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STAR TREK: DISCOVERY – TEMPORADA 1


CBS All Access | 2017
Ciencia-ficción, acción | 15 ep. de 38-50 min.
Productores ejecutivos: Bryan Fuller, Alex Kurtzman, Akiva Goldsman, varios.
Intérpretes: Sonequa Martin-Green, Doug Jones, Shazad Latif, Anthony Rapp, Mary Wiseman, Jason Isaacs, Michelle Yeoh, Jayne Brook, Mary Chieffo, James Frain.
Valoración:

Alerta de spoilers: Presento la historia y los personajes. Sin datos reveladores hasta el último apartado.–

HACÍA FALTA RENOVACIÓN… PERO BIEN HECHA

La saga Star Trek necesita desde hace bastante tiempo algo de renovación, pues Voyager (1995-2001) había estirado demasiado la temática de exploración científica y Enterprise (2001-2005) no convenció del todo a los fans en su intento de tirar más por la acción directa. El agotamiento de ideas, que ya se extendía también a las películas, pues Némesis (2002) fue bastante floja, las dejaba por debajo del ingenio de Star Trek: La serie original (1966-1969) y de la calidad de las más aclamadas, La nueva generación (1987-1994) y Espacio Profundo Nueve (1993-1999). Esta última sí buscó innovar mediante historias de mayor recorrido, y logró causar muy buenas impresiones entre los seguidores. Por ello es una pena que las nuevas películas creadas por J. J. Abrams (2009, 2013 y 2016 -esta última dirigida por Justin Lin-) fueran producciones de acción de usar y tirar. La verdad, ni me sentó bien que esta mediocre reinvención, indistinguible de toda la retahíla de remakes y adaptaciones sin alma que saturan el mercado, resultara un éxito de público.

El nacimiento de Discovery dio mala espina, pues cabía pensar que seguiría la estela de esa trilogía moderna. Además, el título señalaba más exploración (aunque al final fuera todo intriga política), y el ubicarla otra vez (como Enterprise y esas películas) en un marco temporal ya superado prometía más de una falta a la línea temporal cuando no reescrituras descaradas de la misma.

Viendo los réditos económicos de la reciente versión cinematográfica, la CBS tiró la casa por la ventana con un presupuesto de entre seis y siete millones de dólares por capítulo, toda una superproducción televisiva. Pero la pareja de creadores elegida fue un tanto extraña por sus estilos opuestos, en especial en sus aportaciones previas a Star Trek.

Por un lado, tenemos a Bryan Fuller, que escribió algunos episodios en Espacio Profundo Nueve y Voyager, aunque es más conocido por sus creaciones propias, Criando malvas (Pushing Daisies, 2007), Wonderfalls (2004), Hannibal (2013) y American Gods (2017). En ellas se ve un artista inclasificable, un vanguardista capaz de imaginar universos únicos y darles forma con una dedicación y detallismo obsesivos… hasta el punto de que se convertían en series muy difíciles de llevar a cabo y también de digerir por el público, lo que ha llevado a la cancelación prematura de varias de ellas o a su despido.

Por el otro lado, encontramos a Alex Kurtzman, un autor de la hornada de J. J. Abrams, de esos tan temidos entre los cinéfilos y seriéfilos por ser amigos de los golpes de efectos y la improvisación por encima de la coherencia de la narrativa global. Empezó su carrera en Hércules (1997) y Xena, la princesa guerrera (2000) pero se formó en Alias (2001), que como Perdidos (2004) empezó fuerte pero acabó con un tramo final vergonzoso. Luego fue el artífice de Fringe (2008), un remedo pobretón de Expediente X pero con bastantes fans, y, lo que terminó de sembrar más dudas, el guionista de dos entregas de la nueva visión de Abrams sobre Star Trek.

