101. La paz del emperador The Emperor’s Peace Guion: David S. Goyer, Josh Friedman. Dirección: Rupert Sanders. Valoración: |
—Alerta de spoilers: No hay ningún dato revelador.–
Vengo de una introducción a Isaac Asimov, la saga Fundación, y la adaptación.
En el primer episodio se puede ver algo de la obra original de Isaac Asimov, pero de toda la saga: meten referencias en cantidad y de mala manera, como pensando que así el fan se enganchará. Así que encontramos información innecesaria y confusa por todas partes. Entre los momentos más llamativos tenemos el intrascendente y melodramático prólogo en Términus, la voz en off referenciando datos (El Mulo) que ahora no tienen utilidad, añadidos incomprensibles como que el pueblo de Gaal reniegue de la ciencia antes de la caída del Imperio, y detalles irrelevantes por doquier como el paseo en barca o explicar cosas del viaje espacial.
En la amalgama resultante apenas se vislumbra la situación política, y los cambios que se anuncian no se terminan de hacer tangibles. Qué busca cada bando, de qué va cada personaje, qué son la psicohistoria y el plan Seldon… Se intenta abarcar demasiado y a la vez se prioriza tanto el enredo visual que se quedan en la superficie de todo lo importante. Yo me he leído las novelas y a duras penas he conseguido entrever una visión global, un desarrollo de acontecimientos con un lógica y una sensación de dirección. Así que no sé cómo un no lector puede entender algo. Ni siquiera el juicio a Seldon, con diálogos para tontos verdaderamente risibles, me parece que valga para que se puedan asimilar bien los pilares del argumento.
No sorprende que en este panorama salgan muy mal parados los personajes. Entre las apresuradas intrigas políticas y la exposición visual innecesaria hay situaciones más pausadas y emotivas que está claro que pretenden definir a los protagonistas, pero no logran su objetivo. En la torpeza de los guionistas destaca para mal el apoyo en clichés cutres para intentar resumir cosas y algunas salidas por la tangente que no tienen ni pies ni cabeza. Por ejemplo, la religión de Gaal y las conversaciones sobre las piedras de su rostro, qué demonios le aportan al personaje; parece que los autores han visto que en los libros se habla de religión y lo han colado como han podido. Todo apunta a que estos serán los típicos personajes comodín que los malos autores van ajustando a las tramas conforme estas se les vayan ocurriendo, en la línea de Battlestar Galactica (Ronald D. Moore, 2003) o Star Trek: Discovery (Alex Kurtzman, 2017).
El emperador Cleon es definido como malo porque en la primera escena mata gratuitamente a alguien, y Gaal Dornik es presentada como el típico rol central en plan héroe imposible, de forma que parecen sacados de la peor película comercial que se te ocurra. Gaal no tiene formación ni habilidades reales, pero es la elegida de los guionistas (la Mary Sue, en jerga internetera), así que es superdotada, hábil en todo campo, de moral intachable, y todo lo resuelve sin esfuerzo. Y rizando el rizo en este ya de por sí penoso ejemplo, directamente le ponen superpoderes: ahora resulta que es vidente o algo así. Nos presentan un personaje medio inventado, Raych Foss, inspirado en un hijo adoptivo de Hari que sale en novelas posteriores… Pero este no sirve para nada, sólo quita tiempo a Seldon para meter con calzador un conato de historia romántica empalagosa que no viene a cuento.
También caen en otro cliché rancio y molesto habitual en escritores de mala calidad: no entender la ciencia ni los científicos, considerar que son personas raras con talentos inhumanos. Me ha dado bastante asco que los genios científicos sean descritos como antisociales con tics de autistas o con manías extravagantes. Y es muy triste que no se vea nada del trabajo en el proyecto de Seldon, a pesar de ser el eje central de la trama. Se menciona a acólitos que no se ven, se habla mucho de ciencia pero solo se ven paridas, como el absurdo prisma-ordenador y su activación y los no menos absurdos hologramas. Para ser una obra de ciencia-ficción que precisamente habla de la ciencia, de su lugar e importancia en la sociedad, de los males que surgen por no entenderla y respetarla… se hace un ridículo de proporciones inauditas.
Otro tema que lleva ya unos años siendo lamentable es la nefasta ola de corrección política racial y feminista. Con la excusa de que las novelas son muy antiguas y la presencia del sexo femenino es testimonial, se liaron a cambiar el género y el color de muchos personajes… y terminaron con una reinvención importante de los protagonistas siguiendo los peores patrones de esta tendencia.
