilight Zone, Rod Serling, 1959), y venían otras de gran calado, como El prisionero (Patrick McGoohan, 1967). Pero su propuesta fue rompedora y tenía mucha personalidad, de forma que caló hondo… eso sí, con el tiempo. Quizá estuvo muy adelantada a su época y era demasiado peculiar para el público generalista, porque no tuvo una gran audiencia inicial y fue decayendo rápidamente, de forma que no pasó de las tres temporadas que habían firmado una pequeña productora y el canal NBC con demasiado entusiasmo. De hecho, iban a cancelarla al acabar la segunda, pero ya tenía fans que iniciaron una campaña de cartas y consiguieron una temporada más. Para hacerla rentable redujeron aún más su escaso presupuesto, y aun así no pudieron mantenerla en antena. Tras la cancelación vendieron la serie a la major Paramount Pictures, y estos inesperadamente se toparon con un filón en la venta de los derechos a otros canales menores para reposiciones (lo que se conoce como sindicación): entonces fue enganchando a numerosos espectadores, muchos de los cuales formaron un culto que hoy en día todavía se mantiene muy vivo.

Aunque con el creciente éxito póstumo tanto Rodenberry como la Paramount intentaron saltar a una película para cines, no terminaban de cuajar las ideas y sólo sacaron adelante una serie animada, llamada a secas Star Trek: The Animated Series (1973). Esta es más bien una anécdota, pues no tuvo mucho éxito, y ni siquiera Rodenberry la consideró canon en el universo de la saga. Pero finalmente fue tomando forma una serie, con la idea de estrenarla como cabecera del canal de televisión que planeaban los directivos de Paramount. Entre 1977 y 1978 estuvo a punto de rodarse Phase II (Segunda fase), un proyecto con Roddenberry al frente del reparto original (excepto Spock) en el que habían puesto bastante empeño: tenían ya escrita la primera parte de la temporada (13 episodios), creadas algunas maquetas y decorados… Pero, de repente, los directivos se echaron atrás con la costosa y difícil inversión del canal (que no vio la luz hasta diecisiete años más tarde, como UPN), y la producción fue cancelada. Pero la asombrosa popularidad de dos películas del género en esos años, La guerra de las galaxias (George Lucas) y Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg), los empujó definitivamente a moverse hacia el cine, mucho más rentable a corto plazo, y más con un panorama tan receptivo.

Star Trek: La película llegó en 1979 con Roddenberry al frente de la producción, un director veterano como Robert Wise (West Side Story -1965-, Sonrisas y lágrimas -1961-, El Yang-Tsé en llamas -1966-…) y un guion de Harold Livingston (Misión: Imposible -1966- y otras series) adaptando un libreto de Phase II, pues enlazaron un proyecto con el otro, tomando un guion y varios personajes secundarios nuevos escritos para la serie. No arrasó en taquilla ni críticas, pero tampoco apuntaba a un público amplio, y dio los réditos justos para que Paramount realizara una secuela, eso sí, apartando a Roddenberry del equipo y reduciendo el presupuesto para ver si cambiando un poco la fórmula mejoraban resultados. Así fue, porque La ira de Khan (1982) tuvo mejor recepción, y viendo su rentabilidad estrenaron una nueva entrega cada dos o tres años, hasta un total de seis, la última en 1991.

Con la fidelidad ganada por las reposiciones de la serie original y las nuevas películas, en 1987 la Paramount volvió a mirara a la televisión y dio luz verde a una serie con nueva nave y tripulación y con Roddenberry al mando de un grupo de guionistas y productores que fue creciendo y tomó el relevo cuando este falleció en 1991: Maurice Hurley, Rick Berman, Michael Piller, Jery Taylor, Ronald D. Moore, Brannon BragaLa nueva generación asentaría, más que las películas, la admiración por la saga, así como su estilo visual y narrativo y el universo imaginario.

El éxito de emisión, que en una hábil estrategia se llevó directamente a sindicación, fue tal que antes de acabar ya habían puesto en marcha otra producción, Espacio Profundo Nueve (Rick Berman, Michael Piller, Ira Steven Behr, 1993), y sin acabar esta, otra más, Voyager (Rick Berman, Michael Piller, Jeri Taylor, 1995), que ya se estrenó directamente en el recién creado canal UPN. También la tripulación de La nueva generación tuvo películas para cine, cuatro en total, desde 1994 a 2002.

Justo al acabar Voyager en 2001, enlazaron con otra, Enterprise (Rick Berman, Brannon Braga), pero aunque fueron al pasado de la línea temporal para intentar ofrecer algo distinto, la saga ya acusaba desgaste tanto en televisión como en cines y no tuvo tanto éxito, terminando con menos temporadas que las otras. Los siguientes intentos de crear una nueva producción no llegaron muy lejos.

Se considera que Star Trek es la franquicia más rentable de Paramount Pictures, pero seguramente sea también la saga más rentable de la pequeña pantalla. Desde luego es la más referenciada, citada y parodiada con diferencia, teniendo películas y series dedicadas exclusivamente a ello, como Galaxy Quest (Dean Parisot, Robert Gordon, David Howard, 1999) y The Orville (Seth MacFarlane, 2017).

