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WESTWORLD – TEMPORADA 2

HBO | 2018
Drama, suspense, ciencia-ficción | 10 ep. de 55-90 min.
Productores ejecutivos: Jonathan Nolan, Lisa Joy, J. J. Abrams.
Intérpretes: Evan Rachel Wood, Thandie Newton, Jeffrey Wright, Ed Harris, Anthony Hopkins, James Marsden, Tessa Thompson, Simon Quaterman, Shannon Woodward, Rodrigo Santoro, Ben Barnes, Peter Mullan, Jimmi Simpson, Clifton Collins, Katja Herber, Zahn McClarnon.
Valoración:

Alerta de spoilers: Solo menciono un par de cosas del argumento que no me parecen cruciales. Tras el siguiente aviso sí entro a fondo en el final.–

Lo veía venir pero ya lo tengo claro: Westworld es la nueva Perdidos (J. J. Abrams, Damon Lindelof, 2004). Tiene en vilo a medio mundo seriéfilo con humo y sensacionalismo, con promesas que llevan a nuevas promesas, con amagos y requiebros que te dejan con la miel en los labios, pero casi nada de contenido real se vislumbra por ahora, y todo apunta a que así seguirá siendo, porque hemos llegado a puntos de inflexión clave en las tramas y no se ha avanzado casi nada con ellas y con los personajes. Los malabares que hacen los guionistas Lisa Joy y Jonathan Nolan para tratar de ocultar el escaso material que han sido capaces de explorar en un argumento con mucho potencial me han resultado exasperantes, incluso ofensivos a veces.

La primera artimaña es la narrativa fragmentada en el tiempo para ralentizar el avance de los hechos y para ocultar información al espectador y así tratar de generar intriga y expectación alrededor de la pobre trama sin que, en teoría, se note demasiado. Si los saltos temporales implicaran nuevas lecturas de la situación, si lograran una atmósfera de suspense efectiva, pero pronto se ve que son desvíos de atención y un intento de dificultar la comprensión del relato para que parezca más complejo. Llega a resultar bochornoso como usan la memoria de Bernard, que va recordando según conviene a los escritores, pero por lo general ni ponen excusas, tenemos línea temporal sobre línea temporal de forma que tienes que estar toda la temporada haciendo grandes esfuerzos para ponerlo todo en orden, un esfuerzo infructuoso porque al final la serie es bien simple, la mayor parte de lo que vemos no es nada más que viajar de un lugar a otro y descubrir alguna pista.

Para alargar la duración lo lógico hubiera sido hacerlo mediante aventuras secundarias de relleno, siempre y cuando estuvieran mínimamente relacionadas con la premisa principal y los personajes no decayeran en el proceso. Y lo cierto es que lo intentan con los episodios centrados en la parte japonesa del parque y con los indios, pero dejan mucho que desear, no hacen sino mostrar las carencias de los escritores, su incapacidad para coger una idea sencilla y desarrollarla bien. El lío japonés se ahoga en estereotipos vulgares y un ritmo plomizo. Qué forma de desaprovechar el dinero (decorados, puesta en escena) y los actores tan llamativos (Rinko Kikuchi, Hiroyuki Sanada). El de los indios sale mejor parado (destacando la sólida interpretación de Zahn McClarnon), pero aun así esa torpeza limita demasiado una historia de amor que prometía ser épica y hermosa y termina siendo previsible y repetitiva. Así, el efecto conseguido es el contrario: en vez de estar entretenido en espera de que vuelva a pasar algo importante tienes la sensación de que te han estafado con un añadido estéril y tedioso.

El segundo ardid son las falsas promesas y el sensacionalismo. El esqueleto de la trama es lo ya conocido, el despertar de los robots y la rebelión contra el hombre, pero en vez de ahondar en la temática y darle un recorrido más trabajado a los protagonistas los autores están empeñados en basarse únicamente en el artificio superficial, y terminan abusando demasiado de recursos que ya de por sí serían bastante cuestionables en pequeñas dosis. Todo forma parte del gran plan de Ford, pero como en Battlestar Galactica (Ronald D. Moore, 2004), no hay otro plan que la improvisación de los guionistas. Da igual lo que ocurra, lo que se enmarañen las cosas (como digo, no mucho en el fondo, sólo en la narrativa), todo se justifica y explica como parte del imposible plan de Ford, quien muestra una anticipación a los eventos que ni Hari Seldon (el de La Fundación de Asimov). Pero hay más, mucho más…