Conforme llegaban las noticias durante su puesta en marcha no se avivaban las esperanzas, sino más bien lo contrario. La visión de sus creadores y la de la productora (más concretamente la sección recién creada de video bajo demanda, CBS All Access) parecían estar enfrentadas, aunque como siempre se dijera que no. Finalmente se confirmó el conflicto con Bryan Fuller, que acabó despedido. Sin duda él tiene gran parte de la culpa, pues siguió en su tónica, alargando la escritura y el rodaje de forma que tuvieron que retrasar el estreno y poner más y más dinero (acabó rondando los nueve millones por episodio), pero entre líneas también se podían leer las desavenencias creativas. Da la impresión de que él quería una obra muy seriada y compleja y el canal algo más directo, más acción en la línea de las recientes películas. Kurtzman se mantuvo brevemente al frente, pero no parece que confiaran del todo en él, porque trajeron a Akiva Goldsman (quien también pasó por Fringe) para compartir el mando. Este es conocido por sus producciones de baja calidad (con basuras legendarias como Batman y Robin -1997-, Perdidos en el espacio -1998- o La Torre Oscura -2017-), y lo único decente que ha escrito es Soy leyenda (2007) y Yo, robot (2004), que no eran precisamente fieles a las obras originales, y dos dramas muy de Hollywood (prefabricados con estereotipos varios y con premios comprados) pero bastante dignos, Una mente maravillosa (2001) y Cinderella Man (2005).

Hay que decir que, cercano al estreno y confirmándolo con el argumento de los primeros capítulos, se levantó un poco la expectación al ver que anunciaban una historia larga muy sugerente, la guerra de la Federación contra los Klingon. Pero esas tibias promesas nunca han llegado a despegar en una temporada que no está a la altura del estándar exigible para la saga, tanto en fidelidad como en calidad, y eso que Voyager y Enterprise al parecer iban muy justas en lo último (las tengo pendientes a la hora de escribir esto). Como entretenimiento de acción tiene un pase, pero a nada que le hagas un análisis serio se cae a pedazos. Ofrece una narrativa caótica, notándose mucho el lío en la producción y la reescritura de guiones, y predominan artificios y golpes de efecto que no logran enmascarar su falta de profundidad e inteligencia. Pero está claro que el renombre de Star Trek tiene suficiente tirón para enganchar a bastante público, pues ha logrado buen seguimiento y la segunda temporada está ya confirmada. Aunque sin duda también ha ayudado que el trato con Netflix sea tan jugoso para la CBS: el monto por emitirla fuera de EE.UU. y Canadá cubre el desobirtado presupuesto, con lo que está amortizada antes si quiera de emitirla.

NULA FIDELIDAD A LA SAGA

Nada más empezar el visionado se observa que se inclina demasiado hacia la estela de las nuevas y fallidas películas: no se ve la esencia de Star Trek por ningún lado. ¿Para qué demonios haces una entrega de la saga si no vas a respetarla? ¿Cómo esperas ganarte a sus fans si vas pisoteándolo todo? El primer golpe es duro: ¿cómo pudo ocurrírseles cambiar de arriba abajo el aspecto de los klingon? Veintiocho temporadas y diez películas después mandas todo lo establecido a la mierda sin vergüenza alguna. Tenemos unos engendros cabezones cuyas motivaciones y cultura apenas llegan a identificarse con lo que sabemos de ellos. No se ve un pueblo donde el honor y las tradiciones rigen sus vidas, sino unos animales impredecibles y traicioneros, recordando a los originales únicamente en su inherente belicismo.

Pero hay mucho más, en lo visual tanto como en lo argumental, que deja malas sensaciones, por mucho que intenten encubrirlo colando referencias en segundo plano aquí y allá.

En la estética van directamente a romper con todo, sin la más mínima consideración por la saga. Las naves eran bonitas, habitables y cómodas, no fríos zulos de metal donde sólo hay color en las sobresaturadas consolas. En la puesta en escena abusan del efectismo inmediato, con enredos visuales por doquier sin motivos claros, cuando siempre ha primado la sobriedad y la elegancia y el dejar que la historia hable por sí sola. Luego me extiendo sobre su malogrado acabado visual, destacando los pésimos efectos especiales, que se quedan muy por debajo incluso de La nueva generación, con treinta años a cuestas ya.

