LA CASA DEL DRAGÓN – 201 – HIJO POR HIJO

A Son for a Son
Escritores: Ryan J. Condal, Ti Mikkel.
Director: Alan Taylor.
Valoración:

Sinopsis:
La situación está en calma tensa, con la guerra en espera de si la reina Rhaenyra decide tomar represalias o el consejo de la reina Alicent prefiere pasar a la ofensiva.

Resumen:
Daemon, Corlys y Rhaenys mantienen un bloqueo naval a Desembarco del Rey en espera de que la reina Rhaenyra tome un curso de acción más concreto tras la muerte de su hijo Luke a manos de Aemond.

En el consejo de Aegon, cada uno tiene sus propios planes. Alicent quiere prudencia, su padre y mano del rey, Otto, afianzar las alianzas antes de mover ficha. El rey Aegon y su hermano Aemond quieren atacar con sus dragones, y son apoyados por Cole, de la guardia real. Todos dedicen que Otto no es de confianza, y más cuando el ladino Larys se posiciona también contra él.

Rhaenyra y Daemon pasan a la acción por fin: tomarán un hijo por hijo, aputando a Aemond, pero los asesinos acaban con el primero que se encuentran, el pequeño de Aegon y Helaena.

Análisis:
A David Benioff y D. B. Weiss se les atragantaban los capítulos de inicio de temporada de Juego de tronos, y también algunos finales. Se empeñaban en que toda sección y personaje tuviera su momento de recordatorio y posicionamiento, aunque no pegara nada en esta parte de la historia, quitando espacio a que la trama global respirara mejor y resintiendo el ritmo e interés de dichos capítulos. Pero resulta que Ryan J. Condal (en la foto) no ha aprendido de ese problema y lo repite con la misma torpeza en La casa del dragón; y George R. R. Martin, supuestamente co-creador de la serie, ni está ni se lo espera, ha vendido su criatura por cuatro monedas.

Hijo por hijo no termina de contar nada concreto, apenas un par de escenas avanzan en algo, mientras el resto se siente tiempo perdido en protagonistas secundarios poco interesantes y situaciones redundantes o insustanciales.

Decepciona pensar que podrían haber usado todo ese metraje en asentar las historias y roles que sí son más relevantes y no están teniendo la dedicación necesaria, como la familia de Alicent. ¿Cómo esperan que sintamos temor y pena por los hijos de Aegon y su mujer Helaena si no han sido debidamente desarrollados? Es más, me cuesta creer que a los no lectores de Fuego y sangre no les cueste ubicarlos: el niño ha tenido una breve presentación, pero resulta que tiene una melliza inesperadamente (cuando en el libro son dos críos de distinta edad), y Helaena ha aparecido tan poco que debería tener una buena de reintroducción. Y solo de refilón verás que Jacaerys tiene también un hijo, con a saber qué esposa, una de esas afroamericanas que pululan por ahí sin saber qué pintan.

La parte de Alicent beneficiándose a Corlys es una sonora incongruencia que ya tiene memes varios circulando por internet: él se apartó de Rhaenys precisamente porque lo había convertido en su marioneta sexual y quería irse con gente más noble. El lamento de Rhaenys no se hace tangible, y queda como una excusa para postergar lo importante mientras se hacen desvíos fallidos. Las conspiraciones para deponer a Otto como Mano del rey y que este puesto recaiga en Cole son obvias y predecibles y se alargan demasiado. La conversación entre Corlys y un plebeyo (interpretado por Abubakar Salim, de la maravillosa Raised by Wolves) no tiene ni pies ni cabeza, pues hablan de cosas que no hemos visto y no se entiende qué quieren decirnos con ello.

Los cambios respecto a la novela siguen siendo absurdos. La situación de Mysaria no sé qué razón tiene, salvo ponerla a mano de Daemon en Rocadragón, y aun así esto resulta un requiebro estúpido, porque de todas formas va a la capital a realizar su plan, y podía haberla visto entonces. La visita de Jace al Muro, en vez de desarrollar la escena en Invernalia como en libro, obliga a cambiar toda la negociación con los norteños, que fue bastante interesante, y todo porque los guionistas están empeñados en enlazar innecesariamente con Juego de tronos, lo que seguirá añadiendo confusión en los espectadores que creen que ambas series acabarán conectando.

La falta de profundización en los banderizos y aliados es preocupante, porque parece que vamos a estar todo el tiempo encerrados en Desembarco del rey y Rocadragón. Esto último realza el principal problema de la serie. Tiene muchos menos personajes que Juego de tronos, y los escritores no son capaces de desarrollar adecuadamente sus motivaciones y arcos, y de los secundarios ni hablamos, solo la inesperada dedicación a los gemelos de la guardia real funciona, el resto de roles relevantes, es decir, los consejos de ambas reinas, quedan como figurantes. Sin conocer bien a cada protagonista, secundario, aliado y facción, sin conocer sus números, puntos fuertes y débiles, ¿cómo va a haber expectación por el devenir del conflicto? Ni queda claro ni cuántos dragones y jinetes hay, algo que debería estar bien asentado a estas alturas en una historia que va sobre eso.