Acabarás harto de menciones al Valle del Más Allá, la Cuna, la Forja, la clave en la mente de Abernathy padre… todo ello rodeado siempre de un halo de «va a pasar algo grande que te va a dejar flipado», para luego ser lo que se veía venir, cosas mundanas muy exageradas: un servidor de datos, una clave de acceso, otra entrada y habitación secreta de las miles que parece haber por el parque. Esto ejemplifica el agotamiento de las pocas ideas que hay, pero por ahora parece que los espectadores siguen cayendo en estas burdas ilusiones. El dichoso Valle ya lo teníamos en la primera etapa en la forma del Laberinto, que no es sino una excusa para mover a la gente, porque si los dejan quietos se ve con mayor claridad que no está pasando nada; cada dos por tres sacan un nuevo enclave secreto con secretos de Ford que no son sino una extensión de lo mismo (¡el PLAN!); y ya he citado la memoria selectiva de Bernard y las idas y venidas en el tiempo que repiten lo mismo en pequeñas dosis (al final parece que ha habido como quince ataques al complejo de oficinas desde donde se dirige el parque).

Las vaguedades de la historia se contagian también al contenido de índole intelectual. Al empezar la serie todo parecía apuntar a que estábamos ante una obra trascendental e inteligente donde se abordarían cuestiones de diversa índole, pero todo se queda en cuatro flojos apuntes que están lejos de cumplir con las expectativas. El parque donde el ser humano puede dar rienda suelta a sus vicios ocultos o encontrarse a sí mismo daba para adentrarse en la psique humana, pero no encontramos ni una sola reflexión relacionada. Los apuntes sobre la consciencia y el libre albedrío, lo más relacionado con la premisa, se quedan en prácticamente nada, unos pocos diálogos pedantes pero insustanciales en el fondo. Las implicaciones éticas de la tecnología de los anfitriones tienen algo más de recorrido, sobre todo con pasajes como el centrado en Delos, pero teniendo infinidad de robots despertando daba para exponer distintas perspectivas, y en cambio los protagonistas están atascados en un bucle sin salida donde no se llega a contar nada con enjundia.

Ese el otro gran problema que se veía venir desde sus inicios y termina por explotar en esta etapa: los personajes tenían un potencial que no llegaron a aprovechar del todo, y aquí empeora la cosa, pues van perdiendo profundidad hasta quedarse en un esbozo inane. En los inicios de la serie al menos Dolores y Maeve resultaban bastante sugerentes, la temporada se sostenía e invitaba a seguir casi exclusivamente por ver su despertar, su lucha por tomar las riendas de sus vidas, pero una vez toman consciencia se ahogan en historias repetitivas que no permiten seguir explorando sus personalidades, y me temo que los poquísimos cambios que llegamos a ver resultan incluso incongruentes.

Dolores sólo quiere vengarse de los humanos por su cautiverio, para lo cual va reuniendo un ejército de anfitriones. Pero su objetivo no podía ser más vago, tanto que al mínimo análisis se cae a pedazos. Busca con ahínco el Valle del Más Allá, esa débil promesa de libertad y respuestas que ni se para a investigar cuando asalta las oficinas, donde sí tenía de información en cantidad al alcance de la mano… y también la salida al mundo real, con la estación de tren. Y para rematar lo que queda de personaje, a mitad del camino se carga a todos los anfitriones y sigue sola, e incluso altera los parámetros de personalidad de su amado Teddy para controlarlo mejor. ¿Por que? No se explica, simplemente se ha vuelto chunga porque sí. Maeve lo único que quiere es encontrar a su antigua hija. La idea de por sí es bastante ridícula: la anfitriona más despierta y capaz no se entera de que las vidas pasadas son constructos del hombre, guiones, y arriesga su vida y libertad y la de todos los que la rodean por sueños absurdos, cuando, de nuevo, lo lógico es ir al centro de mando y estudiar y arreglar la situación desde ahí. Además, tanta penuria con la niña resulta un drama cansino y otro objetivo que nunca parece llegar, porque siempre ofrece un giro que lo aleja un poco más en el último momento. Bernard, que fue el tapado de la primera temporada, cobrando protagonismo poco a poco, es engullido por el mal desarrollo de las tramas: toda su historia se limita a intentar recomponer sus recuerdos, pero ningún avance aporta algo tangible a su forma de ser, a sus motivaciones para seguir adonde quiera que vaya, porque pasa por todos los escenarios pero no como personaje, sino como objeto dosificador de la intriga. Supongo que por presencia se podría citar a Charlotte Hale como personaje principal también, pero esta es incluso peor, sólo sirve para canalizar la lucha de la empresa contra la rebelión, no tiene una forma de ser concreta con la que conectar, su existencia es otro macguffin de baratillo: «¡atención, atento, que trama algo!». Después de unos pocos capítulos forzando ese misterio acabas deseando que deje de aparecer.