Y, sobre todo, el ambiente no recuerda a la serie, salvo en el inesperado capítulo de la paradoja temporal que hace repetir la misma situación, donde aportan una perspectiva bien trabajada a la premisa, aunque a cambio anda muy falto de ritmo. En la Federación que yo conozco los protagonistas no serían recelosos unos de otros constantemente ni actuarían por puro egoísmo, sino que sería gente muy entregada a sus ideales, pues han llegado a lo más alto del escalafón social: la flota estelar. Pero han optado por seguir un modelo muy de moda, el de las series oscuras llenas de protagonistas ambiguos cuando no malvados y que pueden morir en cualquier momento, en una saga que precisamente siempre ha ido a su bola, adelantada a su tiempo con una idiosincrasia propia.

En ese aspecto destaca que fue un referente en cuanto a avances morales y temáticos en televisión, no sólo por romper arraigados tabúes raciales, sino sobre todo porque tocaba muchos temas filosóficos, éticos y antropológicos con gran amplitud de miras, imaginación e inteligencia. Aquí, el repertorio de capitanas y almirantas chungas porque sí y la sobreexposición gay parece no tener justificación, no se desarrolla de forma orgánica. Acabarás harto de ver a la parejita homosexual lavándose los dientes frente al espejo y diciéndose cosas cuquis mientras esperas que pase algo trascendente. En cuanto a temática, las pocas veces que se abordan aspectos habituales, como los otrora elaborados y certeros análisis sobre la ética y el ser humano, la rigidez de las normas puestas a prueba en situaciones desconocidas, la capacidad moral de la Federación en conjunto y de sus habitantes por separado, resultan discursos flojos y repetitivos. La supuesta superioridad ética de la Federación se cita mucho pero no se ve, y salvo la inocente (hasta resultar empalagosa) Tilly son todos unos cabrones de cuidado que solo miran por sí mismos. No veo a la Federación por ninguna parte, así que no se entiende que tengan que recurrir al universo espejo, a los malvados terranos, para justificar que se dejen de lado sus supuestos límites éticos para sobrevivir a la guerra.

Si es que la parodia The Orville (2017), de Seth MacFarlane, está mucho más cerca del estilo de la serie, y el capítulo USS Callister de la cuarta temporada de Black Mirror (Charlie Brooker, 2011) también lo capta bastante bien.

HISTORIA Y PERSONAJES CERCANOS AL DESASTRE

La falta de calado y personalidad se extiende a las tramas y protagonistas. Se mezclan las fallidas intenciones de Fuller con la apresurada llegada de Goldsman, y siempre está presente la nula capacidad de Kurtzman para dibujar personajes y tramas que tengan un mínimo de profundidad y un desarrollo atractivo. Los diálogos son simplones, poco naturales, buscando siempre una épica y trascendencia que no se transmite en ningún momento. Se acumulan situaciones predecibles, otras forzadas (la nave sellada, pero la prota paseándose por todas partes por los conductos de mantenimiento, menuda seguridad), y hay demasiados intentos de causar impresión a base de golpes de efecto y sorpresas poco meditados.

El comienzo de la temporada, con la introducción de los klingon y el origen de la guerra, se hace pesado, incapaz de ir al grano y exprimir el potencial latente. Hablan demasiado para decir poco, y encima lo hacen en klingon, un vacile innecesario, para que la anunciada batalla que provoca el conflicto bélico sea un bluff total, porque ni en lo argumental ni en lo visual está a la altura de lo que se anunciaba. En la Discovery no se consigue materializar una historia concreta, manteniendo el interés únicamente gracias al proceso de adaptación de la protagonista principal a su nuevo e inesperado destino, y no es que sea muy imaginativo.

Cuando esperas que se profundice de una vez en la guerra llega el cambio de guionistas y el despiporre: a partir de entonces parece que desarrollan la serie sacando de un bote ideas locas escritas en trozos de papel. Nada se asienta, saltamos de una trama pretendidamente grandiosa y trepidante pero poco coherente y apresurada a otra. Así que uno no sabe a qué atenerse, no puedes conectar con nada porque en cualquier momento te lo quitan y te lanzan hacia otra idea improvisada metida a la fuerza, y así hasta acabar en un final lamentable.