En 2009, Paramount dio un giro inesperado lanzando un reinicio de la saga (en plan universo paralelo) de la mano de J. J. Abrams (Alias -2001-, Perdidos -2004-) con unas películas con un estilo comercial que nada se asemeja al original y de dudosa calidad, pero a cambio fueron un rotundo éxito de público: donde antes hacían entre 70 y 100 millones de dólares estas han logrado alrededor de 400. Posteriormente hicieron lo mismo con una serie, Discovery (Bryan Fuller, Alex Kurtzman, 2017), que también está dejando mucho que desear y es poco respetuosa con la saga, pero ha dado el suficiente rendimiento a la hora de empujar el nuevo canal online, CBS All Access, porque ya tienen en marcha otras, incluyendo una con Jean Luc Picard, el capitán de La nueva generación, volviendo como protagonista.

Y aparte de las producciones paralelas oficiales, incluyendo numerosas novelas y videojuegos y el merchandising variado, el entusiasta seguimiento de sus fans, conocidos como trekkers o trekkies, ha llevado a algunos a hacer sus propias series. Las más ambiciosas incluso han contado con apariciones de algunos actores de las originales.

De una forma u otra, Star Trek, citando una de las frases más célebres de Spock, tendrá una larga y próspera vida.

STAR TREK: DISCOVERY – TEMPORADA 1


CBS All Access | 2017
Ciencia-ficción, acción | 15 ep. de 38-50 min.
Productores ejecutivos: Bryan Fuller, Alex Kurtzman, Akiva Goldsman, varios.
Intérpretes: Sonequa Martin-Green, Doug Jones, Shazad Latif, Anthony Rapp, Mary Wiseman, Jason Isaacs, Michelle Yeoh, Jayne Brook, Mary Chieffo, James Frain.
Valoración:

Alerta de spoilers: Presento la historia y los personajes. Sin datos reveladores hasta el último apartado.–

HACÍA FALTA RENOVACIÓN… PERO BIEN HECHA

La saga Star Trek necesita desde hace bastante tiempo algo de renovación, pues Voyager (1995-2001) había estirado demasiado la temática de exploración científica y Enterprise (2001-2005) no convenció del todo a los fans en su intento de tirar más por la acción directa. El agotamiento de ideas, que ya se extendía también a las películas, pues Némesis (2002) fue bastante floja, las dejaba por debajo del ingenio de Star Trek: La serie original (1966-1969) y de la calidad de las más aclamadas, La nueva generación (1987-1994) y Espacio Profundo Nueve (1993-1999). Esta última sí buscó innovar mediante historias de mayor recorrido, y logró causar muy buenas impresiones entre los seguidores. Por ello es una pena que las nuevas películas creadas por J. J. Abrams (2009, 2013 y 2016 -esta última dirigida por Justin Lin-) fueran producciones de acción de usar y tirar. La verdad, ni me sentó bien que esta mediocre reinvención, indistinguible de toda la retahíla de remakes y adaptaciones sin alma que saturan el mercado, resultara un éxito de público.

El nacimiento de Discovery dio mala espina, pues cabía pensar que seguiría la estela de esa trilogía moderna. Además, el título señalaba más exploración (aunque al final fuera todo intriga política), y el ubicarla otra vez (como Enterprise y esas películas) en un marco temporal ya superado prometía más de una falta a la línea temporal cuando no reescrituras descaradas de la misma.

Viendo los réditos económicos de la reciente versión cinematográfica, la CBS tiró la casa por la ventana con un presupuesto de entre seis y siete millones de dólares por capítulo, toda una superproducción televisiva. Pero la pareja de creadores elegida fue un tanto extraña por sus estilos opuestos, en especial en sus aportaciones previas a Star Trek.

Por un lado, tenemos a Bryan Fuller, que escribió algunos episodios en Espacio Profundo Nueve y Voyager, aunque es más conocido por sus creaciones propias, Criando malvas (Pushing Daisies, 2007), Wonderfalls (2004), Hannibal (2013) y American Gods (2017). En ellas se ve un artista inclasificable, un vanguardista capaz de imaginar universos únicos y darles forma con una dedicación y detallismo obsesivos… hasta el punto de que se convertían en series muy difíciles de llevar a cabo y también de digerir por el público, lo que ha llevado a la cancelación prematura de varias de ellas o a su despido.

Por el otro lado, encontramos a Alex Kurtzman, un autor de la hornada de J. J. Abrams, de esos tan temidos entre los cinéfilos y seriéfilos por ser amigos de los golpes de efectos y la improvisación por encima de la coherencia de la narrativa global. Empezó su carrera en Hércules (1997) y Xena, la princesa guerrera (2000) pero se formó en Alias (2001), que como Perdidos (2004) empezó fuerte pero acabó con un tramo final vergonzoso. Luego fue el artífice de Fringe (2008), un remedo pobretón de Expediente X pero con bastantes fans, y, lo que terminó de sembrar más dudas, el guionista de dos entregas de la nueva visión de Abrams sobre Star Trek.