Como extensión de estos problemas los actores ven limitadas sus posibilidades. Tanto repetir las mismas situaciones en cada capítulo (paseo por el desierto, tiroteo de Dolores, llanto de Maeve, confusión de Bernard, soy mala y oculto algo de Charlotte) significa también una interpretación encorsetada: todo el rato con las mismas caras. El gran talento que mostraron en la primera temporada, sobre todo Thandie Newton y Evan Rachel Wood, se ha desperdiciado por completo, ahora incluso empiezan a resultar cargantes.

En un segundo plano tenemos al hombre de negro, o William de anciano, la esperada aparición de Delos (Peter Mullan), y las crípticas intervenciones de Ford. Estos aportan algo de información sobre el nacimiento del parque y su propósito, pero también terminan sobre utilizados como expositores de las tramas y artificios, perdiendo entereza como personajes y acercándose demasiado a convertirse en objetos inanimados. La aparición de la hija de William, Emily, intenta humanizarlo un poco, pero también resulta muy forzada: los encuentros imposibles, el drama familiar remarcadamente lacrimógeno… Sólo el buen hacer de Katja Herbers (Manhattan, 2014) y Ed Harris les da algo de vida.

Ninguno de los secundarios se trabaja lo suficiente como para interesarte por sus vivencias y destinos. Hay bastantes con nombre (la banda de forajidos y los técnicos que llevan como rehenes), pero me importan un bledo sus desventuras, son entes que van andando por el desierto sin añadir nada claro a las historias o a los demás personajes. ¿Para qué incluir tantos roles si no tienen nada que aportar con ellos? Apenas logran despertar algo de simpatía con Hector, Elsie y Lee, pero porque sus intérpretes Rodrigo Santoro, Shannon Woodward y Simon Quarterman respectivamente están muy bien. El resto podrían desaparecer, que ni te darías cuenta, y con algunos de hecho acabarás deseándolo, como el cansino de Teddy y el no menos insufrible mejicano que se encuentra William cada dos por tres.

Ya la primera temporada era lenta y cabía en la mitad de capítulos, pero esta está completamente estancada, había material para dos o tres episodios como mucho. Terminamos dando apenas un tímido paso desde el final de aquella, porque en vez de avanzar hemos estado dando vueltas en círculos desde entonces. Unos anfitriones salen del parque hacia el mundo real, otros mueren en el intento, y en el proceso tanto estos como los humanos que los controlaban descubren cosas sobre sí mimos y el mundo que antes no conocían.

Como en aquella ocasión, tenemos un episodio final de hora y media que al contrario que los demás sí consigue ser bastante entretenido gracias a una buena dirección y una música efectiva que le confieren un ritmo bastante enérgico, pero claro, no es suficiente para esquivar la mala sensación de que estamos donde teníamos que estar hace diez horas, y para rematar, en el contenido los guionistas se quedan cortos después de tanto anunciar algo grandioso, porque siguen tirando de sensacionalismo más que en centrarse en ejecutar bien los pocos frentes abiertos. Es que ni si quiera se trabajan la coherencia: algunos personajes se han tirado estos diez capítulos viajando al valle para que ahora en el último momento otros se recorran el parque de lado a lado varias veces en minutos.

