Star Trek: The Next Generation Sindicación | 1988 Ciencia-ficción, suspense, drama | 22 ep. de 45 min. Productores ejecutivos: Gene Roddenberry, Maurice Hurley. Intérpretes: Patrick Stewart, Jonathan Frakes, LeVar Burton, Brent Spiner, Michael Dorm, Marina Sirtis, Diana Muldaur, Will Wheaton, Whoopie Goldberg, Colm Meaney. Valoración: |
UNA PRODUCCIÓN A PUNTO DE ESTRELLARSE
Si la realización de la primera temporada de Star Trek: La nueva generación fue un caos que costó mil peleas, despidos y dimisiones de guionistas y productores, la segunda sumó además problemas externos, con lo que fue un auténtico milagro que viera la luz, que acabara, y que se atrevieran a hacer una tercera.
Una gran huelga de guionistas tuvo en suspenso el inicio de la producción. Al final lograron ponerla en marcha con retraso (lo que retrasó también la emisión, de septiembre a noviembre), tirando de guiones que en otras condiciones no habrían elegido (uno de Phase II, la serie que estuvo a punto de hacerse con la tripulación original, y otros sin pulir del todo), reduciendo el número de episodios de veintiséis a veintidós, y con un final de temporada que tuvieron que apañar con escenas de otros capítulos para ahorrar tiempo y dinero.
Los productores ejecutivos (el equipo directivo y creativo que lleva la serie día a día) achacaron la irregularidad en la calidad a ese problema, eludiendo su parte de culpa. El ambiente de trabajo seguía inmerso en luchas de egos, relaciones tensas, e ideas visionarias contra otras que refrenaban la imaginación. Los directivos de Paramount volvían a mirar para otro lado, sin duda pensado que intervenir sacaría a la luz los trapos sucios y daría mala publicidad. El productor puesto por ellos para controlar el cotarro, Rick Berman, se mantuvo muy moderado, lo que se puede llamar cobardía también. Si la situación llevaba mucho tiempo salida de madre, ¿por qué no intervino con mayor contundencia?
El creador de la saga, Gene Roddenberry, continuaba turbando el ambiente con una actitud hostil, potenciada por el abuso de drogas diversas. Según ha ido comentado el resto del equipo a lo largo de los años, quizá no se hubieran torcido tanto las cosas de no ser por su paranoico abogado, Leonard Maizlish, que alienaba unos contra otros sembrando la cizaña e incluso acabó metiendo mano en decisiones creativas sin que nadie se atreviera a rechistar. Al final Berman consiguió deshacerse de él, pero el daño ya estaba hecho.
La llegada de Maurice Hurley (en la foto de arriba) como jefe de guionistas a mitad del primer año trajo un poco de orden, pero en el presente Roddenberry, ya enfermando, dejó la labor ejecutiva en sus manos, y este ascenso se le subió a la cabeza. Hurley se quejaba, como otros guionistas, de las restricciones del creador, de la falta de evolución dramática en los personajes, de la ausencia de problemas a bordo que dieran emoción, pero aun así no se llevaba bien con nadie, era tan hosco y tenía tan poco tacto para la política como aquel, y alteraba guiones sin miramientos estropeando ideas que todos los demás consideraban con gran potencial.
Pero pongámonos también en la perspectiva de Roddenberry. Este se lamentaba de que gran parte de los guiones de escritores externos que le llegaban eran todos de acción sin más calado, llevando las premisas de los western y policíacos al espacio, sin esencia alguna de Star Trek. Y las historias que ofrecía su propio equipo también rompían muchas veces su visión idílica del futuro, añadiendo conflictos humanos que para él deberían estar superados.
No menospreciemos tampoco la aportación artística de Hurley. De su mano salieron los mejores episodios de la primera etapa y algunos de los de la presente, y los borg fueron ideados principalmente por él. De hecho, su inventiva sería admirada por quienes llevaron la serie a partir del tercer año, Berman y Michael Piller, porque contaron con él para dos guiones más tiempo después.
En el resto del equipo quedaban algunos sobrevivientes del primer año, Tracy Tormé, Richard Manning y Hans Beimler, a los que se les unieron otros como Leonard Mlodinow y Scott Rubenstein. Tomaron puestos fijos como analistas de guiones y productores, o sea, que analizaban y modificaban los guiones que iban llegando y a veces aportaban los suyos propios. Más adelante entró Melinda M. Snodgrass, autora de La medida de un hombre, uno de los capítulos más aclamados, lo que le ganó el puesto. Muchos se quedaron cuando el viento empezó a soplar en otra dirección, pero Tormé acabó tan cabreado que no quiso volver a saber nada de la saga en el futuro.