Y lo peor, lo que más me molesta, es que nadie toma decisiones aquí, todo ocurre por casualidades involuntarias o porque se ven empujados por otros. Rhaenyra y Alicent no quieren guerra, casi ni ser reinas parece, y solo toman decisiones cuando no les queda otro curso de acción. Aegon y Aemond no son los violentos impulsivos que conocía, sino unos blandos que prefieren lloriquear a escondidas. Daemon habla mucho pero tarda mucho en hacer algo. Como dije en el decepcionante final de la primera temporada, yo sigo queriendo ver a los personajes decididos, rabiosos y violentos que por su arrogancia y egoísmo lanzan la devastadora Danza de los dragones, no a estos pusilánimes aburridos que acaban yendo en la misma dirección por motivos poco sustanciosos y nada apasionantes.

Vuelve a ser muy chocante ver a actores negros en papeles de blancos, y más con esas pelucas espantosas, todo por la corrección política de las narices. Y quiero creer que el rebajar a las reinas a unas blandas no se debe también por forzar el feminismo, ellas buenas, los culpables los violentos hombres, y que es debido solamente a mala escritura.

El reparto sigue sin está a la altura de Juego de tronos, ninguno termina de destacar con un papel que deje huella, que conmueve o fascine. Solo Rhys Ifans se presta a ello, y ayuda que sea el único rol digno de recordar, el único con motivaciones y personalidad concretas. En concreto, Matt Smith sigue estando fatal como Daemon, un personaje que debería tener una fuerza arrolladora pero aquí es tirando a anodino y ni se sabe que lo mueve.

Para rematar, la potentísima escena del atentado contra los hijos de Aegon y Helaena, que termina de precipitar el conflicto, se queda en nada. Primero, no entiendo que apunten a Aemond, pues la idea era vengar un hijo con la ejecución de otro, no servir justicia. Y segundo, se han cargado la memorable y sangrienta burla de los asesinos (conocidos como Sangre y Queso) restregándole en la cara a Helaena que ellos tienen el poder y matan a quien les parece más cruel mientras la obligan a mirar; y por si fuera poco, esta se va apenas impresionada, en vez de desgarrada y terminando de sucumbir a la locura. Los autores prefieren marear la perdiz en un vano intento de crear suspense a base de pasearnos por los pasillos ocultos del castillo.

En el acabado mantiene un nivel asombroso en diseño artístico, vestuario, decorados… pero como en la primera temporada de esta en y todo Juego de tronos, continúa pesando la sensación de que tenían en bandeja ofrecer una obra deslumbrante pero las labores de dirección nunca llegan a destacar como podrían. Ahora además han tomado una decisión artística muy cuestionable: jugar con los desenfoques. Al igual que en Shogun (Rachel Kondo, Justin Marks, 2024), el enredo incomprensible de enfocar solo una parte del cuadro y dejar el resto borroso juega en contra de una producción que debería centrarse en explotar la rica escenificación de que dispone. Además, se les atraganta tanto esta incomprensible decisión que incluso hay escenas con personajes hablando mientras están desenfocados, como en la conversación de Cole y Aemond ante el mapa. Qué cosa más absurda y ridícula.

Han cambiado los títulos de créditos, que en la etapa inicial eran feos y aburridos, por otros igual de malogrados, y repitiendo el tema musical de nuevo, del que por abusar ha pasado de ser pegadizo a cansino. En el resto de la banda sonora, Ramin Djawadi no tiene tanto escenario fantasioso donde desarrollar temas variados, y en las intrigas de corte palaciego no aporta nada llamativo.

Cabe señalar una anécdota un tanto surrealista. La actriz Olivia Cooke se ha quejado que haga de abuela con treinta años, criticando que solo las actrices jóvenes tienen cabida en el mundo del cine y las series. Pues solo puedo decir: tú sabías qué firmabas, no me vengas con pataletas ahora. Además, en el contexto histórico era común ser abuela con esa edad. Y para terminar, los saltos generacionales son difíciles de mostrar en pantalla, ¿qué pretendía, otro cambio de medio reparto?

La casa del dragón ha empezado su segunda temporada manteniendo la deriva en que se fue ahogando la primera, poniendo sombras negras sobre su horizonte. De hecho, ha perdido buena parte de la audiencia, y eso contando con que la plataforma streaming de HBO, ahora llamada Max (menudos genios del márketing), está mejor implantada por todo el globo.

Ahora bien, la audiencia que queda no es poca y le da todavía su beneplácito, apuntado a que será de nuevo una de las series más sobrevaloradas del año. En cualquier otro estreno, las carencias, los cambios y las injerencias de corrección política le habrían valido ataques y sabotaje de notas («review bombing»). Es más, lo que en las últimas temporadas de Juego de tronos era imperdonable, aquí es ensalzado, en especial los personajes cambiantes y la falta de nervio y rumbo en la historia global. El público y las modas son tan volátiles como ininteligibles.

En Juego de tronos veía los capítulos dos veces antes de realizar el comentario, y solía revisionar las temporadas antes de la siguiente, hasta el bajón de la quinta. Pero en esta ya me cuesta bastante acabarlos como para hacer es esfuerzo extra; me divierto más escribiendo sobre ello.

Una serie que no invita a revisionados está maldita de cara a mantener a largo plazo la expectación en siguientes años y en las ventas de bluray y de derechos de emisión. David Benioff y D. B. Weiss truncaron a lo grande el legado de Juego de tronos con la nefasta última temporada, pero Ryan J. Condal va a darle aún menos recorrido a La casa del dragón. Aun así, ya ha sido renovada para la tercera temporada, y hay otras series basadas en este universo en marcha.

Quiero recoradar de nuevo que La danza de los dragones es el título que debería haber tenido la serie, pues se centra solo en esa parte de la historia de la casa Targaryen.

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