Alerta de spoilers: Salta al siguiente párrafo si no quieres destriparte el final.–

El dichoso valle no es más que otra ilusión virtual, el proyecto secreto de almacenar la personalidad de los visitantes se queda en el limbo para próximas temporadas, los que salen del parque no hacen nada concreto todavía, Williams al final no se sabe qué busca pero sigue buscándolo, el maldito plan de Ford sigue siendo una entelequia, etc., etc. Y los embustes cantan a distancia. Para qué tanta muerte con planos lentos para forzar el drama si sabemos que nadie está realmente muerto, que todos pueden ser resucitados, que cualquier humano puede ser un robot o convertirse en uno. Sin ir más lejos, la resurrección de Dolores no podía ser más tramposa, tras tanto dramón con Maeve pronto apuntan a su retorno también, y el epílogo con Williams en el futuro ya me diréis para que sirve salvo para sacar un «oh» al espectador facilón y permitir que los blogs que viven del clicbait ganen visitas anunciando explicaciones para quien no haya sido capaz de entender un giro tan efectista e innecesario; ojo también a la trampa de Dolores con la bala usada, que evidentemente no cabe de ninguna manera en el tambor del revólver, de hecho, no pueden mostrarnos cómo lo hace así que no lo vemos, así de manipuladores son… pero hay más, porque resulta que es tan estúpida que no la pone la primera, sino tres balas más allá, sencillamente porque los escritores necesitan extender el clímax.

Una vez unidos todos los grupos y personajes no hay una catarsis, una revelación, una suma que dé algo más grande, sino que cada uno sigue su camino por separado y ninguna de estas direcciones sorprende, la mayor parte sabe a poco o decepciona bastante. No puedes crear tanta expectación si no tienes nada que contar, el esfuerzo debería ir en contarlo bien. Así que no queda otra conclusión: Westworld es la nueva Perdidos, la nueva Battlestar Galactica… bueno, en realidad es peor, porque ni siquiera tiene un ritmo adictivo, un aspecto visual deslumbrante (más allá de alguna buena panorámica del desierto, sigo preguntándome cómo pudo costar tanto) y unos personajes que enganchen con los que pueda entender la admiración que despierta.

Ver también:
Temporada 1 (2018)
-> Temporada 2 (2018)

COPPER – TEMPORADA 2 Y FINAL.

BBC America | 2013
Suspense, Drama | 10 ep. de 42 min.
Productores ejecutivos: Tom Fontana, Barry Levinson, Willi Rokos, Sherri Rufh.
Intérpretes: Tom Weston-Jones, Kyle Schmid, Anastasia Griffith, Ato Essandoh, Kevin Ryan, Dylan Taylor, Kiara Glasco, Tessa Thompson, Franka Potente, Donal Logue, Alex Paxton-Beesley, Ron White.
Valoración:

Los elementos que hicieron tan interesante la primera temporada de Copper están ahí, pero en vez de madurar y crecer se han embarullado un poco. Es una pena, porque es constante la sensación de que hay una base sólida que no se aprovecha, un potencial infrautilizado. La química entre personajes, fantástica en ese primer año, se emborrona por algunos fallos. El microcosmos de personajes más o menos se mantiene, pero no va a más a pesar de que hay más capítulos, y algunos secundarios son mejorables. Los casos son menos numerosos y menos atractivos. La trama global funciona pero confluye en un villano que no está a la altura. El ritmo veloz empieza a notarse brusco. Pero también conserva intactas otras tantas de sus virtudes: excelentes protagonistas, ambiente histórico muy conseguido, una equilibrada mezcla de drama, aventura y humor…

Los personajes principales, Corcoran y Morehouse, siguen siendo muy consistentes, de hecho son roles magníficos, de los que enganchan a la primera y da igual en que aventuras los metan con tal de poder verlos desenvolverse (o estrellarse) con su estilo. El primero recuperó a su mujer… pero no es suficiente para llenar su vacío y apaciguar su dolor, pues la traición de ella con Maguire ha minado por completo la relación. Con esa atmósfera, ninguno de los dos puede curarse las heridas, y la cosa degrada rápido. El matrimonio de Morehouse ofrece otra relación muy interesante, donde tanto él como Elizabeth se dedican a placeres inmediatos (sexo y drogas) para eludir abordar la relación de forma normal; de hecho el viaje de ella con las drogas es bastante jugoso.