Conforme llegaban las noticias durante su puesta en marcha no se avivaban las esperanzas, sino más bien lo contrario. La visión de sus creadores y la de la productora (más concretamente la sección recién creada de video bajo demanda, CBS All Access) parecían estar enfrentadas, aunque como siempre se dijera que no. Finalmente se confirmó el conflicto con Bryan Fuller, que acabó despedido. Sin duda él tiene gran parte de la culpa, pues siguió en su tónica, alargando la escritura y el rodaje de forma que tuvieron que retrasar el estreno y poner más y más dinero (acabó rondando los nueve millones por episodio), pero entre líneas también se podían leer las desavenencias creativas. Da la impresión de que él quería una obra muy seriada y compleja y el canal algo más directo, más acción en la línea de las recientes películas. Kurtzman se mantuvo brevemente al frente, pero no parece que confiaran del todo en él, porque trajeron a Akiva Goldsman (quien también pasó por Fringe) para compartir el mando. Este es conocido por sus producciones de baja calidad (con basuras legendarias como Batman y Robin -1997-, Perdidos en el espacio -1998- o La Torre Oscura -2017-), y lo único decente que ha escrito es Soy leyenda (2007) y Yo, robot (2004), que no eran precisamente fieles a las obras originales, y dos dramas muy de Hollywood (prefabricados con estereotipos varios y con premios comprados) pero bastante dignos, Una mente maravillosa (2001) y Cinderella Man (2005).

Hay que decir que, cercano al estreno y confirmándolo con el argumento de los primeros capítulos, se levantó un poco la expectación al ver que anunciaban una historia larga muy sugerente, la guerra de la Federación contra los Klingon. Pero esas tibias promesas nunca han llegado a despegar en una temporada que no está a la altura del estándar exigible para la saga, tanto en fidelidad como en calidad, y eso que Voyager y Enterprise al parecer iban muy justas en lo último (las tengo pendientes a la hora de escribir esto). Como entretenimiento de acción tiene un pase, pero a nada que le hagas un análisis serio se cae a pedazos. Ofrece una narrativa caótica, notándose mucho el lío en la producción y la reescritura de guiones, y predominan artificios y golpes de efecto que no logran enmascarar su falta de profundidad e inteligencia. Pero está claro que el renombre de Star Trek tiene suficiente tirón para enganchar a bastante público, pues ha logrado buen seguimiento y la segunda temporada está ya confirmada. Aunque sin duda también ha ayudado que el trato con Netflix sea tan jugoso para la CBS: el monto por emitirla fuera de EE.UU. y Canadá cubre el desobirtado presupuesto, con lo que está amortizada antes si quiera de emitirla.

NULA FIDELIDAD A LA SAGA

Nada más empezar el visionado se observa que se inclina demasiado hacia la estela de las nuevas y fallidas películas: no se ve la esencia de Star Trek por ningún lado. ¿Para qué demonios haces una entrega de la saga si no vas a respetarla? ¿Cómo esperas ganarte a sus fans si vas pisoteándolo todo? El primer golpe es duro: ¿cómo pudo ocurrírseles cambiar de arriba abajo el aspecto de los klingon? Veintiocho temporadas y diez películas después mandas todo lo establecido a la mierda sin vergüenza alguna. Tenemos unos engendros cabezones cuyas motivaciones y cultura apenas llegan a identificarse con lo que sabemos de ellos. No se ve un pueblo donde el honor y las tradiciones rigen sus vidas, sino unos animales impredecibles y traicioneros, recordando a los originales únicamente en su inherente belicismo.

Pero hay mucho más, en lo visual tanto como en lo argumental, que deja malas sensaciones, por mucho que intenten encubrirlo colando referencias en segundo plano aquí y allá.

En la estética van directamente a romper con todo, sin la más mínima consideración por la saga. Las naves eran bonitas, habitables y cómodas, no fríos zulos de metal donde sólo hay color en las sobresaturadas consolas. En la puesta en escena abusan del efectismo inmediato, con enredos visuales por doquier sin motivos claros, cuando siempre ha primado la sobriedad y la elegancia y el dejar que la historia hable por sí sola. Luego me extiendo sobre su malogrado acabado visual, destacando los pésimos efectos especiales, que se quedan muy por debajo incluso de La nueva generación, con treinta años a cuestas ya.

Y, sobre todo, el ambiente no recuerda a la serie, salvo en el inesperado capítulo de la paradoja temporal que hace repetir la misma situación, donde aportan una perspectiva bien trabajada a la premisa, aunque a cambio anda muy falto de ritmo. En la Federación que yo conozco los protagonistas no serían recelosos unos de otros constantemente ni actuarían por puro egoísmo, sino que sería gente muy entregada a sus ideales, pues han llegado a lo más alto del escalafón social: la flota estelar. Pero han optado por seguir un modelo muy de moda, el de las series oscuras llenas de protagonistas ambiguos cuando no malvados y que pueden morir en cualquier momento, en una saga que precisamente siempre ha ido a su bola, adelantada a su tiempo con una idiosincrasia propia.

En ese aspecto destaca que fue un referente en cuanto a avances morales y temáticos en televisión, no sólo por romper arraigados tabúes raciales, sino sobre todo porque tocaba muchos temas filosóficos, éticos y antropológicos con gran amplitud de miras, imaginación e inteligencia. Aquí, el repertorio de capitanas y almirantas chungas porque sí y la sobreexposición gay parece no tener justificación, no se desarrolla de forma orgánica. Acabarás harto de ver a la parejita homosexual lavándose los dientes frente al espejo y diciéndose cosas cuquis mientras esperas que pase algo trascendente. En cuanto a temática, las pocas veces que se abordan aspectos habituales, como los otrora elaborados y certeros análisis sobre la ética y el ser humano, la rigidez de las normas puestas a prueba en situaciones desconocidas, la capacidad moral de la Federación en conjunto y de sus habitantes por separado, resultan discursos flojos y repetitivos. La supuesta superioridad ética de la Federación se cita mucho pero no se ve, y salvo la inocente (hasta resultar empalagosa) Tilly son todos unos cabrones de cuidado que solo miran por sí mismos. No veo a la Federación por ninguna parte, así que no se entiende que tengan que recurrir al universo espejo, a los malvados terranos, para justificar que se dejen de lado sus supuestos límites éticos para sobrevivir a la guerra.