Podría perdonarse si se hubieran limitado a roles secundarios, para no traicionar a la obra y a sus seguidores cuando no hay necesidad. Por ejemplo, con Gaal Dornick parecía apuntarse a ello, pues es hombre en la novela y pasa a ser «mujer racializada» (si es que hasta los términos son de chiste). Pero resulta que le han dado un protagonismo total, y entonces canta mucho la transformación de sencillo granjero estudioso que Seldon usa brevemente en su proyecto, a chica empoderada en plan superheroína que tiene el destino del universo en sus manos. Ten al menos la decencia de inventarte un personaje nuevo, como han hecho (tan mal) con Raych. Pero lo que se intuye en la breve aparición de Salvor Hardin es tan injustificado como insultante. En el original es un tipo tan carismático y resolutivo como cabezota y ruidoso, aquí es otra joven morenita muy agradable… y no contentos con eso, de político de Términus lo transforman en una especie espadachina ermitaña.
El reparto no está a la altura tampoco. Hay algunas figuras siempre imponentes, como Jared Harris y Lee Pace, que van con el piloto automático puesto, supongo que porque no tienen personajes a los que agarrarse. Y los desconocidos dan bastante lástima. Lou Llobell (Gaal), de padre español y madre de Zimbabue, parece estar leyendo el guion todo el rato, y Alfred Enoch (Raych) está horrible, es un enorme lastre en cada escena en la que aparece. Sólo algunos secundarios como Reece Shearsmith (Jerrill, el espía del emperador) y Terrence Mann (el emperador anciano) dejan buenas impresiones.
Tampoco me ha convencido en lo que más llama a primera vista. El aspecto visual tira mucho de billete, pero es todo vacile mientras que la coherencia narrativa por ahora brilla por su ausencia.
En diseño artístico, vestuario, decorados y efectos especiales luce como superproducción de cine, al nivel incluso de la recién estrenada Dune (Denis Villeneuve, 2021). Pero todo parece muy falso, artificial, el entorno no se integra en la historia y los personajes, no llega a darse forma a un ambiente y unas culturas verosímiles, naturales. En prácticamente cada escena saltamos a una estancia nueva, y todas son muy diferentes y están muy sobrecargadas, y todo el mundo parece disfrazado de algo distinto, incluso cambiándose sin venir a cuento de una escena a otra (menos el emperador, que va con ese esperpento azul por todas partes). Me ha pasado como en The Wichter (Lauren Schmidt, Alik Sakharov, 2019) o Star Trek: Discovery (Alex Kurtzman, 2017), otras dos grandes superproducciones donde decorados y vestuario parecen recién estrenados y diseñados sólo para deslumbrar con extravagancias y ostentación, sin importar la vinculación con universo y personajes. Por el lado contrario tenemos The Expanse (Mark Fergus, 2015) o Raised by Wolves (Aaron Guzikowski, 2020), donde cada entorno y personaje tiene un aspecto y una forma de ser que se entiende y se vive desde el primer capítulo. También cabe señalar que hay planos muy bonitos gracias a los recursos disponibles, pero en otros muchos falta imaginación, con momentos sacados directamente de otras del género, como Interstellar (Christopher Nolan, 2015).
El episodio piloto es de esos que intentan abarcar todo para impactar, pero por el camino olvidan lo importante: el respeto a la rica obra original, presentar unos personajes con los que empatizar, exponer el universo gradualmente para que vayamos asimilándolo y entendiéndolo y nos resulte verosímil. Es un batiburrillo caótico e ininteligible que habrá cegado a un buen puñado de espectadores facilones con su deslumbrante aspecto visual, pero será una decepción enorme para quien busque una serie de calidad… y más aún una de ciencia-ficción ambiciosa y que capte la esencia de los maravillosos relatos de Isaac Asimov.
102. Preparándose para vivir Preparing to Live Guion: David S. Goyer, Josh Friedman. Dirección: Andrew Bernstein. Valoración: |
Si tras la presentación había dudas sobre si la serie podría remontar, el segundo episodio las remata por completo, confirmando que Apple TV+ y David S. Goyer se han montado una producción comercial genérica, de estas que tocan de todo un poco con sensiblería barata, clichés narrativos, aspecto intelectual simplón, etc. para llegar al máximo público posible.