En los secundarios, la pareja de negros Matthew y Sarah Freeman viviendo sus primeros años en libertad gana fuerza, sobre todo cuando encuentran a la madre. El drama de vivir en tal caos de ciudad y los encontronazos con la libertad y los rescoldos del racismo resultan historias bien trabajadas, aunque se podría decir que a veces están demasiado separadas del tema policial. Sobre la chiquilla que cuida Corcoran, Annie, a pesar de que la joven actriz sigue dando un papel impresionante el personaje parecía que iba a quedarse estancado en «niñata descarriada», pero sabiamente los guionistas no han estirado sus tramas demasiado… aunque el final parece un poco apresurado, como si se dieran cuenta de que molesta y se la quitaran de encima improvisadamente; nada grave, sin embargo. Eva queda un poco en tierra de nadie, pues toca todas las historias tangencialmente sin verse casi nunca sumergida del todo, pero es un buen personaje y su burdel es escenario de muchos buenos momentos.

Donde empiezan a fallar es en que se diluye uno de los aspectos que más me gustó del primer año, la dinámica del trío de detectives formado por Corcoran, O’Brian y Maguire. O’Brien pierde protagonismo en vez de ganarlo, y aparece menos con Corcoran, con lo que las investigaciones se hacen menos divertidas. Y lo peor, y esto supone el mayor fallo de la temporada, Maguire se pierde en una serie de tramas malogradas. Sigue ahí, sigue siendo el más sucio y pendenciero del grupo, pero el guión lo lleva por caminos inverosímiles y mal ejecutados: la revelación sobre la relación con la mujer de Corcoran fue efectiva, pero la locura de los asesinatos y el juicio que queda en nada se fuerzan demasiado. Aun así, la historia sobre que cae en desgracia ante los ojos de Corcoran y el resto de policías estaba siendo interesante, porque encaminaba al personaje hacia el lado oscuro y se preveía que se convertiría en villano… pero los guionistas se empeñan en traerlo de vuelta forzando un pseudo reset de risa. En qué quedamos, ¿es malo o no, es un superviviente o un hijo de puta? No queda claro nada, solo que parecen apañarlo sobre la marcha y resulta fatal. Al final de la temporada Corcoran y Maguire se abrazan como si nada hubiera pasado, cuando la relación no se ha visto evolucionar hasta el perdón y el retorno de la amistad.

El otro problema importante es Donovan, el nuevo gran secundario de la temporada, interpretado por el veterano Donal Logue (Terriers, Sons of Anarchy, Life). Su posición como nuevo político local funciona, y la transición hacia villano está bien lograda, pero de ahí se va a un catastrófico exceso: termina siendo una caricatura que bebe de todos los clichés de villanos cutres. El final de su trama es muy pobre, con escenas ridículas como la carrera para salvar a la testigo (que parte de la gilipollez de que Maguire la deje sola sabiendo que van a por ella) o el duelo suicida de Corcoran. Y el paso al siguiente villano (encarnado por William Baldwin) queda muy precipitado y confuso. Al menos, por lo general la trama que gira alrededor de Donovan es bastante buena y alcanza a todos los protagonistas de forma que da mucho juego: a Morehouse con los enredos políticos y económicos, a Eva con el interés en el local, a los policías con el reguero de muertos que va dejando…

Decía que los casos pierden fuerza. Sigue habiéndolos, y con ese gran acierto que supone hacer que cada investigación influya en el entorno y los protagonistas, pero si vuelvo la vista atrás lo cierto es que me cuesta recordar alguna historia secundaria realmente llamativa. Al menos pierden a favor de la trama larga, con lo que no llega a ser un problema notable, simplemente se echan de menos las emocionantes aventuras secundarias.

Sobre el ritmo, aparte de suceder las cosas a toda velocidad la serie se caracterizaba también por saltar de evento en evento sin perder el tiempo suavizando transiciones. Resultaba enormemente eficaz a la hora de acelerar tramas, porque no se dejaban huecos ni se veían trampas. Pero ahora sí hay sensación de que va a trompicones, de que se dejan cosas por aclarar. De hecho, el primer capítulo se narra de forma tan caótica que cuesta seguirlo.

El resto de cosas buenas se mantienen, destacando que el entorno trágico y violento de Five Points se describe muy bien tanto por la fantástica recreación visual (los decorados y el vestuario son magníficos, la fotografía e iluminación los captan muy bien) como por los detalles de guión que constantemente salpican el relato. Me gustaría conocer el presupuesto con el que contaban, porque quitando un par de pinturas o fondos digitales todo queda de un nivel impresionante. Eso sí, he echado de menos algo de erotismo en muchas escenas: con qué facilidad muestran sangre pero qué poco sexo enseñan a pesar de que también forma parte de la narración.