Si es que la parodia The Orville (2017), de Seth MacFarlane, está mucho más cerca del estilo de la serie, y el capítulo USS Callister de la cuarta temporada de Black Mirror (Charlie Brooker, 2011) también lo capta bastante bien.

HISTORIA Y PERSONAJES CERCANOS AL DESASTRE

La falta de calado y personalidad se extiende a las tramas y protagonistas. Se mezclan las fallidas intenciones de Fuller con la apresurada llegada de Goldsman, y siempre está presente la nula capacidad de Kurtzman para dibujar personajes y tramas que tengan un mínimo de profundidad y un desarrollo atractivo. Los diálogos son simplones, poco naturales, buscando siempre una épica y trascendencia que no se transmite en ningún momento. Se acumulan situaciones predecibles, otras forzadas (la nave sellada, pero la prota paseándose por todas partes por los conductos de mantenimiento, menuda seguridad), y hay demasiados intentos de causar impresión a base de golpes de efecto y sorpresas poco meditados.

El comienzo de la temporada, con la introducción de los klingon y el origen de la guerra, se hace pesado, incapaz de ir al grano y exprimir el potencial latente. Hablan demasiado para decir poco, y encima lo hacen en klingon, un vacile innecesario, para que la anunciada batalla que provoca el conflicto bélico sea un bluff total, porque ni en lo argumental ni en lo visual está a la altura de lo que se anunciaba. En la Discovery no se consigue materializar una historia concreta, manteniendo el interés únicamente gracias al proceso de adaptación de la protagonista principal a su nuevo e inesperado destino, y no es que sea muy imaginativo.

Cuando esperas que se profundice de una vez en la guerra llega el cambio de guionistas y el despiporre: a partir de entonces parece que desarrollan la serie sacando de un bote ideas locas escritas en trozos de papel. Nada se asienta, saltamos de una trama pretendidamente grandiosa y trepidante pero poco coherente y apresurada a otra. Así que uno no sabe a qué atenerse, no puedes conectar con nada porque en cualquier momento te lo quitan y te lanzan hacia otra idea improvisada metida a la fuerza, y así hasta acabar en un final lamentable.

Los protagonistas, con un dibujo inicial bastante básico, no terminan de ofrecer nada llamativo, pues sus personalidades no evolucionan de forma gradual, sino según deban adecuarse a los virajes del guion. La figura central, Michael Burnham, tiene un montón de dudas y sufrimiento, y nos taladran con flashback varios, pero no llega a vislumbrarse una forma de ser clara, unas motivaciones y deseos que hagan tangible su determinación. Es un robot que traga con todo y sigue adelante sin pestañear… literalmente, porque la actriz Sonequa Martin-Green (The Walking Dead -2010-), que es competente de sobras, lo único que hace es poner miradas intensas, no tiene más margen.

Ash Tyler, el rescatado de la prisión klingon, está todo el día puteado hasta resultar cansino, porque no se avanza hacia ninguna parte, salvo en el predecible y tonto conato de romance con Michael, porque no puede faltar una relación en tensión. Cuando parece que va en buen camino, resulta que todo era para justificar uno de los giros más demenciales. Además, el actor Shazad Latif lo hace fatal, sacándome de muchas de sus escenas. Sylvia Tilly es la cadete que quiere encajar pero se ve frenada por su torpeza y timidez. Es tan poco original y la actriz Mary Wisemantan está tan sobreactuada que resulta cargante desde sus primeras escenas. El ingeniero Paul Stamets no se sabe muy bien de qué va, es otro con una determinación obsesiva que ni se matiza ni evoluciona, y el intérprete Anthony Rapp intenta darle un toque serio que resulta también sobreactuado. Georgiou es seca y aburrida en los dos universos, y Michelle Yeoh no convence.

Los únicos interesantes son el segundo oficial Saru y el capitán Gabriel Lorca. El gran Jason Isaacs da forma a un líder sombrío y exigente con un toque de mala baba y misterio que resulta muy atractivo. Con lo de la misión secreta de la Discovery y la guerra se puede aceptar que se salga de la tónica de la Federación, de hecho, parecía que se iba a aprovechar para tener roces éticos con Michael. Pero me temo que no llega a dar nada de sí, pronto es engullido por esos desvíos argumentales sensacionalistas y termina muy disminuido, hasta el punto de que en el segmento final acabé cabreado con la proyección de su historia y desinteresándome por completo por su porvenir. Saru es el único que no sólo mantiene el tipo sino que crece. Sus convicciones morales quedan claras, sus conflictos con Michael dan algo de juego, y conforme se tuercen las situaciones aprende y cambia su conducta. Doug Jones es capaz de lograr una buena interpretación (y peculiar, con los movimientos alienígenas que hace) a pesar de tener mucho maquillaje encima.