Para el final de esta temporada Hurley acabó enemistado incluso con Roddenberry, mientras que este vio agravada su salud hasta ir perdiendo movilidad y tuvo que apartarse del trabajo casi del todo, quedando como consultor. En la tormenta resultante quedaba por dilucidarse si La nueva generación seguiría y quién tomaría el relevo como productor ejecutivo principal. A pesar del caos, de la pérdida de calidad y algunos bajones de audiencia, Paramount dio un nuevo voto de confianza a la serie, pensando que los capítulos más notables tuvieron picos de audiencia excepcionales, siendo a veces la tercera emisión más seguida en sindicación, tras famosos programas como Jeopardy y La rueda de la fortuna, y sumaban elogios en los medios y por parte de los fans. Rick Berman, sin hacer ruido y con mejores contactos políticos, había quedado mejor posicionado que Hurley, así que la tercera temporada empezó con él al mando, y desde entonces las cosas tomaron un rumbo mucho más estable y decidido.
GRAN ACABADO VISUAL, PERO TODAVÍA MEJORABLE
El rodaje en sí no fue tan movidito. Obviamente había prisas, estrés por sacarlo todo adelante con problemas de dinero y tiempo, y se produciría algún roce, pero no hubo grandes problemas. Con puntuales incorporaciones de otros realizadores, destacando la entrada de Winrich Kolbe, que será uno de los habituales, la temporada fue dirigida casi en su totalidad por el grupo principal del año anterior: Rob Bowman, Les Landau y Cliff Bole. Sus labores son por lo general muy buenas, manteniendo las acertadas formas cinematográficas. Planificaban cada escena con esmero a pesar del poco tiempo disponible, cuidando una fotografía de planos medios y el montaje final de forma que tenemos un elaborado juego de interacciones y reacciones entre numerosos protagonistas y un buen aprovechamiento de los estupendos decorados. Quedaba pues bastante por encima del estándar en televisión de aquellos tiempos, con el habitual plano y contra plano cerrado a rostros que se mantuvo vigente con pocas excepciones hasta finales de los noventa.
Aunque también tenía puntos débiles en el acabado. El director de fotografía Edward R. Brown continuó su labor, pero le obligaron a reducir el uso de focos tan del estilo añejo de La serie original, que creaba sombras por todas partes y empañaba un poco el logro artístico de la serie. Pero este se encontró entonces fuera de su terreno, y la temporada acaba con un aspecto visual más oscuro que las demás, lo que a veces remarca la atmósfera de intriga, pero en general limitaba un tanto el potencial visual. Además, la falta de luz forzaba a abrir el obturador, captando una imagen más granulada que no envejece tan bien. El cambio de tono a partir de la tercera temporada se agradeció mucho.
ALGUNOS CAMBIOS ESENCIALES, OTROS LAMENTABLES
Todos los años se realizaron ligeras modificaciones en los decorados, aunque casi nada que saltase a la vista. En esta etapa destacan los asientos del puente, ahora con menos ángulo, pues antes los personajes estaban casi tumbados y quedaba un poco raro. Más llamativa es la aparición de la cantina, el Ten Forward (en la proa de la cubierta 10, con vistas espectaculares), aunque en el doblaje en castellano rara vez lo traducen, dejándolo como cantina o cubierta diez. Cabe señalar también que Paramount permitió gastar mucho dinero en capítulos puntuales, siempre que tuvieran claro que habría que hacer otros muy baratos para equilibrar. De esta forma, pudimos disfrutar de los espectaculares Elemental, querido Data y ¿Qué Q?
Como indiqué en la primera temporada, con algunos personajes parecía que no tenían del todo claro su lugar en la nave, y se realizaron algunos cambios. Worf toma el puesto de jefe de seguridad y la consola de comunicaciones y combate en el puente, Geordi abandona este para quedarse en la sala de máquinas como ingeniero jefe, aunque subirá a menudo. Pero más notoria es la desaparición de la doctora Crusher, sustituida por la doctora Pulaski. Gates McFadden se encaró con Hurley y fue largada, en otra de esas ocasiones en que nadie plantó cara. Por suerte, viendo que se arrepintieron de matar a Tasha Yar, hicieron que tomara otro puesto por si decidían traerla de nuevo. Y así fue, porque Pulaski fue un mal remedo de McCoy de La serie original, un buen médico pero una persona arisca, bruta, con un rechazo a la tecnología que roza lo absurdo y un pique personal con Data que no gustó a nadie. La encarnó Diana Muldaur, que ya había aparecido brevemente en La serie original, y se dice que no llevó del todo bien el rechazo del púbico y la integración con el reparto. Su papel es más que correcto, pero difícilmente podía caer bien.
PERSONAJES Y REPARTO MEMORABLES
Los protagonistas mantienen la dinámica habitual de la serie, con personalidades magnéticas y relaciones fascinantes bien potenciadas por la gran química del reparto, pero no se mueven un ápice de la descripción inicial, prácticamente ningún conflicto personal o laboral deja huella y produce cambios en ellos.