No sabía dónde meter la crítica a dos extraños episodios, así que termino con ellos. El del asalto a la comisaría (205, A Morning Song) es una fantasmada del quince que no hay quien se trague: exagerado e inverosímil hasta resultar insultante a la inteligencia del espectador en varios instantes. El otro es el episodio final. Parece que les sobraba un capítulo, y lo apañaron… muy bien. La trama grande del año ha terminado, y aunque el contexto histórico donde se sumerge la serie tiene margen de sobra para muchas aventuras, sin duda era difícil meter un caso extra que no quedara descolgado. Pues los guionistas sorprenden muy gratamente montándose una especie de mini película del Oeste con la búsqueda de los asesinos del presidente Lincoln (obviamente no los encuentran los protagonistas). Esta historia resulta muy interesante (y visualmente bastante lograda: muy bien aprovechados los paisajes) y conecta con la serie de forma genial al suponer una especie de viaje final para los personajes: se enfrentan a los fantasmas de la guerra al pasar por los sitios donde batallaron y la plantación donde Freeman era esclavo.

Por desgracia el epílogo del capítulo lo afea bastante con un cliffhanger burdo, un golpe o giro rebuscado y tramposo de serial barato con el que llamar la atención de cara a la próxima temporada: Eva desaparecida, Corcoran deberá buscarla. Pero resulta que la serie ha sido cancelada, así que se queda todo en el aire. Por suerte, es tan poco interesante la trama que pretenden abrir que no queda del todo como un final abierto: se puede interpretar que el caos sigue siendo el día a día en Five Points, y que los protagonistas han crecido, han cerrado heridas del pasado y se enfrentan al futuro con energías renovadas.

En conjunto lo que queda es una temporada muy entretenida (los protagonistas tienen bastante fuerza, el tono de policíaco adulto se agradece), pero bastante irregular y acompañada por las malas sensaciones que deja que esté algo por debajo del primer año y no sea capaz de explotar el potencial que guarda.

Ver también:
Temporada 1.

COPPER – TEMPORADA 1.

BBC America | 2012
Drama, Suspense | 13 ep. de 44 min.
Productores ejecutivos: Tom Fontana, Barry Levinson, Willi Rokos.
Intérpretes: Tom Weston-Jones, Kyle Schmid, Anastasia Griffith, Ato Essandoh, Kevin Ryan, Dylan Taylor, Kiara Glasco, Tessa Thompson, Franka Potente.
Valoración:

En la década de 1860 el barrio Five Points de Nueva York es un hervidero de caos, inmundicia y crímenes propiciados por la pobreza y la mezcolanza de culturas, y el ambiente está aún más enrarecido debido a los recientes disturbios y a las heridas que está dejando la Guerra de Secesión que se libra en el sur pero tiene su repercusión en todas partes.

Kevin Corcoran (Tom Weston-Jones) es un detective que ha terminado su servicio militar y vuelve para encontrarse que su hija ha fallecido y su mujer desaparecido. Su retorno estará pues marcado por la desesperación de hallar pistas que resuelvan el misterio. En el conflicto hizo nuevos amigos, un médico negro (Matthew Freeman –Ato Essandoh-) que sufre el racismo a diario y un joven rico al que salvó la vida con ayuda del doctor (Robert Morehouse –Kyle Schmid-) y que no se deja avasallar por su poderoso padre y sigue su propia agenda. Ambos serán de gran ayuda en las investigaciones que lleva a cabo con sus fieles Andrew O’Bryan (Dylan Taylor), fuerte pero gentil, y Francis Maguire (Kevin Ryan), sombrío y rudo. Corcoran ahoga sus penas con una prostituta llamada Eva (Franka Potente), quien está claramente enamorada de él y hará cualquier cosa por no perderlo.

En uno de sus nuevos casos Corcoran se encuentra con una niña de unos diez años que ha sido forzada a prostituirse (una impresionante Kiara Glasco). La chiquilla está mentalmente destrozada y supone una carga enorme, por no decir que resulta espeluznante cuando le da por hacerse la adulta y ofrecer sexo. En este caso cae en la órbita de una ricachona con la que podría iniciar una relación (Anastasia Griffith), pero con la niñata de por medio y el recuerdo de la esposa todavía doliendo todo se complica.