EL ASPECTO VISUAL TAMBIÉN FALLA

Desde las primeras escenas quedé asombrado por su escasa calidad en el aspecto visual. ¿Adónde ha ido el abultadísimo presupuesto? Se habrá desperdiciado la mitad en el aparatoso rodaje, porque lucir solo lucen el vestuario y el maquillaje, y un poco el interior de la naves, pero no como para decir que es una superproducción al nivel de Juego de tronos (David Benioff, D. B. Weiss, 2011).

El trabajo con ordenador, para los tiempos que corren y el dineral invertido, es incomprensible que tenga un nivel tan bajo, tirando a cutre. Los pocos planos del espacio y las naves son propios de una serie de bajo presupuesto de hace veinte años, no tienen mejor aspecto que los de Farscape (Rockne S. O’Bannon, 1999), y el único ser vivo digital, el «tardígrado», es espantoso. Enterprise dejó claro que el ordenador si no está bien usado no es rival para unas buenas maquetas, saliendo perdiendo en la comparación con La nueva generación, Espacio Profundo Nueve y Voyager, y aun así tenía un nivel más que decente y soporta el paso de los años aceptablemente bien. Hasta producciones menores como Dark Matter (Joseph Mallozzi, Paul Mullie, 2015) tienen mejores efectos digitales, no digamos ya alguna con más ambición, como The Expanse (Mark Fergus, Hawk Ostby, 2015).

La decepción se agrava porque apenas salimos unas pocas veces de la nave, es decir, falta la renovación de escenarios, el factor asombro al conocer nuevos lugares y especies. El diseño de la cultura klingon no está mal, pero, como indicaba, no resulta nada fiel: el aspecto de la especie es irreconocible, y su entorno tiene demasiado brillo dorado cuando se espera un estilo más animal, con cueros, pieles, cuernos… El ambiente humano es demasiado gélido y oscuro, que aparte de despreciar la fidelidad resulta poco vistoso: la Discovery no tiene una personalidad propia, se puede cambiar por cualquier diseño estándar de interiores de la ciencia-ficción.

La banda sonora, muy destacable anteriormente, sobre todo en La nueva generación y la mayor parte de las películas, aquí resulta un relleno poco esforzado, y eso que Jeff Russo (Fargo, Legión) me parece buen compositor. Los títulos de créditos tampoco me entusiasman, aunque nunca ha sido una saga deslumbrante en este aspecto.

No sorprende que en la puesta en escena sigan la fórmula de Abrams en las nuevas películas, que usó la técnica más habitual en el cine de acción de baja calidad de estos tiempos: mucha saturación de trucos baratos para impactar fácil y rápido sin tener que trabajarse bien la narrativa. Así, como decía, no tenemos el acabado sobrio pero elegante que ha mantenido la saga en todas sus entregas, destacando con un acabado de calidad impropio de la televisión: estupendos planos medios, gran cuidado en manejar muchos personajes en cada escena de forma que todo fluya bien, y puntos álgidos emocionales (hay poca acción) muy bien exprimidos. Aquí encontramos un abuso indiscriminado de reflejos, lucecitas, movimientos y ángulos estrafalarios que pretenden ofrecer dinamismo y vitalidad pero lo que consiguen es un acabado sobrecargado y agobiante pero sin sustancia. Para rematar, se busca una obra de acción pero las pocas peleas que encontramos son bastante chapuceras, sobre todo el enfrentamiento final con los terranos.

AHONDANDO EN DETALLES Y EN EL FINAL

Alerta de spoilers: En adelante destripo los giros más importantes y el desenlace.–

Entre los peores momentos que no podía citar antes para no revelar demasiado entraría la disparatada trayectoria de Tyler. Inicialmente me parecía sugerente el tratamiento de preso fugado que tiene secuelas del cautiverio y la tortura, pero tras demasiadas escenas repetitivas adornadas con el dichoso romance se fue disipando el interés en él, para acabar por tierra con esa situación donde, estando claramente no apto para el trabajo, lo ponen a hacer algo esencial en una lanzadera a pesar de la de tripulantes que hay disponibles. Y lo poco que queda lo terminan de hundir con lo de que se ha convertido, pero no mediante la tortura, sino con una transformación biológica: ¡ahora resulta ser un klingon con fachada física humana! Por supuesto, la intriga supuestamente renovada con esta parida se diluye rápido, porque pronto se ve que lo hecho con ciencimagia mediante ciencimagia lo resolverán en un tris. Después de tanto enredo absurdo (ahora es klingon ahora no… ¡decidíos!) no hay secuelas reales, más allá de la muerte nada impactante de un secundario, el doctor, que incluso se agradece, porque el era de los más molestos, y de extender de mala manera el manido romance.

Entre los apuntes innecesarios y que faltan a la línea temporal sin venir a cuento destaca la sandez de que Michael Burnham sea hermana adoptiva de Spock. Aparte de justificar apariciones esporádicas de Sarek que luego no aportan nada, no sirve para ahondar en la protagonista, para definir sus motivaciones y acciones, y el intento de darle un toque exótico por su educación vulcana se olvida por completo a los pocos episodios.

La idea de las esporas y sus saltos instantáneos a cualquier parte también me parece enredar innecesariamente con la continuidad. Cada vez que toma protagonismo, y lo hace en cada capítulo, no podía dejar de pensar en que no pueden sustentar toda la serie con ello, porque supone una ventaja descomunal para la Federación que no existe en el resto de la línea temporal conocida, así que tarde o temprano tendrán que currarse una forma creíble de deshacerse de esta tecnología sin dejar rastro. Sin ir más lejos, en el tramo final, cuando más falta hace, por supuesto el sistema falla hasta que los guionistas quieren.