Los protagonistas, con un dibujo inicial bastante básico, no terminan de ofrecer nada llamativo, pues sus personalidades no evolucionan de forma gradual, sino según deban adecuarse a los virajes del guion. La figura central, Michael Burnham, tiene un montón de dudas y sufrimiento, y nos taladran con flashback varios, pero no llega a vislumbrarse una forma de ser clara, unas motivaciones y deseos que hagan tangible su determinación. Es un robot que traga con todo y sigue adelante sin pestañear… literalmente, porque la actriz Sonequa Martin-Green (The Walking Dead -2010-), que es competente de sobras, lo único que hace es poner miradas intensas, no tiene más margen.

Ash Tyler, el rescatado de la prisión klingon, está todo el día puteado hasta resultar cansino, porque no se avanza hacia ninguna parte, salvo en el predecible y tonto conato de romance con Michael, porque no puede faltar una relación en tensión. Cuando parece que va en buen camino, resulta que todo era para justificar uno de los giros más demenciales. Además, el actor Shazad Latif lo hace fatal, sacándome de muchas de sus escenas. Sylvia Tilly es la cadete que quiere encajar pero se ve frenada por su torpeza y timidez. Es tan poco original y la actriz Mary Wisemantan está tan sobreactuada que resulta cargante desde sus primeras escenas. El ingeniero Paul Stamets no se sabe muy bien de qué va, es otro con una determinación obsesiva que ni se matiza ni evoluciona, y el intérprete Anthony Rapp intenta darle un toque serio que resulta también sobreactuado. Georgiou es seca y aburrida en los dos universos, y Michelle Yeoh no convence.

Los únicos interesantes son el segundo oficial Saru y el capitán Gabriel Lorca. El gran Jason Isaacs da forma a un líder sombrío y exigente con un toque de mala baba y misterio que resulta muy atractivo. Con lo de la misión secreta de la Discovery y la guerra se puede aceptar que se salga de la tónica de la Federación, de hecho, parecía que se iba a aprovechar para tener roces éticos con Michael. Pero me temo que no llega a dar nada de sí, pronto es engullido por esos desvíos argumentales sensacionalistas y termina muy disminuido, hasta el punto de que en el segmento final acabé cabreado con la proyección de su historia y desinteresándome por completo por su porvenir. Saru es el único que no sólo mantiene el tipo sino que crece. Sus convicciones morales quedan claras, sus conflictos con Michael dan algo de juego, y conforme se tuercen las situaciones aprende y cambia su conducta. Doug Jones es capaz de lograr una buena interpretación (y peculiar, con los movimientos alienígenas que hace) a pesar de tener mucho maquillaje encima.

EL ASPECTO VISUAL TAMBIÉN FALLA

Desde las primeras escenas quedé asombrado por su escasa calidad en el aspecto visual. ¿Adónde ha ido el abultadísimo presupuesto? Se habrá desperdiciado la mitad en el aparatoso rodaje, porque lucir solo lucen el vestuario y el maquillaje, y un poco el interior de la naves, pero no como para decir que es una superproducción al nivel de Juego de tronos (David Benioff, D. B. Weiss, 2011).

El trabajo con ordenador, para los tiempos que corren y el dineral invertido, es incomprensible que tenga un nivel tan bajo, tirando a cutre. Los pocos planos del espacio y las naves son propios de una serie de bajo presupuesto de hace veinte años, no tienen mejor aspecto que los de Farscape (Rockne S. O’Bannon, 1999), y el único ser vivo digital, el «tardígrado», es espantoso. Enterprise dejó claro que el ordenador si no está bien usado no es rival para unas buenas maquetas, saliendo perdiendo en la comparación con La nueva generación, Espacio Profundo Nueve y Voyager, y aun así tenía un nivel más que decente y soporta el paso de los años aceptablemente bien. Hasta producciones menores como Dark Matter (Joseph Mallozzi, Paul Mullie, 2015) tienen mejores efectos digitales, no digamos ya alguna con más ambición, como The Expanse (Mark Fergus, Hawk Ostby, 2015).