Copper es un policial bastante clásico, y aunque en los primeros episodios se tontea bastante mal con el procedimental moderno (con la exagerada ciencia del amigo médico), por suerte es algo que pronto se minimiza y la narración se decanta por un estilo más serio y centrado en los personajes donde los casos suelen durar varios episodios y siempre tienen repercusiones en ellos. De hecho, sorprende también que la búsqueda de respuestas de Corcoran da frutos rápidamente en esta corta temporada (de 10 capítulos), sin extenderse como en otros policíacos eternamente hasta que se avise de la cancelación de la serie.

New York es caótica y sucia, la población inculta y bruta; la suciedad y pobreza campa a sus anchas en los barrios obreros y la ostentación es el día a día en los ricos, mientras que la ley se la reparten también según sus recursos: a golpe de puño y de billete. La guerra se huele en el ambiente, no solo porque veamos sus consecuencias directamente en los protagonistas, sino también porque hay varias tramas relacionadas, como la de los atentados (que resulta algo exagerada, todo sea dicho). Lo mismo pasa con los recientes motines del barrio de las cinco esquinas (vistos en la cinta de Martin Scorsese, Gangs of New York), cuyo recuerdo todavía duele y el temor de que pueda volver a ocurrir flota en el aire.

El microcosmos por donde habitan los caracteres refleja muy bien la situación. Los roles, tanto principales como secundarios, son todos buscavidas que oscilan entre el animal que usa la violencia como método de vida y supervivencia (el propio Corcoran) y el que se aprovecha de la situación complicada de otros (el capitán de policía lo hace con pequeñeces, pero el padre de Robert lo hace a lo grande). Todos tienen su lado sombrío y trágico que a veces se sobrepone a la razón. Muchos han sufrido más allá de lo resistible por un ser humano y son incapaces de encontrar su rumbo en el mundo; en este sentido, la trama de la niña violada llega a resultar escalofriante y durísima. De hecho, como resultado de la época dura en que viven, los protagonistas ven modificadas sus vidas a golpe de tragedia constante: es impresionante la cantidad de secundarios relevantes que mueren y deforman todo este microcosmos en un instante.

En los personajes destaca otro gran punto a favor: la química y complicidad entre ellos se maneja muy bien y resulta crucial en muchos momentos, pues miradas y gestos hablan tanto como las palabras. Los actores, sin ser extraordinarios, están convincentes en sus papeles, y en concreto Tom Weston-Jones sorprende bastante después de su flojísima interpretación en Un mundo sin fin: aquí parece otro actor. Por el lado contrario, aunque todos tengan un lado tenebroso muy atractivo, ningún rol obedece a un dibujo complejo, y en ocasiones se fuerza su presencia en el capítulo: los guionistas se empeñan en meterlos a todos en casi todas las historias, hasta el punto de que parece que sólo ellos viven en la ciudad. Algunas secciones además, como la del médico y su mujer, no son especialmente llamativas.

Se nota que es una producción nada barata, porque la ambientación es exquisita, pero obviamente el dinero no es infinito y hay limitaciones… que son sorteadas con bastante atrevimiento, pues prácticamente todos los fondos en planos amplios son digitales, es decir, prácticamente todo lo que se ve de la ciudad está puesto en postproducción. Y se nota en ocasiones, pero no como para molestar. La dirección es francamente buena, y la fotografía resulta aún mejor, otorgando un tono oscuro que da un toque aún más sombrío a la ciudad y sus habitantes.

Aunque Copper claramente va destinada a un público adulto (es dura y sucia como pocas), también es evidente que pretende ser una aventura distendida, fácil de ver, pues no hace alarde alguno de trascendencia, densidad y complejidad como acostumbran a ofrecer las series de su rango de edad, sino que resulta un entretenimiento ligero y de nulo poso. Así pues, Copper es una producción bastante atípica, y si bien este primer año no resulta especialmente notable sí tiene calidad suficiente como para que te lo pases muy bien viéndola.

Copper es una creación de Tom Fontana y Barry Levinson (este último con larga carrera como productor, guionista y director en cine), que como demostraron en Oz son un expertos en ahondar en la violencia del ser humano. También supone la primera serie original de BBC America para EE.UU.