En cuanto a tramas globales, dejar de lado la guerra klingon sin llegar a profundizar nada en ella para irse a enredos en el universo paralelo me parece una cagada monumental, tanto por abandonar bruscamente la historia presentada como porque la nueva premisa ofrece una línea de acción aparatosa pero poco llamativa. Me dan igual los terranos, son unos enemigos desechables, lo han sido en toda la saga. El sufrimiento de la tripulación y sus misiones suicidas parecen demasiado teatrales y por extensión poco verosímiles y emocionantes; y los encuentros entre dobles son demasiado predecibles y forzados. Atención también a la exagerada nave de la emperatriz y su destrucción digna de un poco imaginativo videojuego. El final de Lorca es lamentable, tanto como prometía y acaba convertido en un villano del montón. La emperatriz es otro enemigo de manual, y al final todo acaba como se veía venir, incluso su paso a nuestro universo.

Para rematar la esperpéntica temporada, en el tramo final recuperan la guerra klingon de mala manera, metiendo con calzador un salto temporal que nos pone ante otra dificultad artificial, pues ahora repentinamente los klingon están a punto de ganar. Nos hemos perdido todo lo que se anunciaba, el desarrollo de una guerra muy relevante en la saga, para pasar al desenlace… y este es ridículo en proporciones grotescas.

La voz en off de Burnham trata de poner énfasis en sentimientos que el episodio final no es capaz de despertar, porque todo resulta apresurado, anticlimático e inverosímil. Qué conveniente el renacimiento instantáneo de las esporas, qué poco creíble que llegen al planeta klingon, incluso se teletrasporten, sin ser detectados, y que la nave tenga ahora capacidad atmosférica; qué anodina la misión de buscar información, qué poco empeño parecen ponerle; y sobre todo, qué lastimero el final de la guerra, con la klingon sosteniendo en alto un mando y todos postrándose ante ella sin que haya explicado qué es. Y aunque lo explicara, la idea es absurda y difícilmente sostenible: resulta ridículo lo fácil que es invadir y destruir un planeta, y muy poco creíble que pueda mantener así el liderazgo, pues más que obtener sumisión sin rechistar lo lógico es que todos se pongan en su contra.

En todo este lío la conexión con los personajes es nula, no han conseguido ganarme a lo largo de la temporada, así que ahora no me importa nada el nuevo peligro exagerado en que los sumergen. Termina Burnham con otro discursito, intuyo que para tratar de mostrar algún cambio o madurez en la tripulación y la Federación que en realidad no hemos visto, así que queda artificial y relamido pero insustancial.

Por si el interés del espectador andaba ya por los suelos, nos tratan de ganar para el próximo año con el típico gancho tramposo a lo Perdidos, con el Enterprise clásico (NCC-1701) apareciendo repentinamente. Pero, para terminar de joder a los fans, ¡nos clavan el rediseño moderno de Abrams! Eso sí, está capitaneado por Pike, pero es de suponer que Spock anda por ahí, así que vuelven a jugar a la reescritura de la continuidad peligrosamente.

Por lo que veo por la red, con esta última falta de respeto los trekkies que aguantaron hasta el final por inercia y curiosidad morbosa (entre los que me incluyo) han tirado la toalla. Pero también parece haber enganchado a bastante espectadores nuevos, amigos de los seriales de acción de baratillo. En un mundo más objetivo la temporada ni habría llegado al final, pero lo mismo dura unos cuantos años.

Ver también:
Guía de episodios y películas
-> Temporada 1 (2017)
Temporada 2 (2019)

HANNIBAL – TEMPORADA 3 Y FINAL

NBC | 2015
Suspense, drama | 13 cap. de 45 min.
Productores ejecutivos: Bryan Fuller, Sidonie Dumas, Martha De Laurentiis, Katie O’Connell, Christophe Riandee…
Intérpretes: Huhg Dancy, Mads Mikkelsen, Caroline Dhavernas, Lawrence Fishburne, Gillian Anderson, Tao Okamoto, Fortunato Cerlino, Raúl Esparza, Katharine Isabelle, Richard Armitage, Rutina Wesley, Joe Anderson, Nina Arianda.
Valoración:

Alerta de spoilers: Describo a fondo todo lo que ocurre, incluyendo el final.–

La tercera temporada de Hannibal pierde fuelle, decepcionando, aunque sea ligeramente, a la mayoría de sus seguidores. Con esa nueva bajada de audiencias, la cadena NBC ya se quedó sin excusas para mantener la serie, y terminó cancelada. Aunque eso sí, también ha podido ser un factor importante el hecho de que no tenían los derechos de El silencio de los corderos, la novela en que se basarían las próximas aventuras. En cierta manera funciona como desenlace cerrado, pues cada sesión relataba una parte de la vida de Hannibal Lecter, pero es una pena que no tengamos más historias del temido asesino caníbal. Ahora bien, este bajón de calidad también podría haberse extendido en el futuro… Es algo que nunca sabremos, porque las esperanzas en que otro canal, tipo Netflix, la recupere, se desvanecieron rápido al fichar cada actor e incluso su creador, Bryan Fuller, en nuevos proyectos.