El Jean Luc Picard de Patrick Stewart sigue espectacular como capitán rígido pero admirable, una brújula moral para sus hombres. Jonathan Frakes (el comandante Riker) apareció con barba en el set al inicio del rodaje, y los productores le dijeron que no se la afeitara, que le daba un porte señorial, y no se equivocaron. Además, el actor, el punto más débil del reparto, va cogiendo soltura y dándole una personalidad más concreta a su rol, y para Cuestión de honor y La medida de un hombre ha madurado mucho. Con ellos dos se vuelve a mostrar tímidamente la combinación de capitán distante y primer oficial afable, algo que se explorará mejor en adelante.
LeVar Burton (Geordi) y Brent Spiner (Data) terminan de forjar su dinámica tan adictiva. Geordi se afianza como un ingiero de primera, resuelto e incansable. Data continúa explorando su humanidad en vivencias tratadas por lo general con mucha inteligencia y buenos toques de humor. Will Wheaton es buen actor, más teniendo en cuenta la edad, pero Wesley sigue dando bandazos entre unas pocas historias de aprendizaje dignas y otras que se inclinan hacia tonterías de adolescentes metomentodo. Marina Sirtis (Troi) puede demostrar mejor sus dotes dramáticas, aunque fue en algunos capítulos un tanto fallidos. Tanto esta consejera como la doctora suelen quedar en un rango más secundario, pero son unas protagonistas fuertes que aportan mucho en cada situación en que son requeridas.
Worf es el único que consigue entrar en un arco que irá cambiando durante la serie: se presenta más de su pueblo e inicia la relación que dará lugar a su hijo Alexander. Cierto es que tiene un episodio centrado en su familia, pero se olvida en seguida y no aporta nada. Michael Dorn aprovecha bien el aumento de protagonismo en un papel como el de Spiner con Data, bastante difícil porque tiene una forma de ser y unos gestos muy marcados, donde logra no resultar forzado sino entrañable a su peculiar manera.
En los secundarios tenemos el retorno de Q, que me resulta casi siempre pesado y caótico a pesar del solvente John Lancie y el favor de los trekkies; la presentación de los borg bien se podría haber hecho sin él. Más interesantes son O’Brien y Guinan. Colm Meaney aparecía desde el episodio piloto de vez en cuando como oficial con diálogo, y cuando decidieron que necesitaban un secundario recurrente era la elección más obvia, así que pronto toma nombre: Miles O’Brien. Whoopie Goldberg era fan desde que vio a Uhura en La serie original, un personaje de peso protagonizado por una actriz negra, y pidió aparecer en La nueva generación… algo que inicialmente los productores no creían, dado que era una estrella de cine. Encarnó a la misteriosa camarera Guinan, del Ten Forward, quien escucha los problemas de la tripulación con paciencia y buenos consejos.
POTENCIAL ESTANCADO
La falta de entendimiento en la sala de guionistas impedía a la serie crecer, y la huelga de guionistas puso dificultades extra. El estancamiento cuando no retroceso y la irregularidad aún más marcada restan valor a una obra que empezó con bastante fuerza, sobre todo en originalidad y valentía: estamos en su temporada más floja. La innovación en ideas y la evolución en historias ya presentadas es muy escasa, se repiten con desgana premisas ya vistas el primer año y también en La serie original. Hay unos pocos capítulos buenos y un par de los que conmueven y no se olvidan, pero los flojos y los mediocres se acumulan en tramos que se hacen cuesta arriba, y de vez en cuando aparece alguno que querrás olvidar.
La exploración espacial todavía tiene buenos momentos (Donde el silencio es esperanza, A contrarreloj), pero son pocos en comparación con la repetición de recursos ya usados. Tenemos invasiones de entes y virus varios: El niño, Selección no natural y Contagio, siendo este último el único destacable. Hay choques culturales que se atascan en el esquema cansino de un mediador famoso que esconde algo o embajadores que la lían de alguna manera: Fuerte como un susurro, El hombre esquizoide, El delfín. Algunos que intentan aportar algo más de drama con los personajes o historias más variadas y por lo tanto parecen prometedores acaban resultando más o menos decepcionantes al fallar bastante (El Royale, El factor ícaro, Señuelo samaritano, Que entren los clones) o quedarse cortos (Gesta suprema).
Los klingon tienen un par de apariciones bastante llamativas (Cuestión de honor, La emisaria), pero no se entrará a fondo en esta cultura ni en la romulana hasta el tercer año. Presentan a los borg en el inquietante ¿Qué Q?, pero solo vuelven a mencionarlos otra vez hacia el final. La holocubierta asienta sus apariciones anuales con el infame Buscando pareja, que incluye también la visita de turno de la insoportable Lwaxana Troi, y el eficaz Elemental, querido Data, que además tendrá una secuela fantástica tiempo después (Una nave en una botella, 612).
Los mejores son obviamente los más singulares y arriesgados, los que miran más allá y escribieron con mayor dedicación: Amigos por correspondencia es un notable ensayo sobre contactos con especies más atrasadas y el dilema ético de si ayudar o no (la Primera Directiva), y La medida de un hombre, con su análisis sobre si Data es un ser con voluntad y derechos propios, es inolvidable, uno de los mejores de la toda la saga.
Tras el salto encontraréis el análisis por capítulos.
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