La escritura inmadura, la brocha gorda, los vulgares estereotipos a los que apunta, llegan a niveles irrisorios, de vergüenza ajena. Qué diálogos y discursos más cutres y primarios, dilemas morales más infantiles y machacones, relaciones personales más aburridas, tramas políticas más predecibles… En lo de los discursos es igualita a la infame Star Trek: Discovery, los autores parecen ser conscientes de sus limitaciones, de que el capítulo que han parido sólo es un compendio de sandeces, y de vez en cuando tienen que meter con calzador una reflexión en voz en off que resuma con pelos y señales lo que querían transmitir.
Si la cháchara de Seldon en la lavandería es todo lo que tienen para abordar temas de clases sociales, si la ridícula intervención de Gaal en una reunión es todo lo que pueden ofrecer al hablar sobre la ciencia y los científicos, si se van a priorizar romances cursis, giros dramáticos sin pies ni cabeza (lo de Raych no tiene nombre), finales de infarto de mercadillo (al nivel de los peores momentos de Perdidos -2004-)… está claro que no se han planteado en ningún momento hacer una serie de calidad ni fiel a Asimov.
El ritmo vibrante, el suspense adictivo, las lecturas intelectuales y morales tan inteligentes y delicadas, los personajes tan carismáticos de la fascinante obra de Asimov no se dejan entrever en ningún sólo momento. Pero la ambición de los guionistas todavía se atreve a apuntar a la Saga de los Robots también, con la presencia de la asistente del emperador (Laura Birn). Veremos en qué lodazal se meten por este lado también.
Lo único que parecía tener algo de potencial es el emperador. El juego con los clones podría dar para exponer mejor intrigas políticas que en las novelas se cuecen generalmente de fondo. Sin embargo, viendo la poca fidelidad y la escasa sutileza, no esperaba gran cosa… y no tarda en confirmarse que aquí los guionistas también patinan a lo grande. Por un momento pensé que lo del ataque al ascensor espacial era buena forma de concretar y hacer tangible el inicio de la caída del Imperio… pero luego con el bombardeo de Anacreonte me ha parecido demasiado facilón: da la impresión de que cualquiera puede organizar un atentado que desestabilice todo el Imperio, limitando la inteligencia de Seldon y el alcance de sus estudios y dejando al Emperador como un violento impulsivo que contradice todo lo que se supone que era, un tipo capaz que mantiene cohesionados a miles de planetas y dirigentes.
Los demás personajes siguen por el camino de ser comodines de la trama, de estos sin una definición clara que son adaptados a las historias que se les vayan ocurriendo a los escritores. Si Gaal fue seleccionada por Seldon para trabajar en el teorema matemático de su proyecto de predecir el futuro, qué pinta e tareas de organizar excavaciones mineras. El propio Hari no sé qué hace yendo a Términus, y no se sabe qué tareas ejecuta en la nave. Raych queda como el cliché del interés romántico, no hace nada más hasta que precisamente deciden dar un giro a la trama y lo meten a la fuerza en otra historia fallida. Los dramas de algunos secundarios que no te importan nada no aportan nada. Y todos pintan fatal de cara al futuro.
En el acabado se presenta otro importante problema: de un capítulo a otro hay un notable bajón en el apartado de la dirección, pasando de un trabajo prometedor a uno muy televisivo que no está a la altura de tan fastuoso acabado en decorados, vestuario y efectos especiales. He terminado bastante cansado de ver los mismos primeros planos contra planos con cabezas cortadas en media pantalla, de los mismos trávelings facilones alrededor de personajes para dar sensación de ritmo sin tener que estudiar bien la narrativa, sin buscar un tempo que gestione adecuadamente las emociones de los personajes, y de la obsesión del realizador por mostrar algunas conversaciones desde la espalda de los personajes, como si creyera estar haciendo algo artístico.
Me cuesta creer que los medios le estén dando buenas reseñas. Llevo un tiempo pensando que en el mundo de las series estamos como en el de los análisis de coches y aparatos electrónicos: los medios sólo dirán cosas buenas, porque si no lo hacen perderán el favor de la industria, dejarán de recibir regalos (en este caso, avances de capítulos, asistencia a presentaciones, merchandising), no podrán analizar lo que está de moda, y por tanto mermarán sus visitas y anunciantes. Te metes en cualquier blog o en Filmaffinity.com, y tras las alabanzas de los «profesionales», la gente, lectores o no, sólo comenta lo asombrosamente bajo que ha apuntado la serie, lo mediocre que es el inicio de temporada y las pocas esperanzas que despierta.