Este año, al igual que el anterior, se puede dividir en segmentos claros. Esta vez son más, hasta cuatro si hilamos fino. El primero presenta la nueva vida de Hannibal en Florencia, Italia, con Bedelia Du Maurier a su lado. El segundo, que danza a la par durante un tiempo, nos va mostrando los intentos de los demás protagonistas por encontrarlo y darle caza. El tercero, con salto temporal incluido, expone el nacimiento de El Gran Dragón Rojo, el otro gran asesino de los libros, ante el cual terminan recurriendo a Hannibal de nuevo. Y podemos incluir un cuarto, con la confrontación entre Will y Hannibal, que dada la cancelación se va a quedar como enfrentamiento final. Todas estas tramas tienen gran parte de las virtudes presentes en las dos magníficas etapas previas, pero algo diluidas entre una serie de carencias y deslices que limitan su potencial, su capacidad de provocar atracción y repulsa a la vez, conformando una año irregular que produce cierto desencanto.

Me he quitado mi traje de persona –Hannibal.

Los pasos iniciales de Hannibal en Italia están muy bien. La dinámica con Du Maurier es inquietante, la pobre mujer ha caído en las garras de este psicópata manipulador y no ve forma de salir de su cautiverio emocional. La situación evoluciona con claridad y manteniendo bastante bien el interés. Hannibal va fabricándose una posición de lujo en un ambiente que le gusta, el mundo del arte, y Du Maurier (Gillian Anderson se luce ahora que tiene más tiempo) sucumbiendo cada vez más al control mental de aquel. La forma en que la hace cómplice de asesinatos, los amenazadores baños y las más angustiosas comidas (atención a las conversaciones sobre caracoles) ofrecen momentos de gran intriga en un ambiente enfermizo, de forma que en los dos primeros capítulos se mantiene casi intacta la atmósfera de la serie… Casi, porque le falta algo. Da la impresión de que esta transición daba para menos y se debería haber enlazado más rápido con el retorno de los demás personajes: va despacio, recalcando demasiado lo obvio, y recurriendo a más secuencias artísticas y oníricas de la cuenta para rellenar tiempo.

También le pesa que se enlaza con el fallido inicio del segundo tramo. Fuller y demás guionistas hacen malabares para justificar que prácticamente todos los protagonistas están vivos después de la masacre en casa de Hannibal. Primero, tenemos la sensación de engaño, de que aquel sobrecogedor capítulo al final fue puro humo. Esto se acrecienta con el juego absurdo que se trae durante un episodio entero tratando de hacernos creer que Abigail Hobbs estaba viva también, para que luego resulte ser la única realmente muerta. Segundo, para exponer su situación actual y explicar cómo sobrevivieron se apoya en una caótica mezcla de enredos visuales (flashbacks y montajes varios) y escenas monótonas con cada uno tratando de levantar cabeza. Cuánto enredo y lentitud (la secuecia de las catacumbras se hace eterna) para transmitir tan poco, cuando antes la serie mantenía un tono seductor y un ritmo con más nervio que te atrapaban con fuerza. Y como digo, resulta que todos están vivos… ¡hasta Chilton, al que vimos cómo una bala le atravesaba la cabeza! Además, a quién querían engañar retrasando hasta tres o cuatro capítulos la reaparición de Will, Jack y Alana si vemos los nombres de los actores en los créditos…

Parecía que con la persecución a Hannibal el interés iba a aumentar, pero tras recuperar a los personajes nos vamos a un bache monumental: el viaje de Will a la casa donde Hannibal se crio es aburrido y está lleno de agujeros de guion. Chiyo es un rol inverosímil en todos los sentidos: su corta edad no encaja con los hechos, no hay manera de creerse que viviera sola en el campo (si es que parece que acaba de salir de manicura y maquillaje) y no se explica su atracción por Hannibal y su partida en su búsqueda, ni tampoco por qué desaparece luego sin más.

Pero me temo que una vez sumergidos de lleno en la caza, con cada protagonista haciendo sus propias indagaciones y pensando en un destino distinto para el caníbal, el panorama no es tan fascinante como prometía. Es muy interesante cómo Alana se alía con los locos de los Verger, funciona la introducción de Rinaldo Pazzi y su cruzada, el viaje externo e interno de Will y Jack sigue resultando atractivo… pero entre el rumbo inconsistente y falto de pegada (desvíos innecesarios por un lado y cosas relevantes sin explicar por el otro), ninguna sección llega a desplegar todo el potencial latente. Por ejemplo, por fin fallece la mujer de Jack, pero no parece aportar nada, porque han extendido demasiado lo inevitable y era una trama que tenía que haberse cerrado en la sesión anterior, cuando estaba en primer plano. Y en las ausencias incomprensibles tenemos la investigación de Alana, que se supone primordial pero no se expone, sólo se menciona. Logra rastrear a Hannibal y montar un elaborado plan para capturarlo sin salir de la mansión y sin que veamos ninguna acción real por su parte. Siendo la serie un thriller policíaco sobre la persecución de un gran asesino en serie, no puedes pasar tan descaradamente de uno de los momentos más llamativos en esa línea. Al menos, Will y Jack llegan a Florencia con pistas e intuiciones bien explicadas.