La decepción se agrava porque apenas salimos unas pocas veces de la nave, es decir, falta la renovación de escenarios, el factor asombro al conocer nuevos lugares y especies. El diseño de la cultura klingon no está mal, pero, como indicaba, no resulta nada fiel: el aspecto de la especie es irreconocible, y su entorno tiene demasiado brillo dorado cuando se espera un estilo más animal, con cueros, pieles, cuernos… El ambiente humano es demasiado gélido y oscuro, que aparte de despreciar la fidelidad resulta poco vistoso: la Discovery no tiene una personalidad propia, se puede cambiar por cualquier diseño estándar de interiores de la ciencia-ficción.

La banda sonora, muy destacable anteriormente, sobre todo en La nueva generación y la mayor parte de las películas, aquí resulta un relleno poco esforzado, y eso que Jeff Russo (Fargo, Legión) me parece buen compositor. Los títulos de créditos tampoco me entusiasman, aunque nunca ha sido una saga deslumbrante en este aspecto.

No sorprende que en la puesta en escena sigan la fórmula de Abrams en las nuevas películas, que usó la técnica más habitual en el cine de acción de baja calidad de estos tiempos: mucha saturación de trucos baratos para impactar fácil y rápido sin tener que trabajarse bien la narrativa. Así, como decía, no tenemos el acabado sobrio pero elegante que ha mantenido la saga en todas sus entregas, destacando con un acabado de calidad impropio de la televisión: estupendos planos medios, gran cuidado en manejar muchos personajes en cada escena de forma que todo fluya bien, y puntos álgidos emocionales (hay poca acción) muy bien exprimidos. Aquí encontramos un abuso indiscriminado de reflejos, lucecitas, movimientos y ángulos estrafalarios que pretenden ofrecer dinamismo y vitalidad pero lo que consiguen es un acabado sobrecargado y agobiante pero sin sustancia. Para rematar, se busca una obra de acción pero las pocas peleas que encontramos son bastante chapuceras, sobre todo el enfrentamiento final con los terranos.

AHONDANDO EN DETALLES Y EN EL FINAL

Alerta de spoilers: En adelante destripo los giros más importantes y el desenlace.–

Entre los peores momentos que no podía citar antes para no revelar demasiado entraría la disparatada trayectoria de Tyler. Inicialmente me parecía sugerente el tratamiento de preso fugado que tiene secuelas del cautiverio y la tortura, pero tras demasiadas escenas repetitivas adornadas con el dichoso romance se fue disipando el interés en él, para acabar por tierra con esa situación donde, estando claramente no apto para el trabajo, lo ponen a hacer algo esencial en una lanzadera a pesar de la de tripulantes que hay disponibles. Y lo poco que queda lo terminan de hundir con lo de que se ha convertido, pero no mediante la tortura, sino con una transformación biológica: ¡ahora resulta ser un klingon con fachada física humana! Por supuesto, la intriga supuestamente renovada con esta parida se diluye rápido, porque pronto se ve que lo hecho con ciencimagia mediante ciencimagia lo resolverán en un tris. Después de tanto enredo absurdo (ahora es klingon ahora no… ¡decidíos!) no hay secuelas reales, más allá de la muerte nada impactante de un secundario, el doctor, que incluso se agradece, porque el era de los más molestos, y de extender de mala manera el manido romance.

Entre los apuntes innecesarios y que faltan a la línea temporal sin venir a cuento destaca la sandez de que Michael Burnham sea hermana adoptiva de Spock. Aparte de justificar apariciones esporádicas de Sarek que luego no aportan nada, no sirve para ahondar en la protagonista, para definir sus motivaciones y acciones, y el intento de darle un toque exótico por su educación vulcana se olvida por completo a los pocos episodios.