El encuentro entre Rinaldo y Hannibal, la brutal pela con Jack y la captura por parte de Alana y los Verger, son los mejores momentos de la temporada, pero por desgracia son partes sueltas en capítulos dispersos y desaprovechados, con lo que no causan el impacto que podrían. La estancia entre los Verger, los giros que cambian la situación y acaban con Hannibal a la fuga otra vez, son asombrosos, pero tampoco te dejan pasmado como deberían, porque de nuevo se basa en instantes sueltos, no se consigue un entorno tan angustioso y sugestivo como antes.

Cuando Hannibal se entrega, porque ve que si huye ya no lo van a seguir y quiere mantenerse cerca de esta gente que tanto le atrae (en especial Will), empieza el otro gran arco, y el que mejor resulta: el nacimiento y persecución de El Gran Dragón Rojo. Esta figura es inquietante y perturbadora como se esperaba, en gran parte por la colosal interpretación de Richard Armitage (Thorin en El Hobbit), que logra unos gestos tanto con el rostro como con todo el cuerpo que producen verdadero temor, y en parte porque su evolución es casi magistral. Su psicología resulta entre cautivadora y espeluznante. Su nacimiento, la relación con la chica ciega (Rutina Wesley de True Blood), Jack recurriendo a Will y luego los dos a Hannibal, con lo que Il Mostro está otra vez en su salsa manejando a todos… Las intervenciones de Alana, Chilton y Freddy Lounds, las cagadas ante las manipulaciones de Hannibal (el destino de Chilton)… Hay bastante enjundia y numerosos golpes fantásticos (el intento de asesinato a la nueva familia de Will acojona, la escena del Dragón comiéndose la pintura es memorable), y se saca gran partido de los personajes, pero aun así no es capaz de alcanzar el nivel de las temporadas anteriores. Con la incapacidad para ir al grano con determinación que muestra esta etapa (incluso tiene algún receso incomprensible) se pierde un poco de intensidad en el ambiente insano y amenazante. Por ejemplo, no sé qué sentido tiene explicar a estas alturas (en el 309) cómo Hannibal fingió la muerte de Abigail, algo totalmente innecesario que consume un montón de tiempo y rompe el ritmo.

Para terminar, tenemos un desenlace un tanto forzado. Quizá Fuller se veía venir la cancelación y metió a la fuerza el enfrentamiento entre Will y Hannibal, o quizá era el arco final que tenían pensado, pero sea como sea, no está bien ejecutado, resulta precipitado y poco justificado. Primero, el repentino interés del Dragón por Hannibal está cogidísimo por los pelos. Segundo… ¿Me estás diciendo que planean simular la fuga de Hannibal arriesgando la vida de varios agentes (que acaban muertos bien pronto), sólo por una remota posibilidad de que El Dragón Rojo vaya a por él y puedan cargarse a los dos fuera de la ley? No, eso no encaja con los buenazos de Will y Jack, y Alana no se quedaría quieta ante un plan tan descabellado. Ha faltado mucha meditación en esta parte, escribirla con más detenimiento para conseguir que sea más verosímil e impactante. La pelea guarda cierta tensión y visualmente es impresionante, pero su desenlace falla. El plano de Hannibal y Will cayendo por el acantilado es predecible y encima parte de un truco de montaje tramposo para poner a Will ante Hannibal cuando en un plano antes lo vemos caído tres metros más allá.

Y para colmo, como epílogo nos ponen otra escena desubicada y poco creíble incluso en el tono de fantasía habitual, quedando como un golpe de efecto malogrado: Du Maurier con su pierna amputada y cocinada mientras espera a Hannibal. No tiene ni pies ni cabeza: ¿se lo ha hecho ella sola, sin saber cirugía, sin algo parecido a un quirófano?, ¿y espera recalentar la pierna todas las noches hasta que aparezca Hannibal? Además, de haber ocurrido algo parecido, tendría que haber sido justo tras la huida de aquel de Italia.

Es imposible no preguntarse cómo con tanto contenido aparente el año resulta tan lento, apagado y desequilibrado. Visto en conjunto puedes recordar buenas historias, grandes momentos, giros inesperados por doquier, personajes excelentes en situaciones asombrosas y con una evolución notable… Pero capítulo a capítulo se ha ido atascando en todas esas carencias y errores mencionados, llegando en algunos tramos a aburrir. Es una pena que Fuller haya fallado un poco en una etapa tan prometedora. Queda una buena temporada, pero no una buena temporada de Hannibal, con lo que se despide dejando un regusto algo amargo.

PD: Michael Pitt no quiso o no pudo repetir como Mason Verger y fue sustituido por Joe Anderson; con lo deforme que quedó se disimula bastante bien.
PD2: El sistema ético vigente en EE.UU. resulta demencial: sólo censuraron unos pocos planos con gore excesivo, y aun así resulta una serie grotesca y asquerosa que sorprende ver en una cadena en abierto. Pero en cambio son tan mojigatos en el tema sexual que llegan a emborronar La Primavera de Botticelli porque las mujeres retratadas llevan transparencias (donde realmente no se ve nada). La escena de sexo entre Alanna y Margot sí es más subida de tono, pero joder, que no se veía nada más que el contorno de sus cuerpos, y le ponen un borrón negro encima ocupando media pantalla. Por suerte hay una edición en Bluray/dvd sin censurar, aunque habrá que ver en qué países se edita o no. En movie-censorship podéis entreteneros en ver la comparativa de todos los cortes y censuras.

Ver también:
Temporada 2.
Temporada 1.