La idea de las esporas y sus saltos instantáneos a cualquier parte también me parece enredar innecesariamente con la continuidad. Cada vez que toma protagonismo, y lo hace en cada capítulo, no podía dejar de pensar en que no pueden sustentar toda la serie con ello, porque supone una ventaja descomunal para la Federación que no existe en el resto de la línea temporal conocida, así que tarde o temprano tendrán que currarse una forma creíble de deshacerse de esta tecnología sin dejar rastro. Sin ir más lejos, en el tramo final, cuando más falta hace, por supuesto el sistema falla hasta que los guionistas quieren.

En cuanto a tramas globales, dejar de lado la guerra klingon sin llegar a profundizar nada en ella para irse a enredos en el universo paralelo me parece una cagada monumental, tanto por abandonar bruscamente la historia presentada como porque la nueva premisa ofrece una línea de acción aparatosa pero poco llamativa. Me dan igual los terranos, son unos enemigos desechables, lo han sido en toda la saga. El sufrimiento de la tripulación y sus misiones suicidas parecen demasiado teatrales y por extensión poco verosímiles y emocionantes; y los encuentros entre dobles son demasiado predecibles y forzados. Atención también a la exagerada nave de la emperatriz y su destrucción digna de un poco imaginativo videojuego. El final de Lorca es lamentable, tanto como prometía y acaba convertido en un villano del montón. La emperatriz es otro enemigo de manual, y al final todo acaba como se veía venir, incluso su paso a nuestro universo.

Para rematar la esperpéntica temporada, en el tramo final recuperan la guerra klingon de mala manera, metiendo con calzador un salto temporal que nos pone ante otra dificultad artificial, pues ahora repentinamente los klingon están a punto de ganar. Nos hemos perdido todo lo que se anunciaba, el desarrollo de una guerra muy relevante en la saga, para pasar al desenlace… y este es ridículo en proporciones grotescas.

La voz en off de Burnham trata de poner énfasis en sentimientos que el episodio final no es capaz de despertar, porque todo resulta apresurado, anticlimático e inverosímil. Qué conveniente el renacimiento instantáneo de las esporas, qué poco creíble que llegen al planeta klingon, incluso se teletrasporten, sin ser detectados, y que la nave tenga ahora capacidad atmosférica; qué anodina la misión de buscar información, qué poco empeño parecen ponerle; y sobre todo, qué lastimero el final de la guerra, con la klingon sosteniendo en alto un mando y todos postrándose ante ella sin que haya explicado qué es. Y aunque lo explicara, la idea es absurda y difícilmente sostenible: resulta ridículo lo fácil que es invadir y destruir un planeta, y muy poco creíble que pueda mantener así el liderazgo, pues más que obtener sumisión sin rechistar lo lógico es que todos se pongan en su contra.

En todo este lío la conexión con los personajes es nula, no han conseguido ganarme a lo largo de la temporada, así que ahora no me importa nada el nuevo peligro exagerado en que los sumergen. Termina Burnham con otro discursito, intuyo que para tratar de mostrar algún cambio o madurez en la tripulación y la Federación que en realidad no hemos visto, así que queda artificial y relamido pero insustancial.

Por si el interés del espectador andaba ya por los suelos, nos tratan de ganar para el próximo año con el típico gancho tramposo a lo Perdidos, con el Enterprise clásico (NCC-1701) apareciendo repentinamente. Pero, para terminar de joder a los fans, ¡nos clavan el rediseño moderno de Abrams! Eso sí, está capitaneado por Pike, pero es de suponer que Spock anda por ahí, así que vuelven a jugar a la reescritura de la continuidad peligrosamente.

Por lo que veo por la red, con esta última falta de respeto los trekkies que aguantaron hasta el final por inercia y curiosidad morbosa (entre los que me incluyo) han tirado la toalla. Pero también parece haber enganchado a bastante espectadores nuevos, amigos de los seriales de acción de baratillo. En un mundo más objetivo la temporada ni habría llegado al final, pero lo mismo dura unos cuantos años.

Ver también:
Guía de episodios y películas
-> Temporada 1 (2017)
Temporada 2